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ZARKO DE MYZAR. PRÓLOGO


- PRÓLOGO -

                La noche, aciaga como ninguna, envolvía al viejo torreón con su negro manto de lluvia y frío viento. La lluvia golpeaba furiosa contra el viejo torreón y el viento aullaba al colarse entre los resquicios de sus viejos muros de piedra. El extraño, cansado del largo viaje que soportaba ya sobre sus huesos, subía lentamente los angostos peldaños de fría piedra de la empinada y larga escalinata. Maldecía al dueño del torreón por tener que escalar aquella escalera. Pero no había más remedio que hacerlo. Había mucho en juego aquella noche.
         Al llegar al último escalón, el viajero tomó aire y trató de recuperar sus fuerzas. Miró hacia abajo y, viendo la enorme altura a la que se hallaba, volvió a maldecir para sus adentros. Hacía años ya que el dueño del torreón decidió venirse aquí para disfrutar de un retiro bien merecido. Pudiendo escoger otros lugares algo más apacibles para su retiro, el anciano decidió que ese viejo torreón sería el lugar perfecto para perderse de vista y dedicarse a sus hobbies preferidos, el estudio de las artes arcanas y la recopilación de la historia de las antiguas razas que poblaron Æfhrem, el antiguo continente del sur.
         Al detenerse ante la vieja puerta de madera de nogal, ya envejecida y agrietada por el inexorable paso de los años, el viajero observó que por el resquicio de la misma se colaba una tenue luz amarillenta proveniente de alguna lámpara de aceite. Golpeó con los nudillos desnudos de una de sus manos sin esperar recibir respuesta alguna por parte del anciano. Éste, solitario y reservado como ningún otro, no era amigo de la compañía humana. Trataba, en la medida de lo posible, de evitar todo tipo de contacto con sus congéneres humanos. Habiendo recorrido mucho mundo y, por ende, habiendo visto ya muchas tierras y gentes, hacía ya décadas que había descubierto lo banales y fútiles que le resultaban las personas.
         La vieja puerta se entreabrió sin que nadie la tocara o empujase y el viajero pudo vislumbrar el interior de la estancia. La habitación, pese a la apariencia exterior del torreón, era bastante amplia. Era circular, al igual que el torreón, y su pared estaba forrada por antiguas estanterías y estantes de vieja madera de caoba, pino y nogal. En las estanterías y estantes reposaban toda clase de mugrientos libros, pergaminos, y papiros escritos en dialectos tan antiguos como el mismo mundo. Varias velas esparcidas por la estancia la iluminaban escuetamente, pero, todo sea dicho, aquella era toda la luz que los ojos del anciano necesitaban para entregarse a sus quehaceres diarios. Una pequeña y vieja chimenea de ladrillos de adobe proporcionaba a la estancia el calor necesario para pernoctar en ella sin notar apenas la dureza de la humedad del torreón. El viajero observó finalmente al anciano. Se hallaba sentado frente a una enorme mesa de caoba, tan vieja como la habitación misma y el mismo anciano juntos. Sus viejas y algo temblorosas manos sostenían una pluma de ánade utilizada para escribir sobre el viejo pergamino en el cual estaba ocupado en ese momento. El viajero, sin querer incomodar con su presencia al anciano, carraspeó para hacerse notar por éste. Tras unos segundos, que al viajero le parecieron eternos, el anciano alzó la vista hacia el viajero. Sus oscuros ojos, color almendra, le escrutaron de arriba abajo cuidadosamente.
- Pareces cansado – su voz era áspera y apagada – Toma asiento, por favor.
         El viajero aceptó el ofrecimiento del anciano y se sentó en una vieja silla de madera situada frente a la mesa.
- En seguida acabo –le informó el anciano.
         Tras escribir unas líneas más, el anciano depositó la pluma sobre la mesa y juntó sus manos entrelazando los dedos.
- Y bien, Freyan – habló nuevamente con su voz áspera y apagada - ¿Qué noticias me traes del este?
- No son nada halagüeñas, Ambrosius – el viajero, Freyan, pasó a relatarle los motivos de su visita – Los sabios del cónclave de Gur-Nagur dicen haber visto ya dos de las tres señales.
- ¿Está ya listo el elegido?
- No, ese es el problema, señor – Freyan miró airadamente al techo – Fedhoram aún no está preparado.
- Cinco años, Freyan – Ambrosius carraspeó de mala gana y se rascó la arrugada frente nerviosamente – Cinco años para prepararle y ahora, cuando más nos es necesario, me dices que el elegido aún no está listo. ¿En qué diablos están pensando esos malditos sabios? – Escupió la palabra sabios como si fuera veneno puro - ¿Acaso no se dan cuenta de lo que está en juego?
- Creedme, señor – Freyan agachó un poco la mirada – No es culpa de ellos. El elegido es demasiado obstinado e impulsivo. No atiende a razones que no sean las suyas y apenas se deja instruir por sus maestros en las distintas artes de la lucha. Es arrogante, mezquino, algo estúpido y carece de carisma alguno.
- ¡Maldita sea, Freyan! – Ambrosius golpeó furioso la mesa - ¡No me interesan para nada sus defectos! ¿Está listo o no está listo el elegido?
- No – Freyan contestó apagadamente y sin atreverse a mirar a la cara a Ambrosius – Necesitaríamos un milagro para ganar en la batalla que está por llegar.
- ¿Milagro? – Ambrosius escupió la palabra - No creo en milagros, Freyan, sino en hechos. ¡Hechos!
         El anciano abandonó su asiento y comenzó a pasearse nerviosamente por la estancia, con las manos a la espalda. De cuando en cuando, se detenía unos segundos, cavilaba algo incoherente para sus adentros, y volvía a pasearse de uno a otro lado de la habitación. Al final, se detuvo frente la chimenea y colocó sus entumecidas manos ante el calor de las llamas, que bailoteaban una imaginaria danza.
- Está bien. Pensemos en algo… - Frotó las manos para facilitar así el que entraran en calor lo antes posible - ¿Cuánto tardarías en ir a Gur-Nagur y luego en llegar hasta el paso de Fiyendem?
- … Dos días y medio, quizás. Tal vez solo dos. ¿Por qué?
- Aún tendríamos una pequeña oportunidad de enmendar el error de esos patanes.
         Ambrosius tomó asiento de nuevo y, cogiendo pluma y papel, garabateó algo nerviosamente. Cuando acabó de escribir, encerró el papel dentro de un sobre y, tras cerrarlo con su saliva, lo lacró estampando en él su sello personal, una media luna cruzada con un águila de alas abiertas. Tras lacrar el sobre se lo entregó a Freyan.
- Vuelve a Gur-Nagur – le indicó – Coge a Fedhoram y llévale al paso de Fiyendem. Allí os estará esperando una persona. Entrégale este sobre, deja a su cargo al elegido y vuelve solo a Gur-Nagur.
- ¿Cómo reconoceré a esa persona?
- Él te reconocerá a ti, no te preocupes por eso. Ahora vete. El tiempo corre en nuestra contra. ¡Corre!
         Freyan no hizo más preguntas. Se metió el sobre en el bolsillo interior de su capa y abandonó el torreón. Afuera, el viento y la lluvia seguían dominado la noche. En el torreón, Ambrosius rezaba porque no fuera demasiado tarde para enderezar un poco las cosas. Solo tenían tres semanas para prepararse. Y todo por culpa de esos ineptos del cónclave. ¡Malditos sean todos ellos!, pensó el anciano.
CONTINÚA

3 comentarios:

  1. :O:O está super.. y eso que es sólo el prólogo =D!

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  2. Es la primera vez q lee un texto q no sea de un libro papel(Bueno ahora los escucho.
    Muy buen Prologo Abuelo, en especial las partes q cuentas y fucionas el entorno,EJ:
    ...Se hallaba sentado frente a una enorme mesa de caoba, tan vieja como la habitación misma y el mismo anciano juntos...
    ya quisiera yo aser eso, lo poco q he escrito es pura accion de movimentos jajaja :(

    Espero q no te ofendas pero si quieres otro medio para difundir tus palabras puedo aserte Un Audiolibro de tus historias, es q cuesta caro aser Imprimir una Novela(creo?), yo me conformo con desir q lo subi, Pero En El Nombre De Autor Ira El TUYO

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  3. Molaría convertir la historia de Zarko a audiolibro (aunque yo soy más de leerlos que de escucharlos), pero el problema es que no está acabada. La empecé a escribir hace tiempo ya y la dejé inconclusa (es que soy muy vago). Si aún asi, sigues interesado, por mí adelante, pero eso sí, siempre que me menciones como su autor, claro XD. Un saludo y me alegra saber que te ha gustado. Muchas gracias por pasarte a leer y comentar.

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