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VANCE, EL CAZADOR (CAP. 12)


12 – ELIMINACIÓN

                   Unos minutos más tarde, habiendo desahogado toda su rabia, Vance se recompone y llama de nuevo a su compañero Archer por teléfono. Segundos después, éste reaparece en la habitación gracias a su portal de traslado. El muchacho no puede evitar mostrar un gesto de repugnancia en su rostro al ver el cadáver del secuestrador de June, aún colgando de la cuchilla plateada que le atraviesa el hombro.
- Vaya… - comenta a su amigo sin esperar que éste le conteste – Veo que no te has contenido…. ¿Crees que era…?
- ¿…Necesario? – Vance termina por él la pregunta -  Sí. Lo era. Al menos para mí. Y esto aún no ha terminado. Vamos.
- Hum… Y ahora, ¿a dónde?
- Al restaurante “La Gioconda” – Le contesta Vance – Tengo que averiguar dónde se esconde ese desgraciado de Ventura. Y sé quién me lo va a decir.
                   Vance se adentra en el interior del portal de traslado, seguido por su compañero, quien, antes de cerrarle, le comenta a su amigo algo que le preocupa.
- Sabes que tendrás problemas en la agencia por esto, ¿verdad?
- No te preocupes – Le responde Vance sin titubeos – El problema es sólo mío.
                   Un minuto más tarde, el portal vuelve a abrirse delante del restaurante. Vance atraviesa la puerta con paso firme y decidido y, sin mediar palabra alguna, le propina un fuerte puñetazo en la cara a Luca. Después, sin darle tiempo a reaccionar, le arroja sobre una de las mesas, le levanta del suelo, le empuja contra la pared, crea una cuchilla afilada y, apuntándole a los ojos con ella, le formula la pregunta sin rodeos ni miramientos y con una mirada llena de odio reflejada en sus ojos.
- Gino Ventura. ¿Dónde puedo encontrarle?
                   El pobre Luca se orina en los pantalones. Con la nariz rota moqueándole sangre, y los ojos envueltos en lágrimas, le da a Vance la dirección que está buscando, suplicándole que no le haga daño.
- ¿A dónde esta vez? – Le pregunta Archer al verle abandonar el local.
- A Saint Elmos – le responde su amigo entrando en el portal nuevamente.
- ¿Un desguace de coches? – Archer se queda perplejo al escuchar la nueva dirección dada por compañero.
- La tumba perfecta para alguien de su calaña – Asevera tajante Vance antes de que el portal se cierre por completo.
                   Cuando el portal se abre de nuevo a pocos metros de distancia de la entrada del desguace de coches  de Saint Elmos, el atardecer se acerca ya a su fin y las primeras sombras de la noche comienzan a extender su manto de oscuridad sobre la zona. Las farolas de la zona se encienden y algunas ventanas de los edificios colindantes se iluminan ya.
- Bueno, ¿qué más quieres que haga? – Le pregunta Archer a Vance, ansioso de ser de utilidad a su compañero.
- Nada – le contesta su amigo – Ahora quiero que te vayas. No quiero que te veas involucrado más de la cuenta en este asunto.
- Ya, bueno – dice Archer con poca convicción - ¿Seguro que no quieres que te ayude?
- Seguro – le responde Vance – Ah, por cierto… - Y nada más añadir esto último, le suelta un fuerte puñetazo en el ojo derecho a su compañero que le tumba en el suelo. Tras esto, le tiende la mano y le ayuda a levantarse -  Lo siento.
- ¿¡A qué ha venido eso!? – Le pregunta Archer entre sorprendido y dolorido, más lo segundo que lo primero.
- Así, si los de la agencia te preguntan, que lo harán, - le explica Vance - podrás alegar que te obligué por la fuerza a ayudarme.
- Al menos podías haberme avisado – le replica Archer frotándose el dolorido ojo.
- Lo siento, tenía que ser convincente – le explica Vance – Ahora vete, por favor. Y gracias por tu ayuda.
- Cuídate, ¿vale?
                   Archer abre un nuevo portal y se mete en su interior, cerrándolo al momento y dejando a solas a Vance, quien, tras observar un poco alrededor suyo, se fusiona de nuevo con las sombras.
                   En cuestión de segundos, viajando a través de las sombras como si de un borrón oscuro se tratase, Vance revisa de arriba abajo el desguace, pudiendo descubrir el sistema de seguridad del mismo, consistente en cuatro hombres patrullando la zona, dos más ante la entrada del pequeño edificio usado como oficina del desguace y dos cámaras de vigilancia situadas en la fachada principal del mismo edificio.
                   Con la velocidad del rayo, Vance emerge de entre las sombras para deshacerse del primero de los guardas que patrullan, atacándole por la espalda. Tapándole la boca con una mano, con la otra le degüella el cuello con una cuchilla plateada, creada en forma de escalpelo. Rápidamente esconde el cuerpo sin vida del guarda en el interior del maletero de uno de los coches allí abandonados, fusionándose de nuevo entre las sombras. Uno menos, quedan solo cinco.
                   A otros dos de los guardas los coge también por sorpresa por la espalda,  ensartándolos con dos cuchillas alargadas, creadas con forma de estiletes. Ninguno de los dos puede emitir sonido alguno antes de morir. Como el lugar en el que han caído queda fuera de la vista de los guardas de la entrada y de las cámaras de vigilancia del edificio, Vance ni siquiera se molesta en esconder sus cuerpos y se mete de nuevo en las sombras para ocuparse, lo antes posible, del cuarto guarda que hace la ronda.
                   Al cuarto le sorprende emergiendo de entre las sombras ante sus narices. El guarda, preso del estupor, ni siquiera puede reaccionar a tiempo cuando Vance, formando otra pequeña cuchilla en su mano derecha, le secciona el cuello de oreja a oreja. El aterrado hombre se lleva instintivamente las manos al cuello tratando de taponar la herida, pero la sangre mana a borbotones por ella y, cuando quiere gritar para dar la alarma, su voz se convierte en poco más que un gutural gruñido, puesto que la sangre tapona su garganta. Segundos más tarde, cae de rodillas y, acto seguido, su cuerpo se estrella de bruces contra el ensangrentado suelo. Quedan solo dos guardas más.
                   Para deshacerse de los dos últimos guardas, Vance arroja sendas cuchillas contra ellos, clavándoselas en plena frente a ambos. Antes de que sus cuerpos lleguen a tocar el suelo, Vance ya ha logrado entrar en el edificio a través de la sombra formada por una de las paredes del mismo.
- Bien, Ventura – Murmulla Vance al penetrar en el interior del edificio – Ahora tus hombres ya no podrán socorrerte. Eres mío. Solo mío.
CONTINÚA

1 comentario:

  1. ajajaj AJAJAJ!
    Sí, matad a Ventura!
    Bueno, estuvo súper... la pelea, me encantan las peleas ^^

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