____________________________________________________Visita mi CANAL DE YOUTUBE_______________________________________________________

ZARKO DE MYZAR. CAPÍTULO 7


Capítulo 7 – El cementerio de Lu-Fadem.

         Era ya cerca de la media noche cuando los cuatro jinetes llegaron a Lu-Fadem, pueblo costero situado al norte de la provincia de Oken. Ezerian abría la comitiva, con Freyan cabalgando a su lado. Tras ellos, a escasos dos metros de distancia, cabalgaban Zarko y el joven Fedhoram.
- La oscura Asanty se sentiría como en casa en estas tierras – afirmó tajante Zarko observando el pueblo envuelto casi todo en él en las penumbras de la ya cercana noche.
- He oído terribles historias sobre este sitio - comentó con cierto temor Fedhoram.
- ¡Ah, las leyendas de Lu-Fadem! – rió Ezerian - ¿Te asustan los cuentos de viejas, joven Fedhoram?
- No, lo que me asusta es que puedan hacerse reales – afirmó Fedhoram.
- Yo también he escuchado alguna de las leyendas de este lugar dejado de la mano de Koyum. A cada cual de ellas más interesante – sonrió Zarko – Mi favorita es la de la muchacha en el camino. En Myzar es un clásico entre las historias que los viejos cuentan a los mozalbetes para asustarlos.
- ¿Cuál es esa? – preguntó intrigado Fedhoram.
- Yo de ti no la escucharía, Fedhoram – rió Freyan – Podrías tener pesadillas.
- ¡No digas tonterías, Freyan! No soy ningún crío. Va, Zarko, venga, cuéntamela. Por favor.
- Vale, pero a mi no me eches luego la culpa – le aclaró riendo Zarko – Cuenta una antigua leyenda que aquí, en Lu-Fadem, en las noches en las que la luna se oculta a los humanos, suele aparecer una muchacha caminando por los caminos.
- ¡Menuda tontería!
- Déjame acabar, por favor. Bueno, como iba diciendo. Esa muchacha, de largos cabellos negros que ocultan casi del todo su rostro hermoso y pálido como los rayos de luna, va toda entera vestida de blanco, con un largo vestido de seda translúcida. La muchacha, con mirada apagada, pese a sus profundos ojos negros, pide a los viajeros a los que encuentra en el camino que la dejen ir con ellos, pues le da miedo caminar sola por esos lugares. Y claro, siempre hay algún idiota que pica.
- ¡Menudos idiotas! – expuso Fedhoram - ¿acaso nadie encontraría raro encontrarse con una muchacha así en plena noche?
- ¿Quieres que te cuente la historia, o no? – replicó Zarko.
- Perdona – se excusó el muchacho – Continúa, por favor.
- Gracias – Zarko tomó aire y continuó con su relato – Bueno, pues eso. Que al final, la muchacha siempre hallaba a un amable viajero dispuesto a llevarla en su carruaje, o en su caballo, claro. Durante el trayecto, la muchacha no decía ni media palabra. Ante las preguntas del viajero, ésta simplemente se limitaba a negar o afirmar con la cabeza. Hasta que...
- ¿Que qué?
- Cuando el carruaje, o el caballo, en el que viajaban el viajero y la blanca muchacha llegaba a una parte del camino, un viejo puente de madera para ser más exactos, la muchacha comenzaba a temblar llena de miedo. Cuando el amable viajero la pregunta acerca de su repentino miedo, la muchacha solo contesta una cosa. No cruces el puente, por favor. El viajero, claro está, intrigado ante la petición de la muchacha, quiere saber por qué no debe cruzar ese puente, y se lo pregunta a ésta. Entonces, la muchacha rompe a llorar como una descosida y se cubre el rostro con sus finas y delicadas manos. Entre sollozo y sollozo, el viajero trata de sonsacarla alguna respuesta sobre la razón de no cruzar el consabido puente. Entonces, la muchacha le rebela que, años atrás, al intentar cruzar ese puente, ella se ahogó. El viajero cree que todo es una broma de la joven, pero entonces, ésta descubre su cara y, el viajero, horrorizado, ve que ya no tiene rostro, que su cara es... ¡una fría y horrible calavera! – Zarko hizo el gesto de destaparse el rostro con las manos y soltó unas sonoras y tétricas risas, provocando que el joven Fedhoram diera un bote sobre su silla.
- ¡Joder! – gritó el joven, provocando las risas de sus compañeros.
- ¡Cuentos de vieja, Fedhoram! – rió Ezerian – ¡Cuentos de vieja!
- ¿Y qué pasa con el viajero y con la muchacha? – preguntó aún así el intrigado muchacho.
- La leyenda cuenta – le aclaró el Myzarino sonriente – que la muchacha, tras revelarle su verdadero rostro, aúlla llena de rabia y se desvanece en la noche. En cuanto al viajero se refiere, dicen que suele echar a correr como un poseso hasta cruzar todo la provincia de Oken.
- ...Y no le culpo por ello – añadió riendo Freyan – Yo creo que haría lo mismo si me ocurriera algo así.
- Tú y cualquier otro, amigo mío – añadió alegremente Zarko.
         Entre risas y risas, el grupo atravesó el lúgubre pueblo y llegó a su destino final. El cementerio de Lu-Fadem.
- Así pues, - dijo Zarko – ¿este es nuestro destino? ¿El cementerio?
- ¿Noto miedo en tu voz, Myzarino? – preguntó Ezerian.
- No es miedo – aclaró éste – Pero, de todos los lugares que podías escoger, ninguno habría sido más tétrico y lúgubre que este, hechicero.
- Sin embargo, – Ezerian desmontó de su caballo – es el lugar ideal para realizar la prueba a la que debe ser sometido Fedhoram.
- ¿Una prueba? – preguntó el muchacho - ¿Qué prueba?
- Una que decidirá si eres, realmente, el elegido del que habla la profecía. Seguidme.
         El grupo se adentró en el interior del cementerio. Era un lugar que parecía abandonado desde hacía ya mucho tiempo. Las tumbas, casi todas las que se veían, estaban ya cubiertas de hierbajos, sus lápidas agrietadas y cubiertas por las enredaderas y los ornamentos varios que las decoraban habían, o bien desaparecido, o bien estaban ya muy deteriorados. El cuarteto llegó a un pequeño claro ubicado en pleno centro del cementerio. El lugar estaba delimitado por cuatro antorchas clavadas verticalmente sobre el suelo. Con un gesto de la mano hecho por Ezerian, las antorchas se encendieron e iluminaron el terreno. El hechicero sacó de una de sus mangas un pequeño saquito y lo abrió. Con sumo cuidado, esparció a lo largo del suelo el contenido del mismo, una especie de polvo de tierra, y formó un dibujo con él. Era un círculo en cuyo interior había un pentagrama. Cuando acabó de dibujarlo, Ezerian recogió el saquito y se lo guardó de nuevo. Luego se sentó en el suelo y comenzó a recitar unas oraciones en un extraño y antiguo dialecto.
- Eisheram aruneo uriten. Eisheram adorien trevinium. Nusien turen efusien.
         Mientras decía cada palabra, Ezerian formaba con los dedos índice y pulgar de sus manos un triángulo cuya arista superior se apoyaba en su frente. Cuando hubo terminado, ante él surgió de la nada un haz de luz. Era una luz pulsante, semejante a un rayo de luna, que parecía vibrar con cada uno de sus latidos. Al principio, el haz era muy fino, pero poco a poco se fue ensanchando hasta hacerse tan ancho como una puerta normal y corriente. Ezerian se puso de pie y se sacudió la túnica para limpiarla de la tierra que se le había pegado al estar sentado.
- Bueno, Fedhoram – habló al fin - ¿Estás preparado?
- ¿Qué es lo que debo hacer?
- ¿Ves esa luz? – Ezerian le señaló el haz de luz – Es un portal hacia un lugar que te pondrá a prueba.
- ¿Qué lugar es ese?
- Se la conoce como Huhura, la tierra de los vencidos, y será su dueña, Yuga, la señora de los guerreros caídos en desgracia, la que nos diga si eres el elegido de la profecía o no.
- ¿Y qué es lo que debo de hacer ahí dentro?
- Debes de lograr que ella te permita regresar con nosotros.
- ¿Y cómo lo consigo?
- Superando la prueba a la que te someterá. Pero no te preocupes – le tranquilizó Ezerian – Yo estaré en todo momento en contacto telepático contigo. De ese modo, si veo que corres serio peligro, te traeré de vuelta con nosotros.
- No dejaré que el muchacho entre solo en ese agujero del demonio – dijo tajante Zarko – No puedes hablar en serio al pedirle que entre ahí dentro, así, sin más. Iré con él.
- Puedo responder por el muchacho – le avisó Ezerian – Pero no puedo decir lo mismo de tu persona.
- Bueno, tú mismo lo dijiste hace rato – Zarko se colocó bien la espada – Mi persona y su destino ya están unidos. Voy con él.
- Y yo también – apuntó Freyan – No pienso quedarme aquí y ver cómo un desconocido, y no te ofendas Zarko, se juega la vida por defender a mi protegido.
- De acuerdo, entrad pues – Ezerian se volvió a sentar ante el rayo de luz – Rezaré por vuestra seguridad. Volved sanos y salvos, por favor.
CONTINÚA

1 comentario:

  1. :O qué les esperará?
    Suerte que me he léído el capítulo siete ahora ^^! Ya esta publicado el 8 =D *mucha alegría* ñ_ñ

    ResponderEliminar