Capítulo 10 - La prueba final.
De nuevo la negrura lo envolvía
todo. Y el silencio. Fedhoram pudo sentir dentro de aquel lugar hasta los
latidos de su corazón. Un nuevo haz de luz surgió ante él. Bajo el haz, una
puerta de piedra de grandes proporciones. En medio de la enorme piedra,
custodiándola, hay una estatua tallada
en roca sólida, representando una enorme cara de gárgola, de boca aguileña
abierta y ojos redondos que no parecían mirar a ninguna parte, pero que, al
mismo tiempo, parecían estarle escrutando hasta lo más profundo de su ser.
- ¿Quién eres? - la gárgola habló con una voz grave y
profunda.
- Soy Fedhoram - contestó el muchacho.
- ¿Acaso te he preguntado por tu nombre, mortal? - la voz
sonó a reprimenda - ¿Quién eres?
- No entiendo la pregunta - contestó indeciso Fedhoram.
- ¿Qué demonios haces entonces aquí? ¿Malgasto mi tiempo
con un estúpido mequetrefe que ni siquiera sabe decirme quién es?
- ¿Y yo qué? - preguntó con insolencia el muchacho -
¿Acaso no es igual de importante mi tiempo para malgastarlo en responder a
preguntas tontas y sin sentido? Me preguntas que quién soy y te digo mi nombre.
Entonces tú me dices que esa respuesta no es la que debo darte. ¿Cuál es,
entonces, dicha respuesta?
- Aquí soy yo quien hace las preguntas, mocoso insolente -
la gárgola parecía molesta ante el comentario del muchacho - ¿Quién eres?
¿Acaso eres un niño llorón y malencarado que pretende conseguirlo todo solo por
las buenas, porque se le antoja a él? ¿O acaso eres un hombre libre que trata
de encontrar su lugar en un mundo que no le guarda simpatía? ¿Eres ese guerrero
que, valeroso y sin temor en su corazón, luchará por defender siempre la verdad
y la justicia? ¿O acaso eres un cobarde
y cruel asesino de corazón oscuro, que roba migajas de humanidad a los que le
rodean para poder irse cada noche a la cama acallando los gritos de su alma,
corrompida hasta las raíces? - la gárgola hizo una breve pausa y continuó
hablando - Dime, pues, ¿quién eres?
- Soy… - Fedhoram se detuvo para meditar su respuesta.
Tras unos segundos, prosiguió - Soy Fedhoram de Haram, de la provincia de
Egtos. No soy un guerrero. Ni tampoco soy valeroso. Nací bajo unas
circunstancias que marcaron mi vida sin yo pedirlo. Nadie me pidió permiso para
nombrarme el elegido, aquel que, según una antigua leyenda, deberá detener a un
oscuro ser. Nadie tuvo la ocurrencia de pararse a pensar si yo aceptaría de
buen grado dicha responsabilidad. Puede que eso no me guste, ni que tampoco lo
quiera, pero he de aceptarlo, puesto que ese es mi destino. Si estoy o no
preparado para afrontarlo, es algo que averiguaré en su momento. Pero, ya que
estoy aquí, y puesto que he pasado tanto tiempo preparándome para ello, será
mejor que me trague mi orgullo y saque fuerzas de donde no las hay para llevar
a cabo mi tarea. Porque hay personas que han creído en mí durante todo este
tiempo ¡y porque soy Fedhoram de Haram, el elegido! ¡Y daré mi vida y mi sangre
para llevar a cabo la misión para la que me han entrenado durante estos años! ¿Te
ha quedado claro?
- Al fin has hablado con sabiduría - la gárgola pareció
complacida con la respuesta del muchacho - Pasa y afronta tu destino.
Con
estrepitoso rechinar, la enorme puerta se abrió, lentamente, dejando el camino
abierto ante el joven, que atravesó la puerta con decisión. De nuevo la negrura
más absoluta. Y nuevamente un haz de luz iluminando otra enorme puerta. En el
centro mismo de la puerta, otra gárgola, de igual aspecto a la anterior, salvo
que ésta tenía los ojos cerrados y su cara no mostraba expresión alguna. La
nueva gárgola habló.
- Dime, joven guerrero. ¿Quién es más valioso? ¿Un recién
nacido en su cuna, o un anciano en su lecho de muerte?
- Ambos - contestó sin titubeos Fedhoram - El niño por lo
que pueda aprender a lo largo de su vida. El anciano por lo que puede aportar
tras su larga vida. Aprendizaje y conocimiento. Las dos bases de toda
formación.
- En verdad eres sabio - la gárgola mostró una sonrisa -
Pasa y sigue tu camino.
Nueva
puerta. Nueva gárgola. Ésta con las orejas atravesadas por un hueso humano y
los ojos llorando lágrimas de piedra. Su voz sonaba a tristeza.
- ¿Qué vale más, uno solo o un millón?
- ¿Hablamos de dinero o de personas? - bromeó Fedhoram.
Viendo que la gárgola no aceptaba el chiste, continuó hablando - Te responderé
con otra pregunta. ¿Matarías a uno solo o a un millón? Un hombre muerto sería
asesinato. Un millón, genocidio. Toda vida debe de ser protegida y defendida de
todo mal que la aceche. Por lo tanto, la respuesta que buscas es, ambos. Ambos
son igual de importantes.
- Tus palabras demuestran tu buen juicio, joven guerrero.
Adelante y afronta la última de las pruebas.
La enorme
puerta chirrió y retumbó mientras se abría para dejar paso al joven. Fedhoram
la atravesó hacia la negrura. No veía a nadie ni a nada. Solo negrura.
- Antes te hice una pregunta - la voz de Yuga sonó de
repente en el vacío del solitario lugar - Y no me contestaste.
Apareció de
la nada, andando lentamente hacia el muchacho, que se sorprendió mucho al
encontrársela ahí.
- Dime, pues - siguió hablando - ¿Matarías a tu mentor si
de ello dependiera el superar esta prueba?
- No - Fedhoram agachó la mirada.
- ¿Aunque ello suponga el fracaso en tu misión?
- No alzaría la mano contra el hombre que me lo ha enseñado
todo - contestó Fedhoram - Mi honor y el respeto que le guardo, me lo
impedirían.
- Honor. Respeto - Yuga pronunció las palabras arrastrando
las sílabas - Deberías saber, joven guerrero, que en ciertas ocasiones un
guerrero debe dejar de lado esos dos conceptos cuando de lo que se trata es de
cumplir con su destino. Para superar esta prueba, pues, si te pido que saltes,
pregúntame a qué altura. Si te pido que corras, pregúntame hasta dónde has de
hacerlo. Y… - hizo una pequeña pausa y le acarició suavemente el mentón con los
dedos - …si te pido que mates, pregúntame que a quién. ¿Lo has entendido, mi
pequeño elegido?
- Si, mi señora - contestó Fedhoram - Lo entiendo
perfectamente. Adiós.
Ante la
sorpresa de la mujer, Fedhoram dio media vuelta y se encaminó hacia la salida.
- ¿Te vas? - le preguntó Yuga entre sorprendida y
divertida - ¿Renuncias a la prueba?
- No - el muchacho se detuvo ante la puerta - No, mi
señora. No renuncio a la prueba. Renuncio a tener que matar a nadie para
superarla. Si se necesita de un sacrificio humano para superar esta prueba,
entonces significa que no estoy hecho ni preparado para superarla, porque, entérate
bien, mi señora, jamás usaré la vida de una persona para mi beneficio. ¡Nunca!
- ¿Entiendes todo lo que está en juego? ¿Entiendes todo lo
que pierdes si renuncias?
Fedhoram
permaneció parado ante la puerta sin mover un solo músculo del cuerpo.
Finalmente, se volvió hacia la mujer. En su mirada había orgullo y decisión.
- Entiendo perfectamente todo, mi señora. Pero no pienso
sacrificar a nadie para beneficio propio. Adiós.
Se dio la
vuelta y se encaminó hacia la puerta de nuevo, pero esta vez le detuvo el
sonido de un aplauso. Yuga le aplaudía sonriente.
- Prueba superada, mi joven impetuoso - le sonrió - Si por
un solo momento hubieras vacilado en tu respuesta, ahora mismo estarías ya de
vuelta con Ezerian en el cementerio de Lu-Fadem, junto con tu mentor y tu buen
amigo, el Myzarino. Un guerrero sin principios morales es solo una máquina de
matar. Si le dicen mata, él mata. Si le dicen salta, él salta. Bien dicho, joven
y valeroso guerrero. Nadie debe jugar a su antojo con las vidas de los seres
vivos. Ni siquiera los propios dioses lo hacen. Toma. Te lo has ganado.
Yuga le
cogió de las manos y colocó sobre sus palmas un medallón. Éste, plateado,
redondo, con el relieve de dos cobras engarzadas entre si y varias y
antiquísimas runas talladas en él, parecía vibrar bajo la extraña luz opalina
que desprendía.
- ¿Qué es esto?
- El medallón de Ypam, la hija de Acinor - le explicó Yuga
susurrándole dulcemente al oido - Lo necesitaréis para entrar en la torre donde
se halla encerrado Denól.
- ¿He superado la prueba?
- Esta si - la sonrió nuevamente Yuga - Ahora vete. Ve con
tus compañeros y prosigue tu viaje. Ah, y saluda de mi parte a Ezerian. Dile
que me agradaría mucho verle de nuevo algún día por aquí. Adiós, elegido.
Yuga
desapareció y un nuevo haz surgió de la nada y bañó a Fedhoram con su luz.
Cuando el haz desapareció, el muchacho se encontró junto a sus dos compañeros,
que le miraron incrédulos.
- ¡Muchacho! - sonrió saludándole Zarko - ¡Ojos que te
ven!
- ¿Cómo estás, Fedhoram? - le preguntó ansioso Freyan -
¿Ha ido todo bien?
- Si - Fedhoram les enseñó el medallón.
El hechicero
se sorprendió gratamente al verlos regresar. Y más se sorprendió al ver el
medallón que Fedhoram portaba en sus manos.
- El medallón de Ypam - señaló complacido - Veo que has
pasado la prueba de Yuga. Mi enhorabuena, Fedhoram. Prometes ser un guerrero
muy valioso. Y ahora, debemos descansar. Mañana os espera un largo viaje hasta
Heren.
- ¿Por qué a Heren? - preguntó Freyan intrigado.
- Allí se encuentra la torre de Acinor, el lugar en el
cual está encerrado el espíritu de Denól.
- Has dicho “os espera”… - inquirió intrigado Zarko -
¿Acaso tú no nos acompañas?
- Mi papel en este juego ya ha terminado. El muchacho está
listo para afrontar su destino. Velaré por vosotros para que logréis vuestro
objetivo. Pero recuerda bien, Fedhoram. Tanto el Medallón de Isnha, como el
conjuro del encierro., deberán ser usados justo en la noche de la próxima luna
llena. De lo contrario, Denól recobraría su forma humana. Si ocurriera eso,
nada podría ayudaros ante su poder… Ni yo mismo podría hacerlo.
- No te preocupes, hechicero - rió Zarko - En la próxima
luna llena, este muchacho - agarró a Fedhoram por los hombros - le meterá el
medallón por el culo a ese tal Denól y de una patada le devolverá a su limbo.
Te lo asegura este Myzarino, que irá con él hasta el infierno si fuera
necesario para llevar a cabo la tarea.
- Otra cosa - les recomendó el hechicero - Tened mucho
cuidado cuando lleguéis a la torre. Una cosa es llegar y otra muy distinta el
entrar en ella y lograr acercarse a Denól. Ese oscuro y retorcido ser usará
todas las armas que tenga a mano para impedir vuestro cometido. Cuidaos bien
las espaldas.
- No te preocupes - habló Freyan - Sabemos bien que el
enemigo al que nos enfrentamos no es normal y corriente. Estaremos bien alerta
y seremos muy precavidos.
- Bien - Ezerian le miró pensativo durante escasos
segundos - Ahora será mejor que vayamos a descansar.
Formuló unas
salmodias ininteligibles al tiempo que dibujaba un extraño símbolo en el aire
y, de la nada, el espacio que les rodeaba se transformó en una gran tienda de
campaña, de las usadas por el ejército en incursiones largas, con una cómoda
cama para cada uno de ellos. Ezerian se agenció de una de las camas y se tumbó
sobre ella.
- Hasta mañana, pues. Que durmáis bien.
- Me pido la otra de la esquina - solicitó bromeando
Zarko.
- ¡Esa es para mí! - bromeó también Freyan mientras
corría a hacerse con ella.
CONTINÚA
:O:O:O:O:O:O:O:O:O
ResponderEliminarIncreíble! Ha sido uno de los mejores capítulos que leído de este blog =D!
Gracias. Es bueno saber que hay alguien leyendo al otro lado XD
ResponderEliminar