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ZARKO DE MYZAR. CAPÍTULO 12


Capítulo 12 - Cassandra, reina de corazones.

- ¡Flac!
         El tortazo sonó duro y alto y Zarko se acarició la mejilla dolorida y sonrosada.
- ¡Ya te he pedido perdón, mujer!
- ¡Me dejaste plantada! - le chilló Cassandra sin miramiento alguno - ¡Plantada! ¿Cómo te atreves a aparecer de nuevo por aquí?
- ¡Ya te lo dije! - se explicó Zarko - ¡Tuve que abandonar urgentemente la ciudad por culpa de los hermanos Kohen! ¡Iban a matarme!
- ¡Ya, claro! - bramó dolida Cassandra - ¡Y tú no podías encargarte solito de los estúpidos hermanos Kohen!
- ¡Eran ocho! - protestó Zarko de nuevo - ¡Y tenían de su lado a media guardia de Bravia! ¡Si me hubiera quedado…!
- ¡Yo te habría ayudado! - le aclaró la mujer - ¡Como tantas otras veces!
- Si lo hubieras hecho, - le aclaró a su vez Zarko, aún rascándose la dolorida mejilla - tu casa habría sido pasto de las llamas durante la noche. Y no quiero ni pensar en lo que tendrían reservado para ti esos malnacidos. No quise ponerte en peligro. ¡Por eso me fui!
- ¡Debiste decirme que te ibas! ¡Me lo debías!
- ¡No pude avisarte, lo siento! ¿Cómo puedo convencerte de que no tenía ninguna otra alternativa aquel día?
- ¿Y quienes son ellos? - Cassandra miró fríamente a Freyan y Fedhoram - ¿No es muy joven el muchacho para frecuentar mi casa?
- Son dos amigos míos - la explicó Zarko - Se llaman Freyan y Fedhoram. Estamos aquí de paso.
- ¿Piensas marcharte otra vez? - la mujer miró enfurecida al Myzarino - ¿Quién te crees que soy, una casa de caridad?
- Vamos de camino a Heren - se excusó Freyan por Zarko - Nos urge llegar allí con prontitud.
- Os queda un poco lejos - Cassandra observó a Freyan detenidamente de arriba a abajo. Le pareció de fiar - A un día de caballo yendo hacia el noroeste. Y si, - se anticipó a la pregunta de Zarko - podéis pasar aquí la noche.
         Cuando más tranquilas estaban las cosas, un grito de una chica les llamó la atención. Todos salieron a ver lo que ocurría.
- ¡Os lo vuelvo a repetir a todos por última vez, cerdos malnacidos! - la muchacha que hablaba parecía muy enfadada - ¡No limpio sables! ¿Os queda claro?
         Los hombres presentes, conocedores ya del talante de la muchacha, rieron el enfado de ésta. La chica, enfurecida aún, entró nuevamente en la habitación de la cual había salido. Se oyeron los gritos de un hombre y, segundos después, éste salía enfadado de la habitación dando trompicones. Su ropa salió despedida por los aires tras él.
- ¡Vete al infierno, malnacido! - chilló la muchacha, que portaba una espada corta en cada mano - ¡Si te vuelvo a ver por aquí, te rajaré la cara en dos! ¿Te queda claro?
         El hombre recogió a toda prisa su ropa y bajó la escalinata con una pequeña ayuda de la muchacha, que al salir le propinó una patada en el culo. El hombre, algo mayor, cuerpo robusto, pelo canoso, nariz aguileña y rostro marcado por las severas arrugas, rodó por las escalinatas. Cuando llegó abajo, ante las risas de los presentes, se puso en pie y maldijo a la muchacha, que le observaba desde lo alto de la escalinata con gesto airado y mostrándole las espadas en alto.
- ¡Puta malnacida! - bramó el hombre herido en su orgullo - ¡Me las pagarás caro, perra del demonio! ¡No sabes quién soy! ¿Lo has oido? ¡Te arrepentirás de este día! ¡Puta!
         La palabra puta, salida de la boca de aquel desgraciado, accionó un resorte oculto dentro de la cabeza de la muchacha que, sin pensárselo dos veces, se lanzó escaleras abajo a la carrera, enarbolando sus espadas. El hombre, horrorizado, retrocedió en el acto hasta que su cuerpo se topó con la puerta cerrada, viéndose acorralado y sin escapatoria. La muchacha se encontraba a solo dos metros de su víctima cuando alguien se interpuso en medio.
- Detente muchacha - Zarko la habló tranquilizador, parado delante del hombre y con los brazos abiertos en cruz - No merece la pena mancharse las manos con su sangre. Créeme.
- ¡Sal de ahí! - le ordenó furiosa la muchacha.
- ¡Xuna! - la voz de Cassandra sonó autoritaria y firme - ¡Guarda esas armas ahora mismo! ¡Es una orden! ¡Obedece muchacha!
         La muchacha, llamada Xuna, cuerpo esbelto y bien formado, melena corta pelirroja y ojos color almendra, vaciló unos segundos. Miró a Zarko. Luego a Cassandra. Por último al hombre canoso, que resoplaba y sudaba asustado. Finalmente, bajó las armas.
- Será mejor que retire lo de puta - solicitó cruzándose de brazos y mirando a Cassandra - No me gusta que me insulten.
- Y estoy segura de que su excelencia, monseñor Jumen, aquí presente, se muestra tremendamente arrepentido de haberte llamado puta - Cassandra miró duramente al aterrado hombre - ¿No es así, monseñor?
         Monseñor Jumen, aterrado y sudoroso como estaba aún, no podía mascullar palabra alguna. Zarko habló en su lugar.
- Por supuesto que lo está - dijo, atusándole la ropa mal colocada - Y también estoy seguro de que su eminencia olvidará pronto este pequeño “incidente”. ¿Verdad que si, eminencia? Después de todo,… - Zarko continuó colocándole bien la ropa al obispo - …sería una pena verse metido en un escándalo por algo tan estúpido, ¿no le parece, monseñor? - Zarko recalcó la palabra monseñor con cierto retintín - Por supuesto - el Myzarino le miró fijamente a los aterrados ojos y continuó hablando - la muchacha facilitará mucho las cosas si se aleja unos días, pongamos una semana, de la ciudad, ¿no le parece? - el hombre asintió sin reparos a la idea de Zarko - Bien, asunto resuelto.
         Zarko soltó a Jumen y éste abrió la puerta y salió corriendo del local como alma que lleva el diablo. Los allí presentes olvidaron lo acontecido y volvieron a lo suyo. Allí no había pasado nada.
- ¡Ven conmigo! - Cassandra ordenó a Xuna que la siguiera - ¡Y tú también, Myzarino!
         Xuna obedeció seguida de Zarko. Ambos sabían perfectamente lo que les esperaba.
- ¿Os habéis vuelto locos los dos? - Cassandra estaba verdaderamente enojada - ¿Se puede saber qué pretendíais conseguir amenazando al obispo Jumen? - miró encolerizada a ambos - ¿Acaso tenéis idea de lo que representa en Bravia la Santa Iglesia de las Lágrimas de Isnha?
- ¡Me insultó! - se defendió tímidamente Xuna - ¡Y luego me pegó porque me negué a hacerle lo que me pedía!
- ¡Ah, claro, te insultó y te pegó! - exclamó Cassandra - ¡Y solo por eso tú decides amenazarle! ¡Aquí, en mi casa!
- ¡No seas tan dura con la muchacha! - defendió Zarko a Xuna - ¡Tú le habrías hecho lo mismo! ¡Te conozco bien!
- ¡Cállate! - le ordenó tajante Cassandra - Lo siento mucho Xuna, - se dirigió a la muchacha - pero vas a tener que abandonar Bravia por alguna temporada. Hasta que las cosas se calmen un poco por aquí. Vete a Utten. Allí tengo un amigo que puede darte trabajo. Se llama Huzko. No tendrás muchos problemas para encontrarle. Sal mañana a primera hora.
- De acuerdo - asintió obediente y dolida la muchacha - Lo siento mucho, Cassandra. De veras que lo siento.
         Cassandra se acercó a ella y la abrazó con fuerza, para luego besarla en la boca. El beso fue largo, profundo y sentido. Cuando separaron sus labios, Cassandra la besó tiernamente en la mejilla.
- Adiós, pequeña mía. Vuelve pronto. ¿De acuerdo?
- Adiós.
         Xuna abandonó la habitación entristecida y cabizbaja. Un suspiro se escapó de la boca de la no menos entristecida Cassandra.
- Veo que sigues manteniendo lazos sentimentales con todas tus chicas - observó Zarko.
- Ninguna chica que no sea capaz de hacerme disfrutar en la cama es digna de formar parte de mi casa - aseguró orgullosa la mujer - Y Xuna, lo creas o no, sabe hacerme disfrutar en la cama como nadie lo ha hecho jamás. ¡Y cómo besa!
- ¡Me estás acalorando, mujer! - sonrió Zarko algo avergonzado ante tal revelación.
- Bien - atajó decidida Cassandra - Cuéntame en pocas palabras, si es posible, los motivos de tu viaje y tu repentina visita.
         A la mañana siguiente, muy temprano, Xuna fue despedida por Cassandra a la hora de abandonar el local hacia Utten. Yiona y Hura, las dos sukubitas, y Jekka, una Foradiana esbelta y muy alta, de cuerpo escultural y preciosos ojos azules, despidieron con tristeza a su amiga. Tanto Yiona como Cassandra la besaron dulce y profundamente en la boca. Ambas mujeres amaban a la pelirroja que, de igual modo, las amaba a ellas. Cuando cantó el primer gallo, Xuna se encontraba ya a varias millas del lugar. Horas más tarde, Zarko y sus dos compañeros hacían lo mismo. Hura y Yiona se despidieron del Myzarino tal y como lo hicieran horas antes con la pelirroja. Cassandra, por su parte, le despidió con un dulce y prolongado beso en los labios.
- Vuelve pronto a visitarme, ¿de acuerdo?
- Descuida preciosa - Zarko la miró con dulzura - Nadie me impedirá volver aquí para caer en tus amorosos brazos.
- ¿Amorosos? - Cassandra le devolvió la mirada - No dirás lo mismo cuando te ponga las manos encima. Me debes muchas explicaciones. Y me cobraré mi deuda cuando regreses.
- ¿Te han dicho alguna vez que te pones muy guapa cuando te enfadas de ese modo?
- ¡Idiota! - la mujer le dio un empellón - Sabes muy bien que conmigo no te vale hacer la pelota. Ahora vete ya. Y regresa pronto. ¿De acuerdo?
         El Myzarino asintió sonriendo y subió a su caballo, no sin antes despedirse de las otras dos muchachas con unos cuantos besos y abrazos.
- ¡Vuelve pronto, Yarik! - le gritó Yiona cuando ya se ponían en marcha.
- ¡Lo haré! - la respondió Zarko - ¡No podría vivir sin volver a ver tus preciosos ojos, Yiona! ¡Y sin ver tu bello rostro, Hura!
         Horas más tarde, el grupo ya se encontraba lejos de la “Sonrisa de Cassandra”. Sus monturas iban a trote ligero y no dudaban en alcanzar su punto de destino, Heren, en poco más de una jornada de viaje.
CONTINÚA

2 comentarios:

  1. Con Cassandra y Xuna se me voltearon las tornas, je, je... Las muy jodías tomaron vida propia y me fueron "dirigiendo" a medida que iba escribiendo sobre ellas. Esto, según Antonio Gala, suele pasar XD

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