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ZARKO DE MYZAR. CAPÍTULO 9
Capítulo 9 – Combate en los dominios de Yuga.
De repente
se vieron rodeados por montones de esqueletos. Todos iban armados. Lanzas,
dagas, espadas, escudos con bordes dentados y o afilados, cuchillos, cadenas
con mazas, hachas… Toda arma conocida era empuñada por alguno de los esqueletos
que en esos momentos les rodeaban. Las resecas calaveras, de cuencas vacías,
les miraban con una vacía y diabólica risa marcada en sus no menos resecas
mandíbulas.
- ¿Esto es una lucha justa? – Preguntó Freyan en voz alta
sin esperar recibir respuesta – Por lo menos cuento cinco por cabeza.
- Mejor - sonrió alegremente Zarko - Más nos tocan a cada
uno.
- El combate es justo - habló suavemente Yuga - Nunca
enfrento a nadie contra algo que no pueda superar. Solo es cuestión de tesón,
inteligencia y, por supuesto, algo de voluntad propia.
- A mi lado, Fedhoram - ordenó Freyan a su pupilo - Juntos
nos ocuparemos de estos desechos humanos.
- Y ahora, si me disculpáis - Yuga se levantó del trono -
Tengo que visitar a un viejo amigo. Espero que no tengáis muchos problemas con
mis amigos. Nos vemos enseguida.
El haz de
luz que iluminaba al oscuro trono de las cobras se apagó, borrando tras de sí todo
rastro de evidencia de la existencia del mismo y de su dueña. En ese momento,
en el cementerio, Ezerian recibe una extraña visita.
- Hace mucho tiempo que no me visitas, querido.
- Si - contestó éste sin volver la vista atrás - Trato de
evitarlo siempre que me es posible.
- ¿Tan malos recuerdos te traigo? - la voz de Yuga sonó
juguetona - Qué pena, nos lo pasamos muy bien juntos. ¿No te parece?
- Si, en efecto. No puede negarse que lo pasamos bien. ¿A
qué has venido?
- Tu nuevo pupilo. El joven arrogante.
- ¿Qué ocurre con Fedhoram?
- No está preparado. ¿Lo sabes, verdad?
- Aja. ¿Y?
- ¿Y? - extrañamente, la voz de Yuga sonó en esta ocasión
a desconcierto - ¿Sabes que no está listo y lo envías a la prueba? ¡Por los
cuernos de Mir! ¿En qué estabas pensando al mandarlo a mis dominios, Ezerian?
Ezerian no
respondió. Pero sabía muy bien lo que Yuga estaba insinuándole en ese momento.
Que tal vez, enviar al joven a cumplir la prueba no hubiera sido la mejor de
las ideas. Pero no había otro remedio. Había mucho en juego y el joven Fedhoram
tenía que estar preparado para lo que estaba por llegar. A toda costa.
- Sé lo que piensas, Yuga - habló finalmente, en voz baja
y grave - Pero el joven Fedhoram superará la prueba con la ayuda de sus dos
compañeros. Ya lo verás.
- ¿Estás seguro? - Yuga replicó duramente - Es un joven
arrogante, impulsivo y, lo que es peor, tiene miedo. Lo veo en sus ojos. Y eso
puede ser su perdición. Tengo un presentimiento que no me gusta, Ezerian.
- Pues no lo tengas - replicó a su vez Ezerian - Vuelve a
tus dominios y cumple con tu papel. Fedhoram cumplirá con el suyo, al igual que
sus dos compañeros. Al fin y al cabo, el destino no es más que eso. Papeles.
Papeles que a cada uno nos son dados para que los representemos en esta gran
obra que es el destino. Yo tengo el mío. Tú tienes el tuyo… Todos tenemos
nuestro pequeño papel.
- Yo sé muy bien cuál es mi papel - Yuga atravesó parte
del portal abierto tras Ezerian, que seguía sentado en el suelo sin mirarla -
Me pregunto si tú sabes bien cuál es el tuyo. Rezaré para que no te equivoques
con el muchacho. Hay mucho en juego. Adiós.
- Si - musitó Ezerian - Demasiado.
El cuarto de
los esqueletos que osó atacar por la espalda a Zarko acabó en el suelo sin su
calavera. Los dos primeros fueron empalados por éste mismo con un poderoso
mandoble de su espada y al tercero lo despachó Freyan con dos tajazos.
- ¡Otro menos! - apuntó triunfante Zarko al abrir en dos
el huesudo cráneo de otro esqueleto.
- Siguen siendo demasiados - añadió Freyan.
- Mejor - rió Zarko - Más divertida será la cosa.
Por su
parte, el joven Fedhoram repelía como podía las estocadas y ataques de sus
adversarios, que poco a poco le iban rodeando con la intención de separarle de
sus compañeros
- ¡Malditos
chacales! - el Myzarino se dio perfecta cuenta de la intención de sus
enemigos - ¡Freyan, intentan separarnos del muchacho!
- ¡Lo veo! - asintió su compañero al tiempo que paraba el
ataque de dos esqueletos armados con lanzas - Pero yo no puedo ir en su ayuda.
Zarko rugió
de rabia. Lanzó un fuerte golpe con su espada y el metal se abrió camino a
través del cráneo de otro de los esqueletos. Aprovechando la caída de éste,
Zarko saltó por encima de su cuerpo inerte y fue a colocarse junto al
desprotegido joven, que en ese momento se enfrentaba a dos adversarios armados
con hacha y espada.
- ¡Detrás de mí, Fedhoram! - le ordenó el Myzarino - ¡Yo
te cubriré!
Fedhoram
obedeció y se colocó de espaldas al valeroso guerrero de Myzar. Zarko,
blandiendo en la mano derecha su espada y en la izquierda su daga incitó a los
esqueletos.
- ¡Vamos, perros del infierno! ¡Venid a por mí si os
atrevéis!
El esqueleto
que portaba el hacha, enorme y de hoja doble, blandió en alto su arma y se
lanzó al ataque. Zarko esquivó con facilidad dicho ataque y aprovechó su
movimiento para asestarle un tajazo en uno de sus brazos, arrancándosele de
cuajo a la altura del omoplato. El segundo esqueleto, armado con un gran
espadón, sopesó la situación y calculó su próximo movimiento. Zarko, no
obstante, no estaba muy dispuesto a darle más tiempo para pensárselo y se lanzó
al ataque. Lanzó varios mandobles que su adversario esquivó y paró fácilmente.
En una de las ocasiones, el Myzarino lanzó un puntapié a su contrincante y éste
lo recibió de lleno en las costillas, quebrándose un par de ellas.
El
esqueleto, no obstante, aún sin dos costillas menos, seguía atacando. Lanzó dos
severos mandobles en diagonal que Zarko pudo detener con ciertos problemas,
debido en parte al enorme peso del arma de su adversario. Decidió utilizar eso
mismo en contra de aquel. Así, en uno de los ataques del esqueleto, Zarko
fingió intentar detener el mandoble para, en el último instante, retirar su
hoja y hacerse a un lado. Tal y como pensaba, el repentino movimiento
desequilibró por completo a su contrincante, haciéndole caer a tierra. Zarko
aprovechó esa situación para seccionarle los antebrazos con dos tajazos de su
espada bien dirigidos.
- ¡Bien! - bramó el Myzarino orgulloso - ¿Alguno más desea
probar el filo de Zynthra, de esta hermosa espada forjada en las fraguas de los
enanos de Thirys Mine? ¡Vamos, buitres carroñeros, os estamos esperando!
Los pocos
esqueletos que aún quedaban en pie parecieron titubear. Pero era solo una
ilusión, pues en cuestión de segundos volvieron a la carga sobre nuestros
amigos. Rodeándoles, les atacaron por todos lados al mismo tiempo. Zarko
retenía, desviaba y devolvía estocadas a diestro y siniestro, sin permitir en
ningún momento que los esqueletos alcanzaran al muchacho, que observaba
sobrecogido el valor que mostraba en el combate el Myzarino. Freyan, por su
parte, hacía lo propio con los enemigos que le salían al paso, pero sus fuerzas
comenzaban ya a fallarle. Lo supo justo cuando, al hacer una finta para
esquivar un golpe de lanza de un esqueleto, su rodilla derecha le falló y le
hizo caer al suelo. Tres esqueletos aprovecharon el funesto momento para caerle
encima. Fedhoram lo vio y, sin dudarlo, se lanzó a su vez sobre los esqueletos
para salvar a su maestro.
- ¡Aguanta maestro!
Su espada
atravesó al primero de los esqueletos. El segundo, reaccionando algo lento,
lanzó un mandoble vertical con su espada de hoja ancha y dentada que el joven
detuvo con facilidad. Después, con un giro de caderas, rápido y ágil, golpeó
con el codo del brazo que tenía libre en la frente de la desnuda calavera
sonriente y la arrancó de cuajo. Otro giro más y se colocó detrás del
decapitado esqueleto y, con un recto mandoble, le partió por la mitad. Se giró
de nuevo y se encaró con el tercero de los esqueletos, que ya había caído sobre
su mentor. Una de sus huesudas manos agarraba la garganta de éste. La otra
mano, igual de huesuda, empuñaba un largo cuchillo de hoja ancha y mellada.
Freyan sostenía la mano que sujetaba el arma, pero sus fuerzas ya no le respondían
como el esperaba y el cuchillo bajaba lentamente en dirección a su corazón. De
pronto, una hoja de espada sobresalió por entre la caja torácica del esqueleto.
Éste, irguiéndose sobresaltado, observaba incrédulo la hoja que le atravesaba
de lado a lado. Fedhoram jaló de la hoja hacia un lado y el cuerpo huesudo se
partió en dos. Ayudó a su mentor a ponerse en pie.
- ¿Estás bien, maestro?
- Cansado - respondió éste resoplando al levantarse del
suelo - Pero gracias a ti, vivo. Un buen golpe ese, Fedhoram. Te felicito.
- Tú me le enseñaste, maestro - respondió el joven.
- Oh, venga - le pidió sonriente Freyan - Deja ya de
llamarme maestro. Hace ya tiempo que el alumno superó al maestro.
- ¡Al infierno con vosotros, perros sarnosos! - vociferó
alegre y jubiloso Zarko al acabar con el último de los esqueletos que quedaban
aún en pie.
El silencio
reinó durante unos segundos en el reino de Yuga. Los tres compañeros se miraban
jadeantes y alegres. La batalla había sido feroz, pero también increíble. Zarko
no cabía en sí de gozo. Había disfrutado soberanamente con aquella lucha de
igual a igual y daba la sensación de querer seguir combatiendo durante más
tiempo.
- ¡Ha sido maravilloso! - bramó jubiloso - ¡Por los hijos
de Koyum, deberíamos de repetirlo!
- ¡Ni de coña! - sentenció riendo Freyan - ¡Yo ya estoy
viejo para estos trotes!
- ¡Tonterías! - aseguró Zarko - ¡El mismo dios guerrero
Yukon estaría orgulloso de combatir a tu lado, amigo mío! ¡Yo mismo moriría
orgulloso luchando a tu lado, compañero! ¡Y a tu lado también, muchacho! -
golpeó amistosamente el hombro de Fedhoram - ¡Has demostrado ser un digno
guerrero! ¡Ya lo creo que si!
El haz de
luz, el trono de las cobras y Yuga reaparecieron de nuevo ante ellos.
- Bravo, muchacho - habló - Tienes dos buenos amigos a la
par que bravos guerreros a tu lado. Te felicito. Pero debo advertirte de algo.
La prueba que deberás superar por ti mismo puede que te acabe superando. Por
ello, te preguntaré una vez más. ¿Te crees preparado para afrontarla?
- ¿Acaso no he superado ya una prueba, señora? - respondió
Fedhoram.
- ¿Prueba? - rió Yuga - ¡No te confundas, niño! Lo de
antes no era sino un pequeño entretenimiento para tus amigos. Esos esqueletos
nunca os habrían hecho daño. Tu prueba comenzará ahora, en cuanto cruces esta
puerta.
Ante nuestros
amigos se abrió un nuevo rayo de luz, de la misma anchura que el que les llevó
al lugar que ahora pisan.
- De ti depende, - añadió Yuga - de si decides estar o no
preparado para afrontarla. Sea lo que sea que decidas, deberás superarla solo.
Sin ayuda alguna - la mujer miró desafiante a Zarko, que ya iba a protestar -
Así pues, dime. ¿Qué decides, joven guerrero?
Fedhoram no
dijo nada. Con paso firme atravesó el portal de luz.
-Vaya - asumió Yuga - Un joven decidido.
VANCE, EL CAZADOR (CAP. 12)
12 – ELIMINACIÓN
Unos
minutos más tarde, habiendo desahogado toda su rabia, Vance se recompone y
llama de nuevo a su compañero Archer por teléfono. Segundos después, éste
reaparece en la habitación gracias a su portal de traslado. El muchacho no
puede evitar mostrar un gesto de repugnancia en su rostro al ver el cadáver del
secuestrador de June, aún colgando de la cuchilla plateada que le atraviesa el
hombro.
- Vaya… - comenta a su amigo sin
esperar que éste le conteste – Veo que no te has contenido…. ¿Crees que era…?
- ¿…Necesario? – Vance termina por
él la pregunta - Sí. Lo era. Al menos
para mí. Y esto aún no ha terminado. Vamos.
- Hum… Y ahora, ¿a dónde?
- Al restaurante “La Gioconda ” – Le contesta
Vance – Tengo que averiguar dónde se esconde ese desgraciado de Ventura. Y sé
quién me lo va a decir.
Vance
se adentra en el interior del portal de traslado, seguido por su compañero,
quien, antes de cerrarle, le comenta a su amigo algo que le preocupa.
- Sabes que tendrás problemas en
la agencia por esto, ¿verdad?
- No te preocupes – Le responde
Vance sin titubeos – El problema es sólo mío.
Un
minuto más tarde, el portal vuelve a abrirse delante del restaurante. Vance
atraviesa la puerta con paso firme y decidido y, sin mediar palabra alguna, le propina
un fuerte puñetazo en la cara a Luca. Después, sin darle tiempo a reaccionar,
le arroja sobre una de las mesas, le levanta del suelo, le empuja contra la
pared, crea una cuchilla afilada y, apuntándole a los ojos con ella, le formula
la pregunta sin rodeos ni miramientos y con una mirada llena de odio reflejada
en sus ojos.
- Gino Ventura. ¿Dónde puedo
encontrarle?
El
pobre Luca se orina en los pantalones. Con la nariz rota moqueándole sangre, y
los ojos envueltos en lágrimas, le da a Vance la dirección que está buscando,
suplicándole que no le haga daño.
- ¿A dónde esta vez? – Le pregunta
Archer al verle abandonar el local.
- A Saint Elmos – le responde su
amigo entrando en el portal nuevamente.
- ¿Un desguace de coches? – Archer
se queda perplejo al escuchar la nueva dirección dada por compañero.
- La tumba perfecta para alguien
de su calaña – Asevera tajante Vance antes de que el portal se cierre por
completo.
Cuando
el portal se abre de nuevo a pocos metros de distancia de la entrada del
desguace de coches de Saint Elmos, el atardecer
se acerca ya a su fin y las primeras sombras de la noche comienzan a extender
su manto de oscuridad sobre la zona. Las farolas de la zona se encienden y algunas ventanas de los edificios colindantes se iluminan ya.
- Bueno, ¿qué más quieres que
haga? – Le pregunta Archer a Vance, ansioso de ser de utilidad a su compañero.
- Nada – le contesta su amigo –
Ahora quiero que te vayas. No quiero que te veas involucrado más de la cuenta
en este asunto.
- Ya, bueno – dice Archer con poca
convicción - ¿Seguro que no quieres que te ayude?
- Seguro – le responde Vance – Ah,
por cierto… - Y nada más añadir esto último, le suelta un fuerte puñetazo en el
ojo derecho a su compañero que le tumba en el suelo. Tras esto, le tiende la
mano y le ayuda a levantarse - Lo
siento.
- ¿¡A qué ha venido eso!? – Le
pregunta Archer entre sorprendido y dolorido, más lo segundo que lo primero.
- Así, si los de la agencia te
preguntan, que lo harán, - le explica Vance - podrás alegar que te obligué por
la fuerza a ayudarme.
- Al menos podías haberme avisado
– le replica Archer frotándose el dolorido ojo.
- Lo siento, tenía que ser
convincente – le explica Vance – Ahora vete, por favor. Y gracias por tu ayuda.
- Cuídate, ¿vale?
Archer
abre un nuevo portal y se mete en su interior, cerrándolo al momento y dejando
a solas a Vance, quien, tras observar un poco alrededor suyo, se fusiona de
nuevo con las sombras.
En
cuestión de segundos, viajando a través de las sombras como si de un borrón
oscuro se tratase, Vance revisa de arriba abajo el desguace, pudiendo descubrir
el sistema de seguridad del mismo, consistente en cuatro hombres patrullando la
zona, dos más ante la entrada del pequeño edificio usado como oficina del
desguace y dos cámaras de vigilancia situadas en la fachada principal del mismo
edificio.
Con
la velocidad del rayo, Vance emerge de entre las sombras para deshacerse del
primero de los guardas que patrullan, atacándole por la espalda. Tapándole la
boca con una mano, con la otra le degüella el cuello con una cuchilla plateada,
creada en forma de escalpelo. Rápidamente esconde el cuerpo sin vida del guarda
en el interior del maletero de uno de los coches allí abandonados, fusionándose
de nuevo entre las sombras. Uno menos, quedan solo cinco.
A
otros dos de los guardas los coge también por sorpresa por la espalda, ensartándolos con dos cuchillas alargadas,
creadas con forma de estiletes. Ninguno de los dos puede emitir sonido alguno
antes de morir. Como el lugar en el que han caído queda fuera de la vista de
los guardas de la entrada y de las cámaras de vigilancia del edificio, Vance ni
siquiera se molesta en esconder sus cuerpos y se mete de nuevo en las sombras
para ocuparse, lo antes posible, del cuarto guarda que hace la ronda.
Al
cuarto le sorprende emergiendo de entre las sombras ante sus narices. El
guarda, preso del estupor, ni siquiera puede reaccionar a tiempo cuando Vance,
formando otra pequeña cuchilla en su mano derecha, le secciona el cuello de
oreja a oreja. El aterrado hombre se lleva instintivamente las manos al cuello
tratando de taponar la herida, pero la sangre mana a borbotones por ella y,
cuando quiere gritar para dar la alarma, su voz se convierte en poco más que un
gutural gruñido, puesto que la sangre tapona su garganta. Segundos más tarde,
cae de rodillas y, acto seguido, su cuerpo se estrella de bruces contra el
ensangrentado suelo. Quedan solo dos guardas más.
Para
deshacerse de los dos últimos guardas, Vance arroja sendas cuchillas contra
ellos, clavándoselas en plena frente a ambos. Antes de que sus cuerpos lleguen
a tocar el suelo, Vance ya ha logrado entrar en el edificio a través de la
sombra formada por una de las paredes del mismo.
- Bien, Ventura – Murmulla Vance
al penetrar en el interior del edificio – Ahora tus hombres ya no podrán
socorrerte. Eres mío. Solo mío.
ZARKO DE MYZAR. CAPÍTULO 8
Capítulo 8 – Yuga, Señora de los caídos.
Cuando atravesaron por completo el
portal de luz, éste se desvaneció y quedaron atrapados en el otro lado. Y al
otro lado no había nada. Absolutamente nada.
Todo era
oscuridad, aún así, podían verse perfectamente unos a otros. Pisaban suelo,
pero bajo sus pies no había más que negrura. Igual que a su alrededor. Solo
negrura. Caminaban lentamente, en alerta, vigilándose siempre y en todo momento
las espaldas. No oían más que el sonido de su respiración roto solo por el
sonido de sus pisadas.
- Permaneced juntos en todo momento – les ordenó Zarko –
Hemos de estar atentos ante un posible ataque por parte de la dueña de este
lugar.
La voz de
Zarko provocó un profundo eco, debido a la inmensidad del lugar en el que se
hallaban. Siguieron caminando, pero no sucedió nada fuera de lo normal.
Silencio y oscuridad totales. No podían ni tan siquiera calcular el tiempo que
llevaban allí metidos, pues no había forma humana posible de poder saberlo con
exactitud. De repente oyeron una voz. Era de mujer.
- Deteneos, guerreros.
Un nuevo haz
de luz pulsante, fría y azulina, emergió de ninguna parte ante ellos. El haz de
luz se ensanchó e iluminó un trono. El trono, no muy grande, estaba hecho de
mármol y su diseño mostraba aristas redondeadas y contornos suaves. Sobre la
cabecera del mismo, dos cobras negras, entrelazadas entre sí e inclinadas hacia
adelante, formaban un pequeño arco sobre el trono. Todo el trono era de mármol
negro, tan negro y oscuro como aquel lugar en el que se encontraban. Sentada en
él, pero casi oculta por las sombras, se podía vislumbrar a una mujer.
- Decidme, guerreros – la voz de la mujer era
endiabladamente sensual y cautivadora - ¿Habéis venido hasta aquí para superar
la prueba?
- Así es, señora – Fedhoram dio un paso adelante,
titubeando – Necesito superar esa prueba lo antes posible.
- ...Lo antes posible – la mujer repitió con cierta pausa
las últimas palabras del muchacho - ¿Quiere eso decir que el ansia dirige tus
pasos, joven guerrero? Mala consejera, el ansia. Y peor compañera de viaje.
- Perdóname señora, - Fedhoram agachó tímidamente la
mirada – pero no he venido hasta aquí para escuchar consejos, sino para superar
una prueba que debo pasar. Y no tengo todo el tiempo del mundo.
- ¿Tiempo? – la mujer se levantó del trono y se dejó ver.
Era
preciosa, a pesar de su aspecto general, era de una belleza arrebatadora.
Salvando la excepción del color de su piel, azul pálido, y de que los lóbulos
inferiores de sus orejas eran sustituidos por sendas sierpes negras como la
noche más oscura, Yuga, señora de los guerreros caídos en desgracia, era la
criatura más bella vista por ojos mortales. Su larga melena de múltiples
trenzas, sus delicados labios azulados, sus ojos oscuros y profundos como la
noche, su esbelto talle, sus preciosos senos y sus largas y no menos esbeltas
piernas, la convertían en la criatura más bella vista nunca jamás.
- Has de saber, joven y arrogante guerrero – se acercó
lentamente hacia Fedhoram – que guerreros más valientes que tú sucumbieron por
culpa de eso que tanto os ata a vosotros, los humanos. El tiempo os lleva de su
mano cómo y hacia donde quiere y vosotros, pobres almas arrojadas en su
caudaloso río desde vuestro nacimiento, no hacéis más que patalear inútilmente
intentando escapar de su corriente.
- No era intención del muchacho ofenderos, señora –el que
habló ahora era Freyan – Pero tiene razón al decir que tenemos prisa. Hay
muchas cosas en juego.
- No me ofende el muchacho – Yuga ignoró al mentor de
Fedhoram – Solo quería advertirle a tu joven pupilo – acarició con una de sus
manos el rostro de Fedhoram, quien, sin saber por qué, sintió un repentino
escalofrío en todo su cuerpo – En este lugar, en mis dominios, la prisa puede
ser tu perdición. En cuanto a la prueba – Yuga sonrió lacónica – Has de saber
que, desde el momento en el que entrasteis aquí, ya había comenzado.
- ¿Y en qué se basa exactamente dicha prueba? – habló
titubeante Fedhoram.
- Dime, joven guerrero – Yuga le sonrió con cierta mezcla
de dulzura y simpatía - ¿Si para completar la prueba te digo que tendrías que
matar, por ejemplo, a tu mentor aquí presente, lo harías? – Fedhoram calló al
no saber lo que contestar – Oh, vaya, me temo que ya habrías suspendido la prueba.
Así pues, dime – Yuga entornó cariacontecida la cabeza - ¿Hasta dónde llegarías
para superar esa prueba?
- Pido ser escuchado, señora – solicitó Zarko agachando la
mirada respetuoso.
- Hazlo – Yuga ni siquiera le miró, observaba con atención
el semblante de Fedhoram, más pálido por momentos.
- He oído muchas historias sobre ti, señora – habló el
Myzarino – En esas historias siempre se habla de la gran Yuga, la señora de los
guerreros caídos en desgracia que da una segunda oportunidad a estos mismos de
redimirse en justo combate.
- Continúa.
- Juzgo inapropiado, y abusivo por tu parte, señora,
hacerle la propuesta formulada por tu parte hace unos segundos al muchacho.
Nadie educado bajo el código del honor osaría nunca levantar su arma contra su
propio mentor sin existir un motivo grave para ello. Por lo tanto, es lógico
que el muchacho se viera incapaz de cumplir tu petición, señora.
- Vaya – Yuga volvió la mirada hacia el Myzarino y lo estudió
con deleite de arriba abajo – Pareces alguien que sabe lo que dice. Sigue
hablando, por favor. Veamos a dónde quieres llegar.
- Os pido, señora – continuó Zarko – que le deis al joven
una oportunidad más acorde a su situación para demostraros su valía. Y, de ser
necesario, yo mismo y mi compañero aquí presente, prestaríamos gustosos
nuestras armas para protegerle.
- Y, según tú – Yuga le miró con deseo - ¿cuál sería ese
modo más apropiado, valeroso guerrero?
- Un combate – aclaró Zarko – Un combate justo donde mi
amigo pueda demostrar su verdadero valor.
- ¿Por qué todos deseáis siempre entablar un tedioso y
aburrido combate? – suspiró aburrida Yuga – Bien, si eso es lo que esperabais
encontrar aquí – chasqueó los dedos tras sentarse pesadamente sobre el trono –
Sea pues. Tendréis vuestro combate.
VANCE, EL CAZADOR (CAP. 11)
11 – OFUSCACIÓN
El
ruido característico de un trapo siendo sacudido con vigor en el aire, avisa de
la apertura del portal de traslado ante la fachada principal del almacén número
trece, en el muelle antiguo. Del interior del portal emergen Archer y Vance,
portando el maletín que le entregó segundos antes su compañero.
- ¿Qué harás ahora? – quiso saber
su compañero.
- Acabar con esto de una vez por
todas – le responde Vance encaminándose hacia la entrada del enorme edificio –
Pero a mi manera. Espérame aquí.
- Esto… ¿necesitas que te eche una
mano ahí dentro?
Vance se detiene
unos instantes, mira detenidamente al edificio y, por fin, le habla.
- Estate atento al teléfono. Te
llamaré para que me puedas localizar y sacar de ahí a mi hermana. Del resto me
ocuparé yo.
- ¿Estás seguro de que no
necesitarás mi ayuda? – insiste Archer, queriendo ser de más utilidad a su
amigo - … No sé, quizás necesites que alguien te cubra las espaldas mientras…
- Te he dicho que me esperes aquí
– Vance le corta bruscamente y Archer se lo piensa mejor antes de añadir nada
más, mientras ve alejarse a su amigo en dirección al almacén.
Vance
llega ante la puerta principal del enorme edificio, pero, en lugar de entrar
por ella, da un pequeño rodeo y se mete por uno de los callejones formado entre
el edificio contiguo al almacén y éste mismo. En el callejón, envuelto en las
sombras, Vance apoya una de sus manos sobre la pared del almacén y,
concentrándose, se funde con las sombras de la misma.
Al
entrar en el mundo de las sombras, las cosas que le rodean cambian por
completo. Todo lo exterior se dibuja como si fuera un fotograma sin revelar de
un carrete de fotos. Las partes oscurecidas se convierten en zonas iluminadas y
las iluminadas en zonas oscuras y su cuerpo, convertido en un borrón oscuro y difuminado,
se mueve a través de estas zonas a gran velocidad. Así, en apenas unos
segundos, Vance registra el almacén de arriba abajo, en busca del secuestrador
y de su hermana, a quienes encuentra encerrados en una pequeña habitación
situada en la planta superior de las dos que conforman el almacén. Su hermana
está amordazada y atada al respaldo de una silla de madera. El secuestrador
está junto a ella, empuñando un enorme cuchillo y apoyando la afilada hoja
contra el cuello de su indefensa víctima.
Aprovechando las sombras de una
de las esquinas de la pequeña sala, Vance logra entrar en ésta, ante la atónita
mirada de los dos inquilinos, que no dan crédito a sus ojos, al ver la
aparición de nuestro amigo surgido de la nada, portando en sus manos el maletín
que arroja con desdén al suelo, ante los pies del secuestrador.
- Ahí tienes tu dinero – le
informa Vance.
- ¿C-Cómo coño lo has hecho? – Le
pregunta asustado el hombre - ¿Por dónde cojones has entrado, chaval? La puerta
está cerrada… ¡y tú ni siquiera la has abierto…! ¿Quién eres, el puto Houdini?
- Eso da igual – Vance ni siquiera
le mira a la cara, saca de su bolsillo derecho unos guantes de cuero negro, que
tienen las puntas de los dedos recortadas, y comienza a ponerse uno de ellos
con parsimonia – Ahora suelta a mi hermana y déjala irse. ¿De acuerdo?
- Oh, ¡qué miedo me das! ¡Para,
por favor! – El secuestrador ríe sarcásticamente al oír la petición de Vance -
¿Por quién me tomas, muchacho? ¿Crees que voy a soltar a la chica así como así?
Ella es mi seguro de vida, ¿estamos? – Vance le mira con frialdad y asiente
cerrando ligeramente los párpados – Te diré lo que haremos, muchacho – continúa
hablando el secuestrador – Te quedarás ahí, quietecito. Yo cogeré ese maletín y
saldré de aquí con tu hermanita de compañera, ¿de acuerdo? De ese modo, cuando
me encuentre a una distancia prudencial de este lugar, la soltaré, ¿entendido?
- Bien… – Vance termina de
colocarse el segundo guante y mira de nuevo al secuestrador – Quise que esto se
arreglara por las buenas, pero tú has escogido el camino difícil.
- Oh, ¿sí? – el hombre ríe ante
Vance con sorna - ¿Y qué es lo que pretendes hacer, hombrecito? ¿Darme una
paliza para sonsacarme información? ¡Venga ya! ¿Me crees tan débil como para
achantarme ante un criajo como tú? ¡No me hagas reír, por favor!
- Aclárame una cosa, por favor –
Mientras habla, Vance, con ayuda de las sombras que le rodean, forma en su mano
derecha una hoja de cuchilla plateada, de unos treinta centímetros de largo.
Acto seguido se esfuma entre las sombras para aparecer, un segundo después, tras
el sorprendido secuestrador, al que agarra por los hombros, empuja violentamente
contra la pared de la que acaba de salir y le clava contra ella con ayuda de la
cuchilla plateada, clavándosela en el hombro derecho - … ¿En qué momento, desde
que he entrado aquí, he dicho yo que quería sonsacarte información? – La
frialdad en la mirada llena de odio y de rabia de Vance logra poner nervioso al
secuestrador, que inexplicablemente comienza a temblar.
Tras
cerciorarse de que el secuestrador está bien atrapado entre la espada y la
daga, Vance acude a socorrer a su hermana. Sus ojos, envueltos en lágrimas, le
lanzan una oleada de mensajes llenos de angustia, terror y sorpresa. La libera
de sus ataduras con delicadeza y, sacando el móvil del bolsillo interior de la
cazadora que lleva puesta, teclea el número de su compañero. Segundos después,
el característico ruido del portal de traslado al abrirse, anuncia la llegada
de éste.
- Llévatela de aquí – le ordena
Vance a su amigo.
- Vance, no tienes por qué hacer
esto… - Archer intenta hacer entrar en razón a su amigo, pero la mirada vacía
que le devuelve éste, le hace ver que no logrará tal cosa.
- ¡Te he dicho que la saques de
aquí! – Tras gritarle, Vance empuja a su amigo y a su hermana hacia la entrada
aún abierta del portal. Después, para evitar la mirada llena de preguntas de su
hermana, se gira y se encamina hacia el asustado secuestrador – Bien, ¿por
dónde íbamos? – A su espalda, el portal se cierra llevándose lejos a su
hermana.
- ¡Espera, muchacho! – Le implora
tembloroso y balbuceante el hombre – P-Podemos llegar a un acuerdo… ¡Q-Quédate
con el dinero! Y-Yo le diré al señor Ventura que no lo trajiste y que tuve que
matarte… Así, él se olvidará de ti y asunto arreglado… ¿Q-Qué me dices, eh?
El
puñetazo de Vance, como respuesta al balbuceo del secuestrador, es duro y
contundente, e impacta de lleno en el carrillo derecho del hombre, que escupe
un buen chorro de sangre debido a la sacudida.
- ¡Claire Richardson!
Un
nuevo puñetazo, dirigido esta vez al carrillo contrario, hace escupir más
sangre a su prisionero.
- ¡Madre de familia!
Otro
puñetazo hacia el lado contrario. Junto a la sangre, sale despedido un diente,
que cae al suelo envuelto en un escupitajo rojo.
- ¡Claire Richardson!
Nuevo
puñetazo al carrillo izquierdo, y dos dientes más que chocan contra el suelo.
- ¡Mujer amable y cariñosa!
El
siguiente puñetazo va directo a las costillas derechas del gimoteante hombre,
que escupe bocanadas de sangre con cada uno de los golpes recibidos.
- ¡Claire Richardson!
Vance
lanza el puñetazo contra el costado inverso, con odio y rabia incontenibles.
- ¡¡Tú la mataste, hijo de puta!!
Otro
golpe a las costillas derechas. El crujido que acompaña al golpe denota que una
de las costillas se ha roto.
- ¡¡Tú la mataste!! ¡¡Tú la
mataste!! ¡¡Tú la mataste, cabrón!!
La
avalancha de puñetazos convierte al hombre en un saco de boxeo, un títere roto
que recibe cada golpe con violentas convulsiones. Un amasijo informe de carne
amoratada y sangre. Vance no deja de golpear, aún sabiendo que el hombre ha
muerto hace ya rato, soltando toda su rabia y frustración en cada uno de los
golpes que propina al cadáver sin vida de su víctima. Cuando el agotamiento hace
mella en él, Vance cae de rodillas en el suelo, apoyando sus ensangrentados
guantes sobre el enorme charco de sangre que moja los pies de su víctima. Un
espasmo en su cuerpo, seguido de una arcada, le hace vomitar la bilis que se
abre paso por su cuerpo, a través de su garganta.
- ¡Tú la mataste, hijo de puta!
Y
las lágrimas asoman en los ojos de Vance, por primera vez en mucho tiempo. Y
junto a las lágrimas llega también el dolor de una pérdida irreparable. Y por
vez primera en su vida, Vance sabe lo que es sentirse solo de verdad. Y esa
sensación le hace sentirse muy pequeño… Y muy vulnerable.
CONTINÚA
ZARKO DE MYZAR. CAPÍTULO 7
Capítulo 7 – El cementerio de Lu-Fadem.
Era ya cerca de la media noche
cuando los cuatro jinetes llegaron a Lu-Fadem, pueblo costero situado al norte
de la provincia de Oken. Ezerian abría la comitiva, con Freyan cabalgando a su
lado. Tras ellos, a escasos dos metros de distancia, cabalgaban Zarko y el
joven Fedhoram.
- La oscura Asanty se sentiría como en casa en estas
tierras – afirmó tajante Zarko observando el pueblo envuelto casi todo en él en
las penumbras de la ya cercana noche.
- He oído terribles historias sobre este sitio - comentó
con cierto temor Fedhoram.
- ¡Ah, las leyendas de Lu-Fadem! – rió Ezerian - ¿Te
asustan los cuentos de viejas, joven Fedhoram?
- No, lo que me asusta es que puedan hacerse reales –
afirmó Fedhoram.
- Yo también he escuchado alguna de las leyendas de este
lugar dejado de la mano de Koyum. A cada cual de ellas más interesante – sonrió
Zarko – Mi favorita es la de la muchacha en el camino. En Myzar es un clásico
entre las historias que los viejos cuentan a los mozalbetes para asustarlos.
- ¿Cuál es esa? – preguntó intrigado Fedhoram.
- Yo de ti no la escucharía, Fedhoram – rió Freyan –
Podrías tener pesadillas.
- ¡No digas tonterías, Freyan! No soy ningún crío. Va,
Zarko, venga, cuéntamela. Por favor.
- Vale, pero a mi no me eches luego la culpa – le aclaró
riendo Zarko – Cuenta una antigua leyenda que aquí, en Lu-Fadem, en las noches
en las que la luna se oculta a los humanos, suele aparecer una muchacha
caminando por los caminos.
- ¡Menuda tontería!
- Déjame acabar, por favor. Bueno, como iba diciendo. Esa
muchacha, de largos cabellos negros que ocultan casi del todo su rostro hermoso
y pálido como los rayos de luna, va toda entera vestida de blanco, con un largo
vestido de seda translúcida. La muchacha, con mirada apagada, pese a sus
profundos ojos negros, pide a los viajeros a los que encuentra en el camino que
la dejen ir con ellos, pues le da miedo caminar sola por esos lugares. Y claro,
siempre hay algún idiota que pica.
- ¡Menudos idiotas! – expuso Fedhoram - ¿acaso nadie
encontraría raro encontrarse con una muchacha así en plena noche?
- ¿Quieres que te cuente la historia, o no? – replicó
Zarko.
- Perdona – se excusó el muchacho – Continúa, por favor.
- Gracias – Zarko tomó aire y continuó con su relato –
Bueno, pues eso. Que al final, la muchacha siempre hallaba a un amable viajero
dispuesto a llevarla en su carruaje, o en su caballo, claro. Durante el
trayecto, la muchacha no decía ni media palabra. Ante las preguntas del
viajero, ésta simplemente se limitaba a negar o afirmar con la cabeza. Hasta
que...
- ¿Que qué?
- Cuando el carruaje, o el caballo, en el que viajaban el
viajero y la blanca muchacha llegaba a una parte del camino, un viejo puente de
madera para ser más exactos, la muchacha comenzaba a temblar llena de miedo.
Cuando el amable viajero la pregunta acerca de su repentino miedo, la muchacha
solo contesta una cosa. No cruces el puente, por favor. El viajero, claro está,
intrigado ante la petición de la muchacha, quiere saber por qué no debe cruzar
ese puente, y se lo pregunta a ésta. Entonces, la muchacha rompe a llorar como
una descosida y se cubre el rostro con sus finas y delicadas manos. Entre
sollozo y sollozo, el viajero trata de sonsacarla alguna respuesta sobre la
razón de no cruzar el consabido puente. Entonces, la muchacha le rebela que,
años atrás, al intentar cruzar ese puente, ella se ahogó. El viajero cree que
todo es una broma de la joven, pero entonces, ésta descubre su cara y, el
viajero, horrorizado, ve que ya no tiene rostro, que su cara es... ¡una fría y
horrible calavera! – Zarko hizo el gesto de destaparse el rostro con las manos
y soltó unas sonoras y tétricas risas, provocando que el joven Fedhoram diera
un bote sobre su silla.
- ¡Joder! – gritó el joven, provocando las risas de sus
compañeros.
- ¡Cuentos de vieja, Fedhoram! – rió Ezerian – ¡Cuentos de
vieja!
- ¿Y qué pasa con el viajero y con la muchacha? – preguntó
aún así el intrigado muchacho.
- La leyenda cuenta – le aclaró el Myzarino sonriente –
que la muchacha, tras revelarle su verdadero rostro, aúlla llena de rabia y se
desvanece en la noche. En cuanto al viajero se refiere, dicen que suele echar a
correr como un poseso hasta cruzar todo la provincia de Oken.
- ...Y no le culpo por ello – añadió riendo Freyan – Yo
creo que haría lo mismo si me ocurriera algo así.
- Tú y cualquier otro, amigo mío – añadió alegremente
Zarko.
Entre risas
y risas, el grupo atravesó el lúgubre pueblo y llegó a su destino final. El
cementerio de Lu-Fadem.
- Así pues, - dijo Zarko – ¿este es nuestro destino? ¿El
cementerio?
- ¿Noto miedo en tu voz, Myzarino? – preguntó Ezerian.
- No es miedo – aclaró éste – Pero, de todos los lugares
que podías escoger, ninguno habría sido más tétrico y lúgubre que este,
hechicero.
- Sin embargo, – Ezerian desmontó de su caballo – es el
lugar ideal para realizar la prueba a la que debe ser sometido Fedhoram.
- ¿Una prueba? – preguntó el muchacho - ¿Qué prueba?
- Una que decidirá si eres, realmente, el elegido del que
habla la profecía. Seguidme.
El grupo se
adentró en el interior del cementerio. Era un lugar que parecía abandonado
desde hacía ya mucho tiempo. Las tumbas, casi todas las que se veían, estaban
ya cubiertas de hierbajos, sus lápidas agrietadas y cubiertas por las
enredaderas y los ornamentos varios que las decoraban habían, o bien
desaparecido, o bien estaban ya muy deteriorados. El cuarteto llegó a un
pequeño claro ubicado en pleno centro del cementerio. El lugar estaba delimitado
por cuatro antorchas clavadas verticalmente sobre el suelo. Con un gesto de la
mano hecho por Ezerian, las antorchas se encendieron e iluminaron el terreno.
El hechicero sacó de una de sus mangas un pequeño saquito y lo abrió. Con sumo
cuidado, esparció a lo largo del suelo el contenido del mismo, una especie de
polvo de tierra, y formó un dibujo con él. Era un círculo en cuyo interior
había un pentagrama. Cuando acabó de dibujarlo, Ezerian recogió el saquito y se
lo guardó de nuevo. Luego se sentó en el suelo y comenzó a recitar unas
oraciones en un extraño y antiguo dialecto.
- Eisheram aruneo uriten. Eisheram
adorien trevinium. Nusien turen efusien.
Mientras decía
cada palabra, Ezerian formaba con los dedos índice y pulgar de sus manos un
triángulo cuya arista superior se apoyaba en su frente. Cuando hubo terminado,
ante él surgió de la nada un haz de luz. Era una luz pulsante, semejante a un
rayo de luna, que parecía vibrar con cada uno de sus latidos. Al principio, el
haz era muy fino, pero poco a poco se fue ensanchando hasta hacerse tan ancho
como una puerta normal y corriente. Ezerian se puso de pie y se sacudió la
túnica para limpiarla de la tierra que se le había pegado al estar sentado.
- Bueno, Fedhoram – habló al fin - ¿Estás preparado?
- ¿Qué es lo que debo hacer?
- ¿Ves esa luz? – Ezerian le señaló el haz de luz – Es un
portal hacia un lugar que te pondrá a prueba.
- ¿Qué lugar es ese?
- Se la conoce como Huhura, la tierra de los vencidos, y será
su dueña, Yuga, la señora de los guerreros caídos en desgracia, la que nos diga
si eres el elegido de la profecía o no.
- ¿Y qué es lo que debo de hacer ahí dentro?
- Debes de lograr que ella te permita regresar con
nosotros.
- ¿Y cómo lo consigo?
- Superando la prueba a la que te someterá. Pero no te
preocupes – le tranquilizó Ezerian – Yo estaré en todo momento en contacto
telepático contigo. De ese modo, si veo que corres serio peligro, te traeré de
vuelta con nosotros.
- No dejaré que el muchacho entre solo en ese agujero del
demonio – dijo tajante Zarko – No puedes hablar en serio al pedirle que entre
ahí dentro, así, sin más. Iré con él.
- Puedo responder por el muchacho – le avisó Ezerian –
Pero no puedo decir lo mismo de tu persona.
- Bueno, tú mismo lo dijiste hace rato – Zarko se colocó
bien la espada – Mi persona y su destino ya están unidos. Voy con él.
- Y yo también – apuntó Freyan – No pienso quedarme aquí y
ver cómo un desconocido, y no te ofendas Zarko, se juega la vida por defender a
mi protegido.
- De acuerdo, entrad pues – Ezerian se volvió a
sentar ante el rayo de luz – Rezaré por vuestra seguridad. Volved sanos y
salvos, por favor.
CONTINÚA
CODENAME: BLACK FOX
(*) Esta historia la escribí hace 9 años (¡cómo pasa el tiempo! XD), asi que, no os asustéis, eh.... Va de un superhéroe que trabaja, de cuando en cuando, como mercenario a sueldo.
************
" .... Estoy loco, lo reconozco, si no, no me explico
qué puñetas hago yo aquí, sobre la azotea de un edificio de quince plantas, en
mitad de la noche, con un frío que pela y vigilando bajo la lluvia a una panda
de críos que juegan a ser matones. Lo dicho, estoy loco....
¿Que quién soy? Un loco, ya lo dije antes ¿no?
¿Que qué hago aquí? El idiota, qué otra cosa podría hacer aquí si no....Pero
supongo que estaréis ávidos de más información sobre mí, ¿verdad? Información,
esa es la clave. La información es poder y a los hombres les encanta saber. Está
bien, os daré información....
Me llamo Nathaniel Fears, soy.... ¿Qué soy? ....
¿Asesino a sueldo? Sí ¿Cazarecompensas? Sí ¿Ejecutor? También. Trabajo
para quien me pague, o, mejor dicho, para quien pueda pagarme, puesto que mis
honorarios son muy altos. Soy el mejor en lo que hago y mi nombre clave es
Black Fox. SI estás en mi lista, date por muerto.
Os preguntaréis si voy armado, ¿verdad? Por supuesto.
Uso un par de pistolas de energía que disparan rayos de plasma, una espada de adamantium,
el metal más duro creado por el hombre, y un bastón del mismo metal. El bastón,
un tubo de 3 cms. de diámetro y 66 cms. de largo, guarda alguna que otra
sorpresa en su interior.
Más información adicional:
Mi ojo izquierdo es cibernético; posee dos lentes especiales, una telescópica y
otra de visión por infrarrojos. Ésta segunda lente me permite, además de ver a
larga distancia, ver en la oscuridad. Deberíais ver como me brilla el ojo en la
oscuridad....
A lo que iba; aquí
me tenéis, en plena noche, esperando a que estos pardillos hagan la entrega a
su comprador. ¿Que qué venden? Armas, al menos eso me dijo mi informador. ¿A
quién se las venden? Eso es lo que espero averiguar esta noche,.... si no me mata antes un resfriado.
.......... Vaya, parece
que por fin hay movimiento. Un camión acaba de llegar al almacén. Veo a dos
tíos bajándose del camión.... y no me gusta ni un pelo. ¿Que si los conozco? Por
supuesto. Son Lang y Kora, dos de los
componentes de " Luna Negra “, un grupo terrorista que trabaja para la mafia japonesa; gente mala,
vaya que si. Si estos dos están aquí es que sus compañeros andan cerca, jamás
trabajan solos. ¡Bingo! Ahí salen Sorgo
y Yago...... ¿queréis que os los presente? Vale: Lang es capaz de generar rayos
eléctricos de gran voltaje. Kora, además de guapa, puede transformar su brazo
izquierdo en cualquier clase de arma. Yago absorbe la energía que le rodea y la
convierte en rayos de plasma. Y por último está Sorgo, un psicópata homicida en
toda regla, que posee dos cuchillas retractiles ocultas bajo la carne de sus puños.... Lo dicho,…. un psicópata.
Mientras hablan
entre ellos, uso mi bastón para deslizarme por el cable de alta tensión que
comunica ambos edificios, llegando hasta la azotea del almacén con tranquilidad
y sin que me vean. Están hablando con seis jóvenes con pinta de pandilleros quienes,
al parecer, son los traficantes. El jefe de los traficantes es un pelagallos
del tres al cuarto que parece haber visto
muchas películas de mafiosos, al juzgar por su estúpida pose de matón. Solo
hay una cosa que me escama de este asunto, ¿qué pueden tener estos pelagallos,
dentro del almacén, que pueda interesarles a los de " Luna Negra “? .... Ey,
¿no os pica a vosotros la curiosidad? A
mi también...., por eso aprovecho que no están mirando para colarme por una de las ventanas y así fisgar un poco.... No os chivéis, ¿de acuerdo?
El edificio está
dividido en dos plantas formadas por dos pasarelas metálicas, unidas entre sí
por vigas metálicas en sus cuatro esquinas y por escaleras, también metálicas,
en la mitad de cada uno de sus laterales. Hay cajas de madera amontonadas a lo
largo de las pasarelas, lo cual me sirve para poder mirar sin ser visto. Cada
pasarela está vigilada por un guardia,.... nada que mi bastón no pueda
solucionar con un par de golpes;.... dos menos. Abajo, en la planta principal,
hay algo que me mosquea cantidad.....
Aparte de las viejas
máquinas del propio almacén, hay una especie de enorme tubo cilíndrico, de cristal,
lleno de un extraño líquido verduzco.... No me preocupan ni el líquido, ni el
tubo en si,.... lo que me preocupa es la extraña sombra con forma humana que se
ve dentro del tubo; seguro que al final me tendré que dar de tortas con esa cosa....
Por fin veo entrar a
los de “Luna negra” al interior del almacén. Sorgo, con su habitual pose de
indiferencia hacia el resto de la humanidad, permanece algo separado del grupo.
Kora (señor, como está la niña...) no se
despega de su hermano Lang, que no le quita ojo al tubo de cristal. Yago, por
su parte, se encarga de negociar con los seis traficantes. Por lo visto, los de
“Luna Negra “guardaban el enorme tubo cilíndrico en el almacén propiedad de los
traficantes. Estos les piden el dinero acordado
más algunos intereses, cosa que a los de “Luna Negra “no parece hacerles
mucha gracia. A una señal de Yago, Kora transforma su brazo en una
ametralladora y se carga de un plumazo a los seis..... Y entonces me doy cuenta
de que junto a ellos falta alguien.... Sorgo
ha desaparecido y no le veo junto al grupo,.... lo cual me escama. De pronto,
algo en mi cabeza me dice que me agache y, justo cuando lo hago, una de las
cuchillas de Sorgo medio destroza una de las cajas de madera que usaba a modo
de escondite .Esa estuvo muy cerca....
Ruedo por el suelo
hacia un lado y me preparo para recibir un segundo ataque de Sorgo, que me mira
con cierta sonrisa despectiva en su cara; el tío disfruta con esto, lo noto. Se
abalanza nuevamente sobre mí y nos precipitamos al suelo, desde el segundo piso;
por suerte, logro agarrarme a la barandilla de la pasarela antes de caer junto
con Sorgo, que aterriza sobre un montón de cajas de madera, destrozándolas. Uno
menos del que preocuparse...
Oh, oh,.... un
chasquido metálico a mis espaldas me indica que Kora ha transformado otra vez
su brazo-arma y se dispone a atacar.... ¡muévete de una vez! Dicho y hecho,
salto hacia atrás para esquivar sus disparos y aprovecho el salto para caerle
encima y noquearla.... Y van dos.
El grito rabioso de
Lang me indica que no le ha gustado nada lo que acabo de hacerle a su hermana,
por lo que parece decidido a devolverme el favor con ayuda de sus letales rayos
eléctricos,.... letales si te alcanzan, claro está, pero procuraremos que eso
no ocurra, ¿verdad? Esquivo fácilmente su primer ataque y aprovecho que tarda
unos tres segundos en recargar sus guantes para correr hacia él, al tiempo que
transformo mi bastón en unos nunchakus. Llego hasta él y , colocándole el
nunchaku sobre su garganta , salto con una voltereta y le esquivo , colocándome
a su espalda , creando con el nunchaku un lazo que le atrapa lo suficiente como
para practicarle una llave de nin-jit-su , que le lanza por el aire y le
estrella contra la pared dejándole inconsciente ....Van tres .
Por el rabillo del ojo
veo a Yago. Me observa sin moverse, lo cual dificulta el poder atacarle primero.
Es listo, espera mi ataque en lugar de
abalanzarse sobre mí, al igual que sus compañeros. Sea como sea, le arrojo mi
bastón y me lanzo sobre él esperando que éste le distraiga lo suficiente como
para poder golpearle.... Por desgracia, Yago no es tonto y, mientras repele mi
bastón con uno de sus rayos, con otro me golpea de lleno en el pecho, lanzándome
contra un montón de cajas apiladas. Medio aturdido por el impacto, desenfundo
mis pistolas de plasma y le disparo tres andanadas. Yago las esquiva fácilmente
y se sonríe,.... lo que no sabe es que una de las andanadas no iba dirigida a él,
sino a la viga de acero que está situada sobre su cabeza. Cuando se da cuenta
de su error ya es muy tarde, la viga le golpea y le deja grogui.... Y van cuatro.
Ahora vamos a ocuparnos del tubito de marras.
Cuando me giro para
inspeccionar el tubo, un puño tan grande como mi cabeza impacta de lleno contra
mi cara. La fuerza del puñetazo me lanza contra una de las paredes y, medio
grogui por el golpe recibido, veo acercarse hasta mí al inquilino del tubo. Se
trata de un mastodonte de 2`50 ms. de altura, piel gris y pose simiesca, debido
a sus largos y enormes (sobretodo eso, enormes) brazos .La pregunta del millón
es ¿cómo narices ha podido salir King Kong del tubo? Las respuestas las buscaré
más tarde, de momento será mejor que me mueva si no quiero ser hecho picadillo
por King Kong.
Me reincorporo dando
un salto y, con las pistolas cargadas y a punto, me lanzo contra Kong. A medio
metro de él, doy un salto y me apoyo en su pecho para impulsarme hacia atrás al
tiempo que, al girar en el aire, le descargo dos andanadas de plasma a bocajarro.
El impacto de los disparos lo arroja contra la pared, destrozándola y abriendo
una nueva salida hacia la calle. Aún así, el impacto ni lo ha notado, pues se
levanta enseguida del suelo y, desperezándose como los perros, carga nuevamente
contra mí. Calculo rápidamente su velocidad para saltar en el momento oportuno
y así esquivarle...., lo cual sería mejor hacer..... ¡Ahora! (ole torito....)
Kong aterriza de lleno contra el enorme tubo de cristal, destrozándolo por
completo junto a la maquinaria que lo mantenía funcionando, provocando, a su vez,
una descarga eléctrica que el grandullón
recibe de lleno. Esta vez si que parece haberlo notado. Se levanta tambaleante,
me mira confuso y parece dispuesto a embestirme
nuevamente, pero al final,... cae inconsciente al suelo.
Cuando me dispongo a
echarle un vistazo al grandullón, un círculo de luz aparece entre ambos, el
gigante y yo. Del círculo de luz emergen dos personas, un hombre y una mujer. Son
Portal, una teleportadora, y Sato Harada,
su señor. Sato es un peligroso asesino, líder de los Yakuza, la poderosa
organización criminal japonesa. Maneja en las sombras la mayoría de los
negocios clandestinos que se llevan a cabo en Japón y es temido y respetado por
casi todo el mundo en ese país. Aparte de todo eso es, además, un guerrero increíble,
con el cual no me gustaría enfrentarme en estos momentos. Con un gesto autoritario,
ordena al gigantón que se ponga en pie. Portal, por su parte, ha reunido a los
de “Luna Negra”, que parecen recuperarse poco a poco.
Sato, antes de irse,
me felicita por mi actuación ante “Luna Negra” y su nueva adquisición, Avalancha,
que así se llama el grandullón grisáceo. Después, desaparece tal y como ha venido,
llevándose con él a los de “Luna Negra” y a Avalancha, dejándome allí solo, con
un millón de preguntas rondándome en el cerebro.... Sea como sea, abandono el
lugar con la certeza de un nuevo encuentro con “Luna Negra “y, como no, seguro
que también con Avalancha.... Estaré esperando. Por cierto, recordarme que
tengo que romperle las piernas a mi informador... ¿Tráfico de armas...? ¡Ja!
- F
I N -
VANCE, EL CAZADOR (CAP. 10)
10 – ACCIÓN Y
REACCIÓN
El
coche de Vance frenó en seco frente a la portilla del jardín de su casa,
dejando tras de si una corta marca de goma de neumáticos quemados en el pavimento
de la calle. Abre la puerta del conductor, salta la portilla del jardín sin
molestarse en abrirla y corre veloz al interior de la vivienda.
- ¡¡¡June!!! ¡¡¡Mamá!!!
Abre
la puerta de la entrada golpeándola con el hombro, haciéndose daño al hacerlo, pero
ni siquiera puede notar el dolor. En su mente solo hay lugar para pensar en su
madre y en su hermana.
- ¡¡¡Mamá, mamá!!! – grita de nuevo al cruzar el recibidor
y entrar en la cocina. Al ver en el suelo de la cocina los restos de un vaso de
cristal roto sale de nuevo al recibidor y mira hacia las escaleras que llevaba
a la planta superior. Vuelve a gritar mientras las enfila - ¡¡¡June, ya estoy
aquí!!! ¡¡¡June!!!
Cuando
llega arriba, se encamina al dormitorio de sus padres. Al llegar a él, ve la
puerta rota y entreabierta. Se acerca a ella con cuidado y la abre muy despacio.
El tocador de su madre está cruzado en medio de la habitación, y se ven señales
por toda ella de haber tenido lugar una pelea. Las colchas de la cama están
llenas de arrugas y marcas, además de haber algunas salpicaduras de sangre
esparcidas por toda la cama. Las almohadas y cojines están esparcidos por la
habitación. Una de las cortinas de la ventana doble que preside la habitación
está medio descolgada de sus arandelas, algunas de las cuales se ven esparcidas
por el suelo. El espejo de una de las puertas del armario ropero presenta una
rotura por impacto que simula una tela de araña. Las lámparas de las mesitas
también están caídas en el suelo, una de ellas, incluso, tiene rota la pantalla
de tela.
Y
en medio de todo ese caos, tirado en el suelo, se halla el cuerpo inerte de su
madre, tendido sobre un pequeño charco de sangre. Vance contempló esa escena
con ojos horrorizados y ni siquiera se atrevía a moverse. Durante unos breves
segundos, se quedó quieto en donde estaba, junto a la destrozada puerta del
dormitorio, sin atreverse a acercarse a su madre. Al fin se recompuso y corrió
a comprobar cómo se encontraba. La tomó el pulso. Era muy débil, pero, gracias
a Dios, ahí estaba.
Cogió con cuidado el cuerpo de su madre
y la aupó en brazos. Bajó las escaleras lo más rápido que pudo y, con alguna
que otra dificultad, abrió la puerta trasera de su coche e introdujo en su
interior a su madre. Acto seguido, ocupó la plaza del conductor y arrancó el
vehículo. Pisó el acelerador a fondo y atravesó la autopista a toda velocidad
rumbo al hospital, saltándose por el trayecto un par de semáforos en rojo. Al
pasarse el segundo, las sirenas de un coche de policía le sacaron de su
ensimismamiento. Cuando el coche patrulla se colocó a su lado en la autopista,
Vance baja la ventanilla de su lado y, a gritos, le explica al agente que
necesita llegar lo antes posible al hospital para curar a su madre. El agente,
con un gesto de su mano, le ordena seguirle y, acto seguido, variando la
frecuencia de la sirena del coche, le abre camino a través de la autopista.
Llegaron al centro hospitalario en
escasos minutos y Vance dejó a su madre en manos de los enfermeros, luego de
explicarles los detalles de lo ocurrido. Cuando por fin se queda solo en el
pasillo de urgencias del hospital, cae en la cuenta de la ausencia de su
hermana. Es en ese momento cuando suena su móvil. Al cogerle para responder a la
llamada, en la pantalla del aparato ve marcado el número de su hermana.
- … ¿June?
- Vaya, así que la tigresa se
llama June, eh - la voz al otro lado del
teléfono es aguda – Bonito nombre, desde luego que sí, ya lo creo.
- ¿Quién es usted y qué ha hecho
con mi hermana?
- Oh, quién soy yo poco importa, muchacho.
Lo que importa es lo que harás tú en menos de una hora. Eso, claro está, si es
que quieres recuperar a tu hermana sin un rasguño…
- Entiendo – Vance dota a su voz
de una ausencia total de emociones, para evitar así darle pistas a aquel
extraño sobre su estado de ánimo - ¿Y qué se supone que he de hacer?
- ¿Hacer? Pagarle al señor
Ventura, ¿qué otra cosa iba a ser si no, muchacho? – El hombre ríe a través del
auricular del teléfono y su risa suena aún más aguda que su voz – Almacén
número 13 del muelle antiguo. Ven en una hora, o la tigresa dejará de gruñir…
El
tono intermitente del teléfono al cortarse la comunicación retumba en los oídos
de Vance como si fueran cañonazos disparados contra su conciencia. Su madre
agoniza en una camilla de hospital y su hermana es prisionera de aquel extraño…
y todo ello por su culpa, por su maldita y estúpida culpa. Se levanta furioso,
justo en el mismo momento en el que un médico sale del mismo quirófano en el
cual han metido a su madre. La mirada del hombre le dice a Vance lo que ya se
imaginaba.
- ¿Es usted familiar de la señora
Richardson?
- Soy su hijo…
- Lo siento mucho, pero no hemos
podido hacer nada para salvarla…
Aunque
el médico continua hablándole para explicarle las causas de la muerte de su
madre, Vance ni siquiera le escucha. En su mente se ha formado un agujero negro
que absorbe los sonidos de todo aquello cuanto le rodeaba en ese momento. No
puede aceptar aquella muerte y mucho menos puede aceptar el hecho de haberse
producido de una manera tan absurda como cruel. Cuando el doctor le pone la
mano en el hombro para darle las condolencias, Vance se la retira con un
movimiento brusco, se da media vuelta y abandona el hospital con paso firme y
decidido. Mientras abandona el lugar, saca su teléfono móvil y marca un número
de teléfono.
- … ¿Diga? – al otro lado le
contesta la voz de un muchacho algo joven.
- ¿Archer? – Vance habla directo, seco y cortante –
Necesito que me traigas algo.
CONTINÚA
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