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Ratas del Espacio (Capítulo 6)

6 – NALAH.

                   En las afueras de la ciudad, sobre una pequeña colina, una enorme caravana destartalada reposaba sobre el terreno bajo el cálido sol. Un viejo San Bernardo dormitaba tendido a la sombra de la caravana, junto a una mecedora sobre la que se balanceaba un anciano de piel ennegrecida por el sol, sombrero de paja sobre la cabeza ya calva, dientes descascarillados y amarillentos y un parche de cuero negro tapándole la cuenca vacía de su ojo izquierdo. El anciano trataba de sofocar el calor del día con la ayuda de un desgastado paipo de cartón. De cuando en cuando, usaba el mismo paipo a modo de espantamoscas. Ante el anciano, flotando en el aire a la altura de los ojos del mismo, y a un metro escaso de distancia, una pantalla ultraplana de televisión, de diecisiete pulgadas, retransmitía en ese momento las últimas noticias del día.
En la pantalla, una mujer rubia daba paso a una conexión con su compañero desde otro punto de la ciudad, en donde, al parecer, se había producido un altercado entre unos robots y una anciana. La señora lanzaba indignada bolsazos a los robots, sin ton ni son, por algo que estos habían hecho supuestamente. El anciano, al contemplar la escena de la anciana repartiendo golpes a diestro y siniestro, soltó una carcajada y, pulsando sobre una pequeña zona de una muñequera metálica que llevaba puesta en su antebrazo izquierdo, cambió de canal, pasando a uno de deportes. En ese momento, el viejo San Bernardo alzó la cabeza, empinó las orejas en señal de alerta y olfateó el aire. Al reconocer el olor que la suave brisa le trajo hasta su hocico, comenzó a ladrar y a moverse en círculos, agitando el rabo muy contento. Justo entonces, el aerodeslizador de Cassidy y Mortimer aterrizaba delante de la destartalada caravana, siendo recibidos jovialmente por los ladridos del viejo perro.
- ¡Hola, Bowie! – Mortimer acarició la cabeza y las orejas del can cuando este alzó las patas delanteras y las posó sobre sus hombros - ¿Está en casa tu amita?
- Buenos días, coronel – Cassidy saludó al anciano, que le devolvió el saludo a su vez con una amplia sonrisa - ¿Está Nalah en casa?
- Está en la parte de atrás – respondió el anciano -, peleándose con el aire acondicionado.
- ¿Sigue peleándose con ese viejo armatoste? – rió Cassidy.
- Ya la conoces – rió a su vez el anciano - Es de las que piensan que una máquina debe funcionar toda la vida, aunque para ello tenga que hacerla mil reparaciones, por muy vieja que la máquina sea.
- Sigue siendo una tozuda, ¿eh?
- ¡Igualita de tozuda que su difunta abuela, mi pobre Ramona, que en paz descanse! – el anciano se santiguó y lanzó al cielo una mirada llena de resignación.
- ¿A quién llamas tozuda, viejo carcamal? – una voz de muchacha llamó la atención de los dos hombres, que volvieron la mirada hacia el lugar de donde provenía la misma.
- Te daré pistas – se burló Cassidy -: tiene el pelo muy corto y castaño, ojos color almendra, luce una camisa a cuadros con las mangas remangadas hasta los codos, lleva un pantalón vaquero de peto, con las perneras cortadas a tijera por debajo de la rodilla y calza unas sandalias más desgastadas que el sombrero de paja que luce el coronel, aquí presente. ¿Quién puede ser? – Cassidy, tras terminar de describir a la muchacha, rió en voz alta.
- Ja, ja, muy gracioso – la muchacha le señaló con la enorme llave inglesa que portaba en su mano derecha - ¿Qué se te ha perdido por aquí? Porque dudo mucho que se te haya ocurrido pasar por aquí sólo para saludarme.
- Me has pillado – se sinceró Cassidy – Necesito algo de información.
- ¿Quién te crees que soy, la central de información de la policía?
- Dudo mucho que la policía disponga de la información que tú posees – señaló con sorna Cassidy – Es más, creo que te piden ayuda en muchas ocasiones, ¿no es así?
- ¿Y qué si es verdad? Tú también me pides ayuda muchas veces – le reprochó la muchacha -, ¿o no es cierto?
- Y ahora te la vuelvo a pedir, Nalah – admitió Cassidy – Créeme, necesito que me ayudes, si no, no estaría aquí.
- ¿De qué se trata esta vez?
- Necesito información sobre un tipo. Es un mercenario que lleva una capucha beige y una armadura de láminas de cuero. Usa un cuchillo y un bastón de metal como armas.
- ¿Solo sabes eso? – Se quejó la muchacha - ¿Tienes idea de cuántos tíos encajan con esa descripción?
- Oh, vamos, Nalah – se disculpó Cassidy - Te gustan los retos, ¿no es cierto?
- Una cosa es un reto – refunfuñó la joven - Y otra muy distinta es intentar encontrar una aguja en un pajar.
- Algo se te ocurrirá para dar con él – la aduló tontamente Cassidy – Eres una de las mejores hackers de la galaxia, ¿no es así?
- Idiota... – Nalah se encaminó con pasos largos y decididos hacia el interior de la caravana – Ven adentro – Le indicó a Cassidy con un gesto de la mano -, necesito algunos datos más.
- ¡A la orden, jefa! – Cassidy saludó con una burla militar a la muchacha y la siguió al interior de la caravana.
- Yo os espero aquí afuera, con el coronel – Le indicó Mortimer a su amigo.
                   Dentro de la enorme caravana, Nalah y Cassidy se metieron en una pequeña habitación, de apenas tres metros cuadrados, que era utilizada por la muchacha a modo de centro de operaciones. En el reducido espacio podía verse una mesa llena de papeles, cuadernos usados y algunos libros de varias temáticas, además de una pantalla de ordenador llena de notas autoadhesivas pegadas en los laterales, una lámpara de brazo articulado, un bote de plástico lleno de bolígrafos, rotuladores y lapiceros, y un teclado de color negro, sucio y con las letras de las teclas algo desgastadas. Bajo la mesa, en uno de los laterales de la misma, podía verse una vieja torre de ordenador. El resto del habitáculo estaba decorado con estanterías repletas de cajas de cd’s y más libros. La poca luz que entraba en la habitación lo hacía a través de una pequeña ventana situada en la pared ocupada por la mesa. Nalah se sentó en un pequeño taburete cilíndrico, forrado de cuero negro, y conectó el ordenador, indicándole a Cassidy que utilizara un segundo taburete para sentarse.
- Bueno, veamos – La joven tecleó sobre el teclado a toda velocidad y varias ventanas emergieron en la pantalla del ordenador - ¿Dices que usa una capucha beige, armadura de láminas de cuero, bastón y cuchillo?
- Sí – respondió Cassidy – Y te puedo asegurar que sabe utilizar ese bastón.
- Vale, pues me salen ciento cuarenta y tres sujetos que se ajustan a esa definición en el registro de fichas de los más buscados – señaló Nalah – Podemos hacer dos cosas: una, enseñarte las fotos de los ciento cuarenta y tres tipejos esos, o bien, puedes decirme dónde lo viste por última vez y así yo podría buscar alguna imagen suya a través de alguna cámara de vigilancia de las que hay repartidas por la ciudad.
- Hum... – Cassidy caviló un par de segundos antes de contestar – Prueba con el muelle de atraque número seis de la compañía Spears. Ahí fue donde nos encontramos con él.
- Bien – Nalah volvió a teclear de nuevo en el teclado – Estoy accediendo al registro de las cámaras de vigilancia de la Spears. ¿Hace cuánto que os encontrasteis con él?
- Unos cuarenta minutos, como mucho – contestó Cassidy.
- De acuerdo – la muchacha tecleó de nuevo y las imágenes de vídeo que aparecieron en dos pequeñas ventanas comenzaron a rebobinarse velozmente – Retrocedo unos cuarenta minutos. ¿Busco algún lugar en concreto?
- En una de las columnas que hay frente a las escaleras automáticas principales. La de la derecha.
- Columna derecha. Bien – Nalah avanzó las imágenes rápidamente, centrándose en la columna indicada por Cassidy. Cuando en la cinta habían pasado apenas un par de minutos, el encapuchado hizo acto de presencia y ocupó frente a la columna el lugar en el cual había sido cogido por sorpresa por Cassidy.
- ¡Ese es!
                   Nalah congeló la imagen. Después, con ayuda de una serie de programas fotográficos, y tras aplicarle varios filtros a la imagen, cotejó ésta entre las de los ciento cuarenta y tres resultados de la búsqueda inicial y, en apenas unos segundos, obtuvo resultados.
- Tu amiguito se llama Raikon – le anunció Nalah a Cassidy – Es medio cyborg, medio humano y, por su ficha policial, es bastante eficaz en sus trabajos.
- ¿Puedes indicarme un sitio en el cual pueda encontrarle en estos momentos?
- No.
- ¿Nada? ¿Ni siquiera una dirección?
- No.
- Mierda... – maldijo Cassidy llevándose las manos a la cabeza - ¡Estamos bien jodidos!          
- Te das por vencido muy rápidamente, ¿no te parece? – Nalah tecleó de nuevo a toda velocidad y en la pantalla del ordenador se abrieron nuevas ventanas.
- ¿Qué haces ahora?
- Estoy chateando con unos cuantos amigos.
- ¿Chateando?
- Ajá...
- Necesito encontrar a ese tío, Nalah – se quejó Cassidy -, ¿y tú pierdes el tiempo chateando?
- Chateando y, al mismo tiempo – se explicó la muchacha -, enviando la foto de tu amigo a muchas direcciones repartidas por la ciudad. Si el señor cyborg se oculta en alguna parte, mis amigos le encontrarán, no te quepa la menor duda.
- Entonces – la indicó Cassidy -, añade en tus mensajes que el sujeto que buscamos va en una moto-jet y lleva con él a una chica de unos catorce años.
- ¿Catorce años? Bien, dato añadido.
- ¿Y cuánto tiempo crees que tardarán en dar con él?
- Eso depende.
- ¿Depende? ¿De qué?
- De si tu amiguito sigue o no en la ciudad – le aclaró Nalah – Si ha decidido ocultarse en alguna parte de la misma, alguno de mis amigos le encontrará, te lo aseguro, pero, si no es así...
- ... Esperemos que sea así – Terminó Cassidy la frase.
                   En ese momento, desde la calle les llegó la voz de Mortimer gritando de júbilo.
- ¡Tachdown! ¡Yujuuu!
CONTINÚA

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