12 – A GOLPES.
La aeronave
tripulada por Raikon detuvo su vuelo justo por encima de la nave de Cassidy y
Mortimer, pocos segundos después de que estos la abandonaran en busca de un
lugar en el que pasar la noche. Raikon conectó el piloto automático de la nave
y dio instrucciones a la computadora.
- Activa el camuflaje óptico y mantén la posición de la nave.
- Camuflaje activado. Ajustando parámetros de vuelo estático. Tiempo
máximo de vuelo estático permitido: Dos horas y treinta minutos.
- Más que de sobra – Apuntó Raikon al escuchar los datos
proporcionados por la computadora – Activa el rastreador del señuelo y envía la
señal a mi ojo cibernético.
- Activando rastreador – anunció la voz metálica de la computadora –
Señuelo localizado a quinientos metros de distancia y en movimiento.
- Pues entonces habrá que ponerse en marcha enseguida. Abre la
escotilla trasera y baja el cable remolcador.
- Escotilla abierta. Distancia hasta el suelo: Cuarenta metros.
- Bueno – Raikon sujetó con fuerza el cable con sus manos antes de descender
por él para bajar a tierra -, allá vamos.
El mercenario
se deslizó a lo largo del cable de acero y llegó al suelo con suavidad. Ya en
tierra, oteó entre las sombras de los callejones con la visión nocturna de su
ojo derecho cibernético, al tiempo que un pequeño radar se mostraba en su
retina con un punto luminoso de color amarillo parpadeando en él.
- Bien – Se felicitó el mercenario al comprobar que el rastreador
funcionaba perfectamente -, la presa no se encuentra muy lejos. Será mejor no
perderla de vista.
Con sigilo,
pero al mismo tiempo con celeridad, Raikon se adentró en el callejón por el
cual se habían metido anteriormente nuestros tres amigos y la mercenaria
enviada por Yugo. El mercenario atravesó las distintas callejuelas con toda
cautela, vigilando bien las esquinas y los recovecos en previsión de posibles
ataques a traición por parte de algún extraño. Al doblar la esquina de una de
las callejuelas, algo le llamó la atención. Era un brillo metálico que rasgó
fugazmente la oscuridad de la noche, pero que no pasó desapercibido para el
experimentado mercenario.
El brillo
procedía de dos vagabundos que parecían dormitar sentados en el suelo, apoyados
contra la pared de un edificio bajo. El lugar escogido por los dos vagabundos
era una callejuela algo estrecha y larga, ideal para practicar una emboscada a
los incautos que, como el mercenario, se acercaran por el lugar a esas horas de
la noche. Raikon pasó lentamente cerca de los dos vagabundos, sin quitarles la
vista de encima. Sin embargo, éstos no hicieron movimiento alguno en ningún
momento. Fue cuando los pasó de largo cuando ocurrió algo.
De entre las
sombras de la esquina opuesta de la callejuela surgió el filo metálico de un
machete dentado que le apuntó al cuello. Una voz ronca y apagada le mandó
detenerse en el lugar. En ese momento, los dos vagabundos se pusieron en pie y
avanzaron hasta él, blandiendo otros dos machetes. Del tejado del edificio bajo
saltaron al callejón dos personas más; una mujer y un hombre. Ella portaba dos
machetes y él una ballesta. En apenas diez segundos rodearon a Raikon.
- ¿Qué te paese si nos en das tó el dinero, amigo? – Pidió el de la
voz ronca y apagada sin apartar el filo del machete del cuello de Raikon – A
mis compares y a mí no nos importaría ná en librarte d’ese peso. ¿Qué me dices,
eh?
- Agradezco vuestro ofrecimiento – Raikon esbozó una sonrisa en su
boca -, pero me temo mucho que os habéis equivocado de presa. No llevo nada
encima. Lo siento por vosotros.
- Vaya, hombre... – El que le apuntaba con el machete rió – El
caballero quié hacerse el gracioso, ¿eh? En danos ahora mismo el dinero,
desgrasiáo, o sabrás cómo las gastamos por aquí. ¡Venga!
- Detectadas fuerzas hostiles rodeando al sujeto Raikon. – La voz
femenina y metálica de la computadora resonó en la callejuela, sorprendiendo a
los asaltantes - Esta unidad sugiere acción defensiva número treinta y dos.
- ¿Qué ha sío eso? – Preguntó el que apuntaba a Raikon - ¡Responde!
- ¿Eso? – Raikon rió ante la cara de asombro del hombre – Eso era mi
ángel de la guarda. A veces es un poco cansina, la verdad, pero me ayuda
bastante...
- ¿A ver si v’aser un zayborg d’esos, jefe? – Señaló otro de los
asaltantes.
- ¿Un qué?
- El Mechas se refiere a un cyborg, jefe – habló la única mujer del
grupo – En paesen personas normales, peo son máquinas.
- Lo mesmo que yo desía, jefe – Terció de nuevo el Mechas – Un
zayborg.
- ¿Una máquina, eh? – El líder de los salteadores sopesó la
información dada por sus compinches durante unos segundos – Bueno, pos se me da
lo mismo que sea un zayborg, un cyborg ¡o su puta mare! Si tié cuartos, que nos
los dé y sanseacabó. ¡Venga!
- Tal y como yo lo veo – Raikon apartó lentamente de su cuello el filo
del machete sin siquiera mirar al ladrón -, tenéis dos opciones: La opción uno,
la dolorosa: La número treinta y dos; o la opción dos, la menos dolorosa: La
que yo prefiero, por cierto. ¿Cuál escogéis?
- ¿La dolorosa o la menos dolorosa...? – El bandido miró de arriba a
abajo a Raikon como si este se hubiera vuelto loco - ¿En de qu’estás hablando,
chaláo? ¡Venga los cuartos p’acá!
- Sea... – Raikon puso los ojos en blanco mirando hacia el estrellado
cielo de la noche – Usaré la menos dolorosa.
El mercenario
soltó el primer golpe sin dar tiempo a los bandidos a reaccionar. Fue una
patada hacia atrás, que golpeó de pleno en los genitales del bandido que lo
custodiaba por la espalda, el que portaba la ballesta. Con el factor sorpresa
de su parte, desarmó fácilmente al líder de los salteadores retorciendo con su
mano cibernética el filo del machete para obligarle a soltarlo. Después, sin
darle tiempo a reaccionar, le golpeó con la palma de la mano abierta en el
pecho, haciéndole caer de espaldas sobre el duro suelo de la calle.
Con un movimiento rápido del brazo izquierdo propinó
un contundente codazo en la boca del estómago a la mujer, dejándola sin aire y
llevándose las manos al estómago, para después dejarla fuera de combate con un
golpe dado en la base de la nuca con el dorso de la mano abierta.
Un segundo después, Raikon sacó de la parte trasera
de su cinturón el multi-bastón y lo alzó en alto, justo a tiempo para detener
el mandoble lanzado por el cuarto de los bandidos. Con un giro de caderas ágil,
rodeó al sorprendido atacante y le propinó un codazo en la nuca, dejándole en
el suelo medio inconsciente. Acto seguido, detuvo dos nuevos mandobles lanzados
por el último de los bandidos para, a continuación, golpearle en el pecho con
una patada circular que lo empotró contra una de las paredes de la callejuela.
Raikon comprobó que todos los asaltantes estaban
fuera de combate. Tras esto, se acercó al líder de los mismos, que intentaba levantarse
del suelo para coger aire, algo dolorido aún por el golpe recibido. El
mercenario le obligó a tumbarse de nuevo empujándole con la suela de la bota en
el pecho.
- Para que conste en acta – Le informó sonriendo -; he usado la opción
dos, la menos dolorosa. No hace falta que me deis las gracias.
El encapuchado
pasó por encima del bandido ignorándole por completo y se adentró en las
sombras de una callejuela colindante, perdiéndose en la oscuridad de la noche.
En la retina cristalina de su ojo derecho cibernético seguía parpadeando el
punto luminoso del radar, pero esta vez el punto no se movía del sitio. Su
presa se había detenido en algún lugar, muy cerca de donde él se encontraba en
ese momento. Raikon sonrió para sus adentros y agradeció su buena suerte.
- Mejor me doy prisa –
Se dijo mientras saltaba al tejadillo de un edificio pequeño cercano -, no sea
que la presa se me escape.CONTINÚA