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Ratas del Espacio (Capítulo 11)

11 – RANKINE.

                   Rankine, asteroide ciudad situado en órbita elíptica alrededor del sol del sistema solar Albatros. Un intrincado laberinto de callejones, plazas y callejuelas conectados entre sí por una maraña de calles y cruces. Un hervidero de gente de la peor calaña y la más baja estofa.
                   Número de habitantes: Desconocido. La naturaleza agresiva del setenta por ciento de la población del asteroide favorece las casi continuas defunciones que en él se producen, por lo cual, se hace imposible de calcular una cifra exacta.
Sistema judicial: Inexistente. A día de hoy, ningún sistema policial ha osado establecerse dentro de los límites del asteroide. En sus calles reza el dicho “Uno no vive en Rankine. Se oculta”, que demuestra convincentemente la naturaleza agresiva y peligrosa de gran parte de sus habitantes.
La Confederación de Planetas Unidos intentó, en cierta ocasión, establecer la ley y el orden en las calles del asteroide. Para lograr su objetivo, envió varios escuadrones de soldados con el encargo de establecer un cuartel general, desde el cual la CPU operaría para llevar a cabo su propósito; la creación de un nuevo orden policial. El líder de los escuadrones enviados a Rankine, el coronel Ostein, tenía orden de enviar comunicados a la base central de la CPU una vez al día, con el fin de informar a sus superiores del desarrollo de las distintas maniobras realizadas allí. Solo llegaron seis mensajes; el último de ellos decía “¡Sáquenme de aquí!”. Esa fue la última noticia que se tuvo del coronel Ostein.
Lejos de amedrentarse por este suceso, la CPU envió otros cinco escuadrones a Rankine, esta vez al mando del coronel Straüfer, que llegó al asteroide con un ambicioso plan para retomar el control del mismo.
En su primera semana de estancia en Rankine, Straüfer enjuició, sentenció y ejecutó a veinte criminales, celebrando dichas ejecuciones públicamente en una de las plazas más concurridas del lugar. Durante las dos semanas siguientes, Straüfer se dedicó a encerrar a todo aquel que incumpliera la ley, llegando a cobrarse más de doscientas detenciones en dicho proceso. Al primer día de la tercera semana, su cabeza lucía empalada en la plaza usada para las ejecuciones. Desde ese día, la CPU desistió de su empeño en mantener el orden y la justicia en el asteroide.
Cuando la Zuzu aterrizó sobre el suelo de una pequeña explanada situada en el extrarradio del núcleo principal de Rankine, era ya casi de noche. En el momento en que nuestros compañeros descendieron de la nave y pusieron los pies sobre el suelo del asteroide, Mortimer, que portaba colgadas a su espalda dos pistolas de cañón doble y una escopeta de cañones recortados, no pudo evitar el persignarse y rezar una pequeña plegaria para sus adentros. Cassidy, viendo lo pertrechado que iba su compañero, no pudo evitar el bromear sobre ello.
- ¿Es que piensas salir de caza?
- Sí, sí... – Le replicó su amigo – Tú bromea todo lo que quieras, pero esto es Rankine, no un parque de atracciones. Mejor estar preparados, por si las moscas. Si hay problemas – Mortimer acarició las culatas de las tres armas, que sobresalían por encima de sus hombros -, mamá Berta y las gemelas nos sacarán de ellos.
- Creo que estás demasiado paranoico, ¿no te parece?
- ¿Sí?, pues tú bien que te has agenciado del cuchillo que le birlaste al encapuchado... – Le espetó su compañero señalándole la cadera izquierda, donde colgaba enfundado el famoso cuchillo - ¿Tienes miedo de ir poco armado?
- Bueno – Cassidy cortó de cuajo la discusión, ante la sonrisa triunfal de su amigo -, será mejor que nos centremos en nuestro objetivo, ¿no te parece?
- Vale – Asintió su compañero - ¿A dónde vamos ahora?
La zona que ocupaba la nave estaba poco iluminada y los tres viajeros tuvieron que acostumbrar sus ojos a la escasa luz para tratar de ver los edificios que les rodeaban. De entre las sombras de un callejón cercano les llegó una voz femenina.
- Extraño lugar para traer a una jovencita, ¿no os parece?
- ¿Quién eres? – Quiso saber Cassidy colocando a Yuni a cubierto a sus espaldas.
- Aquí las preguntas las hago yo, guaperas – La mujer salió de entre las sombras y se acercó hasta Cassidy.
                   Era de estatura media, llevaba un corte de pelo bastante corto y su color era de un rojizo apagado. Sus ojos eran de color azabache, sus labios finos y sin pintar, su cuerpo era delgado, pero atlético y su mejilla izquierda presentaba una cicatriz en forma de estrella de cinco puntas. Portaba en su muñequera derecha una pequeña ballesta con tres birotes, cargada y lista para ser usada. En su cadera derecha colgaba la funda de una pistola bláster Tausen. Una pequeña capa azul marino colgaba sobre su hombro izquierdo, tapándole hasta el codo. Camisa negra raída, pantalón de cuero negro roto y botas altas de cuero, de tacón bajo, conformaban todo su atuendo.
La mujer se acercó a la nave después de examinar a Cassidy y colocó sobre la superficie metálica un disco, también de metal, de color gris, de apenas dos centímetros de grosor y cinco de diámetro y con un diodo led de color rojo, que se pegó a la nave como si fuera un potente electroimán. Tras pegar el disco, la mujer sacó de uno de sus bolsillos un pequeño mando con forma de cilindro con un botón rojo. Al pulsar el botón del mando, el diodo led comenzó a parpadear con una luz roja.
- Listo – Informó a los tres presentes – Ahora ya nadie podrá tocar la nave sin recibir una desagradable sorpresa.
- ¿Sorpresa? – Preguntó curioso Mortimer - ¿Qué sorpresa?
- Tres mil voltios recorriendo todo su cuerpo. Ni más, ni menos – Sonrió la mujer.
- No estoy para jueguecitos, chica. ¿Quién eres? – Preguntó de nuevo Cassidy.
- Tranquilo, hombretón – Rió la desconocida – Me llamo Irina. Me envía Yugo y soy vuestro enlace.
- ¿Podemos fiarnos de ti? – Mortimer lanzó la pregunta antes de que la hiciera su compañero.
- Haced lo que os parezca – Le contestó Irina sin dejar de mirar a Cassidy – Podéis fiaros de mí o, si lo preferís, podéis intentar atravesar vosotros solos las calles de Rankine. Para seros sincera, me gustaría ver hasta dónde sois capaces de llegar por vuestra cuenta, la verdad.
- No creo que sea tan difícil como nos lo pintas – Espetó Cassidy.
- En peores plazas hemos toreado – Apuntó a su vez Mortimer con aire distraído.
- Vosotros mismos... – Irina se hizo a un lado, dejándoles el camino libre con una reverencia burlona.
                   Nuestros dos compañeros se miraron el uno al otro con gesto dubitativo. ¿Deberían fiarse de aquella extraña? Estaba claro que no tenían otra salida, pero ¿hasta qué punto podían confiar en ella? Mientras ellos dudaban, Yuni tomó su propia decisión, colocándose junto a Irina.
- ¿A dónde vamos ahora? – Preguntó.
- Vaya – Irina sonrió ante la decisión de Yuni -, veo que la chiquilla sabe bien lo que la conviene, no como otros.
- ¿Yuni? – Cassidy lanzó una mirada de sorpresa a la joven.
- La necesitamos – Señaló la muchacha – Sabes perfectamente que sin ella estamos perdidos en este lugar.
- El problema no es ese, Yuni – Apuntó Mortimer.
- ¿Ah, no? – Preguntó la joven - ¿Y cuál es el problema?
- Que no sabemos hasta que punto le es “fiel” a Yugo – Cassidy dio cierto énfasis a la palabra fiel mientras señalaba con la mirada a Irina - ¿Y si nos abandona por el camino?
- Como ya os dije antes – Señaló Irina con gesto ofendido sin mirarles a la cara -, podéis hacer lo que os plazca. Si queréis seguirme, nos pondremos en marcha ahora mismo. Si no os fiáis de mí, adelante, tenéis vía libre para hacer lo que queráis.
- Bien, tú guías – Consintió finalmente Cassidy -, pero ten cuidado con intentar jugárnosla, porque lo pagarás muy caro. Te lo aseguro.
- Por aquí – Irina se puso en marcha ignorando el último comentario de Cassidy -, os buscaré un lugar donde esconderos hasta que sea de día. No es conveniente andar por las calles de Rankine durante la noche.
- Supongo – dijo Mortimer poniéndose en marcha - que sería mucho pedir por nuestra parte el buscar una posada de cinco estrellas, ¿verdad? – Su compañero le dio un codazo en las costillas a modo de reproche - ¿Qué? Por pedir que no quede, ¿no?...
CONTINÚA

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