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Tristeza

TRISTEZA

                   Tristeza. Un sentimiento que te envuelve y te abraza y no te quiere dejar marchar.
                   Tristeza. Empapada en un halo de melancolía que atenaza tu ser y lo oprime hasta la extenuación.
                   Tristeza. Te golpea sin avisar, a traición, y te derriba sin que tú ni siquiera te des cuenta de ello. Y cuando quieres levantarte es cuando te das cuenta de cuán indefenso estás ante ella.
                   Tristeza. Sí, tristeza. Efímera en ocasiones y siempre astuta. Ataca sin piedad, sin tregua y sin hacer prisioneros. Llega, devora y destruye.
                   ¿Cómo empieza? Sencillo; tan sutil como una leve brisa de desesperanza colándose en tu vida; un adiós inesperado, un cambio de hogar, una pérdida de un ser querido, el paso de los años...
                   Su segundo movimiento es más preciso y cruel, a la vez que efectivo: Anida en tus entrañas y te va devorando por dentro. Un recuerdo fugaz de un momento del pasado lleno de alegría, unas viejas fotos que encuentras por casualidad, unas cartas amarillentas, un viejo amigo al que vuelves a ver...
                   Y sigue avanzando en su cruel guerra: Emponzoña tus sentimientos con falsa culpabilidad, arranca de tus recuerdos los momentos de alegría y los destruye, convirtiéndolos en meros pasajes de tu triste vida, destruye todo rastro de ánimo en tu espíritu y te convierte en un adicto de la soledad...
                   Y entonces ya eres un títere más danzando en sus manos; y escapar de ella es casi imposible, a no ser que cuentes con las armas necesarias para ello. ¿Qué cuales son esas armas?
                   No tengo ni la más mínima idea, amigo. Después de todo, yo solo soy alguien escribiendo sobre la tristeza; ¿qué sabré yo de cómo combatirla?


FIN

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