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Ratas del Espacio (Capítulo 13)


13 – REVÉS.

- Cuatro créditos por cabeza.
                   El guba, un alienígena con cabeza en forma de cereza negra, ojos negros grandes y glaucos, y de estatura media, tamborileó sobre la madera carcomida del mostrador con seis dedos, tres en cada mano, mientras negaba categóricamente con la cabeza.
- No, no y no – Repitió una vez más – He dicho que ocho por cabeza, ni uno menos.
- Escúchame, cucaracha mutante y apestosa... – Irina agarró al guba por el cuello de la camisa de franela a cuadros que éste llevaba puesta y le atrajo hacia ella por encima del mostrador – Si no quieres que le cuente al “Tuercas” cómo abusas de tus clientes, más te vale coger lo que te doy, ¿te enteras?
- ¿C-Conoce a Hassi Gersin? – Si la piel del guba hubiera sido blanca y no negra, se le habría visto palidecer en ese instante.
- ¿Conocerle? – Irina escupió la pregunta con desprecio - ¿Quién te crees que le puso el mote, eh?
- ¡L-Lamento el terrible malentendido, señora! – Se disculpó el guba de manera torpe - ¿He dicho ocho créditos? ¡Qué torpeza la mía! Lo que quise decir era cuatro créditos.
- Bien, veo que ya nos entendemos. Toma.
- G-Gracias – Balbuceó el alienígena – Suban por la escalera, por favor. Las dos habitaciones del fondo a la izquierda...
                   Irina dejó caer sobre el mostrador la cantidad total de créditos y se encaminó hacia las habitaciones, seguida por Cassidy, Mortimer y Yuni, que miraba al guba un tanto sorprendida por la apariencia del mismo.
                   El cuarteto subió por unas escaleras de madera hasta el piso superior donde, a lo largo de un estrecho pasillo, se veían repartidas las puertas de seis habitaciones a mano izquierda. A la derecha podían verse tres pequeñas ventanas con sus contraventanas cerradas.
- ¿El “Tuercas”? – Preguntó intrigado Mortimer mientras caminaban por el pasillo hacia las habitaciones indicadas por el guba.
- Es el dueño de la mayoría de las posadas de Rankine – Explicó Irina – Y hay muchas, créeme. Jugársela al “Tuercas” es lo peor que puedes hacer, si es que quieres seguir con tu negocio, claro.
- ¿De dónde le viene el mote? – Preguntó a su vez Yuni por curiosidad.
- Cuando Hassi descubre a alguien que intenta robarle – Explicó Irina sin prisa -, le amarra a una mesa de madera y luego le coloca una prensa sobre la cintura. Después, se limita a ir apretando las tuercas de la prensa mientras esta va bajando poco a poco... No es una forma agradable de espicharla, la verdad – Cuando el grupo llegó ante las dos puertas situadas al final del pasillo, Irina se detuvo y señaló a la última – Vosotros dos, en esa. La chica y yo en esta otra.
- De eso nada – Cassidy agarró a Yuni por el brazo justo cuando ésta se disponía a obedecer a Irina -, Yuni y yo dormiremos en una habitación y Mortimer y tú en la otra.
- Prometo no roncar – Bromeó Mortimer.
- Muy arriesgado – Espetó Irina - ¿Sabes lo que les hacen aquí a los pederastas?
- ¿Qué insinúas? – A Cassidy no le gustó nada el cariz de la pregunta hecha por la mercenaria.
- Que si, por un casual, alguien os viera juntos en esa habitación, llegarían rápidamente a esa conclusión... – Explicó ésta con desgana – Y aquí los pederastas no son muy bien vistos. Algo irónico, tratándose de un lugar como éste, la verdad.
- Venga, no se hable más, o nos tiraremos así toda la noche – Terció Mortimer empujando a Cassidy hacia la habitación indicada por Irina – Como ya dije antes, prometo no roncar.
                   Afuera en la calle, de pie sobre la azotea del edificio de dos plantas en el que se alojaban nuestros amigos, Raikon meditaba sobre el paso a realizar a continuación. Estaba claro que, si quería llevarse de allí a su presa, tendría que actuar lo más rápido posible. Entrar, golpear rápido y fuerte y largarse de allí enseguida. Pan comido, pensó.
                   Su ojo derecho cibernético, con la visión por infrarrojos activada, le informó de la posición exacta de su presa; una pequeña habitación bajo sus pies, a la cual podía acceder por tres sitios distintos: Una ventana que, al parecer daba a un pasillo; otra ventana en la propia habitación y el propio techo. Descartó la primera de las ventanas por perder el factor sorpresa al intentar entrar por ella, puesto que, además, debería de forzar también la puerta de la habitación. La opción del techo tampoco era la más fiable, ya que tendría que usar la potencia de fuego suficiente como para abrir un boquete en el mismo; efectivo, pero al mismo tiempo corría el riesgo de dañar gravemente a la presa. La ventana de la propia habitación era, pues, la opción más viable.
                   Raikon sacó el cable con el enganche electromagnético de su cinturón y lo sujetó a la puerta metálica de un cuadro de contadores eléctricos y se colocó junto a la cornisa de la azotea. Acto seguido, sacó su multi-bastón y lo sujetó en su mano derecha. Con la mano izquierda agarró el cable de su cinturón con firmeza y se dejó caer. La ventana estalló en pedazos que salieron desperdigados por el interior de la habitación.
                   Al grito de Yuni, Irina se puso en pie y cargó su ballesta, apuntando al extraño que había irrumpido de forma tan violenta. Sin embargo, Raikon desvió el disparo que la mercenaria hizo después con un golpe del bastón dado en el brazo donde ésta llevaba la ballesta para, seguidamente, darle una patada en la base del estómago que la lanzó contra la pared. Cuando Irina trató de levantarse, Raikon la golpeó con el extremo del multi-bastón en el estómago una vez más y la mujer cayó al suelo sin aire. Acto seguido, se acercó a Yuni para apresarla, pero justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió dando un portazo. La patada propinada por Cassidy estuvo a punto de sacarla de sus goznes.
- ¡Aléjate de ella ahora mismo! – Ordenó gritando al mercenario mientras le apuntaba con su pistola de plasma Taurus V.
                   La reacción de Raikon fue instintiva, a la par que veloz. Girando una sección de su multi-bastón, lanzó un rayo de plasma en dirección a Cassidy, quien lo esquivó a duras penas. Después, hurgando en la parte trasera de su cinturón, sacó dos pequeñas cápsulas que lanzó contra el suelo y explotaron, liberando una nube de gas que lo ocultó de la vista del mercenario. Aprovechando el momento de confusión provocado por su acción, se apoderó de Yuni, a la que noqueó fácilmente con otro disco de descargas eléctricas colocado en la nuca, y saltó con ella en brazos a la calle por el agujero que antes ocupaba la ventana.
                   Cayó de puntillas en el suelo, con un ruido sordo, y flexionando las piernas para mitigar el golpe de la caída, mientras sostenía en sus brazos el cuerpo inerte de Yuni. Después se adentró entre las sombras de un callejón cercano y puso rumbo hacia su nave, esperando no encontrarse con más contratiempos por el camino de regreso. Se alegró al comprobar que la nave seguía en su sitio. Subió a ella y, depositando el cuerpo de Yuni en el suelo de la misma, activó un pequeño ordenador donde, tras teclear un par de claves, se activó una ventana en la cual se mostró el mismo rostro que apareciera la vez anterior en el hangar abandonado.
- ¿Algún problema con el trabajo? – La distorsionada voz del rostro oculto sonó de nuevo a través de los pequeños altavoces del ordenador.
- Ha habido un pequeño contratiempo – Explicó Raikon -, pero ya tengo de nuevo el paquete conmigo. Por desgracia, me encuentro ya en Rankine.
- Ya veo...
- ¿Qué quiere que haga ahora? – Preguntó Raikon esperando recibir nuevas órdenes.
- Busque el “Ojo de Delcost” – Le informó la voz tras hacer una pausa de unos segundos – Me pondré en contacto con usted en ese lugar dentro de dos horas. Lleve el paquete con usted.
- De acuerdo – Raikon pulsó la tecla escape del ordenador y cerró la ventana, dando por finalizada la conversación con su interlocutor.
                   El mercenario abrió un pequeño panel en una de las paredes de la nave y extrajo del interior un collar formado por una banda metálica unida a una estrecha y pequeña caja de metal. Junto con el collar sacó también un pequeño mando a distancia que tenía dos botones; uno azul y otro rojo. Pulsó el botón azul y un extremo del collar se desencajó de la caja. Tras esto, le colocó el collar a Yuni y luego la despertó zarandeándola.
- ¿Ves esto? – Raikon le mostró primero el collar metálico y luego el mando a distancia – Si intentas escaparte de mí, o si me la intentas jugar de alguna manera... – Apretó el botón rojo durante un segundo apenas y una descarga eléctrica sacudió el cuerpo de la muchacha, que gritó de dolor -, haré que te arrepientas enseguida de ello. ¿Queda claro?
                   Yuni asintió resignada con los ojos inundados en lágrimas y acariciándose el enrojecido cuello.
- Ah, se me olvidaba – Le advirtió finalmente Raikon –, más te vale que no intentes forzar el collar, porque está preparado para dispararse en caso de que eso ocurra. Y no creo que te guste recibir una descarga intensiva de voltios, ¿verdad que no? Bien, ahora quédate aquí calladita, ¿de acuerdo? Tengo que hacer algunas averiguaciones.
                   Raikon dejó a la dolorida muchacha sentada en el suelo de la nave y fue a sentarse en el asiento del piloto. Conectó el motor de la nave y se alejó del lugar, en previsión de que aparecieran por allí Cassidy y sus amigos.
- Computadora – Solicitó el mercenario con autoridad – Necesito un plano detallado de Rankine donde se indique la ubicación exacta del “Ojo de Delcost”, así como las posibles rutas de escape del lugar en caso de problemas.
- Accediendo a datos cartográficos del asteroide y descargando. Encontrado el lugar llamado “Ojo de Delcost”. Ubicación del mismo; a dos kilómetros y medio de distancia al noroeste del núcleo urbano central. Calculando las rutas posibles de escape. Encontradas; cinco. Apropiadas para la fuga; dos. Señalándolas en el mapa cartográfico.
- Bien – Espetó Raikon complacido por el trabajo de su computadora -, no quiero llevarme más sorpresas desagradables por hoy. Fija el rumbo y mantén velocidad de crucero.
- Rumbo fijado. Activando velocidad de crucero. Tiempo estimado de llegada al punto de destino; un minuto, quince segundos.
CONTINÚA

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