15 - INFORMACIÓN.
Cuando más
entretenido estaba el juego, con Kido formando una cadeneta humana con las
chicas a las que iba cazando y tratando de pescar a las que se habían salvado,
alguien llamó de nuevo a la puerta. Kido ordenó a uno de sus guardias que
investigara a ver de quién se trataba a esas horas. El hombre fue hasta la
puerta esquivando a las mujeres que, divertidas, intentaban escapar de la
cadena que las perseguía.
El guardia
abrió de nuevo el ventanuco de la puerta para indagar sobre la identidad del
visitante. Cuando lo hizo, descubrió que no se trataba de uno solo, sino de
tres, siendo uno de ellos una chica a la que reconoció enseguida.
- Es Irina, señor – Informó a su jefe.
- ¿Irina, a estas horas? – Kido se mostró sorprendido por la visita.
- Viene acompañada por dos hombres a los que no conozco, señor.
- Vaya – Kido meditó por unos segundos esta nueva información – Hazlos
pasar. Lo siento mucho, chicas – Se disculpó sonriendo ante las mujeres -, pero
voy a tener que interrumpir nuestro juego por hoy. Tenemos visitas.
El guardia
hizo pasar al interior de la sala a Irina y sus compañeros. Kido los estudió
detenidamente. Cuando se fijó en Cassidy, apenas le prestó atención; en cambio,
al ver el arsenal que Mortimer portaba a sus espaldas, se acercó a él lleno de
admiración.
- ¡Pero qué tenemos aquí! – Exclamó con júbilo - ¡Una Gold Saucer! ¿Me
permites, por favor?
- ¿Perdón? – Preguntó Mortimer sin saber de qué iba la cosa.
- Tu escopeta – Le informó Irina -, a Kido le encantan las réplicas de
armas antiguas. Al parecer, tu escopeta es una de esas armas.
- ¿Puedo? – Preguntó Kido una vez más, señalando el arma.
- Lo siento – Se negó Mortimer -, a mamá Berta sólo la toco yo. Entiéndalo,
es un recuerdo de familia y le tengo mucho aprecio...
- Oh, es una pena... – Kido aceptó la negativa de Mortimer con
diplomacia – En fin, me habría gustado mucho tenerla en mis manos, pero supongo
que tendré que conformarme simplemente con contemplarla. Qué le vamos a hacer,
así es la vida. Dime, Irina – Le habló a la mercenaria sin dejar de estudiar con
la vista el arma de Mortimer -, ¿puedo saber a qué debo el honor de tu visita
esta noche, querida?
- Buscamos información – Contestó la mujer sin rodeos – Y todos en
Rankine saben que tú eres quien maneja la información que recorre sus calles,
¿no es cierto?
- Sí, así es – Kido continuaba estudiando el arma -, pero ¿tienes
dinero para pagarme esa información?
- Espero que lo que tengo sea suficiente – Irina arrojó al aire un
saquito de terciopelo negro anudado con un fino cordel dorado, que Kido atrapó al
vuelo con una mano y sin mirar.
- Con esto sólo te da para hacerme tres preguntas, querida – Le
informó Kido tras tantear el peso del saquito en su mano – Piénsate muy bien
cuáles van a ser esas preguntas.
- ¿Solo tres preguntas? – Se quejó Cassidy - ¿Qué es esto, un concurso
de televisión?
Al oír la
queja de Cassidy, las mujeres soltaron pequeñas risitas apagadas llenas de
asombro ante la temeridad del mercenario. Enfadar a Kido en su propia casa no
era, en ningún modo, lo más sensato.
- No – contestó Kido sin siquiera mirarle -, no es un concurso. Es el
precio de mi información. Tómalo o déjalo, a mí me da igual lo que hagas.
- ¿Hacer? Te diré lo que vas a hacer – Le informó Cassidy con cierto
desprecio – Vas a decirme lo que necesito saber, si no quieres que te lo saque
a patadas. Tengo prisa y no estoy de humor para jueguecitos, tío listo. ¿Te
queda claro?
Las palabras
de Cassidy arrancaron pequeños gritos de asombro de las mujeres, que no daban
crédito a la osadía del mercenario. Kido, por su parte, detuvo a sus guardias
con un gesto, pues estos ya iban a echar mano de sus cimitarras para ocuparse
del impertinente visitante. Fue Irina la que actuó con presteza, soltándole un
sopapo en plena cara a Cassidy antes de que éste llegara más lejos.
- ¡Idiota! – Le espetó furiosa - ¡Muestra más respeto! ¿Acaso has
olvidado que eres un invitado en esta casa? Lo siento mucho, señor Yaisen – La
mujer hizo una leve reverencia ante éste para disculparse - Le ruego disculpe a
mi amigo. Es la primera vez que viene a Rankine y no sabe nada de este lugar ni
de su persona.
- Tres preguntas – Le recordó Kido – Y hazlas rápido, querida; mi
paciencia tiene un límite y se está agotando por momentos.
- De acuerdo – Irina dirigió una dura mirada a Cassidy, que se
acarició la dolorida mejilla con el dorso de la mano – Yando Yon.
- ¿Hum? –Kido mostró algo de sorpresa al escuchar ese nombre.
- Mis amigos tenían el encargo de traer a Rankine a su hija, ¿sabes
qué motivo puede haber para que alguien esté interesado en hacer venir hasta
aquí a esa muchacha? Teniendo en cuenta, claro está, que éste no es un lugar
muy apropiado para traer a una chiquilla de catorce años.
- Deduzco, dado que no se encuentra ahora con vosotros, que habéis
perdido a la chica – Contestó Kido - ¿Puedo saber cómo ha ocurrido eso?
- Nos la birló un mercenario llamado Raikon – Contestó casi sin querer
Mortimer.
- Estáis en un aprieto, y de los gordos – Les informó Kido – Es obvio
que os han engañado para que trajerais hasta aquí a la joven y hacer salir de
su escondrijo a Yando – Teorizó en voz alta - Vosotros perdéis a la hija y
aparecéis como únicos culpables ante su padre. Por otro lado, el que os engañó
consigue su objetivo; hacer que Yando salga a la luz y así luego ejecutar el siguiente
movimiento.
- ¿Qué movimiento sería ese? – Mortimer lanzó la pregunta al aire sin
pensarlo dos veces.
- El más lógico – Contestó Cassidy – Canjear a la chica.
- Vaya – Kido sonrió ante la respuesta del mercenario -, veo que,
después de todo, no eres tan tonto como aparentas.
- Hasta un niño llegaría a esa conclusión – Le espetó Cassidy aguantándole
la mirada – Lo que yo necesito saber es qué es lo que vale tanto como para que
alguien se arriesgue a usar a la chica como cebo, atrayendo hacia su persona la
ira del padre.
- La Rosa de Alejandría – Respondió Kido - Y, antes de que gastéis
inútilmente vuestra última pregunta, os diré que se trata de un diamante; el
más caro de esta galaxia. Se cuenta que Yando Yon, junto a cuatro compañeros
suyos, entró un día en el palacio de Tan Zar en busca de esa joya. Según dicen
los entendidos en el noble arte del robo, ese lugar tiene tantas medidas de
seguridad contra ladrones que, entrar y salir vivo de allí es prácticamente
imposible.
- Pero Yando logró salir con vida, llevándose el diamante con él, ¿no
es cierto? – Apuntó Cassidy.
- Sí – Contestó Kido siguiendo con la historia -, pero a costa de la
vida de su amigo Eri Farrenzo, que se sacrificó para salvar a su compañero. Para
evitarse muchos problemas, hizo creer al resto de sus compañeros que no lo habían
logrado. Tiempo después, la banda se dispersó y Yando Yon vino aquí para
ocultarse y desaparecer. Fin del cuento.
- Entiendo... – Cassidy meditó unos segundos la historia contada por
Kido. Finalmente lanzó la tercera pregunta - ¿Cuál sería el lugar adecuado para
que Raikon le entregara la chica a su misterioso cliente?
- Yo escogería sin lugar a dudas el “Ojo de Delcost” – Contestó Kido –
Es una taberna con reservados donde las “buenas gentes” de Rankine pueden tener
sus reuniones sin las miradas indiscretas de los presentes. El lugar idóneo
para llevar a cabo toda clase de transacciones y asuntos turbios.
- Bien – Señaló Cassidy -, entonces visitaremos esa taberna.
- ¡Genial! Por fin
podremos bebernos unas birras... – Apuntó Mortimer alegremente.
CONTINÚA
¡Ese abuelo, como mola, se merece una ola!
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