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Ratas del Espacio (Capítulo 20)


20 – ENFRENTAMIENTOS.

                   Pulsando el botón de un mando a distancia de una grúa, Eri Farrenzo puso en marcha el brazo robótico de la misma, del que pendía en ese momento una jaula metálica y en cuyo interior podía verse a Yuni.
- Mal asunto – Cassidy le habló a su compañero Mortimer a través del intercomunicador de su oreja -; veo a Yuni en una jaula.
- ¿En serio? – Su compañero seguía intentando escalar el muro, colocando para tal fin los capós desmontados de un par de coches, de los muchos que había abandonados por las afueras del propio desguace, contra la pared del mismo – Ya casi estoy arriba; ¿cómo es la jaula? ¿Ves algo raro o anómalo en ella?
- ¿Algo raro? – Preguntó Cassidy extrañado ante la pregunta de su amigo - ¿A qué te refieres? Es una jaula corriente, como cualquier otra jaula normal y corriente.
- Lo dudo mucho, compañero... – Mortimer resopló ante el esfuerzo final de subir al muro – Piénsalo bien; conoces a tu enemigo y a la hija de tu enemigo; ¿la meterías en una jaula normal y corriente?
- Hum... – Cassidy meditó sobre las palabras de su amigo - ¿Crees que Eri se guarda un as en la manga?
- Yo me apostaría mi salario del mes a que sí.
- Tú no tienes salario.
- Eso, eso... – Espetó burlón su compañero – Tú recuérdamelo.
                   Cassidy apuntó con su rifle en dirección a la jaula de Yuni y la observó con detenimiento con ayuda de la mira telescópica del arma.
- Barrotes gruesos, de metal – Le fue explicando a su amigo lo que veía - Parecen resistentes. La cerradura es del tamaño de un foco de aerodeslizador.
- Hum, bien. Sigue – Mortimer saltó a duras penas sobre un coche y comenzó a escalar sobre la pila de restos oxidados en busca de una mejor posición - ¿Puedes ver desde tu posición cómo es el suelo de la jaula?
- A duras penas – Le respondió su compañero – Parece metálico y está agujereado.
- ¿No ves nada más que te parezca raro?
- Déjame ver... – Cassidy enfocó la mira telescópica para examinar la jaula de arriba a abjo – Oh, vaya.
- ¿Oh, vaya? ¿Cómo que “oh, vaya”?
- Yuni lleva al cuello un collar muy extraño. Tiene una especie de cajita a modo de candado.
- ... El collar está electrificado – concluyó Mortimer.
- Espera un poco...
- ¿Qué ocurre ahora? – Mortimer escaló sobre un nuevo coche oxidado.
- Parece que Eri le ha arrojado a Yando un arma, una espada de energía. Ahora le está mostrando algo que tiene en su cuerpo. Es una especie de dispositivo en forma de disco metálico incrustado en su pecho. ¿Qué crees que puede ser ese cacharro?
- Un mal asunto, amigo mío – espetó Mortimer – Un mal asunto.
                   Yando Yon observó una vez más el arma caída en el suelo delante de él. Era una espada suki, cuya hoja de energía podía cortar hasta las rocas. Eri Farrenzo sostenía en su mano derecha otra espada similar. Lo que más le preocupaba en ese momento era el dispositivo que su ex compañero le mostró incrustado en su pecho. Dicho dispositivo estaba conectado directamente al corazón de su amigo.
- Observa bien este aparatito – Le indicó éste señalando el dispositivo – Está conectado al collar que lleva tu hija al cuello; al igual que este disparador – Eri le mostró en su mano el disparador que activaba el collar de Yuni - Si muero, activará el collar y tu hija recibirá una descarga eléctrica. Así pues, compañero, si te mato, tu hija sufrirá; y si me matas, tú serás el que sufra.
- ¡Eres un cobarde!
- ¡Vamos! – Le apremió su amigo con furia - ¡Coge la espada!
- Me niego – objetó Yando – No voy a luchar contigo.
- Eres bastante predecible – Le espetó su amigo -, ¿lo sabías? Coge esa espada ahora mismo o verás cómo sufre tu hija.
                   Para secundar sus palabras, el ex ladrón pulsó el disparador del collar de Yuni, apenas un par de segundos, y una descarga eléctrica sacudió a la joven, que cayó de rodillas sobre el suelo de la jaula profiriendo dolorosos gritos.
- ¡Maldito...! - Muy a su pesar, Yando recogió el arma del suelo.
- Bien – espetó triunfante Eri – Así me gusta. Y ahora, querido “amigo”, espero que te entregues en cuerpo y alma en nuestro último baile, de lo contrario me decepcionarías enormemente.
- ¡Detén esta locura, padre! – Terció en ese momento Daya, que había permanecido en silencio hasta ese instante.
- ¡Cállate! – Le espetó su padre con enojo - ¡Llevo esperando este momento durante mucho tiempo! Tranquila, también tengo un regalito para ti.
                   Daya vio cómo su padre activaba un tercer botón del mando de la grúa. Justo en ese momento, un enorme robot desguazador de coches, de unos cuatro metros de alto, ruedas triangulares de oruga y pinzas prensiles en cada uno de sus brazos, entró en funcionamiento y se dirigió contra ella.
- Está programado para aplastarte – Le explicó su padre -; con esto mantendremos ocupados a tus dos amigos; oh, sí, no me mires con esa cara de asombro, sé que habéis traído compañía – El padre de la mercenaria se volvió entonces hacia su ex amigo - Y ahora, a lo que íbamos. ¡Defiéndete!
                   Eri se lanzó contra su antiguo compañero blandiendo en alto la espada de energía. Yando Yon mantuvo su posición sin moverse del sitio, aguardando el ataque del ladrón para, en el último instante, bloquearlo con su espada. Las dos armas soltaron un abanico de chispas azuladas al chocar entre sí.
                   El robot se abalanzó sobre Daya que, con un ágil salto, esquivó la embestida de la máquina. El gigante metálico giró sobre sí mismo y contraatacó lanzando un golpe con una de sus tenazas. La mujer rodó por el suelo para esquivarla y el golpe aplastó la chapa de uno de los coches amontonados.
- ¡Daya tiene problemas! – Le comunicó Cassidy a su amigo.
- ¡Lo veo, lo veo! – apuntó Mortimer - ¿Puedes hacer algo al respecto? Ya estoy casi junto a la jaula.
- Imposible – confirmó su compañero – Ese mastodonte metálico no para quieto y no tengo visibilidad clara de su parte débil.
- Mierda... – Mortimer miró a la jaula por unos segundos y luego observó a Daya esquivando los ataques del robot - ¿Qué parte de esa mala bestia necesitas ver en concreto? – preguntó al final descendiendo de la pila de coches.
- Su módulo de órdenes – Le explicó Cassidy – Es un panel de circuitos que se introduce en una ranura situada en la parte delantera del robot, a la altura de su cintura. Si logro acertarle en esa zona, le detendremos.
- ... Claro, como suena tan fácil – Ironizó Mortimer saltando por fin al suelo y poniéndose a gritar como un poseso para llamar la atención del robot - ¡Eh, armatoste! ¡Eh, eh! ¡Vamos, montón de chatarra, ven por aquí!
                   El robot ignoró completamente los gritos de Mortimer quien, por más que gritaba y hacía aspavientos con los brazos levantados en alto, no lograba atraer la atención del gigante metálico.
- Esto no funciona, compañero – informó a Cassidy – Ese montón de hojalata parece estar obsesionado con la muchacha.
- Es por el módulo de órdenes – Le explicó su amigo – Su único objetivo es Daya y no se detendrá hasta que acabe con ella.
- Bien. Entonces aprovecharé que me ignora para plantarme delante de él y dispararle en ese módulo del demonio.
- Negativo – Le disuadió su amigo – Su objetivo será la chica, pero no dudará en destruir todo aquello que se ponga en su camino para llegar hasta ella. Dile a Daya que haga lo posible por ponérmele en una buena posición y yo haré el resto.
- A la orden, compañero. Y asegúrate de no errar el tiro, ¿de acuerdo?
- Me ofendes – espetó Cassidy fingiendo estar molesto -, ¿cuándo he fallado yo un tiro?

CONTINÚA

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