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Tanque Bradock. Capítulo 7

7 – Un nuevo trabajo

               A la mañana siguiente, al salir de sus respectivos camarotes, Bradock y Roc se cruzaron en el corredor que conducía al puente. Ambos se miraron durante un par de segundos antes de ponerse en marcha.
— Borra esa estúpida sonrisa de tu cara, montón de hojalata —Le conminó Bradock al robot.
— Soy un androide, no puedo sonreír —respondió Roc.
— Ya, claro.
— ¿La señorita June está...?
— Está durmiendo en mi cama.
— Oh, por supuesto. Qué tonto soy...
                   Ambos llegaron al puente y Bradock reactivó a Neska con una orden.
— ¿Tenemos algún mensaje nuevo? —preguntó a la computadora.
— Cinco mensajes —contestó ésta.
— ¿Alguno ofreciéndonos trabajo?
— Tres. Uno es de la Compañía Indi Anajones, de búsqueda de tesoros antiguos. Necesitan que les recupere un arca que han perdido.
— Nah, paso de eso. ¿El otro mensaje?
— La Corporación Allbreum solicita de sus servicios para transportar un cargamento especial desde uno de sus laboratorios.
— Deja a un lado este. ¿El tercero?
— Es de su amigo Blanco Nieves.
— ¿Blanco Nieves? —Bradock esbozó una sonrisa al oír el nombre— ¿Qué tripa se le ha roto al pequeñajo?
— Necesita que traslade un pequeño cargamento de armas hasta el planeta Omadown.
— Hum... —Bradock meditó el asunto unos segundos— ¿Dónde se encuentra ahora el enano?
— El mensaje ha llegado desde Taurus IV.
— Bien, nos pilla cerca. Pon rumbo hacia allí, Neska. Aceptaremos ese trabajito.
— De acuerdo, jefe. Estableciendo ruta más apropiada —informó la computadora—. Tiempo estimado de llegada: Tres horas y veinte minutos. ¿Pongo algo de música?
— Eso no tienes ni que preguntarlo, querida —respondió Bradock.
— Ya que está con nosotros la señorita June, sugiero que sea una pieza de Vivaldi, o de Verdi —propuso Roc.
— Que te lo has creído, chatarra —espetó su jefe—. Neska; pon Rammstein y dale caña.
— Marchando, jefe.
                   Y, para desgracia de Roc, la nave volvió a vibrar bajo los acordes de la música de Rammstein durante las tres horas que duró el viaje. Para mitigar buena parte de su sufrimiento, el androide se encerró en su camarote para escuchar la música que él prefería. Su mala fortuna quiso que pasara hora y media desbloqueando el terminal portátil donde guardaba toda su música. Dicho bloqueo llevaba la firma inconfundible de la computadora central de la nave, llevado a cabo con la poca sana intención de jorobar al androide.
— Hemos llegado a Taurus IV —anunció Neska al llegar al final del trayecto.
— ¿Taurus IV? —June, que llegaba en ese instante al puente de mando, pareció extrañada al conocer el lugar de destino— ¿Qué se te ha perdido a ti allí, grandullón?
— Negocios, nena. Simples negocios —respondió Bradock—. Neska, ponme en contacto con Blanco.
                   La computadora obedeció la orden y estableció contacto con Blanco Nieves. Segundos más tarde, en uno de los monitores del cuadro de mandos de la nave pudo verse una imagen borrosa.
— ¿Qué carajo le pasa a la imagen, Neska? —preguntó Bradock extrañado por la mala calidad de la emisión.
— No te molestes en sintonizarla —contestó la figura borrosa de la pantalla—. No es culpa de tu computadora. Estamos sufriendo las consecuencias de una tormenta solar ocurrida hace unas horas en el sol de Taurus IV. Una putada, lo sé, pero es lo que hay.
— ¿Qué te cuentas, canijo? —saludó Bradock al reconocer la voz de Blanco Nieves.
— Aquí estoy, tirando. ¿Cómo te van las cosas?
— Ya ves, como siempre.
— Ya me he enterado de la que liaste en Lythos V. Dime una cosa ¿no te cansas de ser tan cazurro?
— Bah, tú habrías hecho lo mismo ¿que no? —Bradock sonrió abiertamente.
— Veo que no cambiarás nunca. En fin...
— Vamos al grano —Bradock cortó la conversación para centrase en el tema que les interesaba—. ¿Dónde nos reunimos para concretar los detalles del trabajo?
— Ven a la ciudad de Nadiuska y busca uno de mis garitos, el Nekos. Allí nos veremos para hablar de los pormenores. Ah, sí... —añadió Blanco antes de cortar la comunicación— Mucho cuidado con montar jaleo en mi local.
— Vaya, ese hombre le conoce bien... —señaló Roc sarcástico.
                   Minutos más tarde, Bradock era teleportado a tierra a escasos metros del local indicado por Blanco. El Nekos estaba situado en una calle amplia, por lo que su cartel de neón, donde podía leerse el nombre en color rojo junto a una exuberante mujer desnuda, destacaba notablemente.
                   Bradock atravesó la puerta de entrada, flanqueada por dos fornidos buldang de brazos cruzados, y se sumergió en la densa atmósfera del garito. Una ruidosa música, compuesta con flautines, timbales y un acordeón, retumbaba por las cuatro paredes del local. El techo estaba cubierto por una nube de humo que aglutinaba los más variopintos olores. Las mesas estaban todas ocupadas, así como la pequeña barra en donde dos guapas camareras ponían copas a la clientela mientras otras cinco más servían en las mesas. Estaba tan concurrido el local, que la mala fortuna quiso que Bradock se golpeara contra la silla de uno de los clientes, un enorme marciano de cuerpo verde y musculoso y cuatro brazos, que se levantó hecho una furia soltando gruñidos y bufidos.
— ¿Es que no tienes ojos, montón de mierda de ñak? —bramó agarrando a Bradock por los brazos y zarandeándole.
                   El asunto pintaba bastante mal para el mercenario, pero, de pronto, el marciano puso los ojos saltones, gruñó quedamente y se encorvó sobre si mismo. A su espalda una voz rompió la tensión.
— A ver, repetiré las tres reglas de este local: Drogas, no. Broncas, fuera. Y por último, pero no menos importante, respetar a las camareras. ¿Lo has entendido?
                   El marciano, llevándose dos de sus manos a los genitales, apretados y retorcidos en ese momento por otra pequeña pero robusta mano, respondió afirmativamente sacudiendo la cabeza.
— Bien. Entonces, siéntate en tu mesa y tómate otra copa. Invita la casa en esta ocasión.
                   El marciano obedeció a regañadientes y se sentó obediente en su mesa, siendo atendido en el acto por una de las camareras.
— Veo que controlas bien a tu clientela, canijo —dijo Bradock contento de haber eludido el enfrentamiento.
— Como supuse, no has tardado mucho en meterte en problemas. Ven conmigo.
                   Bradock siguió al dueño del Nekos, Blanco Nieves, un hombre de apenas metro cuarenta de altura, bigote a lo Charlot, cabello corto y moreno y unos noventa kilos de peso, hasta un pequeño almacén al que accedieron por detrás de la barra del bar.
                   Allí dentro les esperaban dos mujeres; una daxoriana y una rowanita. La primera lucía una corta cresta rojiza como peinado y su piel era muy morena. La segunda, un poco más baja que la daxoriana, lucía una melena morena corta y su piel era blanca como la leche. Ambas portaban en sus caderas pistolas de plasma y las dos tenían pinta de saber utilizarlas muy bien.
— Vaya, veo que sabes rodearte de buena compañía —apuntó Bradock al ver a las dos mujeres—. Señoritas, un placer...
— Son lesbianas —Le aclaró de antemano Blanco—. Tus “encantos” masculinos no surtirán efecto en ellas, así que olvídalo.
— Es una lástima... —dijo desilusionado el mercenario.
— Bien —Le indicó Blanco a continuación—. Estas son las cajas que necesito lleves hasta Omadown —Le mostró un grupo de seis cajas de madera apiladas formando una torre. Medían un metro de largo, por cuarenta centímetros de alto y de ancho.
— ¿Fusiles? —Bradock miró a Blanco de refilón al lanzarle la pregunta.
Mausser 654. Buena cadencia de tiro y óptimo alcance de fuego. Baterías Tomberi con carga para unos ciento cincuenta disparos. A los milicianos de la Fuerza Libertadora de Omadown les dará más poder de ataque y a mí me harán un poco más rico... Y a ti también, por supuesto —apuntó finalmente Blanco.
— ¿Por qué no los llevas tú mismo?
— Uno de mis últimos negocios no salió todo lo bien que esperaba —matizó el enano mesándose la barbilla—. No me conviene dejarme ver por allí en una buena temporada, por aquello de dejar que las aguas vuelvan a su cauce. Ya sabes...
— El trabajo te costará dos mil créditos —Señaló Bradock sin rodeos.
— ¿Dos mil? ¿Me has tomado por un cajero automático o qué? —Se quejó Blanco escupiendo en el suelo.
— Puedes buscarte a otro, si el precio te parece elevado...
— ¡Pues claro que el precio me parece elevado, joder! Te pagaré mil créditos como mucho... ¡Ni uno más!
— ¿Mil créditos, dices? ¿Desde cuándo te has vuelto tan tacaño, Blanco?
— Mil créditos —Blanco hizo caso omiso a la puyita de su amigo—. Los tomas o los dejas.
— ¿Mil doscientos? —Pujó Bradock para aumentar el precio— Ten en cuenta que tengo que pagarle su parte a mi compañero.
— ¿Tu compañero? ¡Tu compañero es un puto androide! ¿Para qué narices necesita ese robotucho la pasta, eh? —Blanco volvió a escupir en el suelo y, tras rascarse la cabeza y pensárselo unos segundos, aceptó el precio ofrecido por su amigo— Vale, acepto. Te pagaré esos mil doscientos.
— Me gusta hacer tratos contigo, pequeñajo —Bradock le extendió la mano abierta en señal de aprobación del contrato.
— ¡Nos ha jodido! —Blanco se la estrechó de mala gana— Por tu bien espero que el cargamento llegue en perfecto estado.
— ¿Acaso te he fallado alguna vez, canijo?
— ¿Eso es una pregunta o una afirmación? —espetó con sarcasmo Blanco Nieves.
Neska, aquí Bradock —El mercenario habló con la computadora a través de uno de sus guanteletes—. Recalibra el rayo teletransportador a un diámetro de metro y medio justo en la zona en la que me encuentro.
— De acuerdo, jefe.
— Bueno, os dejo ya —Se despidió de Blanco y sus dos compañeras con un saludo militar—. Sedme buenos y no me hagáis cochinadas, eh...
— ¡Te he dicho que son...! —Pero al ver cómo el mercenario se esfumaba en el aire convertido en miles de puntitos de colores, Blanco Nieves optó por no terminar la frase— Capullo...

CONTINUARÁ

Tanque Bradock. Capítulo 6

6 – Conociendo a la familia

                    Tras las oportunas presentaciones, June fue conducida por Bradock a uno de los camarotes dispuesto para ella. Ni que decir tiene que Roc insistió fervientemente en prestarle el suyo, a lo que su jefe se negó rotundamente.
— Aquí es —Le señaló Bradock cuando llegaron ante la puerta—. Siéntete como si estuvieras en tu... —Se detuvo antes de acabar la frase, al recordar parte del pasado de la mujer— Quiero decir, que puedes hacer lo que quieras e ir a donde te plazca en la nave. Si necesitas algo, pregúntale a Neska ¿de acuerdo?
— No te preocupes, grandullón —dijo June entrando en el camarote—. Soy mayorcita y puedo apañármelas sola.
                   Cuando la puerta se cerró tras ella, June echó una ojeada al habitáculo. Era circular y espacioso. Disponía de una cama flotante mecánica en el centro y dos puertas ovaladas que daban acceso a un cuarto de baño y a un armario ropero. Una gran pantalla de cuarzo hacía las veces de ventanal y televisión con multiservicios. En esos momentos mostraba el exterior donde, además de las estrellas, brillaban un par de soles, uno azul y el otro anaranjado, que iluminaban un pequeño planeta arenoso.
                   June se tumbó sobre la confortable cama flotante y se relajó un poco. En ese momento se dio cuenta de cuánto necesitaba ese descanso. Estiró todo lo que pudo sus brazos y piernas y la pereza invadió todo su cuerpo de manera harto agradable. Se dejó vencer por la modorra que la invadió casi al instante y, cerrando los ojos, cayó en un profundo y deseado sueño.
                   Despertó seis horas después, bajo los suaves acordes de un piano que sonaba a través de un hilo musical. Se sentó remolona sobre la cama y se desperezó estirando los brazos al tiempo que bostezaba de forma exagerada. Se encaminó al cuarto de baño y buscó la ducha. Abrió el agua caliente y comenzó desvestirse mientras esperaba que el líquido alcanzase la temperatura adecuada. Cuando ya se encontraba completamente desnuda, probó el agua con la mano y la retiró con rapidez, pues estaba helada.
— Neska ¿tenemos agua caliente en la nave? —preguntó contrariada.
                   Por toda respuesta obtuvo un silencio casi sepulcral, roto por el ruido del agua cayendo contra el suelo de la ducha. Pensó que la computadora podría no haberla oído por ese mismo motivo, así que la llamó alzando un poco más la voz.
— ¿Neska?
                   Nada. Decidió intentarlo una vez más.
— Neska ¿estás ahí?
                   Tampoco. Misma respuesta. Silencio total.
— Mira, guapa —June comenzó a impacientarse ante la actitud de la nave—; sé que estás ahí, y, si no es mucho pedir, me gustaría poder darme una buena ducha de agua caliente. Así pues ¿te importaría conectar el calentador del agua, cariño? —recalcó la palabra “cariño” con cierto desaire.
                   Un ligero cambio de presión en el chorro de agua, y la pronta aparición del vapor, le confirmaron a June que la computadora había accedido a  la petición. Tras comprobar una vez más que la temperatura fuera la ideal, June se metió bajo el chorro. Cuando se había enjabonado ya todo el cuerpo, el agua volvió a salir fría, provocándola un grito de sorpresa al recibir sobre su piel desnuda el agua helada.
— ¡Maldita puta! —bramó saliendo escopetada de la ducha— ¡Te desmontaré pieza por pieza, hija de perra!
                   Completamente desnuda, y con el cuerpo chorreándole agua y espuma de champú, se encaminó al puente de mando de la nave dispuesta a cumplir su amenaza. Avanzaba por el corredor que conducía al lugar con paso firme y decidido, pero con gran calma.
— ¿Qué diablos ocu...? —Roc, que había salido de su camarote al oír el alboroto montado por June, se quedó de piedra al verla desnuda.
— ¡Aparta, montón de lata! —La mujer le golpeó en la cintura para quitarle del camino, con tan mala fortuna para Roc que el golpe activó su pene metálico, haciéndolo salir al exterior.
—... Ups —El androide se avergonzó ante la situación, ocultando de nuevo el miembro viril en su compartimiento lo más rápido que pudo—. L-lo s-siento, ha s-sido un accidente... —Se disculpó con torpeza, aunque June no le prestaba atención, pues seguía su camino hacia el puente.
— ¡Basura tecnológica! —Seguía gritando— ¿Te crees que te puedes reír de mí y quedarte tan tranquila? ¡Lo llevas claro, querida!
                   Una vez llegó al puente de mando, buscó rabiosa con la mirada una cosa en concreto. Cuando por fin la encontró, una plancha de metal atornillada a una columna cilíndrica, la arrancó de cuajo con sus manos y sacó del hueco abierto un buen manojo de cables de varios colores y grosores.
— Muy bien, encanto —amenazó sujetando el cableado—. ¿Quieres que juguemos? Pues vale, juguemos. Vuelve a conectar el agua caliente o te desconecto para los restos. Tú eliges.
— ¿Qué diablos está pasando aquí? —La voz de Bradock resonó en el puente— ¿Puede alguien explicarme lo que ocurre?
— Pregúntale a tu puñetera computadora —replicó June—. Ha decidido jorobarme la ducha.
— Vale, bien —Bradock trató de apaciguar los ánimos—. Neska, discúlpate ahora mismo con June. Y tú —Se dirigió a la mujer—; suelta eso. Por si no lo has notado, estamos dentro de esta nave; y tú pretendes inutilizarla arrancando esos cables.
— La culpa la tiene tu computadora. Yo sólo quería ducharme...
— Y seguro que ella está arrepentida de haberte estropeado la ducha ¿verdad que sí, Neska?
— ¿Tengo que contestar? —respondió sin ganas la computadora.
— ¿Neska? Di que lo sientes, por favor —Tras unos largos segundos esperando la respuesta de Neska, que no llegó, Bradock decidió tomar cartas en el asunto—: Muy bien, lo haremos a mi modo: Neska; orden de standby hasta nuevo aviso.
— ¿No será capaz? —protestó la computadora.
— Tú me has obligado —contestó su jefe—. Y tú —Le ordenó a su vez a June—. Suelta esos cables, ya. Y ahora me voy a dormir. No quiero más jaleos por hoy ¿Os ha quedado claro? Pues bien. Adiós.
— Activando standby hasta nueva orden —anunció Neska.
— Espero que el agua caliente esté conectada —refunfuñó June encaminándose de nuevo hacia la ducha. Cuando pasó junto a Roc, se detuvo un instante a su lado para decirle—. Tú y yo nos veremos cuando termine de ducharme, encanto.
— Oh. V-vale. D-de a-acuerdo... —tartamudeó el androide.
                   El encuentro se produjo cuarenta y cinco minutos más tarde. Roc se hallaba en su camarote cuando la puerta se abrió y apareció June, tapada solo con una pequeña toalla.
— Bueno —dijo sin remangos la mujer—. Ya estás tardando en tumbarte en el catre, cariño.
— ¿En el c-catre? —preguntó el androide sorprendido— ¿P-para qué?
— ¿Cómo que para qué? Para jugar a las cartas, no te jode... —espetó June empujándole sobre la cama y colocándose sobre él— ¿Crees que no he visto lo que te guardas aquí dentro? —Le señaló en su entrepierna— Ya estás activándolo, muchachote, que hoy tengo ganas de marcha y la ducha me ha dejado mal cuerpo.
— Oh, v-vaya... Hoy debe de ser mi día de suerte.
— ¡No te hagas ilusiones, pequeñín! —Le advirtió June— Tú sólo eres el aperitivo. En cuanto acabe contigo, y será enseguida, me largo a por el grandullón. Vamos, muévete.
— ¡Vivan los aperitivos! —exclamó Roc jubiloso.

CONTINUARÁ

Tanque Bradock. Capítulo 5

5 – Ricitos

                    Cuatro saqueadores aparecieron por el final de la calle, enfundados en armaduras rojas y negras con la silueta de la cabeza de un león dibujada en el pecho. Portaban dos de ellos pistolas grandes de plasma y los dos restantes rifles del mismo tipo. Sus cabezas estaban cubiertas con cascos de visores opacos que ocultaban sus caras. De la parte trasera superior del casco salía un largo penacho de color rojo a modo de cola de caballo.
                   Eran, a todas luces, un pelotón de reconocimiento, y parecían estar buscando algo, o a alguien, a juzgar por el modo tan sistemático con el que escudriñaban por entre las ruinas de los edificios que revisaban. El que parecía ser el líder del escuadrón dio órdenes a los otros tres mientras se detenían ante la entrada de uno de los bloques semiderruidos.
— Harrison, Starr; vigilad los flancos. Lennon; adentro.
                   Los dos primeros ocuparon sus posiciones. El tercero, aunque quiso obedecer la orden recibida, no pudo llevarla a cabo. Un disparo lo alcanzó de lleno en la espalda y lo lanzó varios metros hacia delante, empotrándole contra una pared. Sus tres compañeros se pusieron a cubierto de inmediato tras los restos de un muro.
— No ha estado mal, no señor —admitió contento Roc al ver lo efectivo de su primer disparo, hecho desde la azotea en la que se  hallaba situado—. Uno de uno.
— Buen trabajo —Le felicitó Bradock por el intercomunicador-; pero no te emociones mucho. Yo me encargo de los otros tres.
— De acuerdo —asintió conforme Roc—. Todos suyos, jefe.
                   Bradock atravesó corriendo a toda velocidad los metros que le separaban del trío de saqueadores restantes. En el tramo final, tensó todos los músculos de sus piernas para propulsarse hacia arriba, en un salto que le ayudó a pasar por encima del muro derruido tras el que se ocultaban. Ya en el aire, abrió fuego con sus dos pistolas y eliminó a los tres, antes de que pudieran reaccionar o saber qué era lo que estaba pasando.
— Eso ha sido alucinante, jefe —apuntó asombrado Roc.
— Deja de alucinar y sigue vigilando. ¿Ves algo fuera de lo común desde tu posición?
— ¿Algo fuera de lo común, dice? Todo por aquí parece fuera de lo común.
— Roc…
— Vale, vale —El androide echó un rápido vistazo a la redonda a través de la mira telescópica de su rifle—. Al oeste veo a otro grupo de saqueadores.
— ¿Qué están haciendo, exactamente?
— Parece que están intentando entrar en el edificio que vigilan. Creo que alguien desde dentro les está manteniendo a raya.
Ricitos
— ¿Está usted seguro de que es ella, jefe?
— Puedes apostar tu paga a que es ella.
— Lo haría, si tuviera una paga que apostarme —Apuntilló Roc—. Hace años que no cobro.
— ¿Cuántos son?
— Vaya; pues la verdad es que no he contado los años, pero yo diría que unos…
— Los saqueadores, Roc. ¿Cuántos son?
— Ya me parecía a mí raro que usted se interesase por mi economía… —suspiró el androide—. Veo seis. Cuatro a pie; armados con ametralladoras. Los otros dos ocupan un vehículo con un cañón bláster acoplado en su parte trasera; uno conduce el vehículo y el segundo maneja el arma. Si yo estuviera dentro de ese edificio, buscaría lo antes posible la forma de salir de él; no creo que su estructura aguante muchos disparos más.
— No te preocupes —Le tranquilizó Bradock—. Nos encargaremos de ayudar a Ricitos a salir de allí enseguida.
                   El mercenario puso en práctica sus dotes para el combate urbano, adquiridas éstas durante largos años de entrenamiento, para desplazarse a lo largo de la calle sin ser visto por sus enemigos. Aprovechando los distintos elementos dispersados a lo largo del camino como cobertura, fue avanzando poco a poco por el terreno hasta alcanzar una posición más ventajosa desde la que atacar.
— Roc ¿puedes ocuparte del tipo del cañón? —preguntó a través del intercomunicador.
                   Un disparo certero a la cabeza del encargado del arma del vehículo fue la rápida respuesta del androide. Amparándose en la sorpresa de los compañeros del fallecido ante el súbito ataque, Bradock salió de su escondite y atacó con toda su potencia de fuego. Cuatro certeras ráfagas de sus pistolas ametralladoras se encargaron de los soldados que iban a pie. Después, disparó al interior del vehículo por el hueco de la ventanilla izquierda para eliminar limpiamente al conductor. El todoterreno, súbitamente impulsado por el pie del conductor muerto que pisó el acelerador, avanzó en línea recta durante un par de metros más, hasta empotrarse contra uno de los edificios cercanos y estallar en llamas segundos después.
— Buena jugada, jefe —Le felicitó Roc por el intercomunicador.
— Sigue vigilando. No creo que tarden mucho en mandar a otro escuadrón a ver qué ocurre.
— A la orden.
                   Bradock comprobó que sus enemigos estaban muertos antes de adentrarse en el edificio que éstos habían sitiado. El interior estaba en penumbras y sus ojos tardaron varios segundos en acostumbrarse a la escasa luz. Iba apuntando con sus armas allá a donde mirase, mientras escudriñaba con cautela cada recoveco del lugar.
— ¿Ricitos? —Probó fortuna esperando oír una respuesta, que no tardó mucho en llegar desde el fondo del pasillo.
— ¿Zachary? ¿Zachary Bradock? —respondió desde el lugar envuelto en penumbras una fuerte voz de mujer— ¿Eres tú?
— El mismo que viste y calza, pequeña —contestó él contento de haberla encontrado—. ¿Qué te parece si dejamos esta bola de barro de mala muerte y nos tomamos algunas copas en algún antro, eh? ¿Qué me dices?
— Que acepto encantada, cariño —contestó la mujer saliendo de su escondite.
— ¿Hubo suerte, jefe? —La voz metálica de Roc le llegó a Bradock por el interfono.
— Por supuesto, hojalata. Nos vamos de aquí. Dile a Neska que prepare transporte para tres.
— ¿Neska? ¿Es que tienes un nuevo amorcito en tu vida? —inquirió la mujer con una media sonrisa dibujada en su cara.
— Tonterías —Bradock le devolvió la sonrisa—. Sabes de sobra que mi corazón ha sido, es y será, siempre tuyo, querida.
— Tonto adulador. Veo que no has cambiado nada —Ella le abrazó con cariño y le besó en la mejilla.
— Vaya ¿solo me he ganado eso, un besito en la mejilla?
— Guardo lo mejor para un sitio más adecuado y adecentado que esta escombrera, encanto. Soy una dama, no una cualquiera —Ella le pellizcó tiernamente en la mejilla.
— Jamás lo he dudado, querida —apuntó Bradock sonriente—. Jamás lo he dudado.
— ¿Jefe? —La voz de Roc les interrumpió de nuevo.
— Dime.
— Convendría que fueran saliendo de ahí. No creo que tarden mucho en enviar a una nueva patrulla a ese lugar.
— No te preocupes, hojalata, ya salimos.
— ¿Tienes otro amiguito? —inquirió risueña Ricitos.
— ¿Roc? Oh, sí. Y estoy seguro de que te encantará. Vamos, te lo presentaré después.
                   Roc llevaba varios minutos ya con la mandíbula abierta de par en par; de hecho, si pudiera babear lo estaría haciendo en ese momento. Delante de él tenía a la mujer más arrebatadora que había visto nunca, todo ello medido bajo sus propios cánones de belleza femenina.
                   Una mujer de cuerpo grande, robusto y musculoso, pero a la vez esbelto, larga cabellera ondulada y espesa, de variados tonos fucsia, piel color canela y ojos azules como zafiros, besaba apasionadamente a su jefe ante su anonadada presencia. Vestía la mujer como única armadura grupos de pequeñas láminas de metal a modo de escamas que cubrían algunas zonas de su cuerpo; como eran los hombros, codos, rodillas y cintura. También llevaba un más que sugerente sujetador de metal, que mostraba parte de sus encantos, y portaba en sus caderas dos pequeños blásteres enfundados en sendas cartucheras de lana negra. Roc no resistió más  y se arrojó de rodillas ante la desconocida.
— ¡Hágame suyo, señorita! —suplicó— ¡Por favor, tómeme y haga de mí lo que desee!
— ¿Este es Roc? —preguntó divertida la mujer a Zachary sin dejar de abrazarle.
— El mismo —respondió Bradock—. Ya te dije que te encantaría.
— Levántate, cariño —Le pidió amablemente al androide—. No me gusta ver a un tío de rodillas. Además, ni siquiera nos han presentado...
— Me llamo Roc —terció el androide haciendo una leve reverencia—. Mucho gusto en conocerla, señorita...
— Babelle, June Babelle —Le aclaró la mujer al percatarse de su duda—. Puedes llamarme  June, cariño —Y le tendió la mano en un gesto gentil que el robot recogió con sumo agrado.
— Y usted puede llamarme como guste, señorita June. ¿Puedo tocarlos...? —Roc señaló titubeante la poderosa delantera de la mujer.
— ¡Roc, córtate ya! —espetó Bradock enfadado ante el descaro del androide.
— ¿Te importa? —Le interrumpió a su vez June— El chico está piropeándome. No nos molestes ¿de acuerdo? Adelante, muchachote —Le indicó seguidamente a Roc inclinándose  hacia él—; son todo tuyos.
                   Al androide le empezaron a temblar todos los miembros ante la orden de June. Completamente exaltado, acercó sus temblorosas manos a los poderosos y turgentes pechos con intención de palparlos.
—...Sin embargo —Añadió June antes de que él lograse su propósito—; si haces eso, cogeré y arrancaré tus bracitos metálicos, te los meteré por el culo y te los sacaré por la boca. Después, si aún te quedan ganas de marcha, jugaré contigo a los bolos... Y tu cabeza sería la bola. ¿Te ha quedado bien claro, cariño? —sentenció la mujer con una sonrisa entre divertida y maliciosa dibujada en su boca.
— ¡Toma! ¡Hachazo! —exclamó en ese momento una triunfante Neska.
— No me digas más —dijo June al oír a la computadora—; esta es Neska ¿verdad?
— La misma —contestó Bradock.
— Qué encanto eres, le has puesto parte de mi nombre a la computadora.
— ¿Parte de su nombre? No entiendo —Neska se mostró confusa ante ese dato.
— Sí, cariño —Le explicó June—: Mi verdadero nombre es Juneska, pero me quité el “ska”, que significa “hija de”, por desavenencias con mi padre. Líos de familia.
— ¡Toma! ¡La vida es maravillosa! —Sentenció Roc con un corte de mangas.
— ¿Cómo dices?
— Oh, nada, señorita June. Cosas de familia.

CONTINUARÁ