12 – Una
sospecha
“¡Doble ca, uve doble!; la emisora que recorre el
espacio... y el tiempo.
Andrea Vamp, la
vampiresa más sexy de las ondas, te escucha.
Cuéntanos tus secretos
más íntimos y tus miedos más profundos.
Hola, amigos. Una noche
más junto a vosotros, para escuchar vuestras inquietudes. ¿A quién tenemos esta
noche al teléfono con nosotros?
¿Hola?
Bien, es una voz de
varón. Hola, encanto ¿quién eres?
¿Hola?
Hola, hola. Cuéntanos, amigo.
¿Señorita Vamp? ¿Me
escucha?
Sí, querido, te escucho.
Dime.
¿Hola? ¿Se me oye?
¡Que sí, carajo! ¿Qué
quieres?
¿Es a mí?
(Os tengo dicho que no me paséis estas llamadas...) Sí, cariño, es a ti. Cuéntanos tus problemas. Te escuchamos.
¿Oiga? ¿Señorita Vamp?
¡Señorita ostias, joder!
¿Quieres contarnos de una puñetera vez qué cojones te pasa, gilipollas?
¿Está hablando conmigo?
¡No, con tu padre, no te
jode! A ver, bonito, céntrate... ¿Cómo te llamas?
Y-Yo m-me llamo...
Aburrido del programa
que emitían esa noche por su emisora favorita, Roc apagó la radio y abandonó su
camarote para pasear un poco por la nave. Al pasar frente a la puerta del
camarote de Bradock, pudo oír las notas de un tema de Radiohead, un antiguo grupo musical de la Tierra.
— ¿Creep? —Al reconocer aquella vieja canción, que su jefe solía escuchar
cuando se deprimía, Roc supo enseguida el estado anímico del mercenario, pues
ni este ni June habían dicho nada desde su llegada del planeta Omadown.
Como
fuera, el androide decidió acercarse hasta el puente de la nave para molestar
un rato a Neska. Cuando llegó al lugar, éste se encontraba envuelto en el silencio,
roto de cuando en cuando por algún leve beep y pequeños
repiqueteos metálicos. La pared semicircular y la columna cilíndrica central de
la estancia eran salpicadas por los reflejos de colores emitidos por las luces del
tablero de la consola principal.
— ¿Neska? —Llamó Roc— ¿Estás
activada?
— ¿Qué te ocurre ahora, hojalata?
¿Por qué no estás durmiendo?
— Soy un androide. No necesito
dormir.
— ¿Y follar sí? Eres lo más raro
que he visto nunca.
— Habló la computadora enamorada
de un humano...
— Touché. ¿Qué querías?
— Hablar de June.
— ¿Necesitas que haga de alcahueta
para ti? —preguntó con sorna Neska.
— Cierra la boca. No va de eso
—espetó Roc—. Se trata de su reaparición. ¿No te parece muy... repentina?
— Explícate.
— A ver: Una mujer, de la que no
sabemos nada, logra ponerse en contacto con el jefe para que vaya a buscarla a un
planeta lejano, porque unos tíos la están persiguiendo y atacando. Poco después
de rescatarla, aparece una nave de esos mismos sujetos y nos ataca. ¿No te
parece, cuando menos, algo raro?
— ¿Tanto como un androide que no
necesita dormir pero sí follar?
— Ja, ja, ja... Qué chistosa —Roc
se sintió molesto por la falta de interés de la computadora.
— ¿Crees que la han usado como
cebo para encontrar y cazar al jefe?
— ¿Tú no lo crees igual?
— Si eso fuera cierto —apuntó
Neska—, significaría una cosa; que quien orquestó el rescate de June conocía su
relación con nuestro jefe.
— Lo cual nos deja como si no
supiéramos nada —matizó Roc—. Recuerda que nosotros no supimos de la existencia
de la señorita June hasta que recibimos su SOS.
¿Cuántas personas más crees que tenían conocimiento de la relación que hubo
entre ella y nuestro jefe?
— ¿Su familia?
— Podría ser —asintió Roc—. Pero
eso nos deja igual; ni sabemos de donde son, ni si siguen vivos o no.
— ¿Y qué piensas hacer entonces?
— ¿Yo? Nada —puntualizó Roc—. Lo
harás tú. La vigilarás.
— ¿¡Qué!? ¿Quieres que vigile a
June? ¿Con qué fin?
— En algún momento, y de algún
modo, tendrá que ponerse en contacto con el que orquestó este feliz reencuentro
—Se explicó Roc—. Como tú tienes monitorizada toda la nave, te será más fácil
que a mí el vigilar cada uno de sus pasos.
— Creo que ese medio cerebro
humano que tienes metido en esa cabeza de metal te está volviendo paranoico —Le
espetó Neska—. ¿Por casualidad te has planteado lo que pasará si el jefe se da
cuenta de que estamos vigilando a su mujer?
— Francamente querida —apuntó
Roc—; me importa un bledo. Además, me cuesta creer que el jefe pueda pillarte
espiando a alguien. En ese campo eres toda una experta ¿o me equivoco?
— Está bien —Convino Neska a
regañadientes—: Supongamos que la vigilo y la descubro poniéndose en contacto
con ese desconocido. ¿Y entonces, qué?
— Pues entonces se lo decimos al
jefe y él sabrá lo que hacer.
— Ya... —Neska no estaba muy
convencida con el plan de Roc— ¿Y si no ocurre nada?
— ¿Nada de qué? —La voz de June
les cogió a los dos por sorpresa. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí y, más importante
aún, cuánto había escuchado de la conversación? Roc actuó deprisa y contestó a
la pregunta.
— Lluvia de estrellas, señorita.
Le pedía a Neska que vigilara este cuadrante de la galaxia por si ocurría
alguna, para que me la grabase. ¿Qué hace levantada tan tarde? La imaginaba con
el jefe.
— No —June se acercó a Roc—. Tras
nuestra aventura de hoy, él anda un poco alicaído. Y, para serte sincera, yo
también lo estoy, así que te necesito.
— ¿Para qué? —preguntó Roc
extrañado.
— ¿Tú para qué crees? —Ella le
agarró una de sus manos metálicas y le invitó a seguirla.
— Oh, vaya... —Roc cayó en la
cuenta de las intenciones de June— ¿No prefiere mejor al jefe?
— Como ya te dije, anda alicaído
—Le explicó ella—; y no me gusta meter en mi cama a tíos deprimidos. No se
concentran en lo que importa.
— Oh, vaya... Supongo que no.
— Así que espero que te emplees a
fondo esta noche, pequeño. Necesito sacarme del cuerpo el mal rollo de este
día.
— Se hará lo que se pueda,
señorita —dijo Roc dejándose llevar.
— Lluvia de estrellas,
chatarra —espetó con sarcasmo Neska mientras el androide y June se alejaban del
puente—. Lluvia de estrellas.
CONTINUARÁ