1 – Defcon 2
Millares
de puntitos de colores surgieron de la nada concentrándose en un punto en el
aire, para dar forma a un cuerpo humano más tarde. Zachary Bradock se alegró de
estar por fin sobre el puente de mando de la Laika, su nave personal. Una vez completamente materializado fue
recibido por Roc, su compañero de metal.
— Dígame una cosa, jefe ¿en algún momento de la misión se
planteó la posibilidad de no destruir la prisión?
— ¿Por qué? —Bradock arrojó en el suelo la ametralladora
gartlin. Luego se colocó sobre un pedestal circular y se deshizo de la servo-armadura
que llevaba equipada, cuyos cierres herméticos soltaron pequeños chorros de
vapor por varios sitios al soltarse y separarse.
— Oh, por nada en particular —apuntó el androide con su
voz aguda y metálica—; ¿tal vez porque formaba parte de las órdenes que nos
dieron, pedazo de cafre?
— Bah, chorradas —Se excusó toscamente Bradock—. Con decir
que fue uno de los hijoputas de la prisión, asunto arreglado ¿no te parece?
— ¿Está usted loco, jefe? —preguntó Roc haciendo girar su
dedo índice derecho a la altura de la sien— Se suponía que tenía que desbaratar
el motín de la cárcel... ¡evitando bajas innecesarias!
— Ya, bueno... —Bradock se sentó en el sillón de mando,
dejándose caer a plomo sobre su forro de cuero negro— Qué le vamos a hacer. Son
cosas que pasan. Neska, pon rumbo a Defcon 2.
— De acuerdo, jefe —contestó una voz metálica femenina.
— ¿Le importa apagar ese apestoso puro? —Pidió Roc
agitando una mano para disipar el humo— No sé cómo pueden gustarle tanto.
Apestan.
— Porque me encanta meterme en la boca cosas largas y
duras —Ante la atónita mirada de perplejidad del androide al oír esa respuesta,
Bradock le lanzó una bocanada de humo al rostro metálico y añadió—. ¡Joder,
sólo por ver la cara que has puesto ha merecido la pena hacer la broma! —Y
soltó una risotada que resonó en el puente.
— Llegada a Defcon 2 en veinte minutos —anunció la voz
femenina de Neska.
— Puta madre —Bradock reclinó el respaldo de su asiento
hacia atrás y se tumbó para relajarse—. Podremos descansar mientras tanto.
Ponnos algo de música, Neska ¿quieres?
— ¿Podría ser alguna pieza de Mozart, Vivaldi, Schubert, o
tal vez algo de Strauss, por favor? —Solicitó Roc con poca confianza.
— ¿Algo de Rammstein, jefe? —sugirió Neska a su vez.
— Sí; me gusta cómo piensas, nena... —Bradock sonrió
abiertamente mientras alzaba el pulgar en señal de aprobación— ¡Dale caña, preciosa!
—Si, claro —Se quejó Roc—; ignora al androide y haz caso a
la zorra de la computadora. Típico.
Por
desgracia para el robot, su queja se perdió entre los primeros acordes del tema
“Sehnsucht”. Sabedor de que aquel
estruendo iba a durar el resto del trayecto, el androide se despidió y se
encaminó a su camarote, mascullando en voz baja improperios dirigidos contra la
computadora.
Veinte
minutos de atronadora música heavy más tarde, la Laika llegó a Defcon 2, un pequeño planeta del tamaño de la Luna.
Por el trayecto recibieron la llamada de un alterado funcionario de prisiones,
que amenazó con demandar a Bradock por la masacre cometida en la prisión de
Lythos V. El aludido se limitó a rascarse la entreìerna y a cortar la
comunicación alegando problemas de recepción.
Poco
antes de entrar en el puerto de atraque principal de Defcon 2, la Laika recibió la llamada de rigor por
parte de las autoridades, representadas en la persona de Otto Straussen, un cincuentón
de mostacho y cabello canosos y con un carácter agrio y seco.
— Nave Laika;
aquí puerto de atraque principal de Defcon 2 —informó con una voz grave y
cortante que no dejaba lugar para las bromas—; ¿tienen algo que declarar antes
de atracar? ¿Alguna carga en especial o algún objeto en particular?
— Nada raro, vejestorio —respondió Bradock.
— ¿Cuál es el motivo de su llegada a Defcon 2?
— Puro placer, carroza. Me han contado que hay muy buenas
putas en este planetucho de mala muerte y quería saber si era cierto o no.
— ¿Sufren o han sufrido algún tipo de enfermedad que
debamos conocer?
— Sí, una —informó Bradock con una sonrisa dibujada en su
cara—; de pequeño un mosquito me picó en la punta de la polla y desde entonces
la tengo enorme. Puedo mostrarles una foto para demostrarlo... ¿Algo más que deseen
saber?
— Escúcheme bien, pedazo de anormal —Otto aclaró su
garganta con un leve carraspeo antes de seguir hablando—. Me importa una puta
mierda si su polla es enorme o si la tiene del tamaño de una chincheta; si le
hago una pregunta, quiero que la responda correctamente y sin pitorreo alguno,
porque si se niega a hacerlo, mandaré a mis oficiales artilleros que abran
fuego contra su estúpida nave y le enviaré con ella a tomar por culo... ¿Me he
expresado con claridad, capullo?
— ¡Alto y claro, mi sargento! —Bradock saludó con sorna al
estilo militar— ¡Ninguna carga y/o enfermedad que declarar, señor!
— ¿Cuál es el motivo de su llegada a Defcon 2?
— De visita, señor —apuntó Bradock mirando al frente
fingiendo aún el saludo militar—. Vengo a ver a mi hermano pequeño, Nathaniel
Bradock.
— ¿Qué ocurre? —preguntó Roc al entrar en el puente y oír
la conversación— ¿Por qué no hemos atracado aún? —Al ver en pantalla la cara
malhumorada del oficial Straussen, el androide se temió lo peor— Oh, no, no me
diga que ya ha vuelto a hacer una de sus “bromitas”. ¿Qué ha hecho esta vez?
— Nada, cuatrolatas —Bradopck le quitó importancia al
asunto— Aquí, mi colega y yo, estamos ultimando algunos detallitos sin
importancia; ¿verdad que sí, jefe?
— No soy su jefe —espetó serio Otto—. Según me informan en
este momento, su hermano resulta ser el consejero del gobernador de Defcon 2;
¿puede mostrarnos alguna identificación que acredite su declaración?
— Pues, ya que lo preguntas, tengo un lunar en la punta de
la p...
— ¡Le aseguro que es cierto, oficial! —Roc interrumpió rápidamente
a su compañero antes de que éste acabara la frase, para evitarles mayores
complicaciones—. Conectaré mi base de datos al de la nave para que ustedes la
escaneen y puedan encontrar ahí la información que buscan.
— De acuerdo —asintió complacido el oficial—. Veo que por
lo menos hay alguien con el suficiente sentido común en esa nave. Proceda, por
favor.
— De acuerdo.
El
androide extrajo de su cintura un cable de fibra óptica que conectó a un panel
del cuadro de mandos de la nave. Segundos después, recibieron la aprobación
desde el puerto de atraque para poder acoplar la nave y así desembarcar. Para
su sorpresa, un autodeslizador les estaba esperando para recogerles y
acercarles hasta el módulo-vivienda donde se alojaba el hermano de Bradock.
Cuando llegaron allí, fueron recibidos por un robot mayordomo que les condujo
hasta una pequeña salita. Por el camino se entretuvieron admirando la excelente
decoración del lugar, consistente en caras moquetas y alfombras en los suelos,
cuadros de artistas de renombre en las paredes y jarrones antiquísimos en
distintos lugares.
Bradock,
que iba fumando uno de sus enormes puros, dejaba caer restos de ceniza sobre
las moquetas y alfombras de cuando en cuando. Odiaba aquella ostentación de
riqueza y ésa era su particular forma de protestar. Roc, por su parte, se
aplicaba en la medida de lo posible en limpiar dichos restos antes de que el
robot mayordomo se percatase de ellos.
Al
llegar ante una puerta doble el robot mayordomo les mandó esperar afuera
mientras él entraba en la habitación que ésta cerraba. Segundos más tarde, la
puerta volvió a abrirse y del interior salió un hombre algo más joven que
Bradock, de cuerpo delgado y piel blanca, pelo corto castaño peinado a la raya,
mandíbula ligeramente redonda y una nariz fina. Sus ojos color almendra
denotaban astucia e inteligencia a partes iguales.
— Vaya, vaya... El hijo pródigo ha vuelto —Saludó con
sorna—. ¿Puedo saber qué asuntos te traen por aquí, hermano? —Recalcó la
palabra hermano con cierto deje de desagrado mal disimulado.
— Yo también te quiero, Nate —Bradock usó el apodo
familiar de su hermano, sabedor de que esto le molestaba en sumo grado—. ¿Qué
tal Rebeca y los niños?
— Sabes de sobra que hace dos años que no veo a ninguno de
ellos, cabrón —Nathaniel escupió la última palabra cargada de veneno—. ¿Dejarás
algún día de restregármelo por la nariz?
— Tranqui, tranqui... No busco bronca, tío —Bradock alzó
las manos en señal de paz—. Venía a visitarte; ¿es que no puede uno pasar a ver
a su hermano pequeño?
— ¿De visita, tú? No me hagas reír, por favor. Tú no haces
visitas, esquilmas a la gente. A ver; ¿cuánto necesitas esta vez?
— Vaya, me asombra ver lo bien que me conoces, hermanito
—Bradock sonrió de oreja a oreja con sorna—. Nah, me vale con un par de cientos
de créditos.
Nathaniel
lanzó un hondo suspiro de resignación y volvió a meterse en la habitación de la
que había salido. Segundos más tarde, regresó con un pequeño papel en sus manos
que le entregó a su hermano, no sin antes lanzarle una advertencia.
— Ni se te ocurra volver a pedirme nada más en un par de
meses, ¿te queda claro, hermano?
— Como el agua cristalina, Nate —Bradock cogió el cheque y
se lo guardó en el bolsillo de su pantalón— Vamos, Roc. Te invito a putas.
— ¿¡Putas!? —Nathaniel entró en cólera—. ¿¡Me pides el
dinero para irte de putas!?
— Tranquilo —Se despidió su hermano mientras se
encaminaban a la salida—; echaré un casquete en tu honor.
— ¡Eres un hijo de puta!
Bradock
no oyó, o no quiso oír, la última frase de su hermano y abandonó el lugar
canturreando una canción. Roc, por su parte, no entendía muy bien qué es lo que
había pasado en ese lugar escasos momentos antes.
— Perdone, jefe —Quiso saber—; pero no logro entender cómo
es que su hermano ha accedido tan fácilmente a darle esa cantidad de créditos.
— Asuntos de familia, Roc —respondió Bradock—. Simples
asuntos de familia.
— ¿Asuntos de familia? No le entiendo bien, jefe.
— Digamos que conozco un par de pequeños “secretillos” que
al consejero no le gustaría sacar a la luz.
— ¿Secretillos? ¿Cómo cuáles?
— Si alguna vez ves una foto de sus hijos, y te fijas bien
en ellos, lo entenderás. Estoy seguro.
— ¿Me está diciendo que usted se ha...?
— ¡No seas gilipollas, Roc! Estamos hablando de la mujer
de mi hermano pequeño, por favor ¿cómo iba a tirármela yo?
— Ufs, menos mal... —Suspiró aliviado el androide al salir
de su error— Pensé que había sido usted.
— Pues no —apuntó Bradock—. Pero sí que sé quién lo
hizo.
CONTINUARÁ