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Tanque Bradock. Capítulo 18

18 – Otro dato revelado

— Neska ¿te ha enviado Yugo los detalles finales del encargo? —preguntó Bradock a la computadora al materializarse en la nave.
— Me están llegando ahora mismo, jefe —contestó ésta.
— Mucho ha durado la reunión con el basky ¿no? —señaló Roc.
— El renacuajo y yo hemos estado rememorando días pasados, chatarra —dijo Bradock—. Neska, pon rumbo al planeta Tarsos y encuentra allí el lugar indicado por Yugo.
— A la orden —respondió la computadora—. Trazando ruta de vuelo más corta y segura. Motores a plena potencia. Tiempo estimado de llegada en dos horas y cuarenta minutos.
— Perfecto —convino Bradock—. Me dará tiempo para trastear un poco más con las servo-armaduras. Avísame cuando estemos cerca del punto de destino ¿de acuerdo?
—Está bien, jefe.
                   Bradock abandonó el puente de mando de la nave y se encaminó al lugar donde tenía las servo-armaduras para reparar. June siguió al mercenario.
— Hablemos —Le pidió mientras caminaba a su lado por uno de los pasillos de la nave.
— ¿De qué? —dijo él sin mirarla.
— De lo que nos ha contado ese basky.
— ¿Sobre lo de declararse a la gorda? —Bradock desvió a posta la conversación.
— No bromees, por favor —Ella se sintió molesta por ello—. Me refiero al hecho de que sospeche que yo sea un clon.
— ¿Y?
— ¿Crees que es cierto?
— ¿Lo crees tú acaso? —preguntó él al tiempo.
— No lo sé… —dijo ella sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda— Pero ¿y si fuera cierto?
— Tiempo al tiempo —La tranquilizó él—. Primero esperaremos a que mi hermano se decida a salir a la luz.
— ¿Y después qué? —Quiso saber ella.
— Después le arrancamos todas las respuestas a ostias. Venga, ayúdame con las servo-armaduras. De ese modo te distraerás un poco y no pensarás en tonterías.
                   Mientras ellos dos debatían sobre las acciones a realizar en el futuro próximo, Roc mantenía con Neska su propia conversación particular. Por supuesto, el tema central de la misma seguía siendo June.
— Quizás deberíamos contactar con Yugo y pedirle que nos diga qué le ha contado al jefe —Meditó en alto el androide.
— ¿Y qué te hace pensar que te lo dirá? —Le dijo Neska.
— ¿Me crees incapaz de sacarle esa información?
— Te creo incapaz de muchas cosas…
— Qué graciosa. ¿Se te ocurre algo mejor, listilla?
— La verdad es que sí —contestó Neska—. Algo tan sencillo como decírselo al jefe ¿qué te parece?
— Tienes razón —convino Roc con desgana tras pensarlo unos segundos—. Creo que debemos hablar abiertamente con él sobre nuestros temores acerca de la señorita June.
— Tus temores… —Le corrigió Neska.
— Sí, vale. Lo que tú digas. Un momento… —Roc cayó de pronto en la cuenta de algo— ¿Puedes escanear a June?
— ¿Por qué habría de hacerlo?
— ¿Porque te lo pido yo?
— Te pregunto qué porqué quieres que lo haga —Matizó Neska—. ¿Qué buscas exactamente?
— Piensa un poco —Le explicó Roc—; si de verdad es un cebo, tal y como pienso, el que la esté usando como tal ha de tener una forma de controlar sus movimientos ¿no te parece?
— Reconozco que no está mal pensado. Sigue.
— Bueno; pues, qué mejor forma de controlarla que con algún rastreador. Por eso tienes que escanearla.
— Vale —Aceptó la computadora—. Pero que conste que ha sido una orden tuya, chatarra. Localizando y escaneando a la persona identificada como June. Tiempo estimado para completar el escaneo, veinte segundos.
— ¿Y…? —A Roc le mataba la impaciencia.
— Sé que voy a lamentar lo que voy a decir ahora; pero tenías razón, hojalata —contestó Neska—. June lleva un dispositivo de rastreo colocado bajo su piel. En la zona de la nuca, para ser exactos.
— ¡Lo sabía! —exclamó triunfante el androide.
— Hay algo más, Roc —informó Neska.
— ¿Algo más? ¿De qué se trata? —preguntó extrañado él.
— El dispositivo colocado en el cuerpo de June contiene dos nano-mecanismos —Le informó la computadora—. Ignoro lo que hace uno de ellos, pero el otro está diseñado para liberar una potente descarga eléctrica.
— ¿Descarga eléctrica? —Roc se quedó estupefacto— ¿Cómo de potente?
— Tal y como está colocado, lo bastante potente como para matarla —Sentenció Neska.
— Oh, vaya… Mal asunto. Muy malo.
                   En el puente de mando de la nave se formó de repente un silencio sepulcral, casi mortuorio. June no sólo estaba siendo utilizada como cebo, sino que, además, estaba siendo controlada desde lejos. Estaba bien claro que, fuera quien fuera el culpable, tenía en ella una carta muy importante para jugar. Y pensaba utilizarla.
***
— ¿Descarga eléctrica? ¿Cómo de potente?
— Tal y como está colocado, lo bastante potente como para matarla.
— Oh, vaya… Mal asunto. Muy malo.
                   Endola Preys sonrió para sus adentros y desconectó la emisora a través de la cual recibía la conversación de la nave de Bradock. La partida de ajedrez estaba ya en su recta final y sus piezas estarían pronto colocadas en la posición adecuada. Solo necesitaba realizar una jugada final. El jaque mate no tardaría en llegar. Con una sonrisa de triunfo dibujada en su boca, dio una orden.
— Computadora; activar orden “Caballo de Troya”.

CONTINUARÁ

Tanque Bradock. Capítulo 17

17 – Endola Preys
                    
                           Tanto Bradock como June seguían aún en estado de shock por culpa de la sorpresa recibida al escuchar las últimas explicaciones de Yugo. Según el basky, Endola Preys, hermano gemelo de Bradock, andaba metido hasta el cuello en todo el asunto del presunto rescate de June por parte del mercenario, días atrás.                     
                           Para complicar más las cosas, según el basky, June no era quien aparentaba ser. Con el fin de corroborar su teoría, Yugo le hizo muchas preguntas a la mujer, que respondió a las que pudo sin dudar, pero dejando el resto sin una respuesta convincente.
— Y entonces ¿quién o qué soy yo? —preguntó al fin ella— ¿Un clon?
— Podría ser, señorita —respondió Yugo pensativo—. Pero tendría que tener recuerdos de días previos a su reencuentro con Bradock, y no es así. Dispone de recuerdos suficientes para sostener su fachada, lo cual no es poco, pero no bastan para poder afirmar con rotundidad que usted sea la verdadera June.
— ¿Y tú cómo te has enterado de todo este asunto? —preguntó Bradock.
— Tengo mis fuentes —respondió Yugo—. Además, me preocupo y cuido de mis “empleados”.
— Vaya, así que soy tu empleado…
— Por supuesto —afirmó el basky ligeramente molesto por el comentario—. Excesivamente destructivo en ocasiones, pero un empleado muy efectivo.
                   La respuesta no satisfizo del todo al mercenario, pues se quedó mirándole sin añadir nada más.
— Al parecer —Cedió finalmente Yugo—, tu hermano ha estado haciendo algunas averiguaciones en ciertos sitios. Uno de mis informantes se enteró de eso y se puso en contacto conmigo para hacérmelo saber.
— ¿Qué tipo de averiguaciones? —Quiso saber Bradock.
— Según me han contado —añadió Yugo—, se ha reunido en secreto con un par de expertos en clonaciones. También me dijeron que había estado buscando a June en un par de lugares. Sumé dos y dos y me imaginé lo que pretendía.
— ¿Crees que encontró a June y logró clonarla? —El semblante de Bradock se tornó sombrío.
— Al parecer eso parece —afirmó Yugo observando detenidamente a la June que acompañaba al mercenario—. Sin embargo, y como ya dije antes, para ser un clon, presenta fallos de memoria inexplicables.
— ¿Le importaría dejar de mirarme como si fuera un objeto? —Pidió June molesta por la forma en la que el basky la escrutaba de arriba a abajo.
— Lo siento, señorita —Se disculpó inmediatamente Yugo—. No era mi intención ofenderla.
— No sé qué decirte, canijo —Terció Bradock mirando a la mujer—. A mí me parece la verdadera June, en todos los sentidos.
— La finalidad de un clon es esa, suplantar a la persona a la que ha clonado, so memo —apuntó Yugo con cierta irritación en su tono de voz.
— Lo que no entiendo es por qué no intentó acabar conmigo cuando la rescaté en Kalydos —señaló Bradock—. Tuvo una ocasión excelente para ello.
— Quizás esperaba que otros hicieran el trabajo sucio por él —Teorizó Yugo—. O quizás tenga preparado para ti algo especial, quién sabe.
— ¿Y entonces qué? —Ahora era Bradock el que parecía irritado— ¿Espero sentado en mi nave hasta que mi hermano decida actuar?
— Supongo que hará su próximo movimiento cuando menos te lo esperes —dijo Yugo—. Lo que me sigue preocupando es que el clon –y discúlpeme por llamarla así, señorita— tenga ese fallo tan notorio en su memoria. No es lógico.
— ¿Por qué no? Algo saldría mal al crearle…
— ¿Estando tu hermano implicado en el proceso? —espetó el basky—. Déjame que lo dude.
— ¿Es que acaso es un genio de la ciencia? —preguntó June.
— Mi hermano es un genio en el más amplio sentido de la palabra —contestó Bradock—. Posee un intelecto superior y destaca en varias ramas de la ciencia y la tecnología. Como bien dice nuestra madre; al nacer él se quedó con el cerebro y yo con el músculo… y con el encanto —El mercenario le dedicó una sonrisa socarrona a su compañera.
— ¿Y por qué te odia tanto como para querer matarte?
— Cosas de hermanos. Por cierto, canijo ¿qué trabajo tenías que darme?
— Oh, cierto. Con tanta conversación se me había olvidado ese asunto —rió quedamente el basky—. Necesito que vayas a recogerme un paquete especial a Tarsos.
— ¿Clase de paquete y tarifa?
— Tarifa, la de siempre. En cuanto al paquete, nada que sea de tu incumbencia.
— ¿No intentarás convertirme en una niñera temporal, verdad?
— ¿A qué viene esa tontería? —Se quejó Yugo extrañado.
— Bueno —explicó Bradock con una sonrisa burlona—; es que dos amigos me contaron que hace poco les enjaretaste una misioncilla sorpresa como niñeras de una muchacha un poco rebelde.
— Supongo que esos amigos tuyos no te contaron lo que me costó arreglar uno de sus estropicios en una nave ¿a que no? —Se defendió Yugo.
— Lo cierto es que sí me lo contaron —Rió Bradock—. Nos echamos unas buenas risas en el bar a costa de ese tema.
— El paquete es pequeño. De este tamaño, más o menos —Le aclaró el basky poniendo sus manos abiertas una frente a la otra para indicarle el tamaño de la caja—. Tiene una cerradura electrónica cuya clave sólo yo conozco. ¿Contento?
— ¿Una cajita tan pequeña con cerradura electrónica? —Bradock miró a Yugo con sospecha— ¿Qué hay dentro, alguna joya?
— Te he dicho que no es de tu incumbencia.
— Hum… Veo que he dado en el blanco —Bradock sonrió de oreja a oreja—. ¿A quién te vas a declarar, pequeña rata? ¿La conozco, acaso?
— ¡Vete a paseo, imbécil! —Gruñó Yugo mostrándole el dedo corazón de su mano derecha extendido.
— Espera un poco —Bradock siguió burlándose del basky con sorna—: Ahora que lo pienso; estamos en Satur, un lugar en donde no hay nada interesante…, salvo cierta cantante de ópera a la que ambos conocemos ¿verdad, canijo? Y, que yo recuerde, no te pierdes sus actuaciones casi nunca. ¿Es que piensas declararte a Renata?
— ¿Y a ti qué te importa, descerebrado con sobredosis de esteroides? —Protestó Yugo mostrándole el puño cerrado de forma amenazante.
— Tranqui, tío —Bradock levantó las manos en son de paz—. Si te quieres declarar a la gorda, por mí d’abuten. Solo espero que la joya que le vas a regalar merezca el esfuerzo del viejecito que me voy a dar. Nada más.
— El viajecito lo vas a cobrar bastante bien, listillo —espetó Yugo—. En cuanto a la joya, te aseguro que no has visto una igual en tu vida. Pero bueno, hablar contigo de joyas es como intentar hablar de física cuántica con un bebé; es decir, inútil y una pérdida de tiempo total.
— Venga, nos abrimos —Bradock le dedicó un saludo a Victor mientras le daba la espalda a Yugo—. Mándanos los detalles de la misión a la nave ¿vale, renacuajo?
— Los tendréis en la nave para cuando lleguéis —respondió Yugo.
                   Cuando salieron de la alcantarilla, Bradock comenzó a canturrear de forma alegre una estrofa de una vieja canción terrícola.
— La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios…
— ¿A qué viene esa cancioncilla? —Le preguntó curiosa June.
— Es que conozco cierto secreto de la Renata que al basky le va a sorprender, y mucho —Sonrió el mercenario.
— ¿Qué secreto?
— Uno que esconde entre las piernas. Pero no seré yo el que le reviente esa sorpresa al enano. No señor —Rió de buena gana Bradock.

CONTINUARÁ

Tanque Bradock. Capítulo 16

16 – Algunas respuestas

                   La nave entraba en la atmósfera de Kaito a primera hora de la mañana y se pusieron en contacto con Yugo para concretar el lugar de la reunión. El sitio escogido por el basky era una barriada pobre de Satur, una de las ciudades-cúpula del planeta. Bradock pretendía acudir solo a esa cita, pero June se opuso a ello y se empecinó en ir con él, por lo que el mercenario no tuvo más remedio que ceder a su petición.
                   Cuando llegaron por fin al lugar indicado, se encontraron con que las señas dadas por el basky les habían llevado hasta un callejón sin salida. Un montón de cajas sucias y estropeadas de cartón y una tapa de alcantarilla eran toda la decoración existente. Bradock pensaba que el basky les había tomado el pelo, cuando, de pronto, la tapa de la alcantarilla se abrió un poco y del interior apareció el rostro serio de Victor, el guardaespaldas personal de Yugo, que les ordenó entrar.
— ¿Estás de guasa, verdad? —espetó Bradock enfadado ante la idea de meterse en ese agujero— ¡No pienso entrar ahí!
— Como queráis —dijo el impávido Victor—. Si dentro de treinta segundos no estáis aquí abajo, mi jefe y yo nos largamos.
                   Dicho eso, cerró la tapa, dejando perplejos a los dos recién llegados. Bradock primero paseó furioso de lado a lado del callejón, después pateó un par de cajas de cartón y, finalmente, acabó resignándose y bajó a la alcantarilla, seguido de cerca por una intrigada June.
                   La zona a la que accedieron era abierta y semicircular, con un canal situado frente a la escalera por la que habían bajado. El agua circulaba por un estrecho cauce que desaparecía bajo la misma entrada del mismo canal.
                   En la esquina derecha de la zona esperaban Yugo y Victor. El basky parecía más bajo de lo que en realidad era al estar situado junto a su ayudante, un terrasiano de cuerpo enorme y musculoso.
— Bien, veo que os habéis dignado a bajar —habló Yugo con su voz aguda y rasposa.
— ¿Es que ahora te dedicas a organizar visitas guiadas a las alcantarillas, pequeña comadreja? —Bradock ayudó a June a descender los últimos peldaños de la escalera.
— Ay… —Yugo suspiró con desgana— ¿Lo ves, Vic? Uno se preocupa por sus amigos y así es como se lo agradecen…
— ¿“Preocupación” y “amigos” en una misma frase salida de tu boca…? ¿Es que estás enfermo, Yugo? —espetó con sarcasmo Bradock.
— Yo no tendría que preocuparme si algún cenutrio que conocemos tuviera los ojos más abiertos… y los genitales quietecitos dentro de los pantalones.
— ¿De qué estás hablando? No te andes con rodeos, enano.
— Hablo de que eres un auténtico cegato, o un tonto; lo cual no sé qué es peor —espetó Yugo—. Te ponen el cebo más grande y señalado de la galaxia a la vista, y vas, y picas como un tonto.
— ¿Cebo? ¿De qué cebo estás hablando?
— ¡De ella, cenutrio, de ella! —espetó Yugo enojado señalando a June.
— ¿June? —Bradock se mostró perplejo ante lo insinuado por el basky— ¿Es que te estás drogando?
— Ay… —Hastiado, Yugo se golpeó la frente con una de sus largas y delgadas manos— Vic, procede, por favor.
                   El terrasiano obedeció a su jefe y se acercó a June, sosteniendo en una de sus manos una pequeña especie de pistola con la que apuntó al cuerpo de ésta.
— Discúlpeme, señorita —Se excusó Victor mientras movía la pistola de arriba a abajo—. Serán solo unos segundos.
                   Cuando el aparato manejado por Victor llegó a la altura de la nuca de June, comenzó a emitir pequeños pitidos intermitentes.
— Tal y como me temía —apuntó yugo—. La dama lleva un rastreador encima, o mejor dicho, debajo.
— ¿Un rastreador? —preguntó June extrañada.
— Dígame una cosa, señorita ¿recuerda usted por qué la perseguían cuando Bradock la rescató? O, mejor aún ¿recuerda dónde se hallaba usted días antes de reencontrarse con él?
— No entiendo a qué se refiere…
— Es sencillo —Yugo se acercó a ella con pasos cortos—. La estoy preguntando si tiene recuerdos de días anteriores a su reencuentro con Bradock. Concretamente, de la semana anterior al día de su rescate.
                   June se quedó perpleja en ese momento, con la mente en blanco y la mirada perdida. La pregunta de aquel basky, por muy extraña que pareciera, había descubierto en su mente una laguna.
— No ¿verdad? —inquirió Yugo con mirada escrutadora antes de volverse hacia Bradock—. Ya me lo suponía. Sin recuerdos… un rastreador encima… Está muy claro. Te han tendido una trampa y tú has caído de lleno en ella.
— Será mejor que te expliques, sabandija —dijo un airado Bradock—. ¿Qué estás insinuando con todo esto?
— No insinúo nada —Le cortó tajante el basky—. Lo afirmo. Puedo asegurarte, casi al cien por cien, que esa mujer no es quien dice ser.
— Estás delirando, renacuajo —espetó con una media sonrisa Bradock.
— ¡Tonto sentimental, presta atención! —gritó Yugo enrabietado— ¿Te dice algo el nombre de Aldo Nerypes?
— ¿Aldo Nerypes? —Bradock meditó unos segundos antes de responder— Sí. Creo que fue quien me mandó el mensaje de socorro de parte de June.
— Vamos a ver —Yugo señaló a la mujer—; ¿conoce ese nombre, señorita?
— No… —respondió casi con un susurro ésta, para sorpresa del mercenario, en cuyo rostro se reflejó la perplejidad.
— Sin embargo —añadió Yugo con una sonrisita—, nuestro amigo Bradock sí que le conoce.
— ¿Yo?
— Se nota que los juegos de palabras no son lo tuyo, eh… —El basky alzó las manos al cielo con un suspiro— ¿Endola Preys te suena?
— ¿¡!? ¡Hijo de puta! —Bradock reconoció en el acto ese nombre.
— ¿Es que lo conoces? —Quiso saber June.
— Por supuesto que lo conoce —explicó Yugo mientras Bradock maldecía en alto en varios dialectos y golpeaba con sus puños en la pared—. Lo que nos queda por saber es cuál es su función en todo esto, señorita. ¿Es un simple cebo? No, no lo creo. Debe de haber algo más, algo que se nos escapa…
— ¿Puedes quitarla el rastreador? —preguntó Bradock ya más calmado.
— Puedo, pero no es conveniente.
— ¿Por qué no?
— Porque, del mismo modo que sirve para que él te encuentre a ti, lo podemos usar para encontrarlo a él. Y necesitas encontrarlo, créeme.
— ¿Para qué?
— ¿No prestas atención cuando te hablo, estúpido? —gritó airado el basky, agitando sus delgados brazos en el aire— Te lo he dicho antes; esta mujer no es June. Para encontrar a la verdadera, primero debes encontrar a Endola Preys.
— ¿Pero quién es ese Endola Preys? —preguntó June intrigada.
— Mi hermano gemelo —respondió Bradock apretando los puños.
— Sorprendida ¿verdad, señorita? —Rió Yugo— Sí. La familia de Bradock es todo un cajón lleno de sorpresas. Se lo digo yo. Unas más desagradables que otras, pero todas igual de sorprendentes.

CONTINUARÁ

Tanque Bradock. Capítulo 15

15 – Otro trabajito
                        
                       “¡Doble ca, uve doble!; la emisora que recorre el espacio... y el tiempo.
¡Noticias deportivas con J. M. García!
¡Estalló la bomba deportiva! Ojo al dato, queridos oyentes: Olang Strecman, uno de los más famosos deportistas en el mundo del ciclismo sideral —esto es, donde los corredores, a base de sus buenas pedaladas, mueven dos pequeñas turbinas colocadas en la parte traserra de sus aerobicicletas para hacerlas avanzar—, ha sido pillado en el último control de dopaje… ¡absolutamente limpio!
En dicho control se comprobó que su sangre estaba más limpia que el culito de un recién nacido. Totalmente indignante, señores oyentes.
No podemos permitir que gentuza como esta manche este gran deporte sin que paguen por ello. O sea; tiene a su disposición toda una amplia gama de anabolizantes y esteroides para usarlos alegremente en su cuerpo, y este robaperas, este sacamantecas, este despojo de cualidades, este chiquilicuatre del tres al cuarto, este cagabandurrias, decide que puede correr sin meterse nada en el cuerpo… ¿Dónde vamos a llegar?
No tengo palabras, queridos oyentes. No tengo palabras…

Durante el resto del día Roc estuvo ocupado preparando la cena para June y Bradock; dejando a un lado lo misterioso de la repentina reaparición de esa mujer en la vida del jefe, lo cierto es que el androide apreciaba a June y estaba dispuesto a hacer lo posible por agradarla.
Así pues, les obsequió con una romántica cena para dos; con velas, champán, música clásica y él ejerciendo como mayordomo. Tras llevarles los postres, decidió dejarles a solas para que hablaran de sus cosas. Todo esto, claro está, tenía un propósito oculto; poder disponer de un rato de privacidad con Neska y ver si ésta había encontrado ya pruebas que confirmaran sus sospechas. Por ello, tras despedirse de los dos agasajados, se encaminó presto al puente de la nave para hablar con la computadora.
— Si vienes en busca de información sobre “ese asunto” que ya sabemos, pierdes el tiempo —dijo la computadora al detectar su presencia.
— ¿Nada? —Roc se sintió contrariado al recibir la noticia— ¿Estás segura de ello?
— Segura al cien por cien, chatarra —replicó Neska.
— Vaya… Para serte sincero, esperaba que la señorita June hubiera realizado ya algún tipo de movimiento para ponerse en contacto con su socio secreto.
— ¿Y si no es su socio? —preguntó Neska.
— ¿A qué te refieres con eso?
— ¿Y si resulta que ella es un cebo sin saberlo?
— Oh, vaya… Buena observación. La verdad es que no había pensado en esa opción.
— Ah, pero ¿tú piensas?
— Qué graciosa eres. Me mondo y me parto —dijo con sarcasmo Roc ante la puya de su compañera.
— Tengo una llamada entrante para el jefe. ¿Qué hago? —informó en ese momento Neska.
— ¿Quién es el que llama?
— Es Yugo, el basky pequeñajo ese del planeta Kaito; ya sabes, el que le ha dado trabajos al jefe en algunas ocasiones —respondió Neska.
— Pásame la llamada. Yo le atenderé —Solicitó Roc.
                        Neska activó una de las pantallas y en ella apareció la imagen del basky; un hombrecillo de poco más de un metro diez de altura, cuerpo raquítico y encorvado, nariz prominente con forma de trompetín y ojos pequeños pero saltones.
— Buenas noches ¿está tu jefe por ahí? —preguntó con su voz aguda y rasposa al reconocer a Roc.
— En estos momentos no puede ponerse, señor Yugo. Está ocupado —contestó el androide—. ¿Desea algo?
— ¿Por casualidad su “ocupación” no se tratará de cierta mujer recientemente reaparecida? —Quiso saber el pequeño basky.
— ¿Cómo sabe usted eso? —Roc se sorprendió por lo acertada de la suposición de Yugo.
— Sé muchas cosas, chatarra —respondió Yugo con una sonrisilla—. En mi oficio, el conocimiento es poder.
— ¿Y para qué quería usted a mi jefe, señor?
— Dile, cuando esté “libre”, que necesito hablar con él sobre cierto trabajo. Le estaré esperando aquí, en Kaito.
— ¿Por qué supone que el jefe irá allí? —inquirió extrañado el androide.
— Oh, por una sencilla razón —explicó Yugo—; porque, al igual que a ti, le picará la curiosidad sobre porqué sé lo de esa mujer que ahora ocupa su tiempo. Corto y cierro.
                   La pantalla se quedó en negro, dejando a un perplejo y contrariado Roc frente a ella, haciéndose montones de preguntas. Lo bueno de aquella nueva situación era que había alguien que podía aclararles las incógnitas que se les planteaban con respecto a June. Lo malo era que aquello estaba tomando un cariz más oscuro del que ya tenía.
— ¿Un golpe de suerte? —apuntó Neska al cortarse la llamada.
— Eso parece —afirmó dubitativo Roc.
— Entonces ¿sigo vigilando a la señorita June? —Quiso saber la computadora.
— Por supuesto —contestó el androide sin dudar un instante—. Una cosa es lo que sepa o no ese basky y otra muy distinta lo que esté ocurriendo de verdad. Mantenla bajo vigilancia, por si las moscas.
— De acuerdo —asintió Neska—; pero sigo pensando que esa mujer es inocente. Llámalo intuición femenina, si quieres.
— Tú no tienes intuición femenina —espetó con burla el androide.
                   Una vez terminada la velada romántica, Roc puso en conocimiento de su jefe la llamada de Yugo. Como bien predijo el basky, la curiosidad pudo más que los recelos acerca del supuesto trabajo y el mercenario accedió a encontrarse con el pequeñajo en el planeta Kaito. Todo esto, naturalmente, fue hablado sin la presencia de June.
                   Como seguía siendo de noche, Bradock le dio a Neska la orden de dirigirse hacia el planeta de la cita con los motores a media potencia, para así poder dormir durante el largo trayecto de ocho horas hasta su punto de destino. Durante esas largas horas, tanto Bradock como Roc recibieron la “visita” de June, según ella, como premio por la fantástica velada romántica dispensada por ambos.
                   Para amenizar el encuentro entre el androide y la ardiente mujer, Neska tuvo la “amabilidad” de ponerles de fondo el tema “Te quiero, puta”, de Rammstein. El escarceo amoroso duró poco esa noche para el desafortunado androide. En mitad de los jadeos amatorios de la mujer, Roc tuvo la poca delicadeza de ponerse a cantar en voz alta justamente esa parte de la canción, la que reza el título de la misma. Ni que decir tiene que June se largó de allí, ofendida, y dejándole a dos velas. El androide maldijo en alto, y en varios dialectos conocidos de la galaxia, su mala suerte y a la computadora.

CONTINUARÁ