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Tanque Bradock. Capítulo 15

15 – Otro trabajito
                        
                       “¡Doble ca, uve doble!; la emisora que recorre el espacio... y el tiempo.
¡Noticias deportivas con J. M. García!
¡Estalló la bomba deportiva! Ojo al dato, queridos oyentes: Olang Strecman, uno de los más famosos deportistas en el mundo del ciclismo sideral —esto es, donde los corredores, a base de sus buenas pedaladas, mueven dos pequeñas turbinas colocadas en la parte traserra de sus aerobicicletas para hacerlas avanzar—, ha sido pillado en el último control de dopaje… ¡absolutamente limpio!
En dicho control se comprobó que su sangre estaba más limpia que el culito de un recién nacido. Totalmente indignante, señores oyentes.
No podemos permitir que gentuza como esta manche este gran deporte sin que paguen por ello. O sea; tiene a su disposición toda una amplia gama de anabolizantes y esteroides para usarlos alegremente en su cuerpo, y este robaperas, este sacamantecas, este despojo de cualidades, este chiquilicuatre del tres al cuarto, este cagabandurrias, decide que puede correr sin meterse nada en el cuerpo… ¿Dónde vamos a llegar?
No tengo palabras, queridos oyentes. No tengo palabras…

Durante el resto del día Roc estuvo ocupado preparando la cena para June y Bradock; dejando a un lado lo misterioso de la repentina reaparición de esa mujer en la vida del jefe, lo cierto es que el androide apreciaba a June y estaba dispuesto a hacer lo posible por agradarla.
Así pues, les obsequió con una romántica cena para dos; con velas, champán, música clásica y él ejerciendo como mayordomo. Tras llevarles los postres, decidió dejarles a solas para que hablaran de sus cosas. Todo esto, claro está, tenía un propósito oculto; poder disponer de un rato de privacidad con Neska y ver si ésta había encontrado ya pruebas que confirmaran sus sospechas. Por ello, tras despedirse de los dos agasajados, se encaminó presto al puente de la nave para hablar con la computadora.
— Si vienes en busca de información sobre “ese asunto” que ya sabemos, pierdes el tiempo —dijo la computadora al detectar su presencia.
— ¿Nada? —Roc se sintió contrariado al recibir la noticia— ¿Estás segura de ello?
— Segura al cien por cien, chatarra —replicó Neska.
— Vaya… Para serte sincero, esperaba que la señorita June hubiera realizado ya algún tipo de movimiento para ponerse en contacto con su socio secreto.
— ¿Y si no es su socio? —preguntó Neska.
— ¿A qué te refieres con eso?
— ¿Y si resulta que ella es un cebo sin saberlo?
— Oh, vaya… Buena observación. La verdad es que no había pensado en esa opción.
— Ah, pero ¿tú piensas?
— Qué graciosa eres. Me mondo y me parto —dijo con sarcasmo Roc ante la puya de su compañera.
— Tengo una llamada entrante para el jefe. ¿Qué hago? —informó en ese momento Neska.
— ¿Quién es el que llama?
— Es Yugo, el basky pequeñajo ese del planeta Kaito; ya sabes, el que le ha dado trabajos al jefe en algunas ocasiones —respondió Neska.
— Pásame la llamada. Yo le atenderé —Solicitó Roc.
                        Neska activó una de las pantallas y en ella apareció la imagen del basky; un hombrecillo de poco más de un metro diez de altura, cuerpo raquítico y encorvado, nariz prominente con forma de trompetín y ojos pequeños pero saltones.
— Buenas noches ¿está tu jefe por ahí? —preguntó con su voz aguda y rasposa al reconocer a Roc.
— En estos momentos no puede ponerse, señor Yugo. Está ocupado —contestó el androide—. ¿Desea algo?
— ¿Por casualidad su “ocupación” no se tratará de cierta mujer recientemente reaparecida? —Quiso saber el pequeño basky.
— ¿Cómo sabe usted eso? —Roc se sorprendió por lo acertada de la suposición de Yugo.
— Sé muchas cosas, chatarra —respondió Yugo con una sonrisilla—. En mi oficio, el conocimiento es poder.
— ¿Y para qué quería usted a mi jefe, señor?
— Dile, cuando esté “libre”, que necesito hablar con él sobre cierto trabajo. Le estaré esperando aquí, en Kaito.
— ¿Por qué supone que el jefe irá allí? —inquirió extrañado el androide.
— Oh, por una sencilla razón —explicó Yugo—; porque, al igual que a ti, le picará la curiosidad sobre porqué sé lo de esa mujer que ahora ocupa su tiempo. Corto y cierro.
                   La pantalla se quedó en negro, dejando a un perplejo y contrariado Roc frente a ella, haciéndose montones de preguntas. Lo bueno de aquella nueva situación era que había alguien que podía aclararles las incógnitas que se les planteaban con respecto a June. Lo malo era que aquello estaba tomando un cariz más oscuro del que ya tenía.
— ¿Un golpe de suerte? —apuntó Neska al cortarse la llamada.
— Eso parece —afirmó dubitativo Roc.
— Entonces ¿sigo vigilando a la señorita June? —Quiso saber la computadora.
— Por supuesto —contestó el androide sin dudar un instante—. Una cosa es lo que sepa o no ese basky y otra muy distinta lo que esté ocurriendo de verdad. Mantenla bajo vigilancia, por si las moscas.
— De acuerdo —asintió Neska—; pero sigo pensando que esa mujer es inocente. Llámalo intuición femenina, si quieres.
— Tú no tienes intuición femenina —espetó con burla el androide.
                   Una vez terminada la velada romántica, Roc puso en conocimiento de su jefe la llamada de Yugo. Como bien predijo el basky, la curiosidad pudo más que los recelos acerca del supuesto trabajo y el mercenario accedió a encontrarse con el pequeñajo en el planeta Kaito. Todo esto, naturalmente, fue hablado sin la presencia de June.
                   Como seguía siendo de noche, Bradock le dio a Neska la orden de dirigirse hacia el planeta de la cita con los motores a media potencia, para así poder dormir durante el largo trayecto de ocho horas hasta su punto de destino. Durante esas largas horas, tanto Bradock como Roc recibieron la “visita” de June, según ella, como premio por la fantástica velada romántica dispensada por ambos.
                   Para amenizar el encuentro entre el androide y la ardiente mujer, Neska tuvo la “amabilidad” de ponerles de fondo el tema “Te quiero, puta”, de Rammstein. El escarceo amoroso duró poco esa noche para el desafortunado androide. En mitad de los jadeos amatorios de la mujer, Roc tuvo la poca delicadeza de ponerse a cantar en voz alta justamente esa parte de la canción, la que reza el título de la misma. Ni que decir tiene que June se largó de allí, ofendida, y dejándole a dos velas. El androide maldijo en alto, y en varios dialectos conocidos de la galaxia, su mala suerte y a la computadora.

CONTINUARÁ

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