20 – Rencilla
familiar
— ¿Qué le has hecho a June?
—preguntó Bradock enojado— Devuélvela a su forma natural.
— Esa es su forma natural, cazurro
—Le informó Endola.
— ¡Y una mierda! June es humana.
—… Pues da la casualidad que la
June que ha estado contigo estos últimos días no era la auténtica —explicó sin
inmutarse Endola—. En resumen, y para que tu cerebro atrofiado de esteroides lo
entienda a la primera, que te di el cambiazo.
— Te has pasado, Endola —espetó
Bradock señalando airadamente con el dedo índice a la pantalla en la que
aparecía su hermano—. Se lo voy a decir a mamá.
— Mira cómo tiemblo… —dijo éste
con una mueca de indiferencia.
— Temblarás… —espetó Bradock mostrándole
un puño amenazador—. Ya lo creo que temblarás.
— ¿Y quién es ella? —preguntó entonces Roc señalando a la osariana.
— Se llama Kalah; se escribe con una
hache al final y se pronuncia acentuando la segunda vocal —aclaró Endola con
aire de profesor de lenguaje—. La encontré en un antro de mala muerte y decidí
que era perfecta para llevar a cabo mi plan para darle un escarmiento a don
musculitos, aquí presente.
— Así que no era un clon… —apuntó
taciturno Bradock.
— Pues no. La idea de crear un
clon me resultaba, cuanto menos, mucho más costosa, a la par que laboriosa
—explicó Endola—. Por supuesto que un clon hubiera servido mejor a mis
propósitos, pero bueno, no se puede tener todo en la vida ¿verdad que no,
hermanito? Como fuera, necesitaba poder llegar a tu nave de un modo u otro.
Para lograrlo, qué mejor que utilizar algo, o a alguien, que te resultase
familiar y nada amenazador.
— June…
— Efectivamente; June —convino
Endola con una sonrisa en su cara—. Conseguir su ADN no fue nada fácil, la verdad, pero, tras algunas averiguaciones
(y unos cuantos créditos por aquí y por allá) me hice con él. El siguiente paso
fue utilizar a la osariana para
reproducir ese ADN en su persona;
algo que logré con muy buenos resultados, he de decir. Borré de su memoria sus
últimos días antes de conocerme y le implanté parte de los recuerdos de la
auténtica June. Esos recuerdos se basaban en las cosas que tú me contaste de
ella hace tiempo y en algunas otras que yo averigüé por mi cuenta.
— Eres lo más retorcido que he
visto en mi vida, Endola —repuso Bradock—. De veras que estás mal del tarro,
tío.
— Sí, bueno, lo que tú digas…
— ¿Tanto follón solo para meter en
la nave a una falsa June? —Intervino de nuevo Roc— ¿Con qué fin?
— ¿Un caballo de Troya? —Teorizó
Neska en ese momento.
— Bingo —asintió Endola—. Veo que
al menos hay algo de inteligencia en esa nave. Es una pena que ésta sea
artificial, la verdad.
— ¿Y para qué necesitaba ese
caballo de Troya? —preguntó Roc.
— Para introducir dentro de la
nave mi segunda sorpresa. Nanonitas. Muy eficaces, te lo puedo asegurar
—explicó Endola.
— ¿Nanonitas? —preguntó ahora
Bradock— ¿Para qué has metido eso en la nave?
— En la nave, no —aclaró Endola—.
Dentro. Dentro de la nave: Activar orden Troya.
Justo
en ese momento, el sonido de los motores de la nave apagándose recorrió el
interior del puente de mando.
— Motores desconectados —Informó
Neska—. Pérdida masiva de energía principal y disminuyendo.
— ¿¡Qué estás haciendo, Endola!?
—gritó Bradock a la pantalla.
— Ya te lo dije —contestó éste—.
Darte un escarmiento. Y qué mejor forma que quitándote algo que te importa
demaisao.
— Pérdida de escudos deflectores
—Continuó informando Neska—. Fallo en los sistemas de refrigeración del núcleo
principal. Temperatura del núcleo en aumento. Se aconseja la evacuación
inmediata del personal de esta nave. Tiempo máximo para alcanzar el punto
crítico: diez minutos, y contando.
— ¡Haz que pare, Endola! —ordenó
Bradock enfadado.
— ¿Parar? Acabo de empezar,
hermanito.
— ¡Esto ya es pasarse, Endola!
—gritó Bradock— ¿De veras piensas destruir mi nave por una estúpida rencilla?
Vas a matarnos a todos. ¡Incluso a ella! —Señaló a la osariana que observaba todo con auténtica perplejidad.
— Tranquilo —dijo Endola—. Ella no
sufrirá ningún daño.
Y,
tras decir esto, la osariana se convirtió delante de la atónita mirada de
Bradock y Roc en miles de puntitos de colores y, segundos más tarde,
desapareció.
— Teletransporte —apuntó Roc—.
Ciertamente brillante, la verdad que sí.
— Gracias —convino Endola—. Adiós,
hermanito. No me odies por esto ¿de acuerdo? Corto y cierro.
— Tiempo para llegar al punto
crítico: nueve minutos, treinta segundos —Informó Neska.
— ¡Una nave! —Gritó Bradock
mientras corría en busca de una servo-armadura y se la ponía.
— ¿Cómo dice, jefe? —preguntó Roc
extrañado.
— ¡Que tiene que haber una nave
cerca de nosotros! —explicó el mercenario— Neska, rastrea el espacio en un
radio de media milla ¡deprisa!.
— Rastreando con varios espectros
de ondas —informó la computadora—. Hallada interferencia a trescientos metros
de distancia. Calibrando coordenadas de la interferencia.
— ¡Envíame allí ahora mismo!
—ordenó Bradock ya enfundado en la servo-armadura y ajustándose el casco de la
misma.
— ¿Está usted loco, jefe? —espetó
la computadora ante la orden dada por el mercenario.
— ¡Hazlo! —Rugió éste.
— Preparando teletransporte hasta
coordenadas establecidas —Informó la computadora.
— ¡Tenga, jefe! —Roc le lanzó dos
pistolas de plasma a Bradock, que éste agarró en el aire— Déle un par de golpes
a su hermano de mi parte ¿de acuerdo?
— ¡Dalo por hecho!
El
mercenario se descompuso en miles de puntitos de colores antes de desparecer
del todo. Cuando se materializó de nuevo lo hizo, por fortuna para él, en el
puente de la nave de su hermano. A sus pies, tumbada en el suelo, estaba la osariana, desmayada. Su hermano estaba
sentado ante los mandos de la nave.
— Vaya —Le saludó de improvisto
sin volverse—, has tardado menos de lo que esperaba en aparecer.
— Detén a tus maquinitas —Bradock
le apuntó con las armas.
— ¿O qué? —Faroleó Endola.
— O me cargo tu nave —Amenazó
Bradock apuntando al cuadro de mandos de la nave.
— Aún así, tú te quedarías sin la
tuya. Empataríamos.
— Un momento… —Bradock cayó en la
cuenta de algo— Me estabas esperando. Querías que viniese a tu nave.
— Vaya, un chico listo —espetó con
sarcasmo su hermano—. Computadora, ejecuta orden Caballo de Troya.
— Ejecutando orden —Informó la
computadora de la nave—. Nanonitas en posición.
— No quieres destruir mi nave…
—Dedujo Bradock en ese momento— ¡Quieres quedarte con Neska!
— Y, si tengo suerte —apuntó
Endola—, también con tu robotito.
— Hijo de puta…
¡Neska, llévame de vuelta! —Ordenó Bradock por su intercomunicador— ¡Rápido!
CONTINUARÁ
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