-Epílogo
familiar-
La
enorme mansión con puerta doble de entrada, pintada en color blanco nieve,
recibía la visita de dos hombres. A pesar de la diferencia corporal de ambos, y
de su color de cabello, blanco el uno y negro el otro, sus caras eran
prácticamente idénticas. Ambos portaban un paquete pequeño cada uno. El más
fornido de los dos habló primero.
— Endola…
— Hermanito —El segundo pronunció
la palabra con cierto retintín.
— ¿Todo bien?
— Como si te importase…
— ¿Otra piedra de Iris? —preguntó el mercenario al fijarse en el paquete que
sostenía su hermano.
— ¿Otra botellita de vino Albarés?
—preguntó Endola a su vez con irritación mal disimulada.
— ¿Eh? Ah, no. Tranquilo —Le
informó Bradock—. Este año he optado por algo más clásico.
— Ya… Clásico…
— Oye ¿qué tal está Kalah?
— ¡Y yo qué sé! La dejé en el
primer planeta que encontré y no la he vuelto a ver.
— Oh, vaya… Una cosa ¿cómo lograste
meter todas aquellas nanonitas en mi nave? Había miles.
— Metí un pequeño grupo de ellas
en el cinturón de la osariana —Le
explicó a regañadientes su hermano—. Se auto-replicaban en intervalos de cinco
minutos.
— Ah… Bien jugado —convino
Bradock.
— Sí, bueno. No fue tan buena
jugada. Después de todo, no conseguí lo que quería ¿verdad que no?
— Bueno, no se puede tener todo en
la vida, hermano —apuntó Bradock adoptando una pose filosofal.
— Vete a la mierda, hermanito…
— Ah, sí, una cosa…
— ¿Qué narices quieres ahora?
—espetó enojado su hermano.
— Cuando soplemos las velas del
pastel de mamá, recuérdame decirte una cosa.
— ¿Qué cosa?
— Oh, después. Es una sorpresita
—Bradock sonrió como un niño travieso.
+++
— ¿Encontraste ya la nave del
señor Endola? —preguntó Roc a Neska.
— Sí —contestó ésta—. Ya he
calibrado el rayo teletransportador con sus coordenadas.
— ¿Has reprogramado a nuestra
“amiguita”?
— Por supuesto. El jefe hizo bien
al guardarse una de ellas como recuerdo. Coloca en la bandeja el paquete.
— De acuerdo.
Roc
obedeció a la computadora y colocó una cajita sobre la bandeja abierta en el
cuadro de mandos. La recién estrenada nave era un regalo cortesía de Yugo, por
los múltiples trabajos realizados en el pasado para él por el mercenario.
— ¿Crees que el señor Endola se
enojará por esta broma? —preguntó Roc.
— Francamente querido —espetó la
computadora—; me importa un bledo. Enviando “Caballo
de Troya”.
-FIN-
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