Nigurath ha vuelto.
Aquí está la nueva dirección de su blog.
NIGURATH - LITERATURA FANTÁSTICA
Mucha suerte en la nueva andadura.
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Bastardo del Caos. Capítulo 4
4 – Nuevos aires
Julian
pasa el resto de la mañana junto a Eimus y Magnus. El muchacho se maravilla
ante el infatigable ímpetu del herrero. Cuando no golpea el acero con la maza
para darle forma, ahora un juego de herraduras, ahora una hoja de espada, aviva
el fuego con la ayuda del fuelle para darle brío a las brasas. Otras veces, con
sus manos grandes y encallecidas, acarrea cubos de agua para llenar la pila donde
refresca las distintas piezas que forja. Y todo ello, sin detenerse más que
para secarse el sudor de la frente. El muchacho le observa con detenimiento,
mientras trata de quedarse con todos los detalles.
Eimus,
amigo del herrero, es el que se encarga de dar charla y amenizar las horas.
Julian simpatiza rápidamente con el anciano y le escucha con atención, mientras
éste le va contando viejas anécdotas y chistes que el muchacho apenas entiende,
pero que le hacen gracia igualmente.
Al
terminar el mediodía, Magnus cesa su labor y deja las herramientas a un lado.
Con un cubo de agua se lava y refresca cara, brazos y manos. Eimus se levanta
de la mecedora y anuncia con júbilo.
— ¡Hora de yantar! Vamos, Julian, tienes que probar el
asado de Yussef. Será todo lo cascarrabias que diga la gente, pero no hay nadie
que prepare el asado como ese puñetero mesonero.
Magnus
le lanza una mirada furibunda al anciano, al tiempo que le recrimina.
— Esa lengua... ¿No ves que hay niños delante?
El
viejo se rasca nervioso la nuca mientras se disculpa con una sonrisa.
— Lo siento… ¿Nos vamos ya?
— No seas impaciente. Ya voy.
***
Cuando
entran en el interior de la fonda, Julian se sorprende ante el agradable ambiente
de la misma. Cinco mesas redondas, y otras tres rectangulares, repartidas por
el amplio local, dan servicio a los clientes de esa hora del día. Tres camareras
van y vienen de un lado a otro atendiendo las peticiones de los diferentes
comensales. Una cuarta mujer, situada tras la barra, recoge las comandas y se
las envía al cocinero, a través de un ventanuco abierto en la pared que da a la
cocina. El frenesí del ajetreo de las cocineras, mezclándose con el parloteo de
los comensales, impregna el lugar de cierta alegría.
Julian
aspira profundamente y su nariz se llena con los aromas deliciosos que se desperdigan
por el aire; asados, estofados, chuletas, filetes, especias, quesos, panes y
algunos vinos forman un abanico oloroso que el muchacho acepta con placer.
Magnus señala una de las mesas redondas, algo apartada y ocupada por un hombre
mayor.
— Sentémonos allí —Indica a Eimus y Julian.
Mientras
se encaminan hacia la mesa, Magnus hace señas a una de las camareras para que
les atienda. La mujer le responde con un movimiento de cabeza en señal de
afirmación.
Cuando
llegan a su sitio, el hombre les saluda de forma amistosa. En su plato, aún
humeante, hay habas con chorizo y morcilla. Se sirve un poco de vino en un vaso
de barro y lo bebe a sorbos cortos.
— ¿Qué os contáis, compañeros?
— Aquí estamos, Arnus. ¿Cómo te va? —saluda Magnus.
El
anciano sonríe y se encoge de hombros al contestar.
— No me puedo quejar. ¿Qué tal va la herrería?
— Va tirando, lo cual ya es bastante.
Magnus
coge un trozo de pan para él, de un cesto que ocupa el centro de la mesa, y
otro para Julian. Eimus le imita y se hace con otro pedazo. La camarera llega a
la mesa y Magnus hace el pedido. La mujer se va y regresa al poco rato con la
comanda; filetes para Julian y el herrero, y estofado para Eimus. Junto con la
comida llegan dos jarras de vino y los dos hombres se sirven en sus vasos. Una
tercera jarra, llena de agua, es puesta en la mesa para el muchacho. Mientras comienzan a
degustar sus respectivos platos, en la fonda entra otro hombre que toma asiento
en otra mesa distante. Eimus le da en ese momento un pequeño codazo en el
costado a Magnus, al tiempo que le señala al recién llegado.
— Creo que deberías de hablar con Derek.
— ¿Y por qué motivo debería hacerlo?
Eimus
le mira con gesto de extrañeza, como si el herrero le estuviera tomando el pelo.
— Supongo que recuerdas a qué se dedica su hija mayor ¿verdad?
—El anciano le hace un guiño mientras le señala con disimulo al muchacho, que
sigue absorto en su comida.
— Oh, cierto…
Magnus
se levanta de la mesa y se encamina hacia el desconocido. Se acerca a él y le
cuchichea algo al oído. El hombre asiente con una sonrisa y luego fija su
mirada en Julian, que sigue enfrascado en su plato. El hombre vuelve a asentir
y Magnus le estrecha la mano; después, el herrero le da una palmadita en el
hombro y se vuelve a su mesa.
— ¿Y bien? —pregunta Eimus con cierta impaciencia.
— Empieza pasado mañana. Por las mañanas.
— Perfecto, perfecto. Felicidades, jovencito —Anuncia el
anciano con júbilo a Julian—. Irás a la escuela.
Julian
no dice nada. No entiende muy bien qué es eso de la escuela, ni por qué Eimus
está tan contento. Lo que sí sabe es que esa palabra, escuela, no le hace mucha gracia.
***
— ¿Qué es una escuela?
La
pregunta del muchacho interrumpe al herrero en su quehacer. Deja caer el brazo
cuya mano sostiene la maza para mirar a Julian antes de responderle.
— ¿Tampoco recuerdas eso?
— No.
— No te preocupes, no es un mal lugar. Allí aprenderás
muchas cosas.
— ¿Qué cosas?
— Las que te ayudarán a lo largo de tu vida. Como saber
escribir, leer y contar.
— Pero yo quiero ser herrero.
— Y lo serás, pero en las tardes —Magnus regresa a su
trabajo y vuelve a golpear la pieza de hojalata en la que trabaja—. Por las
mañanas irás a la escuela, como los demás niños. ¿De acuerdo?
Julian
asiente sin mucho convencimiento. Definitivamente, se dice para sus adentros,
ese tema de la escuela no pinta muy bien. Sin embargo, quiere agradar a Magnus.
Le parece una buena persona y siente respeto por él. Por tanto, si con eso le
hace feliz, irá a la escuela. Allí aprenderá a leer, a escribir y a contar. Y
por las tardes, aprenderá a ser herrero.
— Bueno ¿vas a traerme ese cubo de agua, o no?
La
petición de Magnus interrumpe los pensamientos del muchacho, que asiente con
energía y echa a correr hacia la fuente, con el cubo en la mano. Se siente útil
y, lo que es más importante aún, se siente feliz. Feliz de saber que, pese a
que Otis se ha ido, no estará solo. Ante sus ojos se abre un nuevo mundo por
descubrir.
CONTINUARÁ
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