21 – Huida
Bradock
se materializó de nuevo en el puente de mando de su nave. Se encontró con Roc,
que le recibió alarmado.
— ¡Tenemos problemas, jefe! —Le
dijo— Neska ha detectado nanonitas en los circuitos de la nave.
— ¡Lo sé! —Dijo Bradock— ¡Vete a
la cápsula de salvamento y prepárala! Nos vamos de aquí.
— ¿Abandonamos la nave? —preguntó
Roc sorprendido— ¿Y qué ocurre con Neska?
— ¡Nos la llevamos con nosotros!
— Las nanonitas están drenando la
energía principal, jefe —Informó la computadora—. Capacidad al sesenta y dos
por ciento, y bajando. Tiempo máximo para alcanzar el punto crítico del
reactor; seis minutos.
— ¡Voy a desconectarte, Neska! —Le
avisó Bradock a la computadora— Necesito sacar tu núcleo principal del cuadro
de mandos para luego conectarte a Roc.
— ¿Es necesario hacer eso último?
— Lo siento, no se me ocurre mejor
forma.
— Si no hay más remedio…
Bradock
abrió un panel situado bajo el cuadro de mandos de la nave y sacó del interior
una caja negra metálica con varios cables conectados a ella.
— ¿Qué cables debo conservar? —Le
preguntó a la computadora.
— Sería suficiente con usar los
dos cables rojos y el negro —explicó ésta.
— Vale —asintió el mercenario—. Es
la primera vez que voy a hacer algo así. Reza para que no meta la pata.
— Pues será mejor que se dé prisa
—Le advirtió Neska—. Detecto a las nanonitas cerca de mi núcleo.
— ¡Mierda! —Gruñó él— Lo siento
Neska, pero voy a tener que ser algo brusco.
— Séalo, por favor… —Convino la
computadora.
Bradock
arrancó de un tirón todos los cables, rezando para no haber estropeado ninguno
de los necesarios para ensamblar a la computadora con Roc. En ese momento, los
ruidos de la maquinaria interna del puente de mando cesaron.
— Salgamos de aquí —dijo el
mercenario amarrando la caja a su brazo derecho y echando a correr por el
pasillo hacia la cápsula de salvamento.
Fue
en ese instante cuando se dio cuenta de lo que suponía desconectar a Neska. La
computadora controlaba los programas automatizados de casi toda la nave. Sin
ella conectada, esos programas dejaban de funcionar. La apertura de las puertas
era uno de esos programas. Roc lo observaba con incredulidad desde el otro lado
del grueso cristal de la puerta que los separaba.
— ¿Puedes abrirla desde ahí? —Le
preguntó al androide.
— Puedo —afirmó éste—; pero
tardaría demasiado tiempo… Y no tenemos mucho, la verdad.
— Entonces ocúpate de preparar la
cápsula —Le ordenó Bradock—. Yo encontraré el modo de llegar ahí.
— De acuerdo —asintió el
androide—. Pero dése prisa.
Bradock
regresó sobre sus pasos y abrió el panel deslizante que cubría la sección de
las armas. Sacó de su interior una cortadora láser de gran potencia y volvió a
la puerta. Una vez junto a ella, golpeó en la pared derecha primero, y luego en
la contraria. La segunda fue la que sonó más a hueco, por lo que fue en esa
donde Bradock apuntó el láser de la cortadora.
Salpicado
por una cascada de chispas, Bradock abrió en cuestión de segundos una nueva
puerta en la pared, logrando acceder de ese modo a la sección interna de la
pared. La zona era lo bastante ancha como para poder moverse por dentro con
soltura, pero Bradock decidió desprenderse de la servo-armadura para poder
hacerlo. En ese momento, un extraño ruido a su espalda llamó su atención. Al
volverse, descubrió el origen del mismo. Eran las nanonitas.
Una
lengua formada por cientos de pequeños puntos metálicos bajaba por una de las
paredes, saliendo desde uno de los conductos de ventilación. Estaba bien claro
qué era lo que perseguían. Bradock se introdujo en el hueco recién abierto
ignorándolos, pero rezando por encontrar una salida en aquel pasillo
improvisado.
Avanzó
por el camino sorteando los tubos y cables que serpenteaban por el mismo. A su
espalda, a pocos metros de distancia, y con un ritmo lento pero constante,
avanzaba la lengua de nanonitas. Bradock se detuvo en un punto del camino y
revisó la pared de su izquierda, golpeándola con los nudillos en varios sitios.
El sonido resultante sonó lo bastante a hueco como para convencer al mercenario
de en dónde debía de cortar de nuevo.
Activó
la cortadora láser y, en un ángulo no muy apropiado para ser efectiva al cien
por cien, comenzó a cortar una vez más. Las nanonitas estaban a punto de
alcanzar sus pies cuando Bradock terminó de cortar la última parte de la pared.
Apremiado por la cercanía de los diminutos robots, golpeó la zona cortada con
una de sus botas, echándola abajo tras un par de patadas. Algunas nanonitas
consiguieron subírsele a las botas, por lo que Bradock tuvo que sacudírselas de
encima con unos manotazos.
— ¡Por aquí, jefe!
Bradock
se alegró al oír la voz metálica de Roc, avisándole al final del pasillo en el
que se encontraba ahora. El mercenario echó a correr hacia el androide. Más
lenguas de nanorobots surgieron por los conductos de ventilación.
— ¡Rápido, conecta a Neska a tus
circuitos! —Le ordenó al llegar a su lado— La necesitaremos para pilotar la
cápsula de escape.
— ¡Las nanonitas nos alcanzarán!
—Advirtió Roc señalando a las lenguas que reptaban por el suelo y que se
dirigían hacia ellos.
— ¡Yo me encargaré de ellas! —Le
indicó Bradock— ¡Tú haz lo que te he dicho!
Bradock
se acercó a una parte de la pared en donde estaba colgado un extintor de
nitrógeno y lo descolgó. Avanzó hacia las nnanoitas más cercanas y las roció
con el frío gas, congelándolas en el acto. Por desgracia para el mercenario, el
resto de los nanorobots recularon hacia atrás y se escondieron en los tubos de
ventilación. Su intención era hacerle una emboscada. Mientras tanto, Roc se afanaba
en conectar los cables del núcleo de Neska a sus circuitos internos. La
operación le llevó un par de minutos.
—Reeecalibraaandoooo
circuiiiiitooooos de vooooooz —Sonó la distorsionada voz de la computadora a
través del módulo vocal de Roc.
— ¡Está viva! —Gritó el androide.
— No grites ¿quieres? —espetó la
computadora.
— Lo siento —Se disculpó el
androide.
— ¿Cómo está la cosa?
— No muy bien, la verdad —apuntó
Roc—. Yo voto por que salgamos pitando de aquí.
— Bien —convino la computadora—.
Necesito que me conectes al panel interno de la cápsula, para así yo poder
acceder a sus controles.
— De acuerdo —dijo Roc—. ¿Te sirve
cualquier lugar como punto de conexión?
— Por suerte para todos sí —Le
informó Neska—; porque hay que ver lo anticuado que está tu sistema operativo.
¿Quién te programó, Bill Gates?
— ¿Tengo que recordarte que ahora
dependes de mí? —preguntó con sarcasmo Roc.
— Vale, lo siento —Se disculpó
Neska a regañadientes—. Será mejor que nos pongamos en movimiento. Por si lo
has olvidado, tenemos un reactor a punto de irse a la mierda.
— Por no mencionar, además, a un
pequeño grupito de minúsculos robotitos ávidos de hincarte el diente —apuntó a
su vez Roc— Vamos.
Bradock
mantenía alta la guardia, extintor en mano, esperando a ver cuál era el
siguiente movimiento de las nanonitas. Colocado frente a la puerta de la
cápsula de salvamento, y de espaldas a ella, controlaba las tres únicas salidas
de ventilación que veía en esa zona. Las nanonitas hicieron su nueva jugada.
— ¡Cabronas hijas de puta…!
—maldijo en bajo Bradock al percatarse de la nueva estrategia empleada por las
nanonitas— ¡Os creéis muy listas, eh!.
Y
no era para menos la preocupación del mercenario. Las diminutas máquinas habían
decidido atacar dividiéndose en pequeños grupitos. Cada grupo emergía desde una
de las salidas de ventilación. Cada oleada de nanonitas era detenida por
Bradock con un chorro del extintor. El plan de las minúsculas máquinas era, a
todas luces, obligar al mercenario a agotar la carga del extintor.
— ¿Cómo va eso, Roc? —preguntó al
androide.
— ¡Ya falta poco, jefe!
— ¡Pues más vale que os deis
prisa! —Les apremió el mercenario— ¡No creo que pueda contenerlas mucho más
tiempo!
— ¡Nos vamos ya! —informó justo en
ese momento Neska.
— ¡Bien! —gritó con alegría Roc.
Bradock
esparció por el suelo una última y larga ráfaga de nitrógeno, con la intención
de ganar algo de tiempo. Entró en la cápsula de salvamento y Neska cerró la compuerta.
Acto seguido, la computadora activó un resorte mecánico que impulsó al receptáculo
hacia el espacio, separándoles del resto de la nave. Segundos después, activó
los pequeños motores de la cápsula y se alejaron del lugar.
Un
par de minutos más tarde, el reactor de la nave hacía explosión. La onda
expansiva les alcanzó, pero su fuerza estaba ya lo bastante debilitada como
para hacerles poco más daño que una leve sacudida. Bradock suspiró de alivio.
Aquello había estado muy cerca.
— Neska ¿puedes abrir
comunicaciones externas? —preguntó a la computadora.
— Sí, jefe —contestó ésta—. ¿Con
quién quiere ponerse en contacto?
— Con Yugo —Le informó Bradock—. Tengo
que decirle que no podré realizar el trabajo que nos encargó. Su amorcito
tendrá que esperar un poquito más para recibir su regalito.
— ¿Su amorcito? — inquirió Roc—
¿Es que el basky está enamorado? ¿De
quién?
— De Renata —Le aclaró Bradock—.
La cantante de ópera de Satur, la ciudad-cúpula.
— Oh, vaya. Toda una sorpresa. ¿Cree que ella le
corresponderá?
— Espero que sí —espetó Bradock
En
la boca del mercenario se dibujó una sonrisa propia de un niño que esconde una
travesura a su madre. Con las manos cruzadas sobre la nuca, se puso a
canturrear alegremente.
—… La vida te da sorpresas,
sorpresas te da la vida, ay Dios...
CONTINUARÁ