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VANCE, EL CAZADOR (CAP. 6)


6 – PADRE E HIJO

                   Mientras Vance y su hermana mantienen una amena conversación sobre sus respectivas vidas, llega a casa el padre de ambos. Su mujer sale a recibirle para darle la noticia de la llegada de su hijo, pero el señor Anderson parece estar distraído mientras su esposa le habla.
- ¿Te ocurre algo, querido? – le pregunta su mujer mientras le recoge la chaqueta para colgarla en un perchero de pie, situado frente a la entrada.
- ¿Eh?... Ah, no, no. No me pasa nada, querida – contesta él para despreocuparla – Es el calor, ya sabes que me cansa mucho.
- Siéntate en el sofá, que te preparo algo fresco para beber y te lo tomas mientras acabo de hacer la comida.
- De acuerdo, querida – contesta él sonriéndola – No diré que no a una bebida fría.
                   Con paso cansino, el señor Anderson se encamina hacia el salón de la casa y se sienta en el sofá de cuero de tres plazas que gobierna la sala, que no es muy grande. Frente al sofá hay un armario de vitrinas acristaladas donde está colocada una televisión de plasma. Entre ambos muebles se encuentra una pequeña mesita de mármol y patas de madera de caoba. A la derecha del sofá hay otro individual y reclinable, colocado junto a una doble puerta de amplios cristales que da a un pequeño balcón. En el suelo, una moqueta blanca cubre toda la superficie.
                   Steve se apodera del mando a distancia del televisor y lo enciende. Con parsimonia, va pasando los distintos canales de televisión en busca de algo interesante para ver. Cuando llega al canal de deportes, están emitiendo un encuentro de snooker, donde aparecen jugando Ronnie O’Sullivan y Tim Doherty. Como al señor Anderson le gusta mucho ese juego, se entretiene un momento viendo a ambos jugadores disputando un frame. Unos minutos después, cuando su mujer llega al salón con una bebida fría en un vaso, Steve coloca el mando a distancia sobre el reposabrazos del sofá y coge una revista de encima de la mesita.
- Aquí tienes, cariño – su mujer pone un posavasos sobre la mesita y coloca sobre él el vaso – La comida estará lista enseguida.
- Gracias, querida – Steve suelta la revista y coge el vaso para darle un sorbo a la bebida y así mitigar su sed.
- ¡Papá! – el grito alegre de June le coge por sorpresa y apunto está de atragantarse con la bebida - ¡Vance ha venido a quedarse una semana!
- Vaya, me alegra oír eso – la voz de Steve no suena muy convincente, pero Vance no se lo toma en cuenta, habida cuenta de la fría relación existente entre ambos desde hace unos años.
- Hola papá – su hijo le saluda con un tono de voz casi igual de frío - ¿Qué tal estás?
- Bien, bien – su padre se levanta del sofá y le da dos besos en las mejillas - ¿Y tú qué tal estás?
- Bien también. Me ha dicho mamá que últimamente paseas mucho por el parque.
- Oh, eso... – Steve parece no tener muy claro qué contestarle a su hijo – Sí, bueno, a mi edad uno tiene que aprovechar muy bien los pocos días de calor que vengan, ¿no te parece?
- Hablas como si tuvieras ochenta años – le ríe su hijo.
- Uy, no te creas – bromea June siguiéndole la broma a su hermano – Ya los ronda, ya...
- ¡Mocosa insolente! – Le espeta divertido su padre - ¡Ya veremos cuando llegues a mi edad como estás tú, ya veremos!
- ¿Ésta? – Vance continúa alegre con la broma – Ésta acabará solterona y rodeada de gatos, ya lo verás.
                   June intenta protestar ante la puya de su hermano, pero su madre les interrumpe para decirles que pasen a la mesa, puesto que la comida ya está hecha. Los cuatro miembros de la familia comen juntos y disfrutan de ese momento del día. No obstante, el señor Anderson, con cierta pesadumbre, esconde el terrible secreto que le atormenta desde hace ya días. Come junto a su mujer y sus dos hijos y trata de disfrutar, al igual que ellos, de ese instante, mas a él no le sabe del mismo modo que a su familia. Las deudas de juego le mantienen en vilo, pues sabe que su tiempo se agota y que no podrá pagarlas a tiempo. Y esa gente no es de las que perdonan una falta como esa así, por las buenas. Necesita tiempo, pero, desgraciadamente para él, no lo tiene.
                   Tras la comida, Vance se queda un rato en el salón, sentado sobre el sofá reclinable, para hacer la digestión mientras ve la tele. Su padre vuelve a ocupar el mismo lugar en el que estaba sentado antes de ir a comer. En la tele, en el canal de deportes, están dando una sección de noticias deportivas que no parecen interesar mucho al señor Anderson.
- Maldición – barrunta con voz queda – Otra vez hablan de los deportes de invierno. Odio esos deportes.
- No todo en la vida es snooker, papá – le espeta risueño su hijo.
- Preferiría ver antes cien partidas malas de snooker que una sola final de deportes de invierno. En serio, ¿qué le encuentra la gente de divertido en ver a un gilipollas en esquíes saltando por una rampa? No lo entiendo, te lo juro.
- ¿Ya estás gruñendo otra vez por culpa de los deportes? – su mujer entra en ese momento en el salón con un par de vasos llenos de bebida fría y los coloca en la mesa, sobre sendos posavasos.
- ¿Quién está gruñendo? – Refunfuña su marido – Yo no refunfuño, recalco algo que me parece estúpido y punto.
- Pues cambia de cadena y punto – su mujer recalca las dos palabras finales con cierta sorna – Tampoco es tan complicado, ¿no te parece?
- Mamá tiene razón – apostilla Vance – Pon algo que no te enoje y listo, se acabó el problema.
- Tú no te pongas de parte de tu madre, aprovechado – se queja su padre – Con tu madre dándome la vara con lo que debo o no debo hacer me basta, ¿te enteras?
- Tranquilo, gran jefe – Vance sonríe y levanta las manos abiertas a la altura del pecho – Entierra el hacha de guerra, que no he venido buscando pelea. Solo quería decir que mamá tiene razón, si lo que dan en el canal te molesta, cambia de canal.
- ¡Sé lo que querías decir! – el tono de su padre suena más serio de lo que éste pretende parecer – Simplemente, me joroba que estéis dándome la vara  a todas horas con vuestros consejos. Que yo sepa, ya soy mayorcito para arreglármelas solo, ¿no os parece?
- Bueno... ¡Cómo anda el patio....! – Vance trata de ignorar el tono enfadado de su padre y mira hacia las musarañas, para evitar cruzar sus miradas.
- ¡Maldito mocoso engreído, trátame con algo más de respeto! – Steve se levanta de golpe del sofá y explota sin poder evitarlo - ¿Quién te crees que eres para venir a mi casa y decirme cómo debo vivir mi vida?
- ¿Se puede saber qué mosca te ha picado ahora? – le espeta su hijo, extrañado ante el comportamiento agresivo de su padre - ¿Es que he dicho algo malo para que te enfades así?
- Tranquilizaos los dos, ¿vale? – la señora Richardson trata de serenar los ánimos de su hijo y de su marido, que sigue de pie, estático y mirando furiosamente a su hijo – Estáis discutiendo por una tontería, ¿es que no os dais cuenta?
- ¡Míralo, Claire, mira a tu hijo! – Steve parece colérico y muy alterado - ¡Ahí lo tienes, con esa arrogancia propia de los jóvenes de hoy en día, que no se preocupan más que de llegar a sus casas y llenar la panza! ¡Así es como pagan nuestros esfuerzos, ignorándonos como si fuéramos muebles viejos y abandonados!
- ¿De qué narices estás hablando? – Vance se pone en pie y se encara con su padre mientras su madre se interpone entre ambos - ¡Yo nunca os he ignorado! ¡Nunca!
- ¿Ah, no? – Su padre le golpea con el dedo índice en el hombro varias veces - ¿Y como llamarías tú a tus visitas esporádicas a esta casa, eh? Vienes de pascuas a ramos, comes y te vas. Llamas por teléfono muy de cuando en cuando y apenas te vemos el pelo, ¿cómo lo llamarías tú a eso, eh? ¡Dímelo! ¡Desagradecido, eso es lo que eres, un desagradecido!
- ¡Por favor, querido, cálmate un poco! – su mujer trata inútilmente de apaciguarle los ánimos.
- ¡No quiero calmarme, Claire! – Steve ruge aún más furioso - ¡Ya iba siendo hora de que alguno de nosotros le cantase las cuarenta a este... este...ññg! - súbitamente, el señor Steve se lleva la mano al pecho, gime y cae al suelo rodilla en tierra, siendo sujetado en el aire por su mujer e hijo, que evitan que se golpee contra el suelo.
- ¿Papá? ¿¡Papá!?
- ¿Qué te ocurre, cariño? ¡Dime algo! ¡Cariño!
CONTINÚA

1 comentario:

  1. Hum...
    Me dio la impresión de que el papa se descargaba por sus asuntos con el hijo. Son cosas que ocurren tan a menudo... ¬¬

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