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Ratas del Espacio (Capítulo 1)


1 – PISANDO A FONDO

- Me encanta esta nave… - El que hablaba era Nicolai Sentura, un hombre de cejas y mostacho poblados, cuerpo voluminoso y capitán de la modesta nave carguero Asteroid que cruzaba en esos momentos el espacio, cerca de la nebulosa de Atreides, bordeando un pequeño campo de asteroides que se cruzaba en su ruta comercial – Ciento veinte toneladas de puro músculo metálico, sí señor.
- Capitán, recibo una señal en el radar.
- ¿Hum? – Nicolai miró de soslayo a su oficial de radar, un muchacho joven, de unos veinte años de edad, veintiuno a lo máximo - ¿De quién se trata?
- Es una nave pequeña, señor – le informó el radar – Se dirige hacia nosotros a mucha velocidad.
- ¡Mason! – rugió Sentura a su oficial de radio.
- ¿Sí, señor?
- ¡A ver si descubres de quién se trata! ¡Y lo quiero saber ya!
- ¡Enviando señal de identificación a la nave, señor! – contestó el oficial, otro muchacho algo más mayor que el anterior.
- Imagen en pantalla, señores – ordenó Sentura a dos de sus oficiales de puente.
- Imagen en pantalla, señor – contestaron éstos al unísono.
          Cuando la imagen de la pequeña nave apareció ante los presentes en el puente, el rostro de su capitán palideció, hecho éste que no pasó desapercibido para su segundo de a bordo, que enseguida se interesó por el bienestar de su capitán.
- ¿Le ocurre algo, capitán?
- ¡Dita sea mi suerte!... – masculló por lo bajo éste apretando los puños - ¿Qué cojones harán por este cuadrante esos dos desgraciados? – Se sentó en su sillón y dio órdenes a la tripulación – ¡Parad los motores! Escudos deflectores al máximo. Activad el camuflaje óptico. Todos atentos – Tras esto, se puso a contar lentamente con los dedos de la mano izquierda, ante la mirada atónita de su segundo.
- ¿Capitán qué…? - El capitán le mandó callar con un gesto de la otra mano. Cuando llegó a cinco, el oficial de radar corroboró sus temores, tal y como parecía estar esperando.
- ¡Se acercan más naves, capitán! ¡Son seis más! ¡Están disparándole a la nave pequeña, señor!
- ¡Tal y como me lo esperaba! – Sentura sonrió lacónicamente y atusó una de las puntas de su poblado mostacho – ¡Agarraos fuerte, muchachos, esto va a ser movidito!
- ¿Quiénes son los de la nave, capitán? – Quiso saber su segundo.
- Se llaman Cassidy y Mortimer – Le aclaró Sentura – Un par de desgraciados con muy mala suerte.
- ¿Es que no vamos a ayudarles?
- ¿¡Ayudarles!? – El capitán soltó una sonora risotada - ¡Tú reza para que esos dos capullos pasen de largo y se lleven con ellos a sus “amiguitos”! ¡Preparaos, ahí llegan! – Y dicho esto, cruzó los dedos de ambas manos, esperando que aquellas naves pasaran de largo y les ignorasen por completo.
                   Mientras el capitán Sentura rezaba para que eso ocurriera, en la pequeña nave sus dos tripulantes discutían acaloradamente.
- ¡¡Es la última vez que voy contigo a una cantina, Mortimer!!
- ¡Sí, claro, échame a mí la culpa! – Rugió el tal Mortimer, un hombre de baja estatura, cabeza calva, mostacho poblado y cuerpo muy robusto - ¿De quién fue la idea de pegarle una patada en los testículos a aquel kauriano, eh?
- ¡Le golpeé en la rodilla, no en los testículos!
- ¿Y dónde te creías que tienen los testículos los kaurianos, eh? – Mortimer fijó su vista en la pantalla del radar, más concretamente en un punto luminoso que parpadeaba mientras se acercaba cada vez más a su nave - ¡Misil a las tres en punto!
- ¡Ya lo veo! – Afirmó su compañero - ¡Agárrate fuerte, trataré de esquivarlo!
                   Cassidy, el compañero de Mortimer, y hábil piloto de aeronaves, zigzagueó con la nave a través de los asteroides del campo que atravesaban en ese momento. Con el segundo zigzag logró su objetivo, que el misil chocara contra uno de los numerosos pedruscos flotantes de la zona, sólo a escasos diez metros de distancia de la pequeña nave, que notó la sacudida de la explosión.
- ¡Fiú!... – silbó Mortimer aliviado – Esa anduvo cerca, compañero.
- ¡Por poco! – Rió complacido Cassidy - ¿Cómo vamos de combustible?
- Psé, psé… - su compañero hizo un gesto de balanceo con la mano izquierda mientras fijaba su mirada en el panel de lectura lateral de la nave – No es que estemos boyantes, pero nos apañaremos. Lo que me preocupa es la bomba de refrigeración de las turbinas.
- ¿Tan mal anda la cosa?
- Digámoslo de este modo; si no paramos enseguida, nos quedaremos sin motores en medio del espacio y perdidos a la deriva en mitad de ninguna parte. Tú decides, compañero.
- ¡Estoy en ello, estoy en ello!
- Pues date prisa, - le apremió su compañero señalando a dos puntos luminosos de la pantalla del radar – porque dos de nuestros amigos se están acercando demasiado.
- ¿Y qué tal si me echas una mano, para variar, y te encargas de ellos?
- ¡Vale, vale! – Mortimer se situó sobre el asiento que controlaba la torreta de dos cañones situada sobre el techo de la pequeña nave – Lo haré, aunque solo sea para que luego no digas que no te ayudo.
- ¡Prepárate, voy a virar en redondo para que los pilles por sorpresa! – le comunicó Cassidy mientras iniciaba la maniobra anunciada.
                   Desde la seguridad de su puesto en el puente de mando de la Asteroid, Nicolai Sentura pudo ser testigo de la hábil maniobra del piloto de la Colibrí, que así se llamaba la pequeña nave pilotada por nuestros dos amigos. Con un sorprendente looping, maniobra agravada por la proximidad de tantos asteroides, la Colibrí se colocó detrás de sus dos perseguidores y, abriendo fuego con la torreta, se deshizo de ellos en un suspiro. Lo que vio después ya no le gustó tanto a Sentura, que se puso de pie, haciendo aspavientos con las manos.
- ¡No, hacia acá no, imbéciles! – Gritó el capitán de la Asteroid sin darse cuenta, al ver que la Colibrí enfilaba directo hacia ellos tras la última maniobra realizada para deshacerse de sus perseguidores, seguidos muy de cerca por las cuatro naves restantes - ¡Virad, mamones, virad!
- ¡Capitán, no pueden vernos…! – le recordó su segundo – Recuerde que tenemos activado el camuflaje. Para ellos no somos más que un punto más entre tanto asteroide suelto.
- ¡Y una polla! – Le espetó Sentura - ¡Puedo apostarme mi cuello y no perderle a que ese cabrón de Cassidy sabe que estamos aquí! ¡Iniciar maniobra de evasión, cagando leches!
- ¡Imposible, capitán! – Le informó su radar – Solo faltan diez segundos para el impacto.
- ¡¡Joder!! – Bramó Sentura agarrando con fuerza los reposabrazos de su asiento - ¡¡Fuego a discreción contra las naves!!
                   Mientras Sentura da la orden de abrir fuego, la Colibrí sigue su rumbo hacia la nave mercante sin percatarse, al parecer, de la presencia de ésta última en medio de su trayectoria… ¿O sí?
- ¡Tenemos algo ahí delante, compañero! – Le informa Mortimer a su amigo señalando al radar.
- ¡Lo sé, lo sé! – Asiente rotundo Cassidy – Mi ojo derecho me lo ha dicho hace unos segundos… ¡Agárrate fuerte que vamos a virar!
                   Tras darle el aviso a su compañero, Cassidy realiza la maniobra, justo en el mismo momento en el que la Asteroid abre fuego con sus dos torretas principales, destrozando con sus disparos a las cuatro naves perseguidoras, cuyos restos se estrellan de golpe contra los escudos deflectores de la nave mercante, provocando con los impactos alguna que otra fuerte sacudida en la estructura de la misma.
- Informe de daños – Solicitó el capitán Sentura a su tripulación.
- ¡Nada grave, señor! – le informaron por el intercomunicador desde la sala de motores – Solo se han reventado un par de tuberías y se ha sobrecalentado el generador auxiliar, pero no es nada que no podamos arreglar en una media hora como mucho.
- Bien, poneos a ello – solicitó Sentura – Abrid un canal de comunicación con la nave pequeña.
- Enseguida, capitán.
                   A bordo de la Colibrí, sus dos tripulantes respiraban aliviados, tras ver cómo sus perseguidores se desintegraban contra los escudos protectores de la nave mercante, que había aparecido de repente ante sus narices y que Cassidy pudo esquivar hábilmente.
- Esa maniobra ha sido muy arriesgada, compañero – le comentó Mortimer a su amigo – Suerte de tu ojo derecho cibernético…
- Ey, estamos a salvo, ¿no? – Le rió Cassidy - ¿Qué más quieres? Oh, vaya…
- ¿Qué ocurre ahora?
- Estamos recibiendo una llamada desde esa nave mercante.
- ¿Qué nave? – Preguntó curioso y sorprendido Mortimer - ¿La misma que nos ha salvado involuntariamente el pellejo?
- La misma.
- Habrá que contestarles, digo yo. ¿No te parece?
- ¡Qué remedio! – Cassidy apretó un botón sobre el tablero de mandos para activar la emisora de la radio de la nave. Cuando lo hizo, la voz de Nicolai Sentura llenó el interior de la misma.
- … Nave en ruta, identifíquese, por favor. Repito; nave en ruta, identifíquese…
- Aquí nave Colibrí. - respondió Cassidy - ¿Algún problema?
- ¿¡Y todavía lo preguntas, so cretino!? – Rugió colérico Sentura – Por vuestra culpa esas naves han estado a punto de destrozar la mía… ¿En qué narices estabais pensando, eh?
- Un momento… ¿Sentura? – preguntó curioso Cassidy, al reconocer la voz de su interlocutor.
- ¿Es Nicolai? – Preguntó a su vez Mortimer - ¡Hola, Nicolai! ¿Qué tal te va, viejo amigo?
- ¡¡Dejaros de gilipolleces!! – Rugió nuevamente Sentura - ¿Acaso queríais matarnos con esa alocada maniobra? ¿Estáis locos o qué os pasa?
- No sabíamos que estabas ahí – Le mintió descaradamente Cassidy – Te lo juro Nico.
- ¿Me tomas por imbécil, Cassidy? – La voz del capitán Sentura sonó cansada.
- En absoluto, Nico – respondió Cassidy.
- Largaos de aquí de una vez y que no vuelva a veros nunca más cerca de mi nave, u os destrozaré sin reparos, ¿entendido?
- Esto… - le interrumpió tímidamente el compañero de Cassidy.
- … ¿Qué queréis ahora?
- ¿Podríais pasarnos algo de combustible? Es que andamos algo cortos… – pidió Mortimer - … Por favor.
                   Sentura cortó justo en ese momento la comunicación con la pequeña nave, dejando a sus dos tripulantes con la incertidumbre dibujada en sus rostros.
- ¿Crees que nos dará el combustible? – preguntó con gesto preocupado Mortimer a su compañero.
- No lo sé… - le respondió éste - … Se le notaba algo enfadado.
- Oh, vaya…
                   Ambos amigos se miraron mutuamente durante unos segundos para, al final, prorrumpir en sonoras carcajadas.
CONTINÚA

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