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ZARKO DE MYZAR. CAPÍTULO 14 (Y FINAL)


Capítulo 14 – La Torre de Acinor.

         El interior de la oscura torre estaba totalmente en silencio y no se oía ningún ruido. La sala en la que se hallaban en ese momento era amplia y circular y apenas había luz en ella. Solo una zona de la sala, que era mucho más amplia de lo que el exterior de la torre daba a entender, estaba iluminada. Era el mismo centro de la sala, en cuyo lugar se encontraba un extraño pedestal que sostenía un libro abierto de par en par. A ambos lados del pedestal, flanqueándolo, había dos candelabros de pie alto con forma de calavera, de cuyas cuencas vacías emergían las luces de unas diminutas velas. La atmósfera que envolvía a la sala era ciertamente inquietante y erizaba la piel de los tres presentes.
- No me gusta nada este lugar – apuntó Zarko.
- Ni a mi – añadió a su vez Freyan – Es como si la propia muerte nos estuviera dando la bienvenida a sus dominios.
- ¿Y qué se supone que tenemos que hacer ahora? – preguntó el joven Fedhoram – Por aquí no hay escaleras ni puertas por donde seguir.
- Inspeccionemos el pedestal – indicó Freyan – Quizás el libro nos diga algo.
         Se acercaron al pedestal para examinar de cerca el libro. Zarko, receloso del lugar en el que se hallaban, apoyaba en todo momento la mano sobre la empuñadura de su espada, sujeta a la espalda, en previsión de cualquier eventual ataque por alguna fuerza hostil.
- Examina rápido el libro, amigo – le espetó a Freyan – Quiero salir de este lugar lo antes posible.
- Es Urkiano – dijo Freyan ojeando el libro.
- ¿Urkiano? – le preguntó Fedhoram - ¿Qué es eso?
- El dialecto de los Tarsianos, los cuales, según las antiguas leyendas, fueron los primeros pobladores del mundo. Se dice que su raza desapareció hace varios miles de años. Cuentan que, tras la Guerra de los Tres Reinos, acaecida varios miles de años atrás, los tarsianos se recluyeron en las montañas de Jarrak, la tierra de los hielos eternos, y, poco a poco, desaparecieron de la faz de la tierra, no así su legado cultural.
- ¿Cómo es que sabes tanto de las antiguas razas? – preguntó Zarko.
- Siempre me gustó la Historia – respondió Freyan.
- ¿Y qué dice el libro, maestro? – preguntó a su vez Fedhoram.
- Poca cosa – aclaró su mentor.
- ¿Alguna manera de salir de esta sala? – preguntó Zarko.
- No lo se – respondió Freyan de nuevo – Lo que dice carece de sentido alguno. Escuchad;
         Caminante del exterior, que anhelas el poder.
         Del ayer harás tu sino para forjar tu destino.
         Mira al mañana con la fuerza del deber
         y añora tus pisadas perdidas en el camino,
         para encontrar la senda de tu amanecer.
         Sigue tu sombra con valor y sin ver el camino,
         y al perderla, lo que buscas, habrás de ver.”
- ¿Una adivinanza? – Fedhoram parecía contrariado.
- Eso parece – asintió desconcertado su tutor – Pero no se muy bien cómo descifrarla.
- Está claro que esa adivinanza quiere mostrarnos el camino a seguir para encontrar la salida de esta sala – supuso Zarko.
- Eso ya me lo imagino, amigo mío – rió con sarcasmo Freyan – Pero no se a qué diablos se refieren estos versos.
- ¿A lo mejor a los pasos a seguir desde un punto? – dijo Fedhoram.
- Ya, pero ¿desde dónde habríamos de empezar?
- ¿Qué tal la puerta por la que entramos? – sugirió Zarko – El verso habla del “caminante que llega del exterior”, ¿no es cierto?
- Hum… - Freyan sopesó la idea del Myzarino – Puede que no andes muy desencaminado, amigo mío. Bien, probemos. Fedhoram, ponte delante de la puerta y haz lo que yo te diga.
- Bien.
         El joven obedeció y se colocó frente a la puerta a la espera de nuevas órdenes por parte de su tutor.
- Bien – señaló éste último – Ahora, siguiendo las instrucciones de estos versos, deberías de caminar hacia delante siguiendo tu sombra.
- De acuerdo.
         Fedhoram comenzó a andar sin perder de vista a su sombra. Cuando hubo caminado unos diez pasos, ésta cambió misteriosamente de dirección, mirando hacia su derecha.
- ¿Qué hago? – preguntó a su mentor.
- Lógico – contestó éste con una sonrisa – Caminar hacia donde te indique ahora.
         El muchacho así lo hizo y siguió su sombra unos pasos más, hasta que cambió nuevamente de dirección, ahora hacia la izquierda. Varios giros más, hacia varios lados de la sala y, finalmente, el muchacho dejó de ver su sombra en el suelo.
- ¿Y ahora qué? – preguntó con curiosidad.
         Un crujido en el suelo le dio la respuesta. La baldosa sobre la que pisaba en ese momento se hundió levemente y se oyó un clic en el suelo. Acto seguido, un crujido en la pared de piedra les reveló el camino a seguir en forma de gruesos bloques de piedra que emergían de la pared formando una espiral ascendente hasta lo alto de la sala. Ya tenían una escalera.
- Bueno – sonrió Freyan – No ha sido tan difícil, ¿verdad?
- hum… - el rostro del Myzarino mostraba cierta preocupación – Demasiado fácil, quizás.
         Al poco de pronunciar estas palabras, el Myzarino se arrepintió de haberlas pronunciado. Al terminar de formarse la escalera, formada por unos cuarenta bloques de piedra, del techo de la sala se abrió una esclusa y de la esclusa cayó al suelo un enorme cíclope armado con una no menos enorme maza de cabeza cuadrada de granito. Cuando la enorme mole del hercúleo gigante llegó al suelo, las paredes de la sala retumbaron y el suelo tembló con un sonido estrepitoso.
- ¡Por el hacha de Talon, el maldito, mejor me hubiera callado la boca! – maldijo en voz alta Zarko desenvainado su espada - ¡Coge al chico y empezar a subir por la escalera!
- ¡Si, claro! – gritó Freyan desenvainado su arma - ¡Y tú te quedas con toda la diversión! ¡Ni hablar, amigo mío!
- ¡Veamos cómo se enfrenta a los tres juntos esa mala bestia! – rugió a su vez el joven Fedhoram desenvainando su arma y colocándose delante de sus dos compañeros!
- ¡Ni hablar! – dijeron éstos dos al unísono. Y agarrando al muchacho por los hombros, le obligaron a subir a la escalera - ¡Tu vete subiendo, te seguiremos enseguida! – le ordenó Freyan tajantemente.
         El inmenso cíclope levantó en alto su enorme maza y lanzó un poderoso golpe con ella. Zarko y Freyan se hicieron a un lado y la cabeza cuadrada de granito golpeó estrepitosamente contra el suelo, provocando con ello que tanto suelo como pared retumbaran. Al haber fallado su golpe, el bestial mastodonte rugió con fuerza y se preparó para asestar un nuevo golpe.
- ¡Rodeémosle! – le gritó Zarko a Freyan.
- ¡De acuerdo!
         Dicho y hecho, cada uno de los dos echaron a correr en direcciones opuestas. Por desgracia para Freyan, el gigante le había escogido como víctima más asequible en esos momentos. El cíclope alzó la maza y, siguiendo a su presa con la vista de su único ojo, lanzó un nuevo golpe.
- ¡Cuidado amigo! – le avisó a tiempo Zarko.
         Puesto sobre aviso, Freyan hizo un requiebro y, saltando hacia un lado en el último instante, esquivó el golpe de la peligrosa maza. Por desgracia para él, el cíclope parecía estar esperando ese movimiento, ya que, sin previo aviso, se abalanzó sobre el hombre y, golpeándole con su enorme mano de cuatro dedos, lo arrojó violentamente contra la pared. El cuerpo medio inerte de Freyan golpeó violentamente la pared de la sala antes de caer semiinconsciente al suelo. Trató de recomponerse y prepararse para recibir el nuevo ataque de su contrincante, pero el cíclope no parecía estar dispuesto a concederle el tiempo necesario para recobrarse por completo. Con otro rabioso grito, alzó su maza empleando ambas manos y se preparó para asestarle a Freyan el golpe de gracia.
- ¡Maldita bestia! – rugió Zarko - ¡Yo te enviaré al infierno del que te han sacado!
         Con un grito de rabia, el Myzarino saltó sobre tres de los escalones de la sala y, desde esa altura, se lanzó sobre el desprevenido cíclope, cayendo sobre la espalda del gigante. Agarrándose con una mano como buenamente podía, con la otra mano comenzó a lanzar golpes de espada sobre el hombro del gigante quien, si bien no sufría en exceso ante los cortes poco profundos que la espada de Zarko le causaban, si que se sentía molesto por los ataques del Myzarino.
         El gigante trataba de sacarse de encima a tan molesto incordio, pero sus brazos no lograban alcanzar al Myzarino, que disfrutaba de una posición ciertamente ventajosa en cuanto a su adversario. El gigante, viendo que sus movimientos no resultaban nada fructíferos, cambió de táctica. Con toda su furia y toda la fuerza y peso de su descomunal cuerpo, se lanzó de espaldas contra la pared de la sala.
- ¡Ah, perro del demonio, muy astuto! – bramó Zarko, que vio venir las intenciones de su colosal adversario.
         Con un ágil salto en el último momento, Zarko se lanzó al suelo y el cíclope se estrelló contra la pared de la sala sin conseguir su propósito. Rugió nuevamente y golpeó la pared de la sala con su enorme maza. Entonces se lanzó en persecución del Myzarino blandiendo en alto su enorme maza.
- ¡Vamos, perro asqueroso! – le incitó Zarko - ¡Atrápame si puedes!
         El Myzarino echó a correr por la sala con movimientos zigzagueantes y siempre en círculo, para evitar ser un blanco fácil para el enorme y furioso cíclope, que lanzaba en ese momento otro golpe de maza, errando y arrancando del suelo trozos de losa que saltaban disparados en varias direcciones.
- ¡Atráelo hacia aquí! – oyó que le gritaba Freyan, ya recuperado y subido al cuarto de los peldaños de la escalera.
         Zarko hizo caso a las indicaciones de su compañero y engañó al cíclope para colocarle justo donde Freyan quería. Cuando ya estaba en la posición deseada, Freyan se arrojó sobre el hercúleo gigantón blandiendo su espada. Empleando todas las fuerzas de las que era dueño en ese momento, clavó con fuerza su espada y la hundió en el cuerpo del cíclope. Pero su golpe no fue todo lo certero que Freyan hubiera deseado, puesto que, en lugar de clavar la espada en la base del cuello, tal y como era esa su intención, su golpe erró por muchos centímetros y la espada fue a clavarse justo en el hombro del cíclope.
- ¡Maldición! – exclamó con rabia Freyan viendo que su táctica había fallado.
         El enorme y furioso cíclope rugió de dolor y trató, en vano, de despojarse de aquella dolorosa molestia del hombro derecho. Loco de rabia y de dolor, comenzó a golpear ciegamente a todo lo que tenía cerca en ese momento y Freyan tuvo que saltar en dos ocasiones hacia los lados para evitar a la peligrosa maza del gigante.
- ¡Eres mío, un-ojo! – rugió triunfante Zarko.
         Imitando a su compañero, Zarko se dejó caer del mismo peldaño, para, empuñando con fuerza su espada, clavarla por completo, esta vez si, en el cuello de su enfurecido adversario, que, al recibir la dolorosa estocada, rugió guturalmente. El Myzarino, agarrado a las empuñaduras de ambas espadas clavadas en el cuerpo del cíclope, aguantaba férreamente las sacudidas de éste, que trataba, en vano, de deshacerse de tan molesto incordio.
- ¡Ruge, animal, ruge! – gritó rabioso Zarko, al tiempo que arrancaba la espada de su compañero y la sostenía en alto con fuerza - ¡Por Koyum que te haré morder el polvo!
         Sujetándose con la mano izquierda, usó la derecha para hundir la espada de su compañero en el cuello del gigante, junto a su propia espada. Al recibir la nueva estocada, el gigante se sacudió varias veces tratando de deshacerse de su adversario, fuertemente asido a las empuñaduras de ambas espadas. Segundos después, el cíclope se puso rígido de repente, soltó un lastimero y gutural gemido y cayó pesadamente sobre el suelo de piedra. El Myzarino aparecía de pie, subido a la espalda del gigante caído, en actitud triunfal y con ambas espadas en sus manos.
- ¡Por Koyum! – exclamó jubiloso - ¡Ha sido un combate digno de ser plasmado por los versos de mi buen amigo, Azarinus el bardo!
- ¡Y que lo digas, amigo mío, y que lo digas! – corroboró un dolorido Freyan poniéndose en pie.
(Y FINAL, HASTA EL MOEMNTO)

2 comentarios:

  1. Hace tiempo que no me pasaba por esta página.
    Me ha gustado el final (de momento)... te pone como en suspenso. Te deja la duda si es que el autor continuará o no. :O!
    Definitivamente, genial *-*!

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  2. Gracias, pero la historia no seguirá, porque ya hace tiempo que la tengo abandonada y no estoy por la labor.

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