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Tanque Bradock. Capítulo 10

10 – Un paseo

                    Tardaron apenas cuarenta y cinco minutos en construir la carretilla y colocar sobre ella las cajas, sujetándolas firmemente con cables extraídos del interior del fuselaje de la nave. Una hora después, el grupo ya había avanzado un buen trecho del camino. Bradock tiraba de la improvisada carretilla ayudado por el copiloto, mientras que el piloto y June iban empujando por detrás, a pesar de la reticencia inicial de Bradock a que la mujer hiciera esa parte del trabajo. Por su parte, el capitán omadíe y el otro soldado iban de escolta, vigilando en previsión de encontrarse con alguna sorpresa no deseada.
                   El suelo que pisaban era irregular y el arrastre de la carretilla no era todo lo fácil que Bradock hubiera deseado, aún así, avanzaban a buen ritmo a través de aquél extraño paisaje de colores ocres y verde oliva. Para romper el hielo entre ellos, June fue preguntándoles sus nombres; así pues, averiguó que el capitán se llamaba Koe, el soldado Lomen, el piloto Sento y el copiloto Yan. El modo escogido por Bradock para eliminar tensión consistía en ir contándole chistes al copiloto, que parecía divertirse escuchándolos.
—... Y el niño le dice al padre: “Papá, que estoy aquí”.
— ¿Siempre es así de despreocupado? —inquirió el piloto a June mientras el mercenario y el copiloto reían de buena gana.
— ¿Quién, Bradock? Ya lo creo que sí —respondió June sonriendo a pesar del esfuerzo de empujar—. Sin embargo, también es el que más en serio se toma su trabajo. Llevará estas cajas a su punto de destino de una forma o de otra. Se lo aseguro.
— No tiene que convencerme —Le dijo Sento sonriendo—. Sin tener porqué hacerlo, ha construido una carretilla para arrastrar el cargamento y cruzar todo un bosque con él. Por fuerza, tiene que ser un hombre muy responsable en su trabajo. O eso, o es que está demasiado loco.
— Pongamos que es un poco las dos cosas —matizó June con otra sonrisa.
                   Continuaron avanzando a buen ritmo hasta llegar a un pequeño claro que presentaba el bosque. El capitán Koe ordenó detenerse un rato allí para coger aire y recuperar fuerzas, cosa a la que June accedió de buena gana. Por precaución, taparon la carga con un par de ramas.
— ¿Falta mucho para llegar a su campamento? —preguntó Bradock.
— No más de dos kilómetros —respondió el capitán.
— Bien. Espero que allí tengan bebida, porque tengo la boca más seca que un desierto.
— Yo me encargaré de regalarle una botella de nuestro mejor vino, señor —aseguró el copiloto Yan.
— Te tomo la palab... —Bradock, sin terminar la frase, se puso en guardia y alertó con una seña al resto, que desenfundaron sus armas.
— ¿Qué ocurre? —preguntó sorprendido el piloto Sento.
— Se oye el ruido de un motor... —indicó Bradock mientras les hacía una seña para guardar silencio.
                   Se colocaron todos tras la carga oculta bajo las ramas, mirando hacia la dirección de la cual provenía el ruido. Pronto vieron asomar por entre un claro del follaje a un todoterreno, armado con una torreta ametralladora manejada por un soldado. Vestía éste un uniforme de color rojo con dos franjas laterales, de color amarillo, a lo largo de las mangas y las perneras. En la parte izquierda de su pecho lucía un emblema circular con el dibujo de un sol rojo atravesado por un relámpago azul.
— ¿Amigos o enemigos? —preguntó en voz baja Bradock al capitán Koe.
— Enemigos —respondió éste—. Estarán buscando la nave.
— Recemos para que pasen de largo.
                   El grupo entero contuvo el aliento mientras el soldado del vehículo oteaba la zona desde su posición. Confiaban en que las ramas tras las que se escondían, y con las cuales ocultaban la carga que transportaban, les mimetizasen con el ambiente lo justo para pasar desapercibidos. Por desgracia para ellos, la mala fortuna conjuró en ese preciso momento en su contra.
                   Un extraño animal, de aspecto felino y grande, pelaje gris pardo, cuerpo esbelto y dos colmillos saliendo de su boca hacia abajo, saltó de entre los matorrales cerca de June quien, por culpa de la sorpresa, no pudo reprimir un grito.
— ¡Cuidado! —El solado Lomen se colocó junto a ella y abrió fuego contra la bestia que, con dos gráciles saltos, esquivó el disparo y se perdió de nuevo entre los matorrales.
                   La acción del omadíe atrajo la atención del soldado enemigo, que golpeó dos veces sobre el capó del vehículo apremiando al conductor a cambiar de dirección.
— Ya sabía yo que nuestra suerte no podía durar mucho —refunfuñó Bradock poniéndose en pie y abriendo fuego con sus armas mientras echaba a correr hacia el todoterreno.
                   Fue avanzando en zigzag para esquivar los disparos de la ametralladora de plasma, cuyos impactos en el suelo levantaban pequeñas columnas de tierra y matojos. Cuando se encontraba a pocos metros del vehículo, Bradock saltó hacia delante y se colocó sobre el morro, para a continuación ametrallar desde esa posición al conductor. Aprovechando el impulso del auto, Bradock se subió al capó y abrió fuego contra el soldado de la ametralladora, que no tuvo tiempo de cubrirse ni de disparar con su arma. El mercenario saltó del vehículo antes de que éste se estrellase contra un árbol. Se acercó con cautela y revisó el cuerpo del conductor. Estaba muerto.
— ¡Respondan! ¿Están ahí? ¡Respondan!
                   Bradock arrancó de cuajo el transmisor de la radio que emitía las voces y volvió con sus compañeros.
— Hay que ponerse en marcha —Les apremió cuando se reunió con ellos—. No creo que tarden mucho en enviar otra patrulla—. Vamos.
— Lo siento mucho —Se disculpó torpemente June—. Ese puñetero bicho me asustó. ¿Qué era?
— Un Yadar —Le aclaró Lomen—. Son carnívoros y, por regla general, suelen ir en grupos. Hemos tenido suerte.
— Oh, sí, suerte... —dijo June con sarcasmo— Casi me mata del susto, pero hemos tenido suerte.
— Hemos tenido suerte de que no estuviera cazando —apuntó serio el capitán Koe— Son muy agresivos cuando salen de caza, señorita. Se lo aseguro.
— Oh, vaya... —June se sintió avergonzada en ese momento.
— Venga, en marcha —ordenó entonces Bradock—. ¿O queréis esperar aquí a ver quién os encuentra antes?
                   Se pusieron de nuevo en marcha, pero antes de eso, Bradock le encargó a Lomen que, con la ayuda de una pequeña rama, fuera detrás de ellos limpiando las huellas que iban dejando, para así ocultar su rastro al enemigo. Sabedores de que era cuestión de tiempo que enviaran al lugar una nueva patrulla para investigar lo ocurrido, aceleraron el ritmo de la marcha con la esperanza de alejarse lo suficiente del lugar. Con suerte, se dijo Bradock, les perderían el rastro en ese mismo sitio.
— ¿Ahora te asustan los gatitos? —Bromeó con June para rebajar la tensión cuando reemprendieron la marcha.
— ¿Gatito? —espetó ella— Eso no era un gato. ¿Viste el tamaño que tenía? ¡Era enorme!
— Ni siquiera te llegaba a las rodillas —rió Bradock.
— ¡Anda y que te den por ahí!
                   Los demás, pese a ser conscientes del peligro que corrían, rieron de buena gana la broma. Lo que más les maravillaba era el ver cómo aquellos dos extraños, que no tenían nada que ver con ellos, se dejaban la piel en aquella empresa. Por ese motivo, los cuatro omadíes observaban llenos de admiración y respeto a Bradock y June.

CONTINUARÁ

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