13 –
Una visita sorpresa
A la mañana siguiente, Bradock trasteaba en el arnés de una servo-armadura cuando apareció Roc. El mercenario, enfrascado de lleno en las reparaciones que estaba efectuando, soplete láser en mano, no le prestó atención.
— Buenos días, jefe —saludó el
androide—. ¿Qué tal se encuentra hoy?
Bradock
se limitó a gruñir por lo bajo. Sujetaba con la boca el pequeño soplete
mientras realizaba algunas comprobaciones en varios puntos del arnés.
— Hace un buen día ¿verdad? —Roc
insistió una vez más en entablar una conversación.
— ¿De qué narices hablas,
chatarra? —Bradock se mostró irritado por la interrupción del androide— Estamos
en el interior de una nave que surca el espacio... ¿Cómo diablos sabes si hace
un buen o mal día?
— Era por decir algo —Se disculpó
Roc.
— Pues no me molestes con
tonterías. Estoy ocupado con esto.
— Bueno... La verdad es que quería
hablar con usted de algo.
— ¿De qué? —Bradock dejó lo que
estaba haciendo, soltando de mala gana las herramientas que sujetaba en ese
momento.
— De la señorita June.
— ¿De June? —Bradock se mostró
sorprendido— ¿Qué pasa con ella?
— Buenos días a los dos —June
entró justo en ese momento en la sala. ¿Coincidencia o no? Roc no lo tenía muy
claro, pero se guardó bien de decir nada que la pusiera sobre aviso.
— Creo que hemos sido unos
auténticos desconsiderados para con la señorita June, jefe —Improvisó sobre la
marcha—. Ni siquiera la hemos dado una bienvenida como se merece, digo, para
festejar su llegada a la nave. Después de todo, no todos los días recibimos una
visita tan agradable como la suya ¿no le parece?
— ¿Y desde cuándo te interesa a ti
agasajar a las visitas? —preguntó Bradock extrañado por la idea del androide.
— ¿Quieres hacerme una fiesta de
bienvenida? Oh, qué dulzura —June abrazó a Roc y le obsequió con un dulce beso
en su metálica y ancha frente.
— Haced lo que os salga del tarro
—dijo Bradock volviendo a su trabajo—, pero que os quede claro una cosa; no me
pongo traje ni pajarita. ¿Enterados?
— Gruñón —June le sacó burlona la
lengua.
— Bien. Entonces me pondré esta
tarde manos a la obra para preparar las cosas —Convino Roc abandonando la sala.
Justo
en ese momento, la metálica voz de Neska dio la alarma.
— Campo de asteroides en nuestra
ruta, jefe.
— Ejecuta maniobra evasiva 2-B
—Ordenó Bradock sin dejar lo que estaba haciendo.
— Negativo. Comportamiento de
asteroides sospechoso —informó la computadora.
— ¿Sospechoso? Explícate.
— Diría que parecen moverse por
voluntad propia, jefe.
— ¿Qué se mueven...? ¡Mierda,
mierda!—Entonces, Bradock se levantó de repente y echó a correr hacia el puente—
¡Apaga el sistema y los motores, Neska! ¡Energía principal al uno por ciento,
rápido!
— Apagando sistema y motores
—Informó Neska— Reduciendo energía principal al uno por ciento.
— ¿¡Qué ocurre!? —preguntó
alarmada June mientras corría tras Bradock.
— ¡No se trata de asteroides! —Le
explicó éste.
— ¿Ah, no? ¿Entonces, qué son?
— Algo peor... —apuntó Bradock— ¡Ninoitas!.
— ¿Ninoitas? —June no entendía a qué se refería su compañero.
— Carroñeros —explicó éste cuando
por fin llegaron al puente de la nave.
— ¿Carroñeros, de los que comen
carne muerta?
— Solo que estos no comen carne
muerta —Aclaró el mercenario.
— ¿Y qué comen entonces?
— Energía eléctrica —matizó su
compañero—. Se pegan a las naves que se cruzan en su camino y les chupan toda
la electricidad que generan. En cuestión de minutos pueden cargarse una nave
crucero estándar.
— Oh, vaya... —June se dio cuenta
de la gravedad de la situación a la que se enfrentaban— ¿Cómo nos libramos de
ellos?
— Cargándonos a los que se
acerquen demasiado al casco de la nave. ¡Roc!
— Estoy aquí, jefe —anunció el
androide al llegar al puente.
— Ponte una servo-armadura. Te
necesito conmigo en el casco de la nave.
— ¿La roja o la azul?
— ¡Roc!
— Ya voy, ya voy...
— ¿Y por qué no te puedo ayudar
yo? —preguntó June enojada al ver cómo el mercenario la dejaba a un lado—
¿Acaso tu orgullo de machito te impide pedirme ayuda, hombretón?
— No digas tonterías —respondió él
restándole importancia a la puya—. Para empezar; Roc tiene mejor puntería que
tú... —Bradock se acercó al compartimiento de las servo-armaduras, escogió una
y comenzó a ponérsela— Y para seguir; si saltaste al ver aquel yadar en Omadown, estos ninoitas te harían gritar de verdad.
— A veces te comportas como un
machito insoportable ¿lo sabías? —dijo ella cruzándose de brazos.
— Vaya, siempre creí que fue esa
parte de mí la que te conquistó —Él la guiñó un ojo mientras terminaba de
ajustarse la servo-armadura.
— ¿Quieres que diga delante de tu
computadora la parte de ti que me conquistó? —Ella le obsequió con una
juguetona sonrisa llena de malicia al tiempo que le lanzaba una mirada a sus
partes nobles.
— Furcia... —soltó Neska airada.
— Basta... Las dos —Bradock zanjó
la discusión antes de que fuera a más, colocándose después el casco de la
armadura—. ¿Estás listo, Roc?
— Creo que sí.
— Pues vamos.
Se
acercaron al compartimiento donde guardaban las armas y escogieron; Roc se hizo
con dos manejables ametralladoras láser, y Bradock con un fusil de plasma de
gran calibre. Después, se encaminaron a un pequeño hangar que la nave disponía
y se subieron sobre la plataforma elevadora que los llevaría al exterior de la
nave.
— ¡Súbenos, Neska! —ordenó Bradock
a la computadora.
Tras
dejar escapar un metálico clank, la
plataforma empezó a ascender ayudada de un motor hidráulico. Una trampilla se
abrió en el techo permitiéndoles salir al exterior, donde el silencio del vacío
del espacio les envolvió con su manto helado. Con la ayuda de las botas con
suelas imantadas de sus servo-armaduras caminaron sobre el fuselaje de la nave
como si lo hicieran por un suelo cualquiera.
Mediante
señas, Bradock le indicó al androide que se ocupara de la zona de babor
mientras él se encargaba de la de estribor. Al frente vieron el grupo de ninoitas que se acercaba peligrosamente
a la nave. Bradock contó, a bote pronto, cerca de treinta masas rocosas, cada
una de ellas del tamaño de un coche familiar. Cargó su arma y esperó a recibir
al primero de ellos, rezando para que la buena fortuna les fuera propicia en
ese momento y los ninoitas pasaran de
largo sin fijarse en ellos.
Por desgracia, como bien
sabía Bradock, esperar que ocurriese eso era esperar demasiado. Respirando
hondo, apuntó a los objetivos y aguardó a su llegada.
CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario