____________________________________________________Visita mi CANAL DE YOUTUBE_______________________________________________________

Tanque Bradock. Capítulo 13

13 – Una visita sorpresa

                        A la mañana siguiente, Bradock trasteaba en el arnés de una servo-armadura cuando apareció Roc. El mercenario, enfrascado de lleno en las reparaciones que estaba efectuando, soplete láser en mano, no le prestó atención.
— Buenos días, jefe —saludó el androide—. ¿Qué tal se encuentra hoy?
                   Bradock se limitó a gruñir por lo bajo. Sujetaba con la boca el pequeño soplete mientras realizaba algunas comprobaciones en varios puntos del arnés.
— Hace un buen día ¿verdad? —Roc insistió una vez más en entablar una conversación.
— ¿De qué narices hablas, chatarra? —Bradock se mostró irritado por la interrupción del androide— Estamos en el interior de una nave que surca el espacio... ¿Cómo diablos sabes si hace un buen o mal día?
— Era por decir algo —Se disculpó Roc.
— Pues no me molestes con tonterías. Estoy ocupado con esto.
— Bueno... La verdad es que quería hablar con usted de algo.
— ¿De qué? —Bradock dejó lo que estaba haciendo, soltando de mala gana las herramientas que sujetaba en ese momento.
— De la señorita June.
— ¿De June? —Bradock se mostró sorprendido— ¿Qué pasa con ella?
— Buenos días a los dos —June entró justo en ese momento en la sala. ¿Coincidencia o no? Roc no lo tenía muy claro, pero se guardó bien de decir nada que la pusiera sobre aviso.
— Creo que hemos sido unos auténticos desconsiderados para con la señorita June, jefe —Improvisó sobre la marcha—. Ni siquiera la hemos dado una bienvenida como se merece, digo, para festejar su llegada a la nave. Después de todo, no todos los días recibimos una visita tan agradable como la suya ¿no le parece?
— ¿Y desde cuándo te interesa a ti agasajar a las visitas? —preguntó Bradock extrañado por la idea del androide.
— ¿Quieres hacerme una fiesta de bienvenida? Oh, qué dulzura —June abrazó a Roc y le obsequió con un dulce beso en su metálica y ancha frente.
— Haced lo que os salga del tarro —dijo Bradock volviendo a su trabajo—, pero que os quede claro una cosa; no me pongo traje ni pajarita. ¿Enterados?
— Gruñón —June le sacó burlona la lengua.
— Bien. Entonces me pondré esta tarde manos a la obra para preparar las cosas —Convino Roc abandonando la sala.
                   Justo en ese momento, la metálica voz de Neska dio la alarma.
— Campo de asteroides en nuestra ruta, jefe.
— Ejecuta maniobra evasiva 2-B —Ordenó Bradock sin dejar lo que estaba haciendo.
— Negativo. Comportamiento de asteroides sospechoso —informó la computadora.
— ¿Sospechoso? Explícate.
— Diría que parecen moverse por voluntad propia, jefe.
— ¿Qué se mueven...? ¡Mierda, mierda!—Entonces, Bradock se levantó de repente y echó a correr hacia el puente— ¡Apaga el sistema y los motores, Neska! ¡Energía principal al uno por ciento, rápido!
— Apagando sistema y motores —Informó Neska— Reduciendo energía principal al uno por ciento.
— ¿¡Qué ocurre!? —preguntó alarmada June mientras corría tras Bradock.
— ¡No se trata de asteroides! —Le explicó éste.
— ¿Ah, no? ¿Entonces, qué son?
— Algo peor... —apuntó Bradock— ¡Ninoitas!.
— ¿Ninoitas? —June no entendía a qué se refería su compañero.
— Carroñeros —explicó éste cuando por fin llegaron al puente de la nave.
— ¿Carroñeros, de los que comen carne muerta?
— Solo que estos no comen carne muerta —Aclaró el mercenario.
— ¿Y qué comen entonces?
— Energía eléctrica —matizó su compañero—. Se pegan a las naves que se cruzan en su camino y les chupan toda la electricidad que generan. En cuestión de minutos pueden cargarse una nave crucero estándar.
— Oh, vaya... —June se dio cuenta de la gravedad de la situación a la que se enfrentaban— ¿Cómo nos libramos de ellos?
— Cargándonos a los que se acerquen demasiado al casco de la nave. ¡Roc!
— Estoy aquí, jefe —anunció el androide al llegar al puente.
— Ponte una servo-armadura. Te necesito conmigo en el casco de la nave.
— ¿La roja o la azul?
— ¡Roc!
— Ya voy, ya voy...
— ¿Y por qué no te puedo ayudar yo? —preguntó June enojada al ver cómo el mercenario la dejaba a un lado— ¿Acaso tu orgullo de machito te impide pedirme ayuda, hombretón?
— No digas tonterías —respondió él restándole importancia a la puya—. Para empezar; Roc tiene mejor puntería que tú... —Bradock se acercó al compartimiento de las servo-armaduras, escogió una y comenzó a ponérsela— Y para seguir; si saltaste al ver aquel yadar en Omadown, estos ninoitas te harían gritar de verdad.
— A veces te comportas como un machito insoportable ¿lo sabías? —dijo ella cruzándose de brazos.
— Vaya, siempre creí que fue esa parte de mí la que te conquistó —Él la guiñó un ojo mientras terminaba de ajustarse la servo-armadura.
— ¿Quieres que diga delante de tu computadora la parte de ti que me conquistó? —Ella le obsequió con una juguetona sonrisa llena de malicia al tiempo que le lanzaba una mirada a sus partes nobles.
— Furcia... —soltó Neska airada.
— Basta... Las dos —Bradock zanjó la discusión antes de que fuera a más, colocándose después el casco de la armadura—. ¿Estás listo, Roc?
— Creo que sí.
— Pues vamos.
                   Se acercaron al compartimiento donde guardaban las armas y escogieron; Roc se hizo con dos manejables ametralladoras láser, y Bradock con un fusil de plasma de gran calibre. Después, se encaminaron a un pequeño hangar que la nave disponía y se subieron sobre la plataforma elevadora que los llevaría al exterior de la nave.
— ¡Súbenos, Neska! —ordenó Bradock a la computadora.
                   Tras dejar escapar un metálico clank, la plataforma empezó a ascender ayudada de un motor hidráulico. Una trampilla se abrió en el techo permitiéndoles salir al exterior, donde el silencio del vacío del espacio les envolvió con su manto helado. Con la ayuda de las botas con suelas imantadas de sus servo-armaduras caminaron sobre el fuselaje de la nave como si lo hicieran por un suelo cualquiera.
                   Mediante señas, Bradock le indicó al androide que se ocupara de la zona de babor mientras él se encargaba de la de estribor. Al frente vieron el grupo de ninoitas que se acercaba peligrosamente a la nave. Bradock contó, a bote pronto, cerca de treinta masas rocosas, cada una de ellas del tamaño de un coche familiar. Cargó su arma y esperó a recibir al primero de ellos, rezando para que la buena fortuna les fuera propicia en ese momento y los ninoitas pasaran de largo sin fijarse en ellos.
                   Por desgracia, como bien sabía Bradock, esperar que ocurriese eso era esperar demasiado. Respirando hondo, apuntó a los objetivos y aguardó a su llegada.

CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario