14 –
Los sonidos del silencio
Bajo el helado manto del silencio sepulcral del espacio exterior, Bradock recibió al primero de los ninoitas con un disparo a bocajarro, segundos antes de que éste pudiera acoplarse al casco de la nave. El animal, de piel recubierta de placas negras de roca disforme, garras afiladas como garfios, ojos de color azul eléctrico y fauces llenas de colmillos, había abierto su boca para extraer una lengua succionadora, pero fue alcanzado de lleno por el disparo de Bradock. Su cuerpo salió repelido hacia el negro espacio dando volteretas.
Roc
se desplazaba con paso lento sobre el metal de la nave, al tiempo que abría
fuego con sus dos ametralladoras contra dos de los ninoitas más cercanos a su posición. El fuego rebotó en la rocosa
piel de las bestias, pero surtió el efecto deseado por el androide; evitar que
se acercaran demasiado al casco.
Si
el silencio afuera era abrumador, en el interior de la nave era agobiante.
June, en el puente de mando y casi a oscuras por estar la energía de la nave al
mínimo, no soportaba la tensión de tener que limitarse a observar el pequeño
radar que Neska había dispuesto para ella en una pequeña pantalla del panel de
mandos.
A
través de ese radar, June podía ver a dos puntitos verdes, Bradock y Roc,
rodeados por otros treinta puntitos rojos que cada vez se acercaban más a los
verdes. Por de pronto, según veía en la pantalla fosforescente, sus compañeros
parecían mantener a raya a los invasores.
Bradock
lanzó todo su cuerpo contra el ninoita
que tenía enfrente, golpeándole en el costado con su hombro. El golpe hizo
perder estabilidad al animal, que quedó ladeado en el aire por culpa de la
ingravidez, momento aprovechado por el mercenario para dispararle en la panza, pues
esa parte estaba menos protegida por la piel rocosa que el resto del cuerpo.
Malherido, el animal se alejó del lugar.
Roc
golpeó con una de sus ametralladoras el hocico de una de las bestias, mientras
abría fuego contra otra de ellas, que esquivó los disparos. El ninoita que recibió el golpe retrocedió
unos metros con un salto y lanzó un insonorizado rugido. Luego dio dos furiosos
zarpazos en el aire, desafiando a su enemigo, Roc. El androide ni se inmutó;
abrió fuego contra la bestia, obligándola a retroceder a la seguridad del negro
espacio, donde él no iría a perseguirla.
El
otro ninoita, el que esquivó los
disparos, había aprovechado el momento en que Roc atacaba a su compañero para
adherir su lengua succionadora al casco de la nave. No pudo hacer más. Desde su
posición, y no teniendo en ese momento ninguna otra amenaza más cercana,
Bradock abrió fuego contra él y lo alcanzó de lleno. El animal salió disparado
hacia el espacio, golpeando en su trayectoria a tres de sus compañeros. Roc le
hizo un gesto de aprobación a su jefe, alzando un puño cerrado con el pulgar
extendido.
La
pantalla del radar mostraba a algunos de los puntitos rojos abandonando el
lugar, aunque el resto parecían empeñados en lograr su objetivo; alimentarse a
costa de la nave. June podía ver cómo los dos puntitos verdes se movían sobre
el casco, de forma lenta pero segura, sin abandonar una zona predeterminada. De
cuando en cuando, alguno de los puntitos rojos se acercaba demasiado a los dos
verdes, pero segundos después volvía a ser repelido por estos. Era un tira y
afloja sin descanso, que no parecía tener fin.
Bradock
festejó con una amplia sonrisa la carambola originada entre los tres ninoitas que intentaban acercarse al
casco de la nave y el que había salido despedido al espacio en ese momento
gracias a su disparo. Apuntó en derredor suyo en busca de más blancos cercanos,
pero no encontró ninguno. El resto de los ninoitas
mantenían las distancias con respecto a ellos y la nave. Parecían sopesar los
pros y contras en cuanto a intentar acercarse a ella o no.
Roc
contempló aquel semicírculo de bestias que, flotando ingrávidos en el espacio a
una distancia prudencial de ellos, les observaban con cautela y recelo. El
androide pudo entonces darse cuenta de que uno de ellos se estaba comunicando
con sus congéneres. Para ello, el animal hizo vibrar dos de sus placas pétreas,
situadas estas a ambos lados de su cabeza, tras las amplias y picudas orejas.
Usando esas vibraciones arrítmicas a modo de código morse, entabló con sus
compañeros una breve conversación.
En
el radar no se movía nada; ni los puntos verdes ni los rojos. Los segundos
formaban un semicírculo en torno a los dos primeros, sin acercarse ni alejarse
de ellos. June observaba la pantalla con cierta irritación, tamborileando
nerviosa sobre el tablero de mandos con sus dedos. Esa maldita y larga espera
la estaba volviendo loca.
El
ninoita que parecía ser el líder de
la manada miró una vez más a la nave y a sus dos defensores. Lo que fuera que
estuviera pasando por su mente solo lo sabía él, pensó Bradock. Como fuera,
tras varios segundos de inactividad en el grupo, el líder de la manada se dio
media vuelta y, haciendo vibrar esta vez las cuatro placas de sus cuartos
traseros, colocadas dos a cada lado, emprendió la retirada. Sus compañeros le
siguieron en el acto, para alegría del sorprendido Roc, que disparó sus armas
al vacío a modo de silenciosos hurras.
Cuando
la manada desapareció en la negrura del espacio, Bradock le hizo gestos a Roc
para entrar de nuevo en la nave. Una vez dentro pudieron desprenderse de las
servo-armaduras.
— Sistemas al máximo, Neska —ordenó
Bradock a la computadora—. Enciende los motores y sácanos de aquí ¿quieres?
— A la orden, jefe —respondió
ésta.
Los
cotidianos y característicos ruidos de la nave al poner en marcha sus motores y
el resto de sus sistemas inundaron la sala en la que el mercenario y el
androide se hallaban, bañándola con las luces que acababan de encenderse.
— Ha estado cerca ¿verdad? —apuntó
Roc.
— Nah, ha sido un paseíto —Bradock
sacó un puro del bolsillo de su camisa para encenderle—. Neska, pon algo de
música para relajar el ambiente ¿de acuerdo?
— ¿Algo de Rammstein, o de
Beethoven?
— No sé porqué narices lo
preguntas —espetó Roc enojado por la puya de la computadora—. Sabes de sobra lo
que va a escoger, máquina estúpida.
— ¿Por qué no nos pones algo de
Beethoven? —dijo Bradock para sorpresa del androide— Después de todo, nuestro
compañero se lo ha ganado.
— ¿Podría ser “Luz de luna”, por favor? —apuntó Roc tímidamente.
— Que sea “Luz de luna”, Neska —asintió Bradock.
— Marchando una de Beethoven para
el robotucho —informó con desgana la computadora.
Para
regocijo del sorprendido androide, las primeras notas del “Luz de luna” de Beethoven comenzaron a sonar en la sala. Con los
ojos cerrados, y moviendo rítmicamente su dedo índice derecho en el aire al
compás de las notas, Roc se dejó envolver por la melodía.
— Si me disculpa, jefe, me voy a
mi camarote —Se excusó—. Quiero disfrutar de este momento sin que nadie me lo
estropee.
Tarareando
la melodía abandonó el lugar, a pasos cortos pero rápidos, dirigiendo con sus
manos una imaginaria orquesta sinfónica.
— Bueno ¿la puedo quitar ya?
—preguntó Neska cuando Roc se hubo ido.
— No —contestó tajante Bradock—.
Dejemos que el androide tenga su momento zen. Total ¿cuánto puede durar esta
pieza? ¿Dos, tres minutos?
— Cinco largos minutos… —apuntó irritada
Neska.
— Pues eso —Bradock,
tras darle una calada a su recién encendido puro, soltó una bocanada de humo y
sonrió—. Momento zen.
CONTINUARÁ
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