17 –
Endola Preys
Tanto Bradock como June seguían aún en estado de shock por culpa de la sorpresa recibida al escuchar las últimas explicaciones de Yugo. Según el basky, Endola Preys, hermano gemelo de Bradock, andaba metido hasta el cuello en todo el asunto del presunto rescate de June por parte del mercenario, días atrás.
Para complicar más las cosas, según el basky, June no era quien aparentaba ser. Con el fin de corroborar su teoría, Yugo le hizo muchas preguntas a la mujer, que respondió a las que pudo sin dudar, pero dejando el resto sin una respuesta convincente.
— Y entonces ¿quién o qué soy yo?
—preguntó al fin ella— ¿Un clon?
— Podría ser, señorita —respondió
Yugo pensativo—. Pero tendría que tener recuerdos de días previos a su
reencuentro con Bradock, y no es así. Dispone de recuerdos suficientes para
sostener su fachada, lo cual no es poco, pero no bastan para poder afirmar con
rotundidad que usted sea la verdadera June.
— ¿Y tú cómo te has enterado de
todo este asunto? —preguntó Bradock.
— Tengo mis fuentes —respondió
Yugo—. Además, me preocupo y cuido de mis “empleados”.
— Vaya, así que soy tu empleado…
— Por supuesto —afirmó el basky ligeramente molesto por el
comentario—. Excesivamente destructivo en ocasiones, pero un empleado muy
efectivo.
La
respuesta no satisfizo del todo al mercenario, pues se quedó mirándole sin
añadir nada más.
— Al parecer —Cedió finalmente
Yugo—, tu hermano ha estado haciendo algunas averiguaciones en ciertos sitios.
Uno de mis informantes se enteró de eso y se puso en contacto conmigo para
hacérmelo saber.
— ¿Qué tipo de averiguaciones?
—Quiso saber Bradock.
— Según me han contado —añadió
Yugo—, se ha reunido en secreto con un par de expertos en clonaciones. También
me dijeron que había estado buscando a June en un par de lugares. Sumé dos y
dos y me imaginé lo que pretendía.
— ¿Crees que encontró a June y
logró clonarla? —El semblante de Bradock se tornó sombrío.
— Al parecer eso parece —afirmó
Yugo observando detenidamente a la June que acompañaba al mercenario—. Sin
embargo, y como ya dije antes, para ser un clon, presenta fallos de memoria
inexplicables.
— ¿Le importaría dejar de mirarme
como si fuera un objeto? —Pidió June molesta por la forma en la que el basky la escrutaba de arriba a abajo.
— Lo siento, señorita —Se disculpó
inmediatamente Yugo—. No era mi intención ofenderla.
— No sé qué decirte, canijo
—Terció Bradock mirando a la mujer—. A mí me parece la verdadera June, en todos
los sentidos.
— La finalidad de un clon es esa,
suplantar a la persona a la que ha clonado, so memo —apuntó Yugo con cierta
irritación en su tono de voz.
— Lo que no entiendo es por qué no
intentó acabar conmigo cuando la rescaté en Kalydos —señaló Bradock—. Tuvo una
ocasión excelente para ello.
— Quizás esperaba que otros
hicieran el trabajo sucio por él —Teorizó Yugo—. O quizás tenga preparado para
ti algo especial, quién sabe.
— ¿Y entonces qué? —Ahora era
Bradock el que parecía irritado— ¿Espero sentado en mi nave hasta que mi
hermano decida actuar?
— Supongo que hará su próximo
movimiento cuando menos te lo esperes —dijo Yugo—. Lo que me sigue preocupando
es que el clon –y discúlpeme por llamarla así, señorita— tenga ese fallo tan
notorio en su memoria. No es lógico.
— ¿Por qué no? Algo saldría mal al
crearle…
— ¿Estando tu hermano implicado en
el proceso? —espetó el basky—. Déjame
que lo dude.
— ¿Es que acaso es un genio de la
ciencia? —preguntó June.
— Mi hermano es un genio en el más
amplio sentido de la palabra —contestó Bradock—. Posee un intelecto superior y
destaca en varias ramas de la ciencia y la tecnología. Como bien dice nuestra
madre; al nacer él se quedó con el cerebro y yo con el músculo… y con el
encanto —El mercenario le dedicó una sonrisa socarrona a su compañera.
— ¿Y por qué te odia tanto como
para querer matarte?
— Cosas de hermanos. Por cierto,
canijo ¿qué trabajo tenías que darme?
— Oh, cierto. Con tanta
conversación se me había olvidado ese asunto —rió quedamente el basky—. Necesito que vayas a recogerme
un paquete especial a Tarsos.
— ¿Clase de paquete y tarifa?
— Tarifa, la de siempre. En cuanto
al paquete, nada que sea de tu incumbencia.
— ¿No intentarás convertirme en
una niñera temporal, verdad?
— ¿A qué viene esa tontería? —Se
quejó Yugo extrañado.
— Bueno —explicó Bradock con una
sonrisa burlona—; es que dos amigos me contaron que hace poco les enjaretaste
una misioncilla sorpresa como niñeras de una muchacha un poco rebelde.
— Supongo que esos amigos tuyos no
te contaron lo que me costó arreglar uno de sus estropicios en una nave ¿a que
no? —Se defendió Yugo.
— Lo cierto es que sí me lo
contaron —Rió Bradock—. Nos echamos unas buenas risas en el bar a costa de ese
tema.
— El paquete es pequeño. De este
tamaño, más o menos —Le aclaró el basky
poniendo sus manos abiertas una frente a la otra para indicarle el tamaño de la
caja—. Tiene una cerradura electrónica cuya clave sólo yo conozco. ¿Contento?
— ¿Una cajita tan pequeña con
cerradura electrónica? —Bradock miró a Yugo con sospecha— ¿Qué hay dentro,
alguna joya?
— Te he dicho que no es de tu
incumbencia.
— Hum… Veo que he dado en el
blanco —Bradock sonrió de oreja a oreja—. ¿A quién te vas a declarar, pequeña
rata? ¿La conozco, acaso?
— ¡Vete a paseo, imbécil! —Gruñó
Yugo mostrándole el dedo corazón de su mano derecha extendido.
— Espera un poco —Bradock siguió
burlándose del basky con sorna—: Ahora
que lo pienso; estamos en Satur, un lugar en donde no hay nada interesante…,
salvo cierta cantante de ópera a la que ambos conocemos ¿verdad, canijo? Y, que
yo recuerde, no te pierdes sus actuaciones casi nunca. ¿Es que piensas
declararte a Renata?
— ¿Y a ti qué te importa,
descerebrado con sobredosis de esteroides? —Protestó Yugo mostrándole el puño
cerrado de forma amenazante.
— Tranqui, tío —Bradock levantó
las manos en son de paz—. Si te quieres declarar a la gorda, por mí d’abuten.
Solo espero que la joya que le vas a regalar merezca el esfuerzo del viejecito
que me voy a dar. Nada más.
— El viajecito lo vas a cobrar
bastante bien, listillo —espetó Yugo—. En cuanto a la joya, te aseguro que no
has visto una igual en tu vida. Pero bueno, hablar contigo de joyas es como
intentar hablar de física cuántica con un bebé; es decir, inútil y una pérdida
de tiempo total.
— Venga, nos abrimos —Bradock le
dedicó un saludo a Victor mientras le daba la espalda a Yugo—. Mándanos los detalles
de la misión a la nave ¿vale, renacuajo?
— Los tendréis en la nave para
cuando lleguéis —respondió Yugo.
Cuando
salieron de la alcantarilla, Bradock comenzó a canturrear de forma alegre una
estrofa de una vieja canción terrícola.
— La vida te da sorpresas,
sorpresas te da la vida, ay Dios…
— ¿A qué viene esa cancioncilla?
—Le preguntó curiosa June.
— Es que conozco cierto secreto de
la Renata que al basky le va a
sorprender, y mucho —Sonrió el mercenario.
— ¿Qué secreto?
— Uno que esconde entre
las piernas. Pero no seré yo el que le reviente esa sorpresa al enano. No señor
—Rió de buena gana Bradock.
CONTINUARÁ
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