19 –
Caballo de Troya
“¡Doble ca, uve doble!;
la emisora que recorre el espacio... y el tiempo.
Andrea Vamp, la
vampiresa más sexy de las ondas, te escucha.
Tenemos una nueva oyente
que quiere consultarnos sobre un problema que tiene. Dime, cariño ¿qué te
ocurre?
Hola Vamp, tía. Pues
verás; resulta que a mí me mola mucho un amigo mío, pero mucho, mucho. Lo que
pasa es que él está coladito por una amiga mía. Para más inri, tía, esa amiga
mía está coladita por mí… Sí, sí, Vamp, como lo oyes, por mí, que me lo ha
dicho ella el otro día en la disco. Y yo no sé qué hacer, tía. ¿Qué harías tú?
Mira, cari; si yo fuera
tú, me enrollaba con tu amiguita. Quién sabe, igual hasta te gusta y todo. En
cuanto a tu amiguito, pasa de él y píllate un consolador; te salen más
rentables y nunca te fallan. Chao, bambina, cuídate. ¿Siguiente llamada?
Bradock,
ayudado por June, seguía trasteando en la servo-armadura. Mientras él apretaba
tuercas y tornillos, ella se dedicaba a comprobar el estado de cables y
conexiones.
— Bueno, esto ya está —Informó
finalmente Bradock, mientras terminaba de apretar un último tornillo.
— ¿Estás seguro? —Le preguntó
June.
— Por supuesto —corroboró él
guiñándola el ojo—. Después de todo, somos dos mecánicos de primera ¿no?
En
ese momento apareció Roc por ahí. Parecía estar nervioso, si eso era posible
tratándose de un androide.
— Jefe, vaya enseguida al puente
de mando —Ordenó haciendo aspavientos con los brazos.
— ¿Qué pasa ahora, chatarra?
— Será mejor que lo vea por usted
mismo. Rápido.
Bradock
y June siguieron al nervioso Roc a través del pasillo que les llevaba al puente
de mando de la nave. Al llegar allí se encontraron con una cara que les
observaba desde una de las pantallas. Era un hombre y, salvo por que tenía el
pelo negro, en lugar de blanco, y que era de complexión más delgada, podía
decirse que era igualito que Bradock.
— ¿Endola? —espetó el mercenario
al reconocer a su hermano en la pantalla— ¿Qué narices es esto?
— Buenas tardes a ti también,
hermanito —dijo él sonriente—. Y a tu amiga, por supuesto.
— Al fin te has dignado a dejarte
ver. ¿Qué es lo que quieres?
— ¿Ese es tu hermano? —Quiso saber
June.
— El mismo, señorita —respondió el
aludido—. Endola Preys a su servicio.
— Déjate de gilipolleces y vete al
grano —espetó fríamente Bradock—. ¿Puedes explicarme qué demonios te traes
entre manos estos días?
— Lo que me traigo “entre manos”,
como tú dices, es darte tu merecido —Endola hizo una mueca de desagrado ante la
pregunta del mercenario.
— Así que es eso ¿no? Otra de tus
pataletas de niño malcriado —Bradock sonrió con cinismo—. Me tenías preocupado.
Pensé que se trataba de algo más serio, hermanito.
— Deja de llamarme hermanito
—espetó Endola enojado—. Nací antes que tú; tú eres el hermanito. No yo.
— ¿Estás seguro de eso? —Bradock
sonrió burlón.
— Bromea cuanto quieras. Lo
verdaderamente importante es el motivo que nos tiene hoy aquí reunidos. ¿No te
parece?
— Y ese motivo es…
— Escarmiento.
— ¿Escarmiento? ¿Es que te ha dado
algo? —Bradock giró su dedo índice cerca de la sien para acompañar a sus
palabras— ¿A santo de qué viene esto del escarmiento?
— Vayamos por partes ¿te parece?
—Su hermano ignoró el gesto— Sabes qué ocurre dentro de tres días ¿verdad?
Vamos, piensa un poco. No es tan complicado.
— ¿Tres días…? —Bradock pareció
sorprendido ante la pregunta de su hermano, pero enseguida cayó en la cuenta de
lo que hablaba— ¿El cumpleaños de mamá? ¿Qué carajo tiene que ver mamá con todo
esto?
— Tiene que ver todo —espetó
Endola—. ¿Recuerdas lo que ocurrió en su último cumpleaños?
— Vagamente, la verdad…
— hijo de puta…
— ¿Qué? —Bradock se encogió de
hombros al ver el enfado dibujado en el rostro de su hermano— No tengo buena
memoria ¿vale?
— Pues permíteme que te la
refresque yo —dijo éste irritado—. Recuerdo que la regalé una piedra de Iris, tallada a medida y
valorada en más de medio millón de créditos solares. Tú, por tu parte, y en tu línea,
le llevaste una botella de vino Albarés.
— Ah, sí. Ya me acuerdo —corroboró
sonriendo Bradock—. Un vino excelente.
— Recuerdo –continuó hablando
Endola— que tú, con tu habitual torpeza y falta de cuidado, derramaste unas
gotas de ese vino sobre mi regalo.
— Venga, Endola —Bradock se
encogió de hombros—. Sabes que aquello fue un accidente…
— No lo entiendo —Intervino en ese
momento June—. ¿Todo este embrollo viene porque tu hermano derramó unas gotas
de vino sobre una piedra?
— Nota aclaratoria para ignorantes
—recitó Endola—: la inusual composición química de las piedras de Iris provoca, amén de hacerlas únicas en su grupo, que
puedan sufrir una alta corrosión al entrar en contacto con ciertos licores;
como pueden ser vinos, por ejemplo. ¿Lo entiende ahora, señorita?
— Oh, vaya… —June se sintió
avergonzada en ese momento.
— En fin —Continuó hablando
Endola—; aún recuerdo las risas de mamá al ver cómo mi regalo se deshacía
delante de sus ojos como si fuera cera derretida. Obviamente, a mí no me hizo
ni pizca de gracia.
— Oh, venga —dijo Bradock—.
Reconoce que tuvo su gracia.
— ¿Que la tuvo? —espetó enojado su
hermano—. Dime una cosa ¿cómo te sentaría que te retorcieran las pelotas con
una tenaza? Mal ¿verdad? Pues tu bromita me sentó igual de mal a mí. Por eso me
encargaré de darte hoy el escarmiento que te mereces.
— En serio, Endola —repuso Bradock
riendo—. Esto es cada vez más surrealista. Estás montando todo este pitoste por
un accidente ocurrido ¡hace un año! Deberías mirarte la cabeza, porque estás
mal del tarro, tío.
— ¡Ríete cuanto quieras! —gritó su
hermano— Pero te aseguro que al final seré yo quien se ría.
— Vale, sigamos tu juego. ¿Qué se
supone que vas a hacerme? —Quiso saber Bradock.
— Para empezar, darte una pequeña
sorpresita —Le informó Endola—. Activar orden de anulación B-52.
— ¿Qué carajo es esa chorrada?
— ¡Mire jefe! —Roc señaló al lugar
que ocupaba June.
La
mujer, para sorpresa de Bradock, comenzó a sufrir ligeras convulsiones en todo
su cuerpo.
— ¿Qué le has hecho, Endola? —Le
gritó enojado el mercenario a su hermano.
— Tú observa, hermanito —Se limitó
a contestar éste.
Segundos
después, y para sorpresa de Bradock y Roc, June sufrió una metamorfosis ante
sus atónitas miradas. La mujer mutó en otro ser distinto. De aspecto félido,
con orejas cortas y puntiagudas, pelaje ambarino y fisonomía femenina, les
miraba con ojos verdes de pupilas rasgadas y el desconcierto dibujado en su
rostro.
— Caray. Quién lo hubiera
imaginado —espetó Roc—. Una osariana.
CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario