7 – PRISIONERA.
Tiempo
después, en los límites de la ciudad, al noroeste, la moto-jet de Raikon cruzaba
las puertas abiertas de un hangar abandonado que en su día formó parte de un
antiguo aeropuerto cerrado hace ya años. El interior del lugar era amplio y aún
conservaba un par de viejas avionetas ya deterioradas por el paso de los años.
En la planta superior del hangar, delimitada por pasarelas de metal, y a la
cual se accedía por cuatro escaleras metálicas repartidas por el interior del
edificio, contaba con algunas habitaciones antiguamente usadas a modo de
oficinas individuales. En el fondo del hangar, y a la altura de la planta
superior, un enorme ventanal formado por tres grandes cristales proporcionaba
luz al interior.
Raikon detuvo
la moto-jet junto a una de las avionetas y bajó a tierra. Luego, agarró a la
todavía adormilada Yuni por la cintura y la llevó hasta una de las escaleras
metálicas. Allí, espabiló a la muchacha con un par de suaves tortazos.
- Vamos, despierta – la ordenó mientras la zarandeaba por los hombros
– Chica, duermes más que la del cuento. ¿Me obligarás a pegarte más fuerte para
que te espabiles?
- Mmmm... – Yuni entreabrió los ojos y, cuando su vista se aclaró del
todo, reconoció al encapuchado que la había secuestrado - ¿Quién eres tú? ¿Qué
quieres?
- Haces demasiadas preguntas, muchacha – se quejó Raikon quedamente –
Ahora mismo, lo único que necesitas saber es que soy quien manda aquí,
¿entendido? Si no me causas problemas, nos llevaremos muy bien. Si me los
causas – Raikon hizo una pequeña pausa antes de seguir hablando para atar una
mano de Yuni a la barandilla de la escalera con unas esposas -, bueno, si me
los causas no dudaré en hacerte daño, ¿te queda claro?
Raikon
comprobó que las esposas estaban bien sujetas, tanto a la barandilla como a la
muñeca de Yuni. Cuando se hubo cerciorado por completo de que así era, se encaminó
a la moto-jet y levantó su asiento. Del hueco que este cubría sacó un maletín blanco
de plástico y no muy grueso. Volviendo el asiento a su sitio, colocó el maletín
sobre él y lo abrió. En su interior había un teclado y una pantalla de
ordenador. Raikon puso en funcionamiento el aparato y la pantalla se iluminó.
Tras pulsar algunas teclas, en la pantalla se abrió una ventana donde podía
verse la imagen de un rostro distorsionado. El rostro habló y su voz,
distorsionada como su imagen, sonó a través de dos pequeños altavoces
integrados junto a la pantalla.
- ¿Tiene el paquete en su poder?
- Sí – contestó Raikon -, tal y como le prometí.
- Perfecto – contestó complacido el rostro distorsionado -, es
asombrosa la rapidez con la que ha cumplido su objetivo. En verdad, su
reputación es bien merecida. Mis felicitaciones.
- Guárdese los halagos para quien se los pida – contestó Raikon - ¿Qué
hago ahora con el paquete?
- Llévelo a la dirección que ve en pantalla – le informó la voz – Allí
se encontrará con uno de mis socios. Él se hará cargo del paquete y su misión
se dará por concluida. Fin de la conversación.
La ventana donde
hasta ese momento aparecía el rostro distorsionado se volvió negra y Raikon
apagó el aparato y cerró el maletín, colocándole nuevamente bajo el asiento de
la moto-jet.
- Bien, pequeña – Raikon se dio la vuelta para hablar con Yuni -
Daremos otro pequeño pa... ¿Qué diablos?
Para sorpresa
del encapuchado, de la barandilla de las escaleras colgaban, abiertas por uno
de sus lados, las esposas a las cuales había atado a la joven.
- Por lo que veo – el mercenario buscó con la mirada a la muchacha,
sin encontrarla -, la gatita sabe algún que otro truco. Me gusta, sí señor.
Esto hará las cosas un poco más divertidas. Ya lo creo que sí. Computadora,
rastrea el hangar.
- Activando láser de rastreo del ojo – la voz de la computadora entró
de nuevo en escena, mientras que un rayo verduzco y fino emanaba del ojo
cibernético de Raikon y hacía un barrido de la zona en busca de la muchacha – Localizado
sujeto en movimiento en la zona superior de este edificio, a la izquierda del
sujeto Raikon.
- Vaya – apuntó con sorna Raikon -, por lo que veo, ahora soy un
“sujeto”. Bien – Esbozando una sonrisa, comenzó a subir por las escaleras
metálicas, en la dirección que la computadora le había indicado, con el
multi-bastón extendido en su mano derecha -, juguemos al gato y al ratón con
nuestra prisionera. Será divertido.
Soltarse las
esposas fue lo más sencillo para Yuni, un pequeño truco que le enseñó su padre
hace ya tiempo. Subir por las escaleras y las pasarelas metálicas sin hacer
ruido para escapar del encapuchado, tampoco fue muy difícil, como tampoco le
fue difícil forzar la cerradura de la pequeña habitación en la que había
entrado para esconderse. Lo más complicado venía ahora, esto es, esconderse
bien para evitar ser encontrada por el encapuchado. Por desgracia para ella, la
habitación escogida para hacerlo no presentaba muchas opciones en lo que a
escondites se refería.
Un pequeño
armario escobero, una mesa escritorio tumbada en el suelo, un sillón de cuero
sin patas y caído en el suelo también, y viejos papeles esparcidos por todas
partes eran todo el mobiliario que la habitación contenía. Yuni maldijo en voz
baja su mala suerte a la hora de escoger el lugar para esconderse.
- Piensa en algo, piensa en algo – se dijo para sus adentros intentando
darse ánimos - ¿Qué haría papá ahora? Un arma, eso es, tengo que buscar un
arma.
Rebuscó
nerviosa por toda la habitación en busca de algo para usar como arma, pero el
lugar no presentaba nada que pudiera aprovecharse como tal. Para su fortuna,
dentro del armario escobero encontró un cepillo de barrer recubierto de
telarañas, junto con un cubo de plástico. Yuni cogió el cepillo y lo sopesó
entre sus manos. Tras unos segundos de duda, desenroscó el palo del cepillo y
lo blandió a modo de espada.
- En fin – se auto compadeció -, menos es nada. Ahora, a ver cómo me
enfrento a ese tío.
Raikon había
llegado ya ante la puerta de la habitación en la que se ocultaba Yuni. Se
detuvo enfrente de la misma durante unos segundos atendiendo a las indicaciones
de su computadora, que le mostraba en ese instante la localización exacta de la
muchacha.
- No necesito de tu ayuda para cazar a esa mocosa – se quejó el
encapuchado, algo ofendido en su orgullo por el chivatazo de la computadora –
Desconecta el módulo de voz hasta nueva orden.
- Tu mismo – apuntó la computadora – Desconectando módulo de voz en
tres, dos uno, cero...
Raikon abrió
la puerta y entró en la habitación, registrándola con la mirada en busca de la
chica. Se acercó primero hasta la mesa caída, fingiendo buscarla allí. Yuni, por
su parte, oculta tras la propia puerta que el encapuchado acababa de abrir,
creyó que aquella era la ocasión perfecta para atacarle. Con pasos cortos y
silenciosos, se acercó hasta él y alzó el palo del cepillo sujetándolo con
ambas manos, dispuesta a golpearle con todas sus fuerzas. Por desgracia para
ella, el encapuchado se giró justo en ese momento y la golpeó con su
multi-bastón en la boca del estómago. El golpe no fue muy fuerte, ya que Raikon
se contuvo a la hora de golpearla, pero si fue lo bastante potente como para
dejarla sin aire y hacerla caer de rodillas en el suelo, llevándose los brazos
al estómago.
- Venga – la animó Raikon -, levántate. Te daré otra oportunidad de
escapar. Contaré hasta diez y saldré a buscarte, ¿de acuerdo? – Agarró a Yuni y
la puso en pie – Empiezo a contar: uno, dos, tres...
Yuni aprovechó
semejante oportunidad, pero no como el encapuchado esperaba; esto es, en lugar
de echar a correr para huir de allí, la muchacha lanzó un rodillazo con todas
sus fuerzas a la entrepierna de su captor, que cayó al suelo resoplando de
dolor y llevándose las manos a sus partes íntimas.
- ¡Pequeña... bastarda!
Fue en ese
momento cuando Yuni aprovechó para escapar del encapuchado, corriendo todo lo
rápido que sus piernas se lo permitían. Cuando llegó a la planta inferior del
hangar, vio cómo el encapuchado salía de la habitación y se apoyaba en la
barandilla de la pasarela para coger más aire.
- ¡Vuelve aquí, pequeña bruja! – vociferó amenazador desde lo alto -
¡Te juro que me las pagarás, maldita!
Yuni ignoró la
amenaza y salió corriendo del hangar sin saber muy bien a dónde ir. Echó a
correr por el exterior y se dirigió hacia una pequeña loma. Cuando ya la había
coronado, una sombra sobrevoló por encima de ella. Yuni se giró asustada, pensando
que el encapuchado la había alcanzado ya y se preparó para dar batalla. Si ese
bastardo quería capturarla, pensó enfurecida para sus adentros, le pondría las
cosas muy difíciles.
- ¡Vamos, pelea, cabrón! – gritó mostrando los puños cerrados y tratando
de aparentar ser lo más amenazadora posible.
- Modera tu lenguaje, mocosa – una voz familiar la sermoneó.
- ¿Cassidy?
- ¿Te llevamos a alguna parte? – la alegre voz de Mortimer alejó de la
mente de Yuni cualquier rastro del miedo que hasta hace pocos segundos la
atenazaba el estómago.
- ¡Gracias, gracias, gracias! – En sus ojos aparecieron pequeñas
lágrimas producto de la emoción contenida - ¡Lo siento mucho, de veras!
- Venga, sube – le ordenó algo serio Cassidy mientras colocaba el
aerodeslizador a su altura para que subiera a bordo – Aunque casi me dan ganas
de dejarte en manos de ese encapuchado. Bien que te lo mereces.
- ¡Lo siento, lo siento, lo siento! – imploró arrepentida Yuni
mientras subía al vehículo y se alejaban del lugar.
Mientras
tanto, en la puerta del hangar, Raikon observó cómo el trío se alejaba de allí
sin apenas inmutarse.
- Bueno – musitó para sus adentros -, has ganado este combate,
Cassidy, pero no la guerra. Sé muy bien a dónde vais ahora. Solo es cuestión de
reajustar mi plan de acción – Tras esto, dio una nueva orden – Computadora,
envíame la nave y traza un plan de vuelo.
- ¿Destino? – preguntó la computadora.
- Rankine, el
asteroide ciudad.
CONTINÚA
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