____________________________________________________Visita mi CANAL DE YOUTUBE_______________________________________________________

El viejo guerrero

El viejo guerrero

                   La taberna del viejo Bob “el Gordo” estaba de lo más concurrida aquella tarde. Un nutrido grupo de clientes, repartidos entre las seis mesas redondas del local, bebían, comían y charlaban entre risotadas, brindis  y algunas notas altisonantes de canciones picantes. Mientras esto ocurría, su dueño iba y venía de un lado para otro cargado con jarras y bandejas.
                   Sentados alrededor de una de las mesas, cuatro clientes asistían cautivados a las historias que un quinto personaje les iba relatando; a cada cual más sorprendente que la anterior. El que les hablaba era un hombre mayor, de unos sesenta años, melena gris desgreñada rozándole los hombros, frente ancha, profundos ojos azules ya vidriosos por el peso de los años, tez morena surcada por las arrugas y mentón ancho y pronunciado.
                   Su cuerpo, pese a su avanzada edad, seguía siendo musculoso. Sus fuertes manos y sus anchos brazos denotaban que aquel hombre había vivido toda una vida errante llena de muchas y duras batallas. Portaba en su cinto una espada de hoja ancha enfundada en una vieja vaina de cuero. Reía de vez en cuando, entre sorbos de cerveza, con sonoras risotadas. Contaba en ese momento una de sus muchas batallas.
— Y allí estaba yo —decía animosamente, usando seis nueces colocadas sobre la mesa a modo de personajes imaginarios en un campo de batalla ficticio—; rodeado por aquellos miserables perros kursitas que intentaban hacerme morder el polvo. Rodé por el suelo hacia un lado y, con un limpio tajo de mi espada, ¡le corté la pierna a uno de esos malnacidos! Entonces me levanté ¡veloz como una pantera! y, dando un giro en redondo, ¡le rebané el pescuezo a otro de ellos! Deberíais haber visto cómo sangraba ese desgraciado...
— ¿Qué más, qué más? —Apremió uno de los oyentes impaciente por escuchar la resolución de la aventura.
— Quedaban aún tres más en pie —Continuó hablando el hombre disponiendo las nueces en una nueva formación—, pero yo no me iba a dejar acorralar tan fácilmente; así pues, me lancé sin pensármelo dos veces contra el que parecía ser su cabecilla. Paró la primera de mis estocadas, con buen temple he de decir en su favor, pero no me aguantó asimismo la segunda, que le atravesó el hombro derecho hasta el omóplato. Sus compañeros, viéndole caer, soltaron sus armas y huyeron despavoridos como alma que lleva el diablo... ¡Y juraría que aún siguen corriendo!
                   Los cuatro compañeros de mesa rieron a mandíbula batiente la última ocurrencia de su narrador particular, que cogió una jarra de cerveza y, brindando por ellos, bebió un buen trago antes de posarla sobre la mesa con un fuerte golpe.
— ¡Camarero! —Voceó entonces con una voz grave— ¡Otra ronda para mis amigos!
                   En ese momento alguien refunfuñó en voz alta a su espalda.
— ¿Por qué no te callas de una vez, maldito borracho?
— ¿Hum? —El guerrero detuvo su cháchara y buscó con la mirada a su inoportuno interlocutor—, ¿me estás hablando a mí, desgraciado?
— ¿Y a quién, si no, le iba a hablar? —Gruñó el desconocido de mala gana— Llevas todo el puñetero día rajando sin parar y ya me duele la cabeza de escuchar tus tonterías; así que, ¿por qué no nos haces un favor y te largas de una vez, viejo?
— Y ya puestos —El guerrero bebió un nuevo trago de cerveza antes de seguir hablando—, ¿por qué no me echas tú? ¿O acaso te da miedo un simple viejo? —Añadió con una sonrisa burlona en su cara y sujetando con su mano el pomo de su espada envainada.
— ¿Crees que te tengo miedo, estúpido vejestorio? —Bramó el aludido poniéndose en pie de súbito y desenvainado su arma— ¡Sea, ya puestos, seré yo mismo el que cierre tu estúpida bocaza!
                   Y con un grito rabioso se lanzó contra el guerrero, para sorpresa de los allí presentes, que se echaron a un lado. El viejo guerrero, no obstante, ni siquiera se inmutó ante el repentino ataque. En lugar de eso, esperó. Cuando su adversario se le echaba casi encima, empujó su silla hacia atrás para, acto seguido, golpear la mesa con sus pies y lanzarla contra su contrincante. Éste la recibió de lleno y cayó espatarrado en el suelo, entre juramentos y cascos de jarras rotas, para regocijo de los presentes.
— ¡No quiero peleas aquí, viejo! —Bramó Bob “El Gordo” haciendo aspavientos con sus brazos— Ya te lo he dicho más veces; ¡peleas en mi local, no! ¡Fuera!.
                   El guerrero le lanzó una mirada hosca, pero no dijo nada. En lugar de eso, cogió un saquito de cuero que llevaba colgado al cinto y se lo arrojó al posadero.
— Esto es por los desperfectos —Añadió encaminándose a la puerta para abandonar el local.
                   Ya afuera, una vez se disponía a montar sobre su yegua para marcharse, sus hasta entonces contertulianos le salieron al paso.
— ¿Te vas ya? —Le preguntaron cariacontecidos.
— Sí —contestó él—. No me gusta estar donde no soy bien recibido.
— Ni siquiera nos has dicho cómo te llamas —Le dijo uno de ellos—. ¿Es que no tienes nombre?
— Por Crom, que sí lo tengo —espetó riendo el viejo guerrero—. Y bien alto puedes decirlo. Soy Conan.
— ¿¡Conan!? —preguntó otro abriendo los ojos como platos— ¿Te refieres a ese del que todos cuentan leyendas?.
— No sé lo que se cuenta de mí —apuntó el guerrero enfilando a su yegua hacia el camino—, pero te aseguro que yo soy Conan de Cimmeria. Adiós.
                   Cuando ya estaba a unos metros de distancia, otro de los desconocidos le gritó.
— ¿Y a dónde te diriges ahora?
— ¡A donde me lleve el viento! —Gritó Conan perdiéndose en la lejanía a lomos de su montura.
                   Sus contertulianos se miraron unos segundos a la cara, con el estupor dibujado en ella, hasta que al fin uno de ellos espetó.
—No puede ser ese Conan. ¡Ni en broma!
                   Tras unos segundos de duda, se volvieron a meter en la taberna para seguir bebiendo y brindando.

-FIN-

No hay comentarios:

Publicar un comentario