El horizonte.
Las nubes resquebrajan la lejana y
delgada línea del horizonte como si de su mano dependiera el romper su
monotonía. Las montañas y montes tratan de imitar a las nubes en su fútil
trabajo. ¿Y los pájaros? Ah, los pájaros… Los pájaros acometen la misma labor
que los montes, las montañas y las nubes… pero con el mismo resultado. Fracaso.
¿Los
aviones? De los aviones mejor no hablemos… Meras cajas de metal al servicio de
torpes humanos.
El horizonte
sigue ahí, ocultándose tras las nubes, los montes, las montañas y los pájaros
(y, sí, también de los aviones), jugando con ellos, riéndose de ellos e
inamovible en su interminable monotonía.
Por eso,
cuando remontes el vuelo… si alguna vez remontas el vuelo, no trates tú también
de romper esa monotonía, porque no lo lograrás. Y el horizonte seguirá ahí,
riéndose de las nubes, las montañas, los montes, los pájaros (y, sí, de los
aviones también, ya ves tú) y de su estrepitoso fracaso.
Y es que,
¿por qué molestarse en romper lo que ha de estar siempre ahí? El horizonte es
monotonía. Déjalo estar.
-FIN-
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