18 – RESPUESTAS.
El trío se
alejó del callejón adentrándose en las sombras siguiendo de cerca a Yando Yon.
Atravesaron parte del asteroide ciudad recorriendo buena parte del intrincado
laberinto que formaban sus calles y callejuelas, hasta llegar por fin a un
callejón sin salida lleno de cajas de cartón abandonadas.
- ¿Estamos atrapados? – Cassidy se mostró desconcertado al observar el
lugar en el cual habían acabado – Genial. Esto es como salir de la sartén para
caer en el cazo, ¿no te parece?
- ¿Tan fácilmente te das por vencido? – Yando removió una de las cajas
y dejó al descubierto una tapa de alcantarilla. Vamos, es por aquí.
El grupo
descendió por las escaleras de la alcantarilla, seguidos después por Yando que,
antes de volver a cerrar la tapa del todo, colocó sobre esta la caja de cartón
de tal manera que, al cerrarla por completo, la caja volviera a ocultar la
alcantarilla.
- Será mejor que no hagáis mucho ruido por aquí abajo – Les aconsejó
Yando antes de proseguir la marcha – No es muy conveniente llamar la atención
de la “fauna” que merodea por este lugar. Creedme.
El grupo
avanzó por el interior del alcantarillado de la ciudad, atravesando varios de
los segmentos y niveles del mismo. De cuando en cuando, Yando Yon les ordenaba
detenerse para dejar pasar a su lado a algún que otro animal, que pasaba a su
lado ignorándoles por completo. En otro momento, nadando a lo largo del canal
que atravesaban en ese momento, cruzó a su lado un enorme shiyak.
- ¿Un shiyak? – preguntó Mortimer curioso al escuchar el nombre - ¿Qué
clase de animal es un shiyak?
- ¿Recuerdas que en la Tierra existía un animal llamado cocodrilo? –
Le preguntó Yando Yon – Pues bien, el shiyak es la versión Rankiniana y
evolucionada del cocodrilo terrestre, con la salvedad de que es algo más
grande, no tiene patas traseras y su boca es algo más pequeña, pero con dientes
más largos y afilados que los del propio cocodrilo.
- Vaya – comentó Mortimer sorprendido al oír la explicación -, un
“vecino” de lo más peculiar, ¿no os parece?
- No sé si peculiar lo define con justicia, amigo mío – apuntó Yando
sonriendo -, lo que si sé es que hemos tenido suerte de cruzarnos con un macho
y no con una hembra.
- ¿Y eso?
- Las hembras están en celo en esta época del año y se vuelven muy,
pero que muy belicosas, créeme. Son muy territoriales.
- Oh, vaya. ¿Y cómo sabes que es un macho o una hembra? ¿En qué se
diferencian?
- El macho tiene la cola más larga que la hembra – Le explicó Yando –
Por otra parte, si hubiera sido una hembra, se habría abalanzado sobre ti sin
dudarlo ni un segundo, te lo aseguro.
- ¿Sobre mí? – Mortimer se sorprendió ante la explicación del ladrón
-, ¿por qué sobre mí, precisamente?
- Porque las muy puñeteras
escogen siempre a la víctima más gorda, y a ti te sobran algunos kilitos, amigo
– Yando Yon rió divertido al responderle, acompañado por Cassidy e Irina, al
tiempo que Mortimer miraba de lado a lado su robusto cuerpo.
Tras atravesar
varios metros más de alcantarillado el grupo llegó ante una escalerilla y
ascendió por ella saliendo al interior de una pequeña habitación. Cuando ya se
encontraban todos en la misma, Yando Yon cerró la tapa que daba a las
alcantarillas y la cubrió con una vieja moqueta por encima.
- Bien – apuntó de nuevo al trío con su rifle bláster -, ahora es el
momento de aclarar las cosas. Vuelvo a preguntaros lo mismo de antes; ¿quién os
mandó traer aquí a mi hija y por qué razón ya no está con vosotros?
- ¿Es así como tratas siempre a tus invitados? – Le espetó Cassidy con
una mirada fría.
- ¿Invitados? ¿Y quién os ha dicho que sois mis invitados? Escúchame
bien, guapito de cara – Yando le devolvió la mirada a Cassidy con más
intensidad mientras le encañonó con el rifle en la barbilla-, si de verdad
queréis salir con vida de este lugar, será mejor que empecéis a contarme todo
lo que quiero saber o, de lo contrario, os echaré a la calle como si fuerais unos
perros; y no creo que duraseis mucho tiempo en este lugar.
- Hazlo – Le ordenó Mortimer desafiándole, ante la sorpresa de Irina y
Cassidy.
- ¿Perdona? – preguntó Yando extrañado.
- Échanos a la calle – Le respondió Mortimer – Venga, hazlo. ¿Crees
que podrías encontrar a tu hija sin nuestra ayuda? Me gustaría comprobarlo, en
serio.
- ¿Te gusta farolear, gordito?
- Créeme – Le aclaró Cassidy con una sonrisa dibujada en su cara -, le
conozco bien y nunca va de farol. Sabe algo que ignoramos. Tú eliges; puedes
bajar el arma y escucharnos o, como bien decías antes, puedes dejarnos marchar.
- Habla – Yando bajó su arma y se encaró con Mortimer – Y más te vale
ser muy convincente.
- Bien – habló Mortimer – Nos han tendido una trampa para traer aquí a
tu hija, quitárnosla y así hacerte salir de tu escondite; eso es algo que queda
claro a todas luces, ¿no es cierto?
- Nuestro cliente – apuntó rápidamente Cassidy -, ha sido igualmente
engañado; eso es algo también bastante obvio. El caso es que no sabemos quién
ha manejado los hilos de nuestro cliente.
- Pero sabemos quién maneja los hilos del que engañó a nuestro cliente
– apuntó a su vez Mortimer - Ese alguien es quien, a su vez, contrató a Raikon
para arrebatarnos a Yuni.
- ¿Raikon?
- Un mercenario medio cyborg, medio hombre – Le aclaró Irina a Yando.
- Sigue.
- Bueno – Mortimer continuó exponiendo sus ideas – Vi la cara del que
contrató a Raikon. Era algo mayor, tenía el pelo canoso por las patillas y
peinado hacia atrás, nariz aguileña, mentón afilado, de estatura media y un
parche de cuero negro en su ojo izquierdo; ¿te suena de algo?
El semblante
de Yando Yon cambió por completo al escuchar la descripción dada por Mortimer.
- Sí, sí que te suena, ¿verdad? – inquirió Cassidy al darse cuenta del
gesto sombrío que adquirió el rostro del ex ladrón - ¿Quién es ese hombre?
- Alguien que se suponía estaba muerto – contestó Yando con la mirada
fija en un punto lejano.
- ¿Te refieres a...? – Cassidy ató rápidamente los cabos.
- ... Eri Farrenzo – asintió Yando.
- Bien – Prosiguió Mortimer -; sabemos quién es el responsable de todo
este embrollado y sabemos dónde hará el intercambio contigo.
- ¿Intercambio? – preguntó Yando algo extrañado – Entiendo... ¿Creéis
que Eri anda tras el diamante?
- Por supuesto – Le contestó Cassidy – Eri ha montado todo este
tinglado con el único propósito de recuperar la “Rosa de Alejandría”, ¿por qué
otra cosa iba a ser si no?
- Venganza – contestó Yando con rotundidad – Pura y simple venganza.
- ¿Venganza? - Ahora era Mortimer el sorprendido - ¿Por qué vengarse
pudiendo obtener ese botín?
- Porque Eri sabe perfectamente que yo no tengo el diamante.
- ¡Estás mintiendo! – Irina estalló de repente y apuntó con su
ballesta a la cabeza de Yando, ante la sorpresa de Mortimer y Cassidy -
¡Escondiste el diamante en alguna parte y no nos lo quieres decir!
- Dime una cosa, Irina – Yando permaneció impasible ante la rabia de
la mercenaria -, ¿tan desesperada estás que te crees cualquier cosa que te
digan? ¿En serio crees de verdad que tengo ese diamante en mi poder?
- ¿Qué coño está pasando aquí? – preguntó Mortimer entre sorprendido y
asustado ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos.
- Es obvio, compañero – Le aclaró Cassidy apuntando con su arma a
Irina -, estos dos ya se conocían. Es más, apuesto mi cuello a que fue ella la
que engañó a nuestro viejo amigo; ¿me equivoco, Irina?
- Irina... – Yando sonrió quedamente sin prestarla atención – Al
principio no te había reconocido con ese pelo tan corto y tan rojizo, pero tus
ojos siguen siendo los mismos; los ojos de una perrita asustada tratando de
huir. Siempre huyendo, ¿no es cierto, Daya?
- ¡Callate! – Le ordenó la mercenaria – Eri me aseguró que tú tenías
el diamante... ¡y yo lo necesito para salir de aquí!
- Sigues siendo igual de ilusa...
- ¡Que te calles, joder! – Daya apuntó a la cabeza del ladrón con
rabia contenida - ¿¡Dónde lo guardaste!?
- Se lo quedó Eri.
- ¡Mientes!
- Él te utilizó para llegar hasta mí. Siempre fue un gran estratega.
- ¡Es mentira, cállate!
- Te utilizó y ahora tiene a mi hija.
- ¡Cállate!
- ¿Cuándo piensas abrir los ojos de una vez, Daya?
- ¡Que te calles, joder!
Con los ojos inundados en
lágrimas, Daya abrió fuego contra Yando y el virote de la ballesta salió
disparado cortando el aire.
CONTINÚA
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