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69 SOLEDADES


69 SOLEDADES. Por El Abuelo.

                  
                            El sol hoy parece haberse escondido en una cueva, pensó para sus adentros Rafael. Mal día para salir a la calle, farfulló para sí mientras se retiraba de la ventana con pasos cortos y apoyándose sobre su vieja cachava de madera de roble envejecido. Acercándose hasta la vieja chimenea de ladrillo de barro cocido de color rojizo, tomó del suelo un viejo taco de madera y lo arrojó al fuego, arrancándoles a las tenues llamas un chisporroteo de vida. El fuego, abrazándose al taco de madera, pareció cobrar intensidad y Rafael acercó sus temblorosas manos a las llamas para, de ese modo, robarles algo de calor con el que poder templar sus fríos dedos.
                            Después, siempre con pasos cortos y cansados, se acercó hasta la vieja mesa de roble, cubierta con un viejo mantel a cuadros rojos, de colores ya gastados por los años, y que presidía la pequeña cocina en la cual él hacía su vida en los duros inviernos. Sentándose en el pequeño y también viejo taburete de madera de pino, tomó entre sus manos la torta de pan y, ayudándose de un gastado cuchillo de cocina, de mango remendado con un trozo descolorido de cinta adhesiva negra, cortó un pequeño trozo de pan y se lo metió en la boca con ayuda de sus temblorosos dedos.
                            Masticó el trozo de pan pausadamente, sin prisas, degustando con tranquilidad su sabor. Cogió la jarra de barro cocido donde guardaba el vino tinto y echó un trago para ayudar a pasar el  trozo de pan. La tos hizo acto de presencia y Rafael vió como era interrumpida su comida por el molesto coscojo, producto de la no menos molesta tos. Tras un par de carraspeos más, se aclaró la garganta con un nuevo trago de vino, que esta vez le supo más a gloria que de costumbre.
                            Mirando nuevamente a través de la ventana, pues la mesa quedaba justo frente a ella, Rafael vió que seguía lloviendo y dejó divagar a su mente libremente...  Y comenzó a recordar otros tiempos, ya casi perdidos en su memoria, en los cuales el clima le traía sin cuidado... Recordó aquellos días en los que se subía hasta lo alto de la montaña, simplemente para disfrutar de las preciosas vista del valle, que la montaña ofrecía a cuantos gustasen de coronarla. Recordó los baños en el río al atardecer, bañando su cuerpo no solo con las refrescantes aguas del río, sino también con los cálidos rayos de sol del atardecer.
                            Recordó a los viejos amigos de armas, muertos todos a causa de la guerra. Recordó las fiestas del pueblo vecino, a las cuales él solía acudir con sus amigos... Y, sobretodo, la recuerda a ella, a su querida Irene, la que fuera su esposa hasta hace seis años...
                            Irene ya no está. Murió a causa de unas fiebres contraídas en el invierno. Dicen los lugareños que, si el invierno no te mata en la montaña, lo hará el aburrimiento y, sino, nada lo hará... Pues a Irene la mató el invierno.
                            Cada vez que la recuerda, a Rafael se le hace un nudo en el estómago y la tristeza se le agarra al corazón. Irene era su mejor razón para desafiar al tiempo. La mejor carta de su baraja para ganarle a la vida todos los momentos de felicidad que quisieran. La torre que coronaba su castillo. La bandera por la que batallar orgulloso allá donde fuese.  La única patria por la que dejar la vida. La libertad que rodeaba su mundo... Irene lo era todo para él.
                            Recuerda cómo la pidió en matrimonio justo el mismo día en que la conoció. Ella, por supuesto, rió la alocada ocurrencia de aquel jovenzuelo descarado y desaliñado, pero, no por ello dejó de agradarle tamaño gesto de cortesía hacia su persona. Con los días, nació una gran amistad entre los dos, una amistad que, como suele ocurrir en muchos de los casos, dio paso, meses más tarde, al amor, un amor puro y profundo como nunca antes nadie vió por esas tierras.
                            Del noviazgo pasaron, dos años después, al matrimonio, con una dicha en sus miradas que hasta los más grandes reyes y príncipes del mundo entero sentirían envidia de tal felicidad. A los dos años después llegó a sus vidas el primero de sus hijos, de los tres que habrían de llegar. Por desgracia para ellos, todos ellos murieron jóvenes, a causa de la guerra. Rafael trató de mitigar, en la medida de lo posible, el dolor de su mujer ante la pérdida de sus hijos, pero el pobre hombre poco pudo hacer para ayudar a su esposa, que, rota por el dolor, se fue apagando poco a poco, como se va apagando la llama de una cerilla en una habitación a oscuras.
                            Y, al final, entre la tristeza que la acompañaba a todas partes como una mortecina niñera, y el riguroso invierno que se arrastró por aquellas tierras aquel año, Irene enfermó. Tras unos meses de convalecencia, sucumbió ante la enfermedad y dejó solo al desconsolado Rafael que, a partir de entonces, se limitó a ver pasar los días asomado al cristal de su ventana, tal vez esperando ver pasar a Irene para, cogidos de la mano, irse  juntos a lo alto de la montaña y, desde allí, poder contemplar la grandeza del valle que ahora es su prisión.
                            Volvió a mirar a través  de la ventana, seguía lloviendo. Algún día pasará, se dijo para sus adentros... Algún día vendrá Irene a buscarme y nos iremos  juntos a la montaña... Cerró los ojos y se fue durmiendo poco a poco, arropado por el suave calorcillo de la lumbre.

-FIN-

CINEMA 4D (variaciones de luces y esferas)


LA VIEJA PLAZA


LA VIEJA PLAZA. Por El Abuelo.


                                   Azul pálido, así era el color del cielo por aquellos días. Un  azul pálido que teñía de cierto aire nostálgico el ambiente. Algunas pequeñas nubes moteaban la línea  del desdibujado horizonte. Las chimeneas de las apiñadas casas de piedra  vomitaban su claustrofóbico humo gris, en un vano intento de  taponar el cielo de la tarde. Una leve brisa  esparcía hacia el horizonte el humo vomitado por esas chimeneas, al tiempo que acariciaba nuestra piel con su cálida mano invisible.
                            Los árboles, mecidos dulcemente por la suave brisa, dejaban caer al suelo algunas de sus hojas, formando así una tupida alfombra a su  alrededor. El  viejo  arroyo, que atravesaba la plaza por uno de sus costados,  emitía a su paso un  suave murmullo que adormecía los sentidos, dándole a uno la sensación de ser acunado por los brazos de una madre amorosa.
                            El tañir de una vieja campana anunciaba las horas, y su sonido, al igual  que el humo de las chimeneas, era también arrastrado por la suave brisa. La lejana  sirena  de la fábrica anunciaba, a su vez, un nuevo cambio  de turno y su ronco sonido traía consigo las voces apagadas de los trabajadores  que entraban y salían de la fábrica.
                            Los pequeños gorriones, al igual que soldados de un imaginario regimiento de infantería, formaban dispersas filas sobre los cables de la línea eléctrica del pueblo. Algunos de ellos, como si de patrulleros aéreos se tratase, sobrevolaban la plaza en pequeñas bandadas.
                            Tres gatos callejeros jugueteaban entre ellos a un inocente "tu  la  piíllas", ajenos a lo que les rodeaba mientras  que, de lejos, eran observados por Puskas, un viejo perro que estaba amarrado frente a su caseta con una vieja cadena.
                            Un viejo Renault 5, color granate, guardaba su sitio en la plaza, silencioso e inmóvil, a la espera de que su dueño se dignara a hacer uso de él para ir a la capital, o para acercarle hasta su  lugar de trabajo. Cercano a él, un viejo Seiscientos enroñecido, de color blanco, hacía lo propio bajo la tejabana del pequeño cobertizo que le servía a modo de garaje. Una apacible paz bañaba toda la plaza....
                             Y toda la paz que llenaba la vieja plaza, era  rota  alegremente por la algarabía de la chiquillada que gobernaba el lugar en aquel año. Pequeños y grandes se mezclaban en la plaza, en un loco maremagnum de apoteósico júbilo y alocada juventud. Todos ellos eran jóvenes, gamberros y felices,  y contagiaban a todo el que los veía de esa felicidad.
                            Los mayores, contagiados de esa locura, se asomaban a los balcones para disfrutar de esos juegos. Unos, arropados en el jubiloso frenesí del juego, arengaban a unos y otros. Los demás, acomodados en el regazo de la serenidad, se limitaban a contemplarles con dejada placidez. Todos ellos, no obstante, comulgaban en una misma razón, disfrutar como niños de esa algarabía.
                            Eran mediados los ochenta cuando aquella cálida brisa nos envolvía a todos. El cálido sol acariciaba nuestra piel durante nuestros juegos, reconfortándonos, arrullándonos en su regazo y la luna, con sus tibios rayos plateados, nos acostaba cada noche en nuestras camas. Todavía éramos unos críos, y en nuestras mentes, sobre cualquier otra cosa, solo había una única preocupación, divertirse.
                            En el frío otoño de mediados de los noventa, la dulce brisa se tornó frío viento...  La fría lluvia de otoño regó las calles y se llevó tras ella nuestra niñez.... Y el barrio se quedó algo vacío.
                            El frío invierno de finales de los noventa nos fue alejando de la vieja plaza. Un aire de enfermiza nostalgia comenzó a bañar las callejuelas de la vieja plaza. El viejo Renault 5 y el enroñecido Seiscientos partieron hace ya tiempo hacia el desguace.                                                                                                                          El viejo riachuelo siguió murmurando a su paso, pero sonaba  con cierta apatía, como si echara en falta a aquellos niños de antaño. Los viejos árboles siguieron esparciendo por el suelo sus viejas hojas y la vieja campana siguió tocando las horas.... y, con cada tañir de su badajo, parecía llamar a esos niños que jugaban en la vieja plaza.
                            .... Y un día, la cálida brisa volvió a la plaza. Hoy, a principios  del nuevo milenio, nuevos niños jugarán en la vieja plaza. Y sus risas y juegos  bañarán de nuevo estas calles.
                            Todo comenzó en los ochenta. Todo sigue igual en este nuevo año. La vieja plaza sigue adelante.




                                   -FIN-

VAMPIRO


VAMPIRO. Por El Abuelo.

                  "La noche me envuelve una vez más con su negro manto, y su fría mano trata de llegar hasta mis huesos, pero hace ya tiempo que no siento el frío en mi cuerpo.... ni tan siquiera noto el calor. Camino solo por la ciudad, hace ya tiempo que vago solo, perdido y sin rumbo..., Marianne se fue,.... abrazada por la negra mano de la Segadora de almas,...La Señora,.... la Parca,.... la Muerte,.... qué más da como la llaméis...., ella fue quien me la arrebató, sin un ápice de piedad, sin remordimientos,.... sin culpas.
                             La Muerte, si, ella es la culpable de todos mis males. Ojala no se hubiera cruzado nunca en mi camino..., por su culpa Marianne ya no está aquí..., por su culpa... y también por culpa de él,.... de Xavier. Todo era perfecto en nuestras vidas hasta aquella noche...,... la noche en que Marianne y yo conocimos a Xavier.
                            Fue hace dos años. Marianne y yo paseábamos por la calle en plena noche. Saciados de besarnos, decidimos detenernos en un bar para refrescarnos con unas copas. Nada más entrar en el bar, Marianne se fijó en como nos miraba un hombre joven, de tez pálida, ojos oscuros como la noche y cabello castaño. Éste, sin cortarse ni un pelo, se acercó hasta nosotros y se nos presentó...., bueno, debería decir que se presentó a mi mujer, pues a mí, aparte de una leve sonrisa al saludarnos, pareció ignorarme por completo... Es cierto, lo reconozco, en cierto modo me sentía celoso de aquel extraño tan descarado, que había absorbido por completo la atención de Marianne.
                            Xavier, que así dijo llamarse el extraño, nos preguntó si éramos nuevos en la ciudad. Le contamos que si, que, en efecto, éramos nuevos en la ciudad y que nos habíamos trasladado allí por motivos de trabajo. Enseguida mostró mucho interés sobre el trabajo de mi mujer y ésta, ni corta ni perezosa, le contó, con pelos y señales, todo lo referente acerca de su trabajo como pintora. Cada palabra que pronunciaba Xavier, cada gesto de su cuerpo, cada ademán de sus manos, envolvían por completo a Marianne. ¿Celoso?... Por supuesto que lo estaba. En solo unos minutos de conversación llegué a odiarle con todas mis fuerzas.
                            En apenas tres días, Xavier ya se había introducido completamente en nuestras vidas. Por aquel entonces tuve la extraña idea de que Xavier intentaba seducir a mi mujer, pero deseché inmediatamente la idea de mi cabeza por parecerme absurda... Tonto de mí... Ojala hubiera prestado más atención a mis presentimientos,... al menos, Marianne seguiría viva.
                            .... En fin, a parte del excesivo interés de Xavier hacia mi mujer, no noté nada más raro en él, así  que mi mente fue tranquilizándose poco a poco y llegué, también yo, a aceptarle como a un amigo más. Pocos días después, él nos presentó a sus amigos y debo admitir que mi mente volvió una vez más a dar señales de alarma... De veras, esa gente preocuparía incluso al más pintado. Sin embargo, Elizabeth, una de sus amigas, llegó a cautivarme por completo. No sé como pudo ocurrir, pero sus ojos eran tan profundamente verdes que yo no podía ni siquiera apartar la mirada...
                            Pasaron los días y mi relación con Elizabeth se fue estrechando tanto como se fue deteriorando la de Marianne. Su distanciamiento era cada vez mayor. Rehuía no solo ya mis caricias, sino también mi presencia. Sus besos, contados, eran fríos y sin pasión. Estaba perdiendo a mi mujer... y no era capaz de hacer nada para recuperarla. Sumido en una depresión afectiva, encontré mi paño de lágrimas en los brazos de Elizabeth, quien no dejaba, en momento alguno, de mostrar su atracción hacia mí.
                            Una de mis tantas noches depresivas, Elizabeth me llevó a su apartamento, me tumbó en la cama y se colocó sobre mí, con la clara determinación de hacerme el amor. Me dejé envolver por sus encantos. Sus labios buscaron ávidamente mi boca, con lujuria... Sus manos comenzaron a desvestirme, pero, al cerrar mis ojos para dejarme llevar, vi el rostro de Marianne grabado en mi mente, como si estuviera en esa misma habitación,  e, instintivamente, aparté de mi cuerpo a Elizabeth. La expliqué que aquello no podía ser, que amaba con locura a mi mujer, pero a ella eso parecía no importarle en lo más mínimo.                                                                                                                                        Desabrochándose la blusa se colocó nuevamente sobre mí, dispuesta, una vez más, a entregarse por completo a mí...., pero yo la aparté otra vez de mi cuerpo y me levanté furioso. La ordené que se vistiera y se fuese... y fue entonces cuando recibí la sorpresa más grande y terrible que nunca antes me habían dado...  Con una mirada felina en sus ojos, Elizabeth comenzó a reírse de mí. Me llamó necio e iluso, por creer que aún podría recuperar a Marianne. Dijo que para ella, igual que para mí, ya era demasiado tarde. Entonces, haciendo gala de una enorme fuerza, me lanzó contra la cama y se abalanzó sobre mí. De rodillas sobre mi cintura, y prácticamente inmovilizado, abrió su boca y pude ver sus colmillos..., antes de que se arrojara sobre mi cuello y me mordiera...
                            Perdí el conocimiento mientras Elizabeth degustaba mi sangre. Cuando desperté, ella aún seguía allí, mirándome fijamente con sus ojos verdes. Al verme despertar, se sentó junto a mí y, acariciando mi pelo, me besó, dándome la bienvenida a su mundo, el mundo de los que viven en la noche, un mundo del que, me gustara o no, yo ya formaba parte... Y mi Marianne también. Tal y como me explicó Elizabeth, Xavier había vampirizado, semanas antes, a Marianne, de ahí su extraño comportamiento para conmigo en los últimos días. Enloquecido por el dolor, salí corriendo hacia nuestra casa, con la agonía de saber que tenía que dar muerte a la mujer que más amaba en el mundo, para no verla sumida por más tiempo en aquella horrible pesadilla de sangre y oscuridad.
                            Cuando llego a casa la veo dormida sobre la cama. En su rostro veo la paz que a mi me falta hace tiempo, pero decido no dejarme embargar por los sentimientos y busco rápidamente un arma que me ayude a dar fin a su vida... Con manos temblorosas rebusco nerviosamente entre la vajilla y encuentro lo que buscaba, un cuchillo de plata de una de las cuberterías que alguien nos regaló en nuestra boda. Me dirijo al dormitorio y, con lágrimas en los ojos, apuñalo su corazón... Ella abre repentinamente los ojos y, llevándose las manos al corazón, me susurra unas últimas palabras que apenas logro oír. Finalmente, tras un ligero espasmo de su cuerpo, Marianne muere y se convierte en cenizas.
                            Y ahora vago por las noches, solo, llorándola, roto por el dolor de su pérdida y de saber en lo que me he convertido... La noche me envuelve con su frío manto, pero hace ya tiempo que no siento frío,... solo siento hambre... y esta clase de hambre solo puedo saciarla con una sola cosa.
                            Paro en una discoteca y me siento a tomar una copa. Una chica se acerca hasta mi y me saluda. Es muy guapa, sus labios y su esbelto cuerpo delgado parecen muy apetecibles, pero hay otra cosa de ella que me apetece más en estos momentos. Tengo hambre... y su sangre me está llamando a gritos.


                   -FIN-

UNA MALA NOCHE

UNA MALA NOCHE. Por El Abuelo.
                                                
                                                               ".... Llevo corriendo ya casi cinco horas, es de noche, llueve, hace frío y estoy cansado, pero juro que no me cogerán de nuevo.... ¡Ni hablar!.... No me escapé del trullo para dejarme coger así por las buenas.... ¡De eso nada!"
                                      ".... Genial,.... vaya nochecita para patrullar.... ¡Maldita lluvia! Odio el turno de noche cuando llueve. Debería hacer caso a Marjoret y pedir la jubilación anticipada, así podría pasar más tiempo con ella y los niños....; para colmo de males, hemos recibido el aviso de que hay un preso fugado. Dicen que va armado.... ¿y cuándo no lo están? Hoy no es una buena noche,.... no señor"
                                      ".... Agazapado en este oscuro y frío callejón, reviso el cargador de mi pistola.... ¡Joder, solo me quedan cinco balas....! Bueno, quizás tenga suerte y logre llegar al escondite antes de que nadie me vea.... ¿Hum? ¿Qué diablos es eso....?.... ¡Lo que me faltaba, polis!.... Creo que escogí una mala noche para fugarme"
                                      ".... Un aviso de la central nos comunica que un vecino dice haber oido ruidos extraños en el callejón que da a su apartamento, así que mi compañero y yo decidimos pasarnos por aquí para dar un vistazo al callejón. Espero que sea una falsa alarma. Voy con cuidado, siempre lo tengo, muchos de mis compañeros se han visto metidos en serios apuros al verse sorprendidos por algún desgraciado en sitios así....; algunos ni siquiera llegaron a ver la cara del que les metió un balazo a quemarropa. Esas mierdas ocurren a veces.... Yo siempre rezo porque no me toque nunca a mí"
                                      ".... ¡Mierda! El puto poli va a registrar el callejón.... ¡Joder,.... esto no me puede estar pasando a mí! Está bien, si quiere ser el héroe de la noche, que venga si se atreve,.... a Frankie Ryles no le pillarán sin dar guerra.... ¡no señor!, antes me llevo por delante al que se me ponga a tiro. Vamos poli,.... ven aquí y probarás una bala cosecha Ryles,.... Venga,... ven.... ¿a qué esperas?"
                                      ".... El callejón parece desierto. Hay pequeñas cajas de cartón amontonadas en uno de los lados, con algunas bolsas de basura y un par de cubos, también de basura. En el otro lado, hay dos enormes contenedores de basura. Todo parece normal, pero cuando me dispongo ya a dar media vuelta, la luz de mi linterna descubre las punteras de unos zapatos ocultos tras uno de los contenedores. Debe de ser el hombre que buscamos. Hoy no es mi mejor noche,.... qué le vamos a hacer. Saco mi arma con cuidado y le ordeno que salga despacio y con las manos en alto.... Rezo porque me haga caso"
                                      ".... ¿Que salga despacio y con las manos en alto....? Si hombre, si.... Y, ya puestos, me tumbo en el suelo y dejo que me des por detrás.... ¡no te jode! Tú ponte solo un poco más cerca y ya te diré yo a ti como salgo, niñato.... Vamos, acércate un poco más, cabrón..."
                                      ".... Le doy un segundo aviso, pero el maldito no parece querer salir por su propia cuenta.... ¡Mierda! Si Dios me ayuda a salir con bien de ésta, juro que haré caso a mi Marjoret y pediré la jubilación. Me acerco lentamente a la esquina del contenedor. El callejón es bastante oscuro y, para colmo de males, la lluvia no facilita para nada las cosas. Cuando ya estoy casi llegando a la esquina, un ruido a mi izquierda, procedente de entre las cajas de cartón, me distrae y desvío mi vista y mi pistola hacia ese lugar....; errores como este salieron muy caros a otros de mis compañeros.... Creo que ya es tarde para rezar porque no sea mi último error...."
                                      ".... El tío me lo ha puesto en bandeja al distraerse. Salgo como el rayo de mi escondite y me quedo apuntándole a su pecho, a escasos centímetros de distancia.... Él reacciona por instinto y coloca su pistola frente al mío, a igual distancia.... Me pide de nuevo que suelte la pistola, pero yo le pido que sea él quien lo haga.... Sea como sea, ni él ni yo estamos dispuestos a ceder.... Escogiste mala noche, amigo. A mi no me importa bailar con el diablo.... ¿y a ti?"
                                      ".... El muchacho no quiere soltar su arma...., es más, parece dispuesto a usarla. Este es el peor segundo en la vida de todo policía.... Un segundo en el que un simple suspiro, o un latido del corazón, marca la diferencia entre estar vivo,.... o estar muerto.... Un segundo en el que la Muerte juega a cara o cruz con dos vidas: Repito; soy oficial de policía.... Suelte el arma y levante las manos...."
                                      "......... ¡A la mierda, poli!"
                            "..............................................................................."
                                      ".... La lluvia. Siento la lluvia sobre mi cara.... ¡Oh, Marjoret....! ¿Por qué no te hice caso....? ¿Por qué?"
                                      ".... ¡Oh, mierda....! Esto no puede estar pasándome a mí.... ¡esto no está pasándome a mí!.... ¡El puto poli me ha dado de lleno....! ¡M-me.... m-muero....!"
                                      "....A-a-d-di-os....Mar… jo… ret.... Cui… da.... de.... los.... ni… ños...."


                                                               -F I N-

Monigotes (Variaciones)


PLAY IN THE HELL


PLAY IN THE HELL.  Por El Abuelo.

                                                           Toda mi historia comienza y termina en el mismo lugar, en la calle. Mis amigos, si alguna vez los tuve, han desaparecido de mi vida; o se han muerto, o se han ido. Mi familia...., bueno, mi familia simplemente no existe, tardaron muy poco en avergonzarse de mi.... ¿Que qué les hice? Nada, vivir mi vida a mi manera, nada más. ¿Es eso acaso un delito? Yo creo que no, pero claro, esta sociedad tan moderna no tolera que nadie juegue si no lo hace con sus reglas..... ¿Culpable? Por supuesto.
                                               La calle, como dije antes, ha sido toda mi vida. Fue la matrona de mi nacimiento, mi compañera de juegos, mi colega de copas, mi maestra en la cama. Ella me lo dio todo, sin reparos y sin remilgos. Si quería algo, yo lo cogía. Si necesitaba algo, ella me lo daba. Me despertaba por las mañanas y me arropaba por las noches. Fue mi consejera  y mi aliada. A ella, y solo a ella, le debo todo cuanto soy y todo cuanto tengo. Que nadie me pida cuentas, pues solo rendiré cuentas ante ella.
                                               Con tan solo doce años yo ya andaba metido en las bandas callejeras, haciendo de recadero para los mayores. Con quince años ya sabía robar carteras, reventar cerraduras y burlar a la pasma entre los callejones de mi barrio. A los diecisiete años cometí mi primer atraco a mano armada. No fue nada del otro mundo, ocupaba el sitio de otro colega que al final no pudo venir con nosotros. Recuerdo que llevaba una vieja navaja con la hoja ya enroñecida y que me temblaban las piernas, pero no por el miedo (nunca lo tuve, en serio), sino por la emoción de poder estar allí, con los mayores, haciendo un trabajo con ellos. Fue en un banco y recuerdo que un pringáo de la caja hizo sonar la alarma, con lo cual, mis colegas y yo tuvimos que salir por patas y a toda ostia, perdiendo el culo por los callejones. Ese mismo día comprendí que los colegas no existen. Yo me torcí un tobillo y ninguno tuvo los huevos suficientes de pararse a ayudarme. La pasma me trincó y me cayeron seis meses en un reformatorio.
                                               Allí conocí a Sara, una chica de mi edad a la cual habían trincado después de haberle quemado el buga a su padrastro, un hijo de puta que abusaba de ella, noche si, noche también. Nos enrollamos en el reformatorio, a escondidas, claro, porque los cabrones del centro no consentían las relaciones entre internos,....  como si no supieran que allí dentro se follaba más que en cualquier puticlub....
                                               Tras dos meses de estancia en el reformatorio, Sara y yo decidimos fugarnos de aquel antro para buscarnos la vida a nuestra manera, sin que nada ni nadie nos dijera cómo teníamos que vivir...., vamos, que nos apetecía ir a nuestra puta bola. Hey, qué queréis que os diga, yo estaba encoñado por completo de Sara, así pues, si ella quería largarse de allí, yo no iba a llevarla la contraria.... ¿no os parece? Pues eso, que nos piramos del reformatorio.
                                               La noche que nos fugamos decidimos echar nuestro último polvo como reclusos de aquel antro. Fue genial. Disfruté de su cuerpo como nunca antes nadie lo había hecho...., ni siquiera el guarro de su padrastro pudo disfrutarla de ese modo.... Cómo podría yo haber sospechado lo que la vida nos depararía a ambos tras nuestra fuga del reformatorio. El caso es que no me arrepiento en absoluto de haberme entregado a ella tal y como lo hice..... ¿Por qué debería de hacerlo? Al fin y al cabo, no somos dueños de nadie.... ¿No es cierto? Pues eso, que echamos un polvo y luego nos piramos.
                                               Sara conocía a unas amigas que nos ayudaron a instalarnos  como ocupas en un viejo caserón abandonado, situado a las afueras de la ciudad, cerca del puerto, en el que convivían  con unos cuantos colegas más. Era una peña de colgados que malgastaban su tiempo y su poca pasta en colocarse con lo primero que pillaban.  Dales una “china” y se creerán los amos del mundo....  ¡infelices....! El caso es que había un chico que...., no sé, me dio mala espina nada más conocerle. Se llamaba Arturo y era dos años mayor que yo. Nada más verle me pareció un chulo del tres al cuarto, pero a Sara pareció caerle bien, en fin...., que dos días después de instalarnos con aquellos colgados, Sara ya se había acostado con el tal Arturo y a mí me aparcó a un lado, igual que si fuera una vieja ducati.... Pero, como ya dije antes, no somos los dueños de nadie; así que me lamí las heridas en un rincón, solo, cual perro apaleado y abandonado. No os lamentéis mucho por mí, las penas solo me duraron un par de días. Enseguida olvidé a Sara y me fijé en Raquel, una piba tremenda con unos ojazos verdes increíbles, de los de agárrate que hay curvas.....Y uno no es precisamente el Richard Gere ese, pero al parecer (y por lo que me contó más tarde) a ella yo le gusté desde que me vio asomar por la puerta del caserón....
                                               Conocerla fue como encontrarme por fin a mí mismo,.... como si el camino por el que caminaba en círculos toda mi vida tomara, por fin, una dirección a seguir. Estar a su lado era estar en el mejor de los cuelgues....., pero claro, la vida siempre es la última en dar la patada en los huevos..... No sé...., pero creo que al Arturo de las narices le caí tan mal como él a mí, porque volvió a jugármela  una vez más.
                                               El muy hijo de puta empastilló a Raquel aprovechándose de que yo no estaba y después se la cepilló.... Cuando llegué les vi tumbados sobre uno de los colchones que usábamos para dormir, él sobre ella, jadeante y sudoroso, en plena faena amatoria. Esa visión arrancó la cólera de lo más profundo de mi ser, como nunca antes la había sentido.... No lo pensé dos veces antes de abalanzarme sobre él. Le agarré del pelo y le separé del cuerpo semidesnudo de la drogada Raquel, que comenzó a llorar y a chillar en un ataque de histeria.
                                               Mis viejas y gastadas botas de cuero golpearon sin piedad el cuerpo desnudo del odiado Arturo. Una de las patadas debió de romperle alguna costilla, pus vomitó sangre mientras yo seguía pateándole sin piedad. Me cebé en su cabeza y comencé a pateársela mientras él intentaba cubrirse como buenamente podía. Tras la tercera patada, más o menos, perdió la consciencia...., pero yo seguí pateándole la cara, golpeándole cada vez con más furia; una y otra vez...., una y otra vez...., una y otra vez..., hasta que al final paré.
                                               Mis botas estaban cubiertas de la sangre de Arturo, que yacía inmóvil en el suelo, sobre un enorme charco de sangre,.... de su sangre, con la cara totalmente deformada..... Y sin vida. Mi estómago se revolvió ante la visión del cadáver de Arturo y una arcada de bilis se abrió paso a través de mi garganta para poder salir al exterior. Las piernas me temblaban y solo podía mirar a Raquel, quien solo podía gimotear, presa del pánico. Me levanté del suelo como pude y, tambaleándome, salí corriendo hacia la calle. Un coche de la pasma se acercaba a lo lejos, avisado, sin duda alguna, por alguno de los presentes en la pelea. Oigo a uno de los maderos dándome el alto, pero no le obedezco y salgo por patas hacia el puerto, seguido muy de cerca por el madero, que no parece estar muy en forma, ya que me resulta fácil sacarle ventaja.
                                               Sigo corriendo, pero en lugar de seguir por el puerto, decido bordearlo por el acantilado, aunque ni siquiera sé muy bien por qué tomo esa ruta. Hey, no podéis culparme, después de todo, me persiguen y no sé muy bien a donde ir...., cosas mías. Ya veis...., nunca fui muy dado a pensar las cosas antes de actuar.
                                               Sigo corriendo como buenamente puedo, me falta aire y las piernas me flaquean. El poli, por el contrario, parece más fresco que al inicio de la carrera y ya casi me alcanza. El borde del acantilado frena en seco mi carrera y me veo acorralado; detrás de mí, el poli, delante, una caída de treinta metros hasta el agua,….  si tienes suerte y caes en el agua, claro.
                                               El poli llega hasta donde yo estoy y, agotado por la carrera, trata de coger aire para hablarme. Me suelta las típicas chorradas de las pelis…. Que si “no lo hagas chaval“,…. que si “todo va a salir bien“,…. que si patatín,…. que si patatín…  EN fin, creo que tengo un billete de primera clase para jugar en el infierno…. Le miro a los ojos y, con una sonrisa vacía dibujada en mi cara, le saludo militarmente….
- Hasta otra, colega.
                                               ………………………..
- Central, un chico acaba de caer al mar por un acantilado. Envíen un equipo de rescate… No, no ha sobrevivido a la caída,…. Desde aquí veo su cuerpo sobre las rocas.


                                -FIN-

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BLACK FOX: BLUE DREAM


BLACK FOX: BLUE DREAM. Por El Abuelo.


                                               7 de la mañana. San Pergura, una ciudad edificada sobre un islote  artificial  situado  frente a la playa del Sardinero, en Santander, Cantabria.                                                   
                                               Aquí me tenéis, de nuevo en el candelero, como de costumbre. Estoy dándoles un par de lecciones de educación civil  a un grupo de yonkies. Por lo visto, se empeñan en sacar a las calles de mi barrio  una nueva droga, a la que llaman " Sueño azul”. Y mira  que se lo tengo advertido,..." Drogas en mi barrio no ...", pero nada , ellos  erre  que erre . Así que, tengo que volver a molestarme en darles una nueva lección a estos pardillos.
                                               Por  esa misma razón me he colado en uno de sus almacenes, para destruir  su mercancía. Y en plena faena estaba cuando dos de esos pardillos   asomaron las narices  y...., en fin, que se armó la marimorena. En cuestión de segundos me vi rodeado de yonkies ávidos de mi sangre. Por desgracia para ellos, suelo defenderme cuando me atacan.
                                               Desenfundo mis dos pistolas de plasma y descargo contra ellos  varias  andanadas a media potencia de fuego, por suerte para  ellos, nadie me paga para matarles. Al tiempo que disparo, salto hacia un lado  para esquivar sus disparos. Por desgracia para mí, nadie les ha pagado para cogerme vivo. La vida no es justa.
                                               En el fragor de la pelea, veo por el rabillo   del ojo a uno de los yonkies, que parece mantener una pequeña charla  con su superior  a través del móvil. Cuando termina  de hablar  se une a sus amigos y les comunica que el jefe les envía refuerzos, lo cual,  dicho sea de paso, no me gusta ni un pelo.
                                               Un resplandor  cegador me informa  que los refuerzos a los que se refería  el colega acaban de llegar. Negra suerte la mía, son los de " Luna Negra "  acompañados del mastodonte al que llaman  Avalancha. A una señal de Yago, líder  del grupo, Avalancha carga contra mí,.... ¿por qué no me habré quedado yo en casita?
                                               Esquivo con facilidad el ataque del gigantón, que se lleva por delante la primera pared que se cruza en su camino. Mientras volteo en el aire, un chasquido metálico me informa  que Kora ha transformado su brazo izquierdo en un arma y se dispone a atacarme. Con toda la rapidez que me es posible, descargo tres andanadas de plasma contra la chica para noquearla antes de que ataque.
                                               Las andanadas le dan de lleno y logro mi propósito, cosa que, por otra parte, a su hermano Lang no parece hacerle mucha gracia. Lleno de rabia, lanza contra mí dos poderosas descargas eléctricas de gran voltaje. Uno de los rayos me da de lleno  y todo mi cuerpo es sacudido por la descarga, dejándome medio noqueado en el suelo. Trato de no perder el conocimiento y de reincorporarme, pero justo cuando logro ponerme de rodillas, Avalancha me propina un puñetazo que me arroja contra una de las paredes. Ahora si que estoy listo....                              
                                               Cuando creo que ya estoy acabado, una de las paredes salta en pedazos a causa de una explosión, cogiendo por sorpresa a los de "Luna Negra”. Entre el humo generado por la polvareda veo cinco siluetas. ¿Refuerzos? Si es así, bendita sea mi suerte.                                                                                                          Cuando escucho la voz de uno de ellos, pidiéndoles a los de Luna Negra que se rindan, casi pego un salto de alegría. Se trata, para mi suerte, de Arsenal y sus compañeros de Alianza, un  grupo  de  ex - soldados   con superpoderes.                                                                                                                        A una señal de Arsenal, una enorme mano azul me rodea y me aleja  de Avalancha. Acto seguido, Geomancer crea en torno a nosotros un muro de fuego para protegernos ante un posible ataque. Seguidamente, Wick  arroja  contra las cajas de la droga tres bolas energéticas y cuenta hacia atrás desde tres. Al llegar a cero, las cajas saltan en pedazos y la droga es esparcida por el aire. Entonces, Blue recoge del aire toda la droga encerrándola en una enorme esfera azul y Geomancer la quema gracias a las llamas  que controla. La droga está destruida, pero algo en la mirad a de Yago, y en la maquiavélica  sonrisa  reflejada  en su cara, me dice que algo se nos escapa.
                                               En efecto, cuando ya nos creíamos ganadores de esa batalla, un ruido  de un motor de camión, procedente de la parte trasera  del almacén, nos indica que no toda la droga ha sido destruida. Por lo visto, un camión ya había sido cargado antes de llegar  yo y se dispone a abandonar el lugar. Si ese camión logra escaparse, nuestro trabajo  de hoy habrá sido en vano.
                                               Cuando nos disponemos a ir  tras  el camión, el gigante Avalancha nos impide el paso, arrojándonos, con suma facilidad, media pared de ladrillos   encima. Wick  destroza la pared con una de sus bolas energéticas y Blue nos protege de los cascotes con un escudo de energía azul. En ese momento, Stone muta su cuerpo en roca y se lanza contra Avalancha, al que tumba con el primer puñetazo.
                                               Arsenal aprovecha ese pequeño momento para destruir la puerta trasera  del almacén con un rayo de plasma disparado por uno de los guanteletes metálicos de su armadura nanotecnológica. Les pide a Stone y a Geomancer que se queden con él para ocuparse de Avalancha mientras  Blue, Wick  y yo vamos tras el camión. Es curioso ver como todos los de su equipo acatan sus órdenes sin poner ni un solo reparo. Se ve que tiene un gran don de mando.
                                               Dicho y hecho, Blue, Wick  y yo nos lanzamos tras el camión, que ya ha cogido la autopista principal  y se dirige hacia la  salida  de la isla. Volando sobre una enorme plataforma  azul creada por Blue, seguimos de cerca al camión. Al vernos por el retrovisor, el compañero del conductor dispara contra los coches que van en sentido contrario, provocando un accidente que causa, a su vez, que uno de los coches se precipite al mar desde el puente que comunica la ciudad con la playa del Sardinero.
                                               Blue lo ve y nos deja en tierra  para  socorrer  al vehículo. Mientras  él se encarga de eso, cojo prestado un deportivo y, junto  a Wick, salgo a toda leche tras el camión.
                                               En cuestión de segundos alcanzo al camión  y, con una pirueta, me coloco sobre el capó del deportivo, al tiempo que le grito a Wick que se ocupe del volante,... él me grita algo sobre que no sabe conducir, o no sé qué chorrada  por el estilo. El caso es que le ignoro y salto sobre el remolque del camión y, con un disparo de una de mis pistolas, desarmo fácilmente al compañero del conductor.
                                               En cuanto al conductor, voy a ocuparme de él cuando, en ese instante, veo a Wick  adelantándonos con el deportivo, alzando el brazo derecho y mostrándome tres dedos de la mano.... , si es lo que estoy pensando ,  será mejor  que salga pitando del camión ... ¡ ahora mismo ! .
                                               Dicho y hecho, salto sobre el asiento trasero del deportivo y Wick  frena  en  seco, cruzando el coche en medio de la autopista. Acto seguido, el camión salta en pedazos, cayendo al mar envuelto en una gran bola de fuego. Asunto resuelto. Ahora, a por Avalancha.
                                               Blue  nos recoge por el camino y nos dirigimos  hasta el almacén, donde Arsenal, Geomancer y Stone han logrado noquear al gigantón. Otro asunto más resuelto. Les doy las gracias por su ayuda y Arsenal me ofrece un sitio en su grupo, a lo cual me niego con educación, prefiero  trabajar  solo, no me gusta recibir   órdenes  de nadie.
                                               Antes de despedirnos del todo, le pido a Arsenal que se ocupe de Avalancha, a lo cual él acepta a regañadientes. En fin, el día, después de todo, ha acabado mejor de lo que pensaba y la droga ha sido destruida. Por desgracia, sé perfectamente que no será el último  cargamento de droga que se fabrique en estas calles,...  ni el último  que yo destruya.
                                                
                                                                                                                                                                    
                                 -FIN-

Horizontes


CODENAME: BLACK FOX


CODENAME: BLACK FOX. Por El Abuelo
                                                                                                                                                                                                                                  " .... Estoy loco, lo reconozco, si no, no me explico qué puñetas hago yo aquí, sobre la azotea de un edificio de quince plantas, en mitad de la noche, con un frío que pela y vigilando bajo la lluvia a una panda de críos que juegan a ser matones. Lo dicho, estoy loco....
                              ¿Que quién soy? Un loco, ya lo dije antes ¿no? ¿Que qué hago aquí? El idiota, qué otra cosa podría hacer aquí si no....Pero supongo que estaréis ávidos de más información sobre mí, ¿verdad? Información, esa es la clave. La información es poder y a los hombres les encanta saber. Está bien, os daré información....
                              Me llamo Nathaniel Fears, soy.... ¿Qué  soy? ....  ¿Asesino a sueldo? Si ¿Cazarecompensas? Si ¿Ejecutor? También .Trabajo para quien me pague, o, mejor dicho, para quien pueda pagarme, puesto que mis honorarios son muy altos. Soy el mejor en lo que hago y mi nombre clave es Black Fox. SI estás en mi lista, date por muerto.
                             Os preguntaréis si voy armado, ¿verdad? Por supuesto. Uso un par de pistolas de energía que disparan rayos de plasma, una espada de adamantium,  el metal más duro creado por el hombre, y un bastón del mismo metal. El bastón, un tubo de 3 cms. de diámetro y 66 cms. de largo, guarda alguna que otra sorpresa en su interior.
                            Más información adicional: Mi ojo izquierdo es cibernético; posee dos lentes especiales, una telescópica y otra de visión por infrarrojos. Esta segunda lente me permite, además de ver a larga distancia, ver en la oscuridad. Deberíais ver como me brilla el ojo en la oscuridad....
                            A lo que iba; aquí me tenéis, en plena noche, esperando a que estos pardillos hagan la entrega a su comprador. ¿Que qué venden? Armas, al menos eso me dijo mi informador. ¿A quién se las venden? Eso es lo que espero averiguar esta noche,.... si  no me mata antes un resfriado.
                            .......... Vaya, parece que por fin hay movimiento. Un camión acaba de llegar al almacén. Veo a dos tíos bajándose del camión.... y no me gusta ni un pelo. ¿Que si los conozco? Por supuesto. Son  Lang y Kora, dos de los componentes  de " Luna  Negra “, un grupo terrorista  que trabaja para la mafia japonesa; gente mala, vaya que si. Si estos dos están aquí es que sus compañeros andan cerca, jamás trabajan solos. ¡Bingo! Ahí salen  Sorgo y Yago...... ¿queréis que os los presente? Vale: Lang es capaz de generar rayos eléctricos de gran voltaje. Kora, además de guapa, puede transformar su brazo izquierdo en cualquier clase de arma. Yago absorbe la energía que le rodea y la convierte en rayos de plasma. Y por último está Sorgo, un psicópata homicida en toda regla, que posee dos cuchillas retractiles ocultas bajo la carne de sus puños....  Lo dicho,…. un psicópata.
                            Mientras hablan entre ellos, uso mi bastón para deslizarme por el cable de alta tensión que comunica ambos edificios, llegando hasta la azotea del almacén con tranquilidad y sin que me vean. Están hablando con seis jóvenes con pinta de pandilleros quienes, al parecer, son los traficantes. El jefe de los traficantes es un pelagallos del tres al cuarto que parece haber visto  muchas películas de mafiosos, al juzgar por su estúpida pose de matón. Solo hay una cosa que me escama de este asunto, ¿qué pueden tener estos pelagallos, dentro del almacén, que pueda interesarles a los de " Luna Negra “? .... Ey, ¿no os pica a vosotros  la curiosidad? A mi también...., por eso aprovecho que no están mirando para colarme  por una de las ventanas y así fisgar un poco....  No os chivéis, ¿de acuerdo?
                            El edificio está dividido en dos plantas formadas por dos pasarelas metálicas, unidas entre sí por vigas metálicas en sus cuatro esquinas y por escaleras, también metálicas, en la mitad de cada uno de sus laterales. Hay cajas de madera amontonadas a lo largo de las pasarelas, lo cual me sirve para poder mirar sin ser visto. Cada pasarela está vigilada por un guardia,.... nada que mi bastón no pueda solucionar con un par de golpes;.... dos menos. Abajo, en la planta principal, hay algo que me mosquea cantidad.....
                            Aparte de las viejas máquinas del propio almacén, hay una especie de enorme tubo cilíndrico, de cristal, lleno de un extraño líquido verduzco.... No me preocupan ni el líquido, ni el tubo en si,.... lo que me preocupa es la extraña sombra con forma humana que se ve dentro del tubo; seguro que al final me tendré que dar de tortas con esa cosa....
                            Por fin veo entrar a los de “Luna negra” al interior del almacén. Sorgo, con su habitual pose de indiferencia hacia el resto de la humanidad, permanece algo separado del grupo. Kora  (señor, como está la niña...) no se despega de su hermano Lang, que no le quita ojo al tubo de cristal. Yago, por su parte, se encarga de negociar con los seis traficantes. Por lo visto, los de “Luna Negra “guardaban el enorme tubo cilíndrico en el almacén propiedad de los traficantes. Estos les piden el dinero acordado  más algunos intereses, cosa que a los de “Luna Negra “no parece hacerles mucha gracia. A una señal de Yago, Kora transforma su brazo en una ametralladora y se carga de un plumazo a los seis..... Y entonces me doy cuenta de que junto a ellos falta  alguien.... Sorgo ha desaparecido y no le veo junto al grupo,.... lo cual me escama. De pronto, algo en mi cabeza me dice que me agache y, justo cuando lo hago, una de las cuchillas de Sorgo medio destroza una de las cajas de madera que usaba a modo de escondite .Esa estuvo muy cerca....
                            Ruedo por el suelo hacia un lado y me preparo para recibir un segundo ataque de Sorgo, que me mira con cierta sonrisa despectiva en su cara; el tío disfruta con esto, lo noto. Se abalanza nuevamente sobre mí y nos precipitamos al suelo, desde el segundo piso; por suerte, logro agarrarme a la barandilla de la pasarela antes de caer junto con Sorgo, que aterriza sobre un montón de cajas de madera, destrozándolas. Uno menos del que preocuparse...
                            Oh, oh,.... un chasquido metálico a mis espaldas me indica que Kora ha transformado otra vez su brazo-arma y se dispone a atacar.... ¡muévete de una vez! Dicho y hecho, salto hacia atrás para esquivar sus disparos y aprovecho el salto para caerle encima y noquearla.... Y van dos.
                            El grito rabioso de Lang me indica que no le ha gustado nada lo que acabo de hacerle a su hermana, por lo que parece decidido a devolverme el favor con ayuda de sus letales rayos eléctricos,.... letales si te alcanzan, claro está, pero procuraremos que eso no ocurra, ¿verdad? Esquivo fácilmente su primer ataque y aprovecho que tarda unos tres segundos en recargar sus guantes para correr hacia él, al tiempo que transformo mi bastón en unos nunchakus. Llego hasta él y , colocándole el nunchaku sobre su garganta , salto con una voltereta y le esquivo , colocándome a su espalda , creando con el nunchaku un lazo que le atrapa lo suficiente como para practicarle una llave de nin-jit-su , que le lanza por el aire y le estrella contra la pared dejándole inconsciente ....Van tres .
                            Por el rabillo del ojo veo a Yago. Me observa sin moverse, lo cual dificulta el poder atacarle primero. Es listo, espera mi ataque  en lugar de abalanzarse sobre mí, al igual que sus compañeros. Sea como sea, le arrojo mi bastón y me lanzo sobre él esperando que éste le distraiga lo suficiente como para poder golpearle.... Por desgracia, Yago no es tonto y, mientras repele mi bastón con uno de sus rayos, con otro me golpea de lleno en el pecho, lanzándome contra un montón de cajas apiladas. Medio aturdido por el impacto, desenfundo mis pistolas de plasma y le disparo tres andanadas. Yago las esquiva fácilmente y se sonríe,.... lo que no sabe es que una de las andanadas no iba dirigida a él, sino a la viga de acero que está situada sobre su cabeza. Cuando se da cuenta de su error ya es muy tarde, la viga le golpea y le deja grogui.... Y van cuatro. Ahora vamos a ocuparnos del tubito de marras.
                        Cuando me giro para inspeccionar el tubo, un puño tan grande como mi cabeza impacta de lleno contra mi cara. La fuerza del puñetazo me lanza contra una de las paredes y, medio grogui por el golpe recibido, veo acercarse hasta mí al inquilino del tubo. Se trata de un mastodonte de 2`50 ms. de altura, piel gris y pose simiesca, debido a sus largos y enormes (sobretodo eso, enormes) brazos .La pregunta del millón es ¿cómo narices ha podido salir King Kong del tubo? Las respuestas las buscaré más tarde, de momento será mejor que me mueva si no quiero ser hecho picadillo por King Kong.
                            Me reincorporo dando un salto y, con las pistolas cargadas y a punto, me lanzo contra Kong. A medio metro de él, doy un salto y me apoyo en su pecho para impulsarme hacia atrás al tiempo que, al girar en el aire, le descargo dos andanadas de plasma a bocajarro. El impacto de los disparos lo arroja contra la pared, destrozándola y abriendo una nueva salida hacia la calle. Aún así, el impacto ni lo ha notado, pues se levanta enseguida del suelo y, desperezándose como los perros, carga nuevamente contra mí. Calculo rápidamente su velocidad para saltar en el momento oportuno y así esquivarle...., lo cual sería mejor hacer..... ¡Ahora! (ole torito....) Kong aterriza de lleno contra el enorme tubo de cristal, destrozándolo por completo junto a la maquinaria que lo mantenía funcionando, provocando, a su vez, una descarga eléctrica  que el grandullón recibe de lleno. Esta vez si que parece haberlo notado. Se levanta tambaleante, me mira confuso  y parece dispuesto a embestirme nuevamente, pero al final,... cae inconsciente al suelo.
                            Cuando me dispongo a echarle un vistazo al grandullón, un círculo de luz aparece entre ambos, el gigante y yo. Del círculo de luz emergen dos personas, un hombre y una mujer. Son Portal, una teleportadora, y  Sato Harada, su señor. Sato es un peligroso asesino, líder de los Yakuza, la poderosa organización criminal japonesa. Maneja en las sombras la mayoría de los negocios clandestinos que se llevan a cabo en Japón y es temido y respetado por casi todo el mundo en ese país. Aparte de todo eso es, además, un guerrero increíble, con el cual no me gustaría enfrentarme en estos momentos. Con un gesto autoritario, ordena al gigantón que se ponga en pie. Portal, por su parte, ha reunido a los de “Luna Negra”, que parecen recuperarse poco a poco.
                            Sato, antes de irse, me felicita por mi actuación ante “Luna Negra” y su nueva adquisición, Avalancha, que así se llama el grandullón grisáceo. Después, desaparece tal y como ha venido, llevándose con él a los de “Luna Negra” y a Avalancha, dejándome allí solo, con un millón de preguntas rondándome en el cerebro.... Sea como sea, abandono el lugar con la certeza de un nuevo encuentro con “Luna Negra “y, como no, seguro que también con Avalancha.... Estaré esperando. Por cierto, recordarme que tengo que romperle las piernas a mi informador... ¿Tráfico de armas...? ¡Ja!

              -FIN-